Entrevista

Cristina García Rodero

«Ser fotógrafo no es hacer fotos, es tener proyectos»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 13 minutos

Cristina García Rodero (Sevilla. Mayo 2017) | © Laura León
Cristina García Rodero (Sevilla. Mayo 2017) | © Laura León [Ver fotografía completa]
 Sevilla | Mayo 2017

Se disculpa de antemano Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) porque, asegura, lo suyo no es hablar. Una trayectoria de más de 40 años retratando costumbres y fiestas populares –entre otros motivos–, sumado al hecho de ser la primera española en ingresar en la prestigiosa agencia Magnum, la acreditan como una leyenda viva de la fotografía, el medio que le permite expresarse mejor. Menuda, visiblemente tímida, ha acudido a Sevilla para presentar en la Fundación Tres Culturas la exposición Miradas paralelas, donde muestra su trabajo junto a otras 11 compañeras españolas e iraníes. “Yo soy solo una más en este proyecto”, dice sin fingir modestia. “¿Has hablado ya con las otras?”.

¿Usted se considera artista, documentalista, cronista, antropóloga, o simplemente testigo?

«Con la cámara decides dónde ir, qué imagen quieres, cómo contar, cómo exponer… todo eso es una obra»

Pues un poco de todo, pero sobre todo me considero una creadora. Hice Bellas Artes y me licencié en la especialidad de Pintura, y mi proceso es siempre intentar crear. Desde el momento en que con la cámara decides dónde ir, eliges qué imagen quieres, cómo contar, cómo exponer, concibes un libro… todo eso es una obra. Yo al menos lucho por hacerla. Ser fotógrafo no es hacer fotos, es tener proyectos. Querer contar de la mejor forma, del modo más profesional, con el mayor sentimiento y veracidad posible. No es cuestionable que la fotografía, además de documentar, no sea arte. Mira los trabajos de [Edward Sheriff] Curtis, ves un retrato de aquellos indios y no se te olvidan. Es una maravilla de arte, pero también de respeto y dignidad.

Magnum, ¿es la aristocracia del oficio?

No lo creo, pienso que todos deberíamos tener un concepto de autoría muy claro, buscar aportar algo, luchar por tener una voz propia. La de los fotógrafos es una trayectoria muy larga, y tan dura que a veces muchos son jefes de un departamento a los diez años…

… y a veces no vuelven a hacer una foto, ¿no?

Así es. Otros aspecto por el que pelea Magnum es por lograr que se respete la fotografía y al fotógrafo. Que no se limite a ser un ilustrador, que se le reconozcan sus derechos, que pueda decidir cómo le gustarían que fueran las cosas, tener voz sobre su trabajo. Antes se publicaba algo, y el medio se quedaba con todo, el autor no volvía nunca a tener sus fotos ni volvía a cobrar por ellas. Magnum luchó por que se devolvieran los negativos, por la idea de que las fotos son siempre del autor.

Lo de la aristocracia lo preguntaba porque, viendo cómo está la profesión, parece difícil tener mirada propia haciendo ruedas de prensa. ¿O cree que es posible tener un sello personal incluso para las fotos más urgentes o rutinarias?

«La premura del tiempo mata la creatividad, quita la posibilidad de recrearse en las cosas»

Creo que, en efecto, la repetición del trabajo te puede quitar esa sorpresa ante lo que ves. La premura del tiempo también mata la creatividad, quita la posibilidad de dedicarse más a fondo a algo, recrearse en las cosas. Pero cuando hay un ojo creador, sale tarde o temprano. A lo mejor, captando solo un gesto en la sala, algo que hace alguien. Lo que pasa es que luego se publica la foto que conviene, la más correcta, no la más creativa.

Ser fotógrafa, en el ámbito en que usted se mueve, es ser una intrusa. ¿Es mejor en ese caso identificarse como fotógrafa? ¿Cómo se identifica usted ante sus modelos?

Lo que nunca hago es esconderme. Si la ceremonia a la que voy a entrar es íntima, desde luego, pido permiso, sobre todo cuando hay dolor. Con la alegría es muy fácil ser acogida, pero en las situaciones difíciles, sobre todo para mí, ver a gente sufrir… Si puedo hago la fotografía, pero no intento esconderme, sería absurdo.

El hecho de ser mujer, ¿le ha facilitado o complicado las cosas?

Depende. La gente desconfía menos de las mujeres, pero al menos yo no tengo la fuerza ni la estatura de un hombre. A veces las mujeres tenemos otras cualidades, somos más peleonas, o más trabajadoras. Es más difícil que nos vengamos abajo. Las dificultades hacen que tengamos la vocación más firme. Trabajar en mi época como reportera no era nada fácil. En todo caso, ser luchador no es una cualidad exclusiva de hombres, ni de mujeres, pero quien supera más obstáculos defiende más lo que ha elegido hacer en la vida.

¿Hacen falta más fotógrafas, o más fotografía que muestre la vida de las mujeres?

Hace falta todo, pienso. Fíjate, cuando empecé, éramos poquísimas. Luego viajé a montones de pueblos donde no solo era la primera mujer fotógrafa que iba, sino el primer fotógrafo que veían. Ahora ves por todas partes a chicas cargadas con cámaras pesadísimas, ha habido un avance muy emocionante. Piensa que mi madre era de las mujeres que no viajaban y ni siquiera compraban sin el consentimiento del marido. Pasaban del padre al marido sin tener jamás voz propia. Era una pseudoprotección donde se asfixiaba a las mujeres.

Usted siempre ha buscado una religiosidad popular, no normativa. ¿Cómo vivió eso en Irán, donde lo espiritual está siempre muy determinado desde el poder?

«Lo que me interesa es la gente sencilla, los que se levantan a las seis de la mañana para hacer un pan»

No solo fotografío la religión, sino todo lo que pueda tener interés para mí. Las noticias son más fáciles de encontrar en los fenómenos religiosos, porque arrastran a mucha gente, pero el mundo es muy diverso. El trabajo que hago ahora es espiritual y también carnal, intento hablar del por qué, o qué situaciones hay en la vida donde se dan esas contradicciones… El ser humano tiene una espiritualidad, necesita creer cosas. Muchas veces, lo ves en todas las religiones, ese deseo de que sucedan cosas extraordinarias, y de dejarse llevar por la corriente. El poder nunca me ha interesado, sea del tipo que sea. Ni el económico, ni el político, ni el religioso. Lo que me interesa es la gente sencilla, los que construyen un país, los que se levantan a las seis de la mañana para hacer un pan, ordeñar una vaca o lo que sea.

Eso aunque fue muy polémico su trabajo con la familia real. ¿Era una propuesta irresistible?

Fue un placer, fueron amables y generosos, porque yo soy muy perfeccionista y muy pesada cuando hago fotos. Tengo un recuerdo muy bonito de aquel trabajo.

Cuando se equipara a las mujeres con velo del mundo musulmán con las diversas ‘tapadas’ de la España arcaica, ¿se exagera o distorsiona, o son lo mismo?

«En mi juventud, las viudas vestían de negro hasta que se morían; era no despedirse de la vida, sino de vivir»

En España claro que había tapadas, por un lado por los muchos siglos de dominación árabe, pero también había velos para ir a misa. Recuerdo en mi juventud, como cuando moría alguien en una familia, se tapaban de arriba a abajo. Las viudas vestían de negro hasta que se morían, medias fuertes, zapatos también negros, era no despedirse de la vida, sino de vivir. Ahora las cosas han cambiado, no hay más que ver los viajes de jubilados, cómo se lo pasan.

¿Ha entendido alguna vez esa manía de tapar a las mujeres?

Me parece puro machismo, uno de sus aspectos más negativos. Los aspectos positivos, si puedo verle alguno al machismo, se refieren a la protección, aunque no siempre la mujer la pide, ni la necesita…

… o bien piden protección frente a otros hombres.

[risas] Sí, o evitar que se vayan con otros hombres. Todos son modos de dominar.

Trabajó con los kosovares en Macedonia. ¿Los refugiados son siempre los mismos?

Hay realidades mejores y peores. Lo de los refugiados kosovares fue muy corto, y era salir a los países de alrededor, Macedonia, Albania, Montenegro… La odisea que están pasando los sirios, o todos los que vienen del Sahel, de Eritrea, de Bangladesh, tardan años en llegar, cuando no se quedan por el camino. Al final partimos de cosas comunes a todos, el conflicto, la destrucción, la muerte y la supervivencia. Dejar la tierra de tus abuelos y tus bisabuelos por salvar tu vida y la de los tuyos. Cuando fui a Georgia, me recordaba mucho España, veía allí lo que tenía que haber sido la salida de los españoles por los Pirineos, la dureza del momento y del mañana. En España no se habla lo suficiente de ellos, quizá para no producir dolor, pero deberíamos pensar en eso para que nunca vuelva a suceder.

Viendo sus trabajos en Georgia, me preguntaba si lo más interesante no es la guerra, sino lo que viene después…

A veces no termina una guerra, simplemente deja de ser actualidad. No interesa a los medios porque es más de lo mismo. Pero las consecuencias graves no son solo bombas que caen y civiles que mueren, es toda la población sigue en circunstancias terribles. A mí no se me olvida a una mujer que vi con su niño en brazos, iba preguntando si alguien quería comprarle un libro que llevaba, un libro sin ningún valor. Debía de ser lo último que le quedaba. Era una imagen terrible.

Ha viajado mucho a Latinoamérica, a los Balcanes, a Asia… ¿por qué no al sur del Mediterráneo, donde también hay romerías y magia?

A África en general he ido muy poco, es verdad. Ahora voy a publicar un libro, que sale este mes, sobre Lalibela [Etiopía], buscando la espiritualidad de los eremitas. Se construyó en el siglo XII y principios del XIII una réplica de Jerusalén para que los cristianos etíopes y de alrededor pudieran peregrinar sin el temor de que sus vidas corrieran peligro. En Marruecos he estado pero no lo he fotografiado… No conozco África, me encantaría.

También ha trabajado en salones eróticos. ¿Ha encontrado allí algún rastro de mística?

«En los salones eróticos fui buscando el cuerpo: romper la intimidad de alguien me cuesta mucho, pero allí es fácil trabajar»

¡No, de mística nada, es todo muy físico! Que alguien se lo tome de forma mística, bueno, se puede vivir de muchas formas… Es una feria, cada cual intenta vender cosas. Como un festival de cine especializado, o como una feria del automóvil, de muebles, del regalo. Es tener lo que puede necesitar la gente. Yo fui buscando el cuerpo, porque romper la intimidad de alguien me cuesta mucho, pero allí es fácil trabajar. Las actrices son muy generosas, esos días el problema es la cantidad de gente que va y las luces, que son muy duras.

Como mujer, ¿llegó en algún momento en que se sintió agredida por la exposición del cuerpo femenino?

Es que la hay también del cuerpo masculino, qué más da.

El blanco y negro, que empezó siendo una limitación técnica de los fotógrafos, se ha convertido en un atributo estético. ¿Qué encuentra usted en él?

La mayor ventaja que ofrece es que elimina muchos problemas técnicos, sobre todo te aleja de la realidad, no condiciona tanto. Encuentras en él mayor poesía, misterio, imágenes diferentes a lo que es la realidad. Yo soy pintora, vivo el color, cada pintor hace sus colores de miles de colores. Para mí es tan importante el blanco y negro como el color. Si hubiera podido con 20 años tener los recursos que tengo ahora, probablemente habría utilizado el color desde el principio. Pero la necesidad de positivar tú mismo ese negativo hacía también que pudieras crear más, y participar más…

¿Qué hemos perdido con el paso del bromuro de plata al digital?

«Ahora se se hacen retoques de una precisión increíble. Lo que se pierde es ese amor por el oficio»

Técnicamente, creo que hemos ganado. Quizá se ha perdido el romanticismo, la añoranza de aquello que es más artesanal, y por lo tanto más tuyo. Antes te tocaba hacerlo todo. Las sales de plata quizá proporcionan una calidad mejor, más personal. Ahora se corrigen errores de exposición rápidamente, se hacen retoques de una precisión increíble, haces lo que te dé la gana. Lo que se pierde es ese amor por el oficio.

¿Cuál es la mejor foto que ha visto, y que no ha podido hacer por no llevar la cámara encima?

¡No lo quiero ni pensar, porque me pongo de los nervios! Mis compañeros de Magnum siempre van con la cámara, pero la mía pesa mucho, y además me han robado más de una vez… Así que cuando voy por la calle, pocas veces la llevo. Fotografiar es sobre todo querer ver, sentir y contar. Si voy a la compra, o al cine, o a lo que sea, voy con la idea de hacer todo eso, no de hacer fotos. Claro que ves imágenes que dices, ¡dios mío, por qué no la he traído! Pero yo veo fotos cuando salgo a hacer fotos. En todo caso, mi cámara pesa mucho. Quitármela es de las cosas más liberadoras que puedo hacer, más que quitarme unos tacones.

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