Entrevista

Mozn Hassan

«No hablan del derecho a no llevar velo»

Alicia Alamillos
Alicia Alamillos
· 14 minutos
Mozn Hassan (El Cairo, Oct 2016) | © Alicia Alamillos
Mozn Hassan (El Cairo, Oct 2016) | © Alicia Alamillos

El Cairo | Octubre 2016

Mozn Hassan, feminista egipcia y fundadora de Nazra, un centro para estudios feministas, tiene miedo de pasar el resto de su vida en la cárcel. Ella, junto a otros activistas de la sociedad civil, se enfrenta a penas de cadena perpetua en los tribunales egipcios. El caso se conoce como de «Financiación Extranjera» de asociaciones locales. Nazra es la única organización feminista acusada, y su delito es, según Hassan, «hablar mucho y demasiado alto» de la violación de los derechos de la mujer.

En Egipto se acosa, se viola y se sigue atacando a la mujer. Hay parlamentarios que defienden la mutilación genital femenina. Y sin embargo, Egipto tiene también una larga y arraigada tradición feminista, desde la pionera e icónica Hoda Shaarawi, que se arrancó el velo en una estación de tren, o la combativa Nawal Saadawi, hasta la propia Mozn, que en septiembre pasado fue galardonada con el premio de la Fundación Right Livelihood, conocido como «Nobel Alternativo».

«Creo que ha sido un reconocimiento no sólo a mi trabajo, sino a cada mujer que defiende sus derechos, a quienes han combatido y sobrevivido a la violencia sexual», asegura la feminista. No podrá recoger el galardón en persona: el Gobierno egipcio le ha prohibido salir del país, una medida usual en la campaña del Ejecutivo de Abdelfatah Sisi contra la sociedad civil egipcia.

¿Hay una campaña de acoso del Gobierno contra los grupos activistas en Egipto?

«Ya en 1900 la gente decía que las feministas somos unas «occidentalizadas»»

Sí, pero la prohibición de salir del país no es sólo para controlar a la sociedad civil. Están usando esa prohibición para continuar estigmatizándonos en la sociedad. Quieren mandar el mensaje de que somos gente que no vive aquí. Nos prohíben precisamente porque estamos haciendo cosas a nivel local; parece raro, pero es parte de su campaña de que somos espías internacionales, o que queremos viajar para abandonar el país… Como activista por los derechos humanos, tienes que tener un espacio público, y una aceptación de la gente, porque estás tratando temas que en principio no son aceptados socialmente. Y si el Gobierno está difundiendo todo el tiempo el mensaje de que los activistas son espías, son corruptos, que dicen cosas negativas de Egipto… No nos ayuda para trabajar en un movimiento y ganar apoyos.

¿Qué más presiones hay?

Aparte de la prohibición de salir del país, no se nos permite organizar eventos públicos; los servicios de seguridad nos vigilan constantemente, se presentan en la oficina, el Ministerio de Solidaridad Social nos niega financiación, se congelan fondos de las organizaciones… Esto es algo que no había pasado nunca antes contra el movimiento de los derechos humanos.

¿Se está cerrando el espacio público a la sociedad civil?

Incluso en tiempos de Mubarak los que trabajamos por los derechos humanos tuvimos este «estigma», aunque las cosas han ido cambiando un poco… No creo que nunca hayamos tenido un «espacio público» real. Tuvimos mayor libertad, mayor movimiento, en tiempos de la revolución; la gente hablaba de estos temas. Pero para el movimiento feminista, el estigma se ha ido construyendo desde años y años atrás. Ya en 1900 la gente decía que las feministas somos unas «occidentalizadas»; eso no ha sido algo nuevo de los últimos cinco años.

¿Y cómo cambia ahora?

«Si dices que no estás a favor de Sisi creen que eres partidario de los Hermanos Musulmanes»

Algo que trajo la revolución fue la polarización. Hay dos lados: a favor y en contra. A favor de la revolución o en contra de ella. A favor de los Hermanos Musulmanes o en contra… Si dices que no estás a favor de Sisi significa que eres partidario de los Hermanos Musulmanes, ¡y no es verdad! Y esa polarización no está ayudando a los activistas que trabajan en derechos humanos, feminismo, cambio social… porque te ves forzada a decir «sí» o «no», y el cambio social implica ver más capas.

¿Se sacrifican los derechos de la mujer?

Vivimos en un país militarizado, eso sacrifica los derechos humanos, la libertad… y la mayoría de los regímenes militarizados son patriarcales, así que por definición están sacrificando los derechos de la mujer. Pero «sacrificar» los derechos de la mujer también es parte de los movimientos sociales: En la revolución nos decían que «este no es momento para hablar de los derechos de las mujeres, es momento de la revolución»…

¿Por qué tienen esta actitud?

Tiene que ver con las prioridades, con ver o no los derechos de la mujer en el corazón del cambio social. No es sólo algo del Gobierno, es también cómo la gente no ve los derechos de la mujer como algo real, que existe, ¡y que es importante! Se nos dice que no nos centremos en los derechos de la mujer, sino que luchemos dentro de un movimiento social global, y que esos derechos aparecerán en ese movimiento… pero la verdad es que no es así. Se necesitan activistas profundamente feministas, que luchen día a día por los derechos de la mujer, que escarben.

¿Cuál es el papel de los activistas en Egipto, de las feministas, en estos días, cuando la sociedad civil es perseguida…?

Es difícil decir que, si crees en un movimiento, puedas volverte ‘underground’. Para mí, los movimientos clandestinos no sirven a la causa que queremos. Nazra, por ejemplo, es un lugar que ofrece servicios, y mientras podamos ofrecer esos servicios (apoyo legal y médico para las víctimas de violencia sexual y patriarcal y a las activistas por los derechos humanos), seguiremos haciéndolo, y es algo bueno. No es como antes, ahora tenemos esta “rutina de supervivencia”, pero venimos a la oficina, estamos trabajando… intentando encontrar otros caminos.

Nazra ha centrado su trabajo en el apoyo a mujeres víctimas de violencia sexual. ¿Cómo se perciben en Egipto estos casos?

«Que se niegue que hay mujeres violadas, o violadas por un grupo de hombres, no ayuda»

Hablar de violencia sexual o violación o violaciones múltiples es siempre algo problemático, tanto en el ámbito privado como el público, pero creo que en los últimos años, gracias al trabajo del movimiento feminista, es más aceptado que antes. Cuando empecé a trabajar en temas de acoso sexual en 2004, las cosas eran más cerradas. Pero ahora tienes más mujeres hablando de esto, discusiones sobre cómo cambiar la ley, peticiones por una estrategia global para combatir la violencia contra las mujeres, hay casos que llegan a los tribunales, los medios de comunicación hablan del tema –incluso de mala manera, pero la gente está hablando de ello–. Y no es solo que estas mujeres hablen a los medios de comunicación: también hablan entre ellas, buscan ayuda… El movimiento feminista ha invertido sus esfuerzos en que se hable de la violencia contra las mujeres, y creo que lo estamos haciendo bien. La negación no ayuda a que el problema se solucione. Que se niegue que hay mujeres violadas, o violadas por un grupo de hombres, que existe este fenómeno social, no ayuda.

Pese a que la sociedad tome conciencia, aún hay mucha violencia ¿no?

Tenemos una historia de violencia sexual en Egipto. Y sí, no es como en los días de las protestas (de 2012) pero porque ya no tenemos un espacio público. Aun así, ahora, en los días de festividades, tenemos casos de abusos y violaciones múltiples: en conciertos, en partidos de fútbol, encuentras supervivientes de violencia sexual. Francamente, la violencia sexual es un fenómeno social en Egipto. Lo que pasó en Tahrir tenía motivaciones políticas porque pasó en un espacio político y se politizó, pero pasa dentro y fuera de la plaza, antes y después. En una sociedad como la egipcia, en la que el acoso es generalizado y en la que lo hemos tolerado, automáticamente trae violencia sexual y violaciones múltiples. Está pasando. Lo de Tahrir se discutió especialmente porque la gente quería usarlo políticamente, pero no quieren profundizar y ver que la violencia contra las mujeres es un fenómeno social en Egipto.

Este año el Parlamento egipcio cuenta con el mayor número de parlamentarias de toda su historia.

«En Nazra queremos que las mujeres mujeres dirijan, nos gusten o no estas mujeres»

Hace falta el derecho de las mujeres a existir en el espacio público, incluso si no nos gustan esos espacios concretos o esas mujeres. En el movimiento debemos diferenciar entre «Queremos que haya mujeres» porque queremos a nuestras mujeres ahí, o porque queremos que las mujeres existan en el espacio público y en diferentes posiciones de poder. En Nazra queremos que las mujeres existan, queremos que las mujeres dirijan, nos gusten o no nos gusten estas mujeres. Y en el Parlamento egipcio ya no estás viendo solo a cinco mujeres, ahora hay 89, y hay algunas que, francamente, están haciendo un gran trabajo. Especialmente teniendo en cuenta la situación política en la que estamos viviendo. Lo que Nadia Henry está haciendo combatiendo el sectarismo y defendiendo los derechos de la mujer, o Anissa Hassouna, o Mona Mounir, es impresionante.

¿Cómo se trata a las feministas árabes? Ha comentado que se les tacha de «occidentalizadas»

El feminismo es parte de la sociedad egipcia y del movimiento social. Hemos tenido mujeres que demandan derechos para las mujeres desde antes de 1900, es difícil decir que sea algo «occidentalizado»… como si nosotras fuéramos gente que merecemos vivir como ciudadanos de segunda clase en las sociedades árabes. Sé que nuestro movimiento feminista es distinto de otros, pero esto es algo propio del feminismo internacional: no está pasando en un solo país, no todas las olas son las mismas, se ven influidos por su historia… pero el feminismo es abierto, amplio, y en Egipto tiene su parte de historia. Esto es algo que a la gente le gusta negar. Negar que estas mujeres existan, porque a fin de cuentas vivimos en una sociedad patriarcal y es más fácil decir: «Ellas no son verdaderas egipcias», que no son mujeres, no son buenas, que son prostitutas… Todo esto para mí es equivalente: no quieren ver el patriarcado y no quieren perder sus privilegios. El feminismo, desde el principio, tiene que detectar cómo esta sociedad –y otras– no trata a los hombres y mujeres con la misma vara de medir.

¿Y el feminismo islámico?

Es parte del movimiento, de las formas de ver el movimiento. El movimiento feminista no es solo un bloque. Tienes la primera ola del feminismo, la segunda, la tercera, hay feminismo cultural, feminismo islámico, feministas liberales… Son formas de cómo la gente ve el feminismo. El feminismo islámico significa que, primero, se es feminista. Hay una visión occidental de que toda mujer con velo es una feminista islámica. O que cualquier mujer que forma parte de algún movimiento político islámico es parte del feminismo islámico. Y no.

¿Quiénes lo son, por ejemplo?

«Ser feminista islámica es diferente de ser «mujer dentro de un movimiento político islámico»»

Hay una ola, hay una ideología. A nivel internacional, WLUML (Siglas inglesas de la red ‘Mujeres que viven bajo leyes musulmanas’), están haciendo un trabajo ideológico en el feminismo islámico. Y es diferente de «mujeres musulmanas» en general, y diferente de «mujeres dentro de movimientos políticos islámicos». Es importante tener esto en cuenta. Son mujeres que viven en el mundo islámico, pero primero son feministas. Algunas llevan velo pero son feministas, y luego hay otras feministas que no lo llevan. Que ven el feminismo desde el prisma del islam, pero que son feministas desde el principio, como Amina Wadud, la mujer que dirigió plegarias del viernes a hombres y mujeres, en Estados Unidos. Ella es una feminista africana también. Es un ejemplo de las capas y múltiples facetas de ser feminista.

¿Cómo ve que tratan desde Occidente la lucha de las feministas árabes por los derechos de la mujer?

No me gusta generalizar, hay feministas que no son tan… «feministas blancas» ni que creen que sus problemas son los más importantes del feminismo. Y en cuanto a los medios de comunicación… Enfocan historias «suaves», sin profundizar. En los temas de mujeres, casi siempre son «naif». Pero, ¡así son los medios de comunicación! Tienen que tener «gancho», atraer al público… Así que no solemos tampoco decir cosas muy profundas, porque sabemos que quieren el «gancho».

¡Espero que me diga cosas profundas!

[Risas]

Habrá seguido el debate del burkini

«Si decidir no llevar velo significa que vas a ser estigmatizada, ¿dónde está la elección?»

El debate sobre el burkini fue desagradable para gente como nosotras, para mí personalmente. Es muy fácil decir que las mujeres tienen derecho a llevar burkini o no llevarlo, pero la misma gente que dice esto mantiene que «no por vivir en países occidentales vamos a dejar de practicar la mutilación genital femenina». Al final, la pregunta es siempre sobre el cuerpo de la mujer. Y políticos de la ultraderecha lo están enfocando como que cualquier mujer de países árabes es un, dos tres… y no es así. También los musulmanes de segunda generación que se consideran religiosos lo enfocan generalizando sobre cómo debe ser la mujer para «mantener su cultura»… Estas mujeres sufren una doble carga. Además de vivir en un país que no es el suyo de origen, llevan la pesada carga de toda «la herencia cultural» que dicen que deben mantener, y esto es muy duro para ellas.

¿Es el velo contrario a los derechos de la mujer?

No. Creo que llevar velo –en sí mismo– es su derecho. Creo que las mujeres tienen derecho a llevarlo o no llevarlo. Pero hay un problema: la gente que está hablando del derecho a llevarlo no aceptan que las mujeres no lo lleven. Además, este derecho debe ser deconstruido. Si te crías en una comunidad que te dice «te ves mejor cuando llevas velo», «encontrarás marido», «confío más en ti si estás velada, por lo que puedes salir hasta más tarde”, si tus amigas lo llevan, y si decides no llevarlo significa que vas a ser estigmatizada, que no vas a poder ir a equis sitios, que te dirán de todos… ¿Dónde está la elección?

¿Es así en Egipto?

En Egipto podemos ver cómo las mujeres sufren, y vemos contra lo que tienen que luchar cuando se quitan el velo: luchan contra la sociedad, contra la familia, contra el estigma, en el trabajo… ¿Dónde está la elección? No veo a las mujeres veladas como malas para la causa feminista. Como feminista, lo que quiero para las mujeres es una verdadera y profunda libertad de elegir, incluso si no me gustan sus elecciones.

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