Corona de Aragón


'Torre española' en Santa Teresa di Gallura, Cerdeña | © I.U.T. / M'Sur
‘Torre española’ en Santa Teresa di Gallura, Cerdeña | © I.U.T. / M’Sur

La Corona de Aragón unía durante siglos varios reinos y estados vasallos en todo el Mediterráneo occidental y ocasionalmente hasta Grecia. No se trataba de un estado con una administración única sino de un conjunto de territorios autónomos o dirigidos por autoridades locales que reconocían como soberano a los miembros de la dinastía de Aragón, primero, y la de Borbón, después.

El núcleo de este imperio marítimo fue desde el siglo XIII la parte nororiental de la Península Ibérica: el Reino de Aragón junto al Condado de Barcelona, el Reino de Valencia y las Islas Baleares. A finales del siglo XIII, Sicilia y Malta pasaron a formar parte de la Corona y fueron gobernados por familiares de los reyes aragoneses como reino independiente. Entre las tropas de choque de este imperio marítimo se hallaban los almogávares, una tropa de mercenarios de origen habitualmente aragonés, catalán o ‘sarraceno’ (es decir musulmán probablemente norteafricano).

A inicios del siglo XIV, un grupo de almogávares, desocupados tras la conquista de Sicilia, se unió en la Gran Compañía Catalana bajo mando del aventurero italiano Roger de Flor y se trasladó a Anatolia para defender los restos del Imperio Bizantino contra los intentos de expansión de varios reinos turcos y romper el asedio de la importante ciudad cristiana de Filadelfia (hoy Alasehir, en la provincia de Manisa). Más tarde, la Compañía luchó a las órdenes del Ducado de Atenas y finalmente se apoderó de Ática y una parte de la Tesalia contigua, estableciendo el Ducado de Neopatria. Ambos territorios se gobernaban durante casi todo el siglo XIV en nombre de la Corona de Aragón, hasta caer en manos genovesas.

aragon

A inicios del siglo XV, Aragón intentó hacer valer su pretensión sobre Córcega, pero pasó varias décadas disputándose el dominio de la isla con la República de Génova, aliándose con algunos dirigentes locales y luchando contra otros, sin obtener un control duradero.

Más duradera fue la presencia aragonesa en Cerdeña. Ya desde inicios del siglo XIV, la Corona mantenía control sobre algunos puntos de la isla o cerraba alianzas con los Jueces de Arborea, los dirigentes locales. En 1354, una flota aragonesa conquistó la ciudad sarda de Alghero y la repobló íntegramente con catalanes. Su idioma se mantiene hasta hoy y es cooficial en la ciudad. Pero sólo en 1410, tras infligir una derrota a los genoveses, Aragón pudo tomar posesión de toda la isla y en 1420 obtuvo el reconocimiento del último Juez.  Cerdeña se mantuvo bajo soberanía aragonesa y luego española hasta 1720, cuando fue adjudicada a la dinastía de Saboya.

En 1442, la conquista de Nápoles añadió a los dominios aragoneses el Reino de Nápoles, que abarcaba la mitad meridional de Italia.

La llegada al trono de Carlos I de España en 1516 supuso la asimilación de Aragón como parte del reino español y los territorios aragoneses de ultramar pasaron bajo control de la dinastía Habsburgo (conocida como los Austrias). En 1530, Carlos entregó Malta a la orden cristiano de los Caballeros Hospitalarios, desde entonces Orden de Malta. Durante este siglo, España ocupaba de forma intermitente importantes plazas en la costa norteafricana, como Orán, Tremecén, Mazalquivir y Bugía en Argelia, Túnez y la ciudad libia de Trípoli, aunque no llegó a establecer una administración permanente y en 1581 reconoció el dominio del Imperio otomano sobre la región. Sólo Orán se mantuvo española hasta 1791.

Los reinos de Sicilia y Nápoles seguían siendo gobernados por miembros de la familia real española hasta 1759, año en el que el rey Carlos VII se convirtió en Carlos III de España y tuvo que renunciar al trono napolitano y siciliano, incompatibles con el español. Su hijo unió el sur de Italia en el Reino de las Dos Sicilias, que gobernaba como Fernando I. A partir de ese momento, el reino fue independiente hasta 1860, año en el que el bisnieto de Fernando, Francisco II, fue depuesto por Giuseppe Garibaldi en un acto que dio inicio a la unificación de Italia.