Entrevista

Ada Yonath

«Sin curiosidad no se va a ninguna parte»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 15 minutos
Ada Yonath (Sevilla, Feb 2018) | © Jesús Barrera


Sevilla | Febrero 2018

Ada Yonath (Jerusalén, 1939) suele explicar su descubrimiento más famoso con un simple imperdible: “Si te muestro este objeto”, dice, “sabes para qué sirve solo con reconocer su estructura. Pero si lo retuerzo, es solo un trozo de metal sin forma. Nosotros no sabíamos la función de los ribosomas, pero sospechábamos que tenían una precisamente porque tenían estructura”. A la cristalógrafa israelí, sus investigaciones en torno a este fenómeno y su relación con el funcionamiento de los antibióticos le valió el premio Nobel de Química, siendo la cuarta mujer que lo obtuvo en la historia del galardón.

Hija de polacos sionistas emigrados en 1933, creció en Jerusalén y se mudó a Tel Aviv a la muerte de su padre, cuando ella contaba 11 años. Allí, aunque su familia trató de asegurarle la mejor educación, tuvo que impartir clases de matemáticas para poder costearse la matrícula. Después de doctorarse en el Instituto Weizmann de Ciencia, en 1970 estableció el único laboratorio de cristalografía de proteínas en Israel, y posteriormente dirigió investigaciones sobre Estructura Molecular Genética en Hamburgo (Alemania). Este mes pronunció una conferencia en Sevilla, dentro del programa Talento Nobel organizado por Cajasol y la Real Academia Europea de Doctores (RAED).

“Tiene suerte, hoy está de buen humor”, advierte su acompañante, quien conoce que la científica no se anda con chiquitas con la prensa: si una pregunta no le gusta, corta la comunicación de inmediato. Pero al verla aparecer por el vestíbulo del hotel con una sonrisa, luciendo el abanico que le han regalado en Sevilla, se intuye que la conversación será grata.

Cuando era pobre en el Jerusalén de los años 40, ¿qué le respondían cuando decía “de mayor quiero ser científica”?

«Nunca soñé con ser científica, ¡ni siquiera sabía que hubiera una profesión llamada así!»

La verdad es que nunca soñé con ser científica, ¡ni siquiera sabía que hubiera una profesión llamada así! Para mí era demasiado lujo que alguien me pagara por mi curiosidad, de modo que nunca pude decir eso, nunca lo pensé.

¿Cómo empieza, pues, su carrera?

No recuerdo cuándo comenzó mi interés por la ciencia, pero, como dije, yo fui curiosa desde que era muy pequeña. No tenía que ver exactamente con la ciencia, era otra cosa…

¿Se fomentaba esa curiosidad en la escuela?

La escuela era buena para todo [ríe]. Era. De eso hace sesenta o setenta años, incluso hace cincuenta años, pero creo que continúan con este mismo tipo de sistema educativo, y debe cambiar, debe cambiarse: ahora con un solo clic se hacen muchas cosas que antes no se hacían…

¿Recuerda cómo era su colegio en Jerusalén?

En Jerusalén fui solo a la escuela primaria, y nosotros estudiábamos de todo. Más tarde, en Tel Aviv, fui a una escuela que estaba más interesada en arte, en teatro.

¿Son Jerusalén y Tel Aviv, como se suele decir, dos mundos tan diferentes?

«No me planteaba si la vida que llevaba era dura o no. No me dieron opción»

Así es ahora. Pero cuando yo era una niña se diferenciaban sobre todo en que Jerusalén estaba mucho más restringida, mientras que Tel Aviv era mucho más abierta, ¡hay hasta una playa! [ríe], allí está el mar. Pero las diferencias no eran tantas como ahora. No podría decir… bueno, yo era una niña. Yo era alumna en Jerusalén, de modo que pude tener una vida agradable. Como escolar procedente de una familia pobre, no podía distinguir mucho entre ambas ciudades. Yo pensaba en cómo ayudar a mi madre, en ganar dinero tras la muerte de mi padre: eso era más importante que pensar si estaba en Jerusalén, Tel Aviv o Nueva York.

Cuando uno ha tenido una vida dura, ¿el éxito sabe luego mejor?

No estoy segura. Ahora pienso en muchas cosas de esas, pero en aquel momento, ya digo, no me planteaba si la vida que llevaba era dura o no. Esa era mi vida, y ya. No me dieron opción, nadie me preguntó qué vida quería llevar. Tenía que vivirla, sencillamente.

Alguna vez dijo que su receta maestra consta de tres puntos: Curiosidad, curiosidad y curiosidad. ¿Eso es todo?

Eso es el principio, esa es para cuando la hoja está en blanco. Necesitas también pasión. Pero también resistencia, e impulso. Pero la curiosidad es lo más importante, sin ella no se va a ninguna parte.

Ahora la curiosidad parece estar en crisis, ¿no? Mucha gente cree que con tener a mano la Wikipedia, ya no hace falta indagar en nada…

Ahora es más fácil encontrar respuestas, pero la curiosidad sigue estando ahí. Y los niños, o los jóvenes, siguen siendo los más curiosos. Además, para ellos es más fácil que nunca buscar información, no necesitan ir a la biblioteca. Ellos solo aprietan un botón, ¡clic! [ríe], abren el ordenador y aprietan el botón.

Usted pasó dos décadas defendiendo sus teorías, mientras todo el mundo le decía que estaba equivocada.

No todo el mundo. Casi todo el mundo. La mayoría. Hubo quien me dio algo de crédito.

¿Dónde encontraba las fuerzas para seguir cuando tenía un panorama tan desolador ante usted?

No me importaba la gente. Me era indiferente. Lo que me interesaba era cómo iban los experimentos, qué resultados tenían. No tenía tiempo para esa gente que decía ‘no lo conseguirás’.

No tenía tiempo para rendirse, ¿no?

[ríe] Bueno, hubo momentos difíciles, ¿eh?, periodos complicados. Pero no pensé en parar, sino en superarlo.

Usted ha dicho alguna vez que en la ciencia no distingue entre hombres y mujeres, que “solo hay científicos”. Pero atendiendo al listado de la Academia Sueca ¿no parece haber una preferencia de hombres?

«Hay muchísimas mujeres en la ciencia, pero no todas intentan ser competitivas, exhibir músculo»

Bueno, está usted hablando de premios, no de ciencia. Eso lo primero. Lo segundo es que los científicos son científicos. Y el problema de los científicos es qué piensan. Ahora bien, las mujeres no han sido educadas para estar entre los primeros ni entre los más poderosos, de modo que hacen un buen trabajo pero es posible que no quieran estar sentadas en primera fila. No quieren ser como los marines, exhibiendo músculo todo el rato. Hay muchas, muchísimas mujeres en la ciencia, pero no todas intentan ser competitivas o números uno, o no se atreven a empezar algo nuevo. Ellas quieren hacer un buen trabajo, no saben cómo obtener premios. Pero son igual de buenas científicas que los hombres.

Tengo entendido que entre los científicos de su país hay pocos árabes israelíes. ¿Esto se debe a que son más pobres, o a otros motivos?

Lo ignoro, no sé nada de porcentajes en la ciencia, solo que el 20 por ciento de la población israelí son árabes. Son, eso sí, muy buenos científicos. Como médicos, por ejemplo, son fantásticos.

¿Ha trabajado a menudo con musulmanes?

¿Recientemente? Sí, más o menos hace medio año trabajé con una musulmana, aunque decidió casarse e irse a vivir con su marido, en otra ciudad a dos horas de distancia, así que abandonó. Era muy buena. Y mi hija es doctora, y más de la mitad de su equipo son árabes: doctores, enfermeras- Muchos de ellos son árabes, quiero decir, musulmanes.

Es llamativo que Israel, un país de unos ocho millones de habitantes, tenga varios premios Nobel. ¿Qué se hace bien allí?

«A los judíos los expulsaban de muchos sitios y ¿que podían llevarse? Solo su cabeza»

Hay un gran respeto por el conocimiento. Y la razón es que durante miles de años los judíos estuvieron dando vueltas por el mundo, porque fueron expulsados de muchos lugares, ¡incluso de España! [risas]. De modo que cuando los echaban, en primer lugar no podían aspirar a posiciones muy elevadas, apenas podían comprar terrenos ni grandes fábricas, porque siempre tenían miedo de tener que salir corriendo otra vez. ¿Y qué podían llevar con ellos? Solo su cabeza.

¿Y los políticos de allí?

Los políticos son muy inteligentes. Dicen que invierten mucho dinero, pero esto va realmente al desarrollo, no a la investigación. Hablan de I + D, y ponen un cuatro y medio por ciento o algo así, pero solo cero con cinco por ciento va a la ciencia. Mucho menos que en España.

Gracias a sus investigaciones sobre ribosomas, hemos sabido cómo funcionan los antibióticos. Pero, ¿eso quiere decir que ignorábamos qué nos recetaban antes?

Porque tuvieron éxito, no tienes que entender por qué. Estaban funcionando. ¿Entiendes todos los medicamentos que tomas? Los doctores ven que funciona. Hubo algunas ideas: con la penicilina, la primera, ya demostraron que afectaban la membrana celular. Y hubo muchos que se sabe que detienen el ribosoma, pero no sabían cómo. No es un gran problema. Si alguien está enfermo y puede recuperarse… Lo prefiere antes de entender cómo o por qué [ríe].

¿Es la medicina una especie de magia que ni los médicos conocen a fondo?

Los pacientes por supuesto lo ignoran, para ellos sí es algo parecido a la magia. Pero los doctores, muchos incluso hoy día, entienden hasta cierto punto los principios, pero aún no todos los detalles.

¿Cuánto falta aún por descubrir del cuerpo humano?

Es algo que no tiene fin, no tiene fin. Todavía hay infinitas preguntas.

¿A pesar de los espectaculares avances de los últimos años?

¿Puedes tú hacer experimentos para explicar el amor?

Solo si yo soy la cobaya…

«Sabemos que necesitamos comer, pero no sabemos cómo se produce ese mensaje del cuerpo»

[Ríe] Solo proponía un ejemplo extremo. También podríamos hacerlo con el hambre: sabemos que necesitamos algo de comer, pero no sabemos cómo se produce ese mensaje de nuestro cuerpo.

“No quiero perder mi independencia científica”, ha dicho usted. ¿Quién la amenaza?

Si comienzo a escuchar todas estas dudas y preguntas, podría ser menos independiente. Sé que no todo lo que digo es correcto. Cometí muchos errores, y de esos errores aprendí. Trazaron mi camino. Si veo que la cosa funciona, incluso con errores, ¿a quién le importa lo que digan los demás?

Una estudiante le preguntó qué consejo le daba, y respondió que el mejor consejo es no recibir ningún consejo…

Sí, ese es el major, el único. ¿Qué puedo decir? ¿Haz eso o aquello?

Dicen que ahora se dedica a estudiar la evolución humana. ¿Cree que vivimos tiempos de oscurantismo, con gente que vuelve a cuestionar las teorías de Darwin y tienen miles de seguidores?

Quizás para ellos es un buen momento, no un momento oscuro. No tienen que pensar, solo creer en algo [ríe]. No puedo decir si todo el mundo lo está haciendo, pero hay algunos, hay una tendencia a volver a la religión, a la religión violenta. Podemos verlo, no solo en la evolución, esencialmente en todo: Dios es lo más importante para mucha gente…

¿Ha creído usted alguna vez en la teoría de transmisión genética del judaísmo?

«Hay una tendencia a volver a la religión, a la religión violenta: Dios es lo más importante…»

No hay… hasta ahora no se encontró ningún gen de eso. Pero la explicación que te dije antes, creo que es correcta: es una cuestión de respeto y necesidad de conocimiento. Muchos judíos tuvieron que huir rápidamente de su hogar, ¿y qué puede llevar en esas circunstancias? Tu violín y tu cabeza… [ríe].

Pensemos que hasta la Inquisición española descreía de la cuestión genética entre los judíos: daban al menos la oportunidad de convertirse.

Ellos no sabían mucho sobre genética. Hubo algunas investigaciones sobre un gen judío específico, y hasta ahora no se ha encontrado nada, excepto las enfermedades. Hay algunas enfermedades judías [ríe].

La anemia ashkenazi…

La anemia de células individuales. El cáncer de mama en realidad se descubrió por primera vez entre los egipcios y el Oriente Medio, pero luego se descubrió más entre los judíos, pero no mucho más, no todos los judíos lo tienen [ríe].

¿Podría deberse a aspectos ambientales?

Podría ser, por epigenética. Pero hasta ahora nada se ha encontrado al respecto. Hay algunas enfermedades que son locales, pero los judíos están en todo el mundo: son todo lo opuesto a lo local.

Un científico, ¿se jubila alguna vez?

«Hace 30 años apenas hubo investigación básica en España, luego se dio un gran salto»

Hay quien dice que sí. Los científicos no son de un solo tipo, son muchos, son individuos más que las personas normales o al menos lo mismo. Algunos están cansados, otros no. Algunos están cansados ​​cuando tienen cuarenta años, y algunos…

¿Se imagina entonces su vida fuera del laboratorio?

Claro, ¡por supuesto! Puedo hacer muchas otras cosas.

¿Cuál fue el mayor precio que pagó?

Nunca creí que estuviera pagando un precio. Es una pregunta que no sabría responder… Y yo no soy de decir ‘¿Qué será lo mejor?’. Cada vez que hay algo que pienso, Oh, esto es lo mejor, luego llega lo siguiente y será incluso mejor que lo mejor. No puedo poner mi vida en categorías.

Usted ha visitado España en numerosas ocasiones. ¿A qué cree que se debe nuestro atraso en materia científica?

Es una pregunta oportuna para todo el mundo, no solo para España. En realidad, España estuvo un poco atrasada hasta hace unos 30 o 25 años, apenas había una investigación básica de alto nivel aquí, excepto por algunos, no muchos. Pero hubo un gran salto, y creo que el gobierno o la gente empezó a apoyarla, y también aumentó el interés. Yo he formado parte de varios comités para aportar fondos de investigación y nunca venían solicitudes de España durante tal vez uno, dos, tres años, y de repente venían de aquí un 30-40 por ciento de las solicitudes. Fue realmente fantástico ver este salto en la investigación. Creo que ahora hay menos apoyo para la investigación básica y creo que tiene que volver a ser lo que era antes, y aún más. Pero, como digo, no es nada específico de España.

¿Qué importancia tiene la economía en la ciencia?

«Hubo mucha investigación para hacer mejores velas, pero la electricidad vino de la investigación básica»

Te daré un ejemplo. Antes de la luz, antes de la electricidad, había velas, y no eran tan buenas. No daban mucha luz, no duraban tanto. Podían fallar. Así que hubo mucha investigación, no básica, sino una investigación real para hacer mejores velas. Y no funcionó. La respuesta vino de la investigación básica de electrones en movimiento, que es la electricidad, justo en lo que nadie pensaba cuando investigaban la luz en ese momento. Esta es una respuesta. Intentar mejorar algo que tenemos es bueno, como coches que puedan ir más rápido o sean menos contaminantes, esto es bueno, pero esta no es la investigación que nos impulsará hacia adelante. Está bien para una pregunta que debe ser respondida, pero no está abriendo algo nuevo.

Tengo entendido que su nieta le regaló un diploma ‘A la mejor abuela del mundo’, y que usted lo prefiere al Nobel. ¿Es cierto?

Yo no dije eso. ¡Quiero los dos! [risas] De hecho, desde un punto de vista científico, yo me siento mucho más excitada con el resultado, cuando yo alcanzo a entender las cosas. Desde un punto de vista familiar, estoy realmente feliz de que mi nieta siga queríendome.

Una última curiosidad: ¿pondría alguna vez su talento como científica al servicio de la guerra?

No sé nada de la guerra. Yo quiero saber sobre cómo hacer vida, no sobre cómo acabar con ella. Si yo estuviera muy hambrienta o necesitada, tal vez…
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