Opinión

Dinero, amistad, sexo (II)

Soumaya Naamane Guessous
Soumaya Naamane Guessous
· 10 minutos

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[Lee aquí la primera parte de la columna]

Si la mujer debe sufrir para estar guapa, ¡el hombre debe sacrificar su dinero para admirarla!

Ofrecer su cuerpo a un hombre tiene un precio: “Tenemos una excelente relación amorosa. Yo le ofrezco mi cuerpo. ¡Él debe recompensarme!”

De ahí esta reacción: “Si un hombre tiene una vivienda, la chica se frustra. La invita a su casa. La chica está dolida porque se le priva de salir. Para él está bien. No invierte nada en la relación.”

La perspectiva del matrimonio empuja a la chicas jóvenes a exigir que los hombres paguen por ellas: “Los hombres dejan de salir con las mujeres cuando se casan. Yo aprovecho antes del matrimonio.” “Me niego a sacrificar mi soltería porque, una vez casada, tengo que renunciar a los momentos agradables que paso gracias a la generosidad de los hombres.”

En ocasiones, las exigencias de las chicas jóvenes radican en la astucia de los hombres. Un hombre que busca una relación sexual se muestra generoso. Le habla de boda y la mima. A mi edad, yo no soy tonta. Hago durar el placer. Me hago de rogar mucho tiempo para que siga gastando. Sé que cuando tenga lo que busca, ¡parará de ser generoso y me rechazará!”

«Sin dinero no hay romanticismo. No podemos sentirnos cómodos en un banco de un jardín público»

La astucia masculina apela a la venganza femenina: “Hace ya dos años que me habla de boda. Miente para conservarme. Mi venganza es empujarlo a gastar.”

¡El dinero y el amor van juntos! “El dinero es primordial en toda relación amorosa. Permite pasar buenos momentos en los que la seducción entra en juego. El amor va ligado al romanticismo. Sin dinero, no hay romanticismo. No podemos sentirnos cómodos en un banco de un jardín público o en una cafetería miserable.”

Mientras más lujoso sea el lugar de salida, más valorizado será el novio. Muchas chicas jóvenes reconocen sacar orgullo de sus parejas. Para su ego y por vanidad: “Me gusta ir a sitios lujosos. Presumo de ello. Y además, sienta bien que te vean en esos lugares.” De ahí el reconocimiento: “El hombre que invita a lugares distinguidos recibe mucho en contrapartida. Soy más afectuosa con él, más permisiva. Lo respeto.”

Moraleja: ¡más vale que un hombre sea rico y seductor, que enamorado y pobre! ¿Debemos deducir que las marroquíes son salvajes materialistas? Según muchos hombres, ¡la respuesta es SÍ!

Moraleja: ¡más vale que un hombre sea rico y seductor, que enamorado y pobre!

Lo que provoca el malestar de los jóvenes que no tienen todavía un sueldo: “Los adolescentes sufren. Las chicas prefieren a hombres mayores que les ofrecen el lujo. Para tener la compañía de las chicas, hace falta dinero. Son muy exigentes.”

Hay que diferenciar también la amistad del amor: “Con las amigas, cada uno paga su consumición. Aunque a las chicas les gusta que sus amigos hagan, de vez en cuando, algunos gestos. Pero cuando ligamos con una chica, ¡hay que mostrar el dinero! Como no tenemos muchos recursos a nuestra edad, las chicas nos rehúyen. A menos que seas de una familia rica. Entonces, todas las chicas van detrás de ti. ¡Es frustrante!

“Las chicas se encariñan más con los signos de fortuna que con el valor de los chicos. El que tiene un coche o un apartamento y que además paga la cuenta es muy codiciado. Pero si es pobre como yo, está frustrado.”

El problema surge sobre todo en el marco de las relaciones amorosas: “Sin dinero, no tengo ningún lugar donde quedar con las chicas. No puedo proponerle un parque. Si lo hago a menudo, me deja.”

El dinero, la virilidad y el honor están estrechamente unidos, mezclados

Los jóvenes llevan mal esta situación y se resignan con frecuencia con las prostitutas: “No tengo ninguna oportunidad con una chica de mi edad. Incluso si acepta hacer el amor, rechaza salir con pobretones. ¡A menos que esté locamente enamorada! En resumen, los jóvenes frecuentan las prostitutas. Cuesta entre 20 y 30 dírhams (2-3 € aproximadamente). Sacian su necesidad pero están frustrados porque no reciben ningún afecto.”

De ahí esta reacción: “Por culpa de la frustración, los chicos son agresivos con las chicas. Ellos se vengan molestándolas en la calle.” Algunos jóvenes recurren a la astucia: “Para ligar, salgo con un amigo que tiene un buen coche o que coge el de sus padres. Mientras más lujoso sea el coche, más éxito tendré. Me invento que mi padre es empresario, que tengo un chalé en un barrio residencial… Si salgo del coche para ligar a pie, ¡ninguna chica se interesa por mí!” A la frustración se le añade la vergüenza de ser un hombre sin dinero.

Lo que le da valor a un hombre de nuestra sociedad es su virilidad y su dinero. ¡Dos elementos indispensables para la fuerza masculina y el honor! El dinero, la virilidad y el honor están estrechamente unidos, mezclados. ¡Incluso si las mujeres disponen hoy en día de un sueldo!

Para salvaguardar virilidad y honor, los hombres se hacen pasar por un caballero: “Soy un hombre. Me niego a que una mujer pague. ¡Parecería una mujer! Perdería mi honor. ¡Si no tengo dinero, no salgo!”

¡Pero no todos los hombres reaccionan así! Son muchos los que piensan que las chicas deben hacerse cargo de ellas mismas: “En mi frente no está escrito “víctima”. Me gusta hacer buenos gestos, pero no ser un primo.”

Según los hombres, las chicas son muy materialistas. Uno de ellos da estadísticas, sacadas de su propia experiencia: “El 25% de las chicas se hacen cargo de ellas mismas. Son sobre todo diplomadas que ocupan puestos de valor, con un buen salario. Vale también para las chicas que viven en el extranjero. Cuando ligamos con ellas en las vacaciones de verano, rechazan a menudo que las invitemos.”

«En  mi agenda, las chicas están clasificadas según los gastos que invierto para salir con ellas»

Los hombres se ponen de acuerdo para afirmar que hay que distinguir dos tipos de mujeres: las amigas y las novias o amantes. “Es la única manera de conocer chicas. Te la ligas o te la presentan. Tienes que invitarla.” “Cuando un hombre tiene en el punto de mira a una chica, ¡tiene que gastar! ¡Estrategia indispensable! Pero si no funciona, corta el grifo.”

Estrategia que conlleva a menudo problemas con los bancos: “Estoy en deuda con ellos cada vez que me enamoro o que deseo a una chica. Me quedo sin blanca. Mi banquero sigue mi vida íntima. Cuando tengo un descubierto, ¡sabe que estoy enamorado!”

Hay un método para evitar estos disgustos: “Mi agenda contiene los números de teléfono de las chicas. Están clasificadas según los gastos que invierto para salir con ellas. A principios de mes, con todo mi sueldo, contacto con las chicas costosas. La segunda semana, con las menos caras. La última semana, con las estudiantes. Son jóvenes y menos exigentes. Pelado, ¡me encamino hacia las prostitutas!”

El barrio donde se liga es importante: “A principios de mes, ligo en el barrio Gautier o Maarif, en las cafeterías de lujo. Quedo allí con la chicas de bien, con estudios y que trabajan en las grandes empresas de esos barrios. Pelado, voy a Mers Sultan, Bourgogne.”

“Ella te dice que ha perdido su móvil. Si quieres que te llame, ¡le regalas uno!”

Algunos prefieren salir con chicas que no trabajan todavía: “Son más maleables, menos exigentes. Puedo dominarlas.” “Cuando salgo con una chica que trabaja, exige ir a lugares demasiado caros para mí. Es más fácil contentar a la chica que no tiene recursos.”

Si las mujeres hablan de las artimañas masculinas, los hombres evocan la femenina. “Las chicas son temibles por aprovecharse de los hombres. Están aquellas que te dan un toque al teléfono y te hacen llamarlas. A veces, si la chica sabe que le tienes cariño, te dice que ya no le queda saldo en su móvil y que ya no puede contactar contigo. Estás obligado a hacerles una recarga.” “Ella te dice que ha perdido su móvil. Si quieres que te llame, ¡le regalas uno!”

“A veces, solo tengo para pagar una bebida. Ella te dice con una mueca muy cariñosa que tiene hambre. La llevo a comer y pago con un cheque sin fondos.” “Algunas sacan su tarjeta de crédito sabiendo que no tienen fondos. Cuando rechazan la tarjeta se hace la sorprendida y jura montar un escándalo a su banco. ¡Yo pago!”

Los gastos pueden ser más importantes: “Algunas, cuando aprecian a los chicos, los llevan a tiendas con el pretexto de una compra urgente. Esperan que tu pagues. Si le tienes cariño, ¡sueltas la pasta!” Lo que hace que muchos hombres digan: “Las chicas son afortunadas. Conservan su salario y además las mimamos. Pueden permitirse comprarse coches y vestir bien. Un hombre que tiene el mismo salario que una chica no puede permitirse un coche, ¡porque las chicas lo despluman!”

«Hay que ser franco: cuando un hombre mantiene a una mujer, ¡ella se convierte en su objeto!”

Los hombres se meten en apuros financieros para salvaguardar su virilidad, pero también porque, en nuestra cultura, no se admite que una persona, hombre o mujer, reconozca que no tiene dinero. ¡Es una vergüenza!

Es triste constatar que el dinero determina el valor de una persona. ¡Los valores morales se relegan a un segundo rango! Pero si los hombres utilizan su dinero para engatusar a las chicas, todos reconocen que, cuando una chica se ocupa de ella misma adquiere valor: “Las chicas que estimo son aquellas que se niegan a ser mantenidas. Son más sanas y se ganan el respeto de los hombres. Imponen así su personalidad y su dignidad. Hay que ser franco: cuando un hombre mantiene a una mujer, ¡ella se convierte en su objeto!”

Y como bien lo expresa este joven: “Las mujeres reivindican la igualdad de sexos. Consiguen imponerse gracias a su autonomía financiera. Si exigen ser mantenidas por los hombres, se convierten en objetos y se someten a la dominación masculina.”

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© Soumaya Naamane Guessous | Primero publicado en Finance News · 2004 | Traducción del francés:  Alejandro Yáñez

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