Opinión

Acordaos de Nabot

Uri Avnery
Uri Avnery
· 9 minutos

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Ahora mismo se está debatiendo en Jerusalén un increíble instrumento legislativo.

El país está entretenido con un asentamiento conocido como Amona. Allí, en las profundidades de los territorios ocupados, unas pocas decenas de familias judías han decidido plantar un asentamiento ilegal, ilegal incluso bajo la ley israelí, así que ya ni digamos bajo el derecho internacional.

El problema está en que no se tomaron la molestia de averiguar a quién pertenece la tierra en la que se asentaron. Y resulta que es propiedad privada de unos campesinos árabes. El Tribunal Supremo israelí ordenó a los colonos abandonar el sitio.

Los amonitas juraron resistencia “pasiva”. Esto significa bebes lloricas, chicas chillonas…

¿Expulsar a los judíos? ¡Habrase visto! Los amonitas juraron resistencia “pasiva”. Esto significa convocar a decenas de miles de colonos de todos los territorios palestinos ocupados para que entren en escena. Eso significa bebes lloricas, chicas chillonas, jóvenes violentos empujando a soldados desconcertados (muchos de los cuales son también colonos), hombres portando una estrella amarilla de la época nazi, mujeres haciéndose cargo de sus muchos críos lloriqueando, cámaras en masa. Horrible.

Así que, como la fecha fijada para la evacuación está cada vez más cerca y el tribunal se niega a aprobar otro aplazamiento –después de años de toma y daca legal-, el Gobierno ha encontrado una solución: los colonos de Amona se moverán unos cien metros para aterrizar en una parte de la misma colina pero que no pertenece oficialmente a particulares.

A cambio de este favor de los colonos, el Gobierno promete promulgar una “ley de legitimación”, un puro invento del genio legal. Dice que varias decenas de lugares, a lo largo de Cisjordania, donde se han establecido otros asentamientos en propiedad privada palestina, la tierra simplemente será expropiada y los dueños legítimos recibirán una compensación por ello.

En resumen: un acto descomunal de robar la propiedad de personas privadas, que son árabes palestinos, para “legitimar” los asentamientos de judíos fanáticos de extrema derecha.

Cuando leí el texto del proyecto de ley, me acordé de una frase de la Biblia que siempre me ha desconcertado.

Está en Éxodo (12). Cuando Faraón finalmente permitió a los Hijos de Israel abandonar Egipto, después de las terribles plagas, hicieron algo extraordinario.

«Los hijos de Israel… tomaron prestados de los egipcios joyas y los despojaron»

“Y los hijos de Israel… tomaron prestados de los egipcios joyas de plata y joyas de oro y vestidos… y despojaron a los egipcios”.

Dado que los Hijos de Israel se fueron para siempre, “pedir prestado” significaba robar. Y no de Faraón y del Estado, sino de la gente común, sus vecinos.

Actualmente, hay un consenso general entre los expertos de que el éxodo nunca sucedió realmente, y que la historia se escribió unos mil años después del supuesto suceso. Pero, ¿por qué un escritor atribuía a sus antepasados un comportamiento tan horroroso? Y especialmente cuando nunca ocurrió?

La única respuesta que puedo imaginar es que los escritores y editores de la época no vieron nada horrible en la historia. Engañar y saquear a los que no son israelíes era algo estupendo.

También está bien ahora para los colonos y el Gobierno de Israel.

(¿Cómo sabemos que la historia del éxodo fue inventada mucho más tarde? Entre otras indicaciones, porque los lugares egipcios mencionados en la historia ni siquiera existían en la época del Moisés imaginario, sino que existían en los tiempos de los Macabeos, muchos siglos más tarde, cuando el texto fue escrito).

Otro capítulo de la Biblia es aún más pertinente a los acontecimientos presentes. Es un texto que cada estudiante israelí aprende en su adolescencia. En el original hebreo es de exquisita belleza literaria, aparte de su poder moral abrumador.

Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres

Relata (en 1 Reyes 21) que…

Nabot de Jezreel tenía una viña junto al palacio de Acab rey de Samaria.
Y Acab habló a Nabot, diciendo: Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está cercana a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que esta; o si mejor te pareciere, te pagaré su valor en dinero.
Y Nabot respondió a Acab: Guárdeme Jehová de que yo te dé a ti la heredad de mis padres.
Y vino Acab a su casa triste y enojado… Vino a él su mujer Jezabel, y le dijo: ¿Por qué está tan decaído tu espíritu?

La mujer de Acab se encargó del asunto, ordenó a los Ancianos de Samaria de hacerle un juicio a Nabot con acusaciones falsas y lo hizo lapidar hasta la muerte.

A Dios todopoderoso esto no le gustó en absoluto. Envió a su profeta Elías que se dirigió a Acab y le dijo: ¿No mataste, y también has despojado?… En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre.

Y así ocurrió. Acab murió una muerte de héroe en una batalla, derribado por una flecha disparada al azar. Los perros lamieron su sangre en su carro de combate. También devoraron la carne de su mujer Jezebel.

En hebreo, la historia suena infinitamente más bonita que en la traducción. Quien no sea religioso puede leerla con tanto placer estético como los religiosos.

Si Dios andara por aquí estos días, seguramente enviaría a uno de sus profetas de guardia a Binyamin Netanyahu (un nombre bonito que suena muy bíblico) y le hablaría de los perros de hoy día que lamen sangre (¿periodistas? ¿reporteros de la tele?).

La “legislación” propuesta del hecho de ocupar una propiedad privada de árabes, bajo cualquier circunstancia, es un robo puro y duro. Cualquier propietario árabe citaría a Nabot: “Guárdeme Alá de que…”

El rey Bibi, como el rey Acab, ofrece dinero en compensación, pero no ofrece un terreno

Netanyahu no necesita molestar a su mujer, Sarita, que tiene sus propios líos con la ley. En lugar de Jezebel tiene la Knesset y la Fiscalía general.

Sin embargo, la solución propuesta – mover a los colonos unos pocos metros a terrenos propiedad del Gobierno – no es mejor que la propuesta que hizo Acab a Nabot. De hecho, es mucho peor.

El rey Bibi, como el rey Acab, ofrece dinero en compensación, pero no ofrece un terreno distinto (ni uno mejor). Lo que espera es que los árabes cojan el dinero y se muden a Brasil o Suecia.

La oferta de hacer a los colonos de Amona mudarse a “terrenos gubernamentales” cercanos necesita una explicación. ¿Por qué el Gobierno israelí posee tierras en la Cisjordania ocupada (que se llama así porque la Transjordania, al otro lado del río Jordán es el reino de Jordania. El Gobierno y los propios colonos llaman este territorio Samaria, como en la Biblia).

En los viejos tiempos del Imperio otomano, las tierras pertenecían al sultán que los arrendaba a los felahín (campesinos). Antes de la I Guerra Mundial, cuando el sultán estaba en la bancarrota – como era habitual –, vendió algunos terrenos a súbditos particulares, sobre todo ricos comerciantes árabes en Yafa, Beirut o Monte Carlo. Eran terratenientes ausentes, y los campesinos en el terreno no cambiaban.

El Gobierno jordano se convirtió en el propietario formal y los felahín labraban sus parcelas

Sin embargo, la mayor parte de la tierra seguía perteneciendo al sultán, hasta el final de la I Guerra Mundial, cuando el Gobierno del nuevo Mandato británico en Palestina se hizo cargo. Los campesinos palestinos locales, por supuesto, siguieron ahí.

Esta era la situación cuando, tras la guerra israelí-árabe de 1948, el Gobierno del rey de Jordania tomó posesión del territorio. No cambió nada. El Gobierno jordano se convirtió en el propietario formal de las tierras y los felahín labraban sus parcelas como habían hecho durante muchas generaciones.

Cuando Israel conquistó Cisjordania en 1967 surgió una situación totalmente distinta. A diferencia de los turcos, los británicos y los jordanos, el Gobierno israelí actual tiene planes para la tierra. Quiere entregarla a los colonos judíos, unos colonos de la extrema derecha, colonos extremamente religiosos, o ambas cosas.

La ficción legal del “terreno propiedad del Gobierno” se convirtió en una realidad de la noche a la mañana. Enormes extensiones de tierra en Cisjordania pertenecían de repente al Gobierno israelí. Otras extensiones igualmente grandes, que pertenecían a palestinos que habían huido o habían sido expulsados durante la guerra de 1967, las llamadas “propiedades de ausentes”, fueron confiscadas por el Gobierno israelí.

La ley internacional prohíbe que la “potencia ocupante” traslade a sus ciudadanos al territorio ocupado

Todo esto constituye ahora “terreno gubernamental” en el que los israelíes se pueden asentar libremente, acorde a la ley israelí. Sobra añadir que todo eso es totalmente ilegal bajo la ley internacional, que prohíbe de forma categórica que la “potencia ocupante” traslade a sus ciudadanos al territorio ocupado.

Esta es, pues, la situación legal: colocar a colonos israelíes en “terrenos gubernamentales” es legal bajo la ley israelí, pero totalmente prohibido bajo la ley internacional. Colocar a colonos en territorios palestinos particulares está prohibido tanto por la ley internacional como por la israelí.

Por ahora, el Gobierno pide a los colonos de Amona que se muden a “terrenos gubernamentales” cercanos. Afrontan ahora la elección de ser desahuciados o de aceptar caminar unos cientos de metros hasta su nueva morada.

Me pregunto qué habría dicho el profeta Elías de todo esto. No era alguien que se mordía la lengua.

Los perros israelíes no lamerán la sangre de Netanyahu. Ni devorarán la carne de Sarita. Dios no lo quiera.

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 10 Dic 2016 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper

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