Opinión

Dos dedos

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Ehud Olmert levantó las manos a la altura de la cara con dos dedos casi rozándose por las yemas: «¡Hemos estado a esto!»

Hablaba de la negociación que había mantenido personalmente con Mahmoud Abbas, justo antes de que él mismo se viera obligado a abandonar la oficina del primer ministro.

Ése fue el clímax del discurso que pronunció la semana pasada en una reunión de la ‘Iniciativa de Ginebra’. Antes de analizarlo, unas palabras sobre el anfitrión y sobre el orador.

La Iniciativa de Ginebra se elevó como un meteorito y cayó como un meteorito a comienzos de esta década.

En su núcleo se estaban haciendo grandes esfuerzos para redactar un acuerdo total y definitivo de paz con el pueblo palestino. Llegó después de una versión que elaboró Gush Shalom y a la que se parecía en muchos aspectos. Pero había dos grandes diferencias: la Iniciativa de Ginebra tenía un socio palestino identificado y era mucho más detallada. Si bien el proyecto de Gush Shalom sólo establecía los principios, el proyecto de Ginebra entró en detalles y cubrió 423 páginas, más mapas.

Cuando este proyecto se dio a conocer en una impresionante ceremonia en Ginebra en presencia de importantes personalidades internacionales (y en ausencia del bando pacifista «radical» israelí, que había sido boicoteado por los organizadores para subrayar su carácter ‘centrista’), fue un acontecimiento a  nivel internacional.

La Iniciativa de Ginebra por la paz se elevó y cayó como un meteorito a comienzos de esta década

Durante meses, la iniciativa fue el centro de atención en todo el mundo. Muchos gobiernos la encontraron interesante. Yo también me esforcé en promocionarlo, a pesar de no haber participado. Hablé de ello con varios estadistas, entre ellos el presidente de Alemania y el ministro alemán de Asuntos Exteriores. En todas partes encontré una actitud muy positiva. Todo el mundo apreciaba la iniciativa y estaba deseando ayudar.

Y luego desapareció, tan rápido como había aparecido. El golpe de gracia lo asestó Ariel Sharon, el primer ministro, que sacó de su chistera el conejo de la separación. Su puesta en práctica vino acompañada de mucho drama y mucho melodrama, y el mundo se olvidó de Ginebra.

Lo que queda es un grupo de simpatizantes, una asociación pacifista entre muchas, que publica anuncios de vez en cuando y convoca alguna reunión ocasional. El discurso de Olmert se pronunció en una de esas reuniones.

Mientras tanto, algo extraño le ha sucedido a la Iniciativa. Su padre espiritual fue Yossi Beilin, alguien con una fértil —hay quien dice que demasiado— imaginación. Beilin comenzó su accidentada carrera en el Partido Laborista como ayudante de Shimon Peres. Cuando no entró en su lista para la Knesset, se unió al Meretz, se convirtió en su líder y le consiguió unos resultados electorales desastrosos.

Oslo mostró que un acuerdo provisional no es más que la continuación del conflicto por otros medios

Recientemente, se ha planteado una situación extraña. Beilin sigue siendo el presidente de la Iniciativa de Ginebra pero ahora se opone a la idea de un acuerdo de paz que ponga fin al conflicto. Afirma que dicho acuerdo es imposible y que el objetivo debe ser un acuerdo provisional, justo lo contrario a la Iniciativa de Ginebra.

El acuerdo de Oslo ha demostrado que un acuerdo provisional no es sino la continuación del conflicto por otros medios; no el precursor de un acuerdo final, sino un mecanismo para su prevención. El promotor de la iniciativa se ha convertido en su enterrador.

Del anfitrión al orador, ahora mismo Ehud Olmert es el político más menoscabado de Israel (todo un logro, dada la competencia).

Desde el comienzo de su carrera política, una nube de sospechas se ha cernido sobre su cabeza y, con el transcurso del tiempo, se ha ennegrecido más y más. En este momento, están en curso media docena de juicios penales y una investigación policial contra él incluyendo sobornos, fraude, y falsificación entre otros. Es muy posible que termine en la cárcel, donde le recibirán varios de sus colegas, incluyendo a su ministro de Hacienda.

Por si esto fuera poco, Olmert está llevando a cabo una dura campaña en contra de sus ex ministros, sobre todo de Ehud Barak, lanzando contra ellos una andanada de acusaciones. Uno de los más graves (a sus ojos): que Barak había tratado de acortar la operación Plomo Fundido.

En medio de tanto clamor, Olmert ha encontrado el tiempo y la energía para pronunciar su discurso en la reunión de la Iniciativa de Ginebra, en el que se describen con detalle sus esfuerzos para lograr la paz con los palestinos. Con la ayuda de los dos dedos índices, afirmó que la paz había estado muy cerca, y que ahora podría lograrse un acuerdo completo y definitivo. Así que adoptó una postura más de izquierdas que la del famoso izquierdista Yossi Beilin.

Desde el punto de vista político-práctico, el discurso tiene poco peso. La opinión pública está mucho más interesada en sus cuentas falsificadas y los sobres llenos de dólares que recibía. La parte de su discurso en la que fustigaba a Barak («Ehud contra Ehud») eclipsó completamente la parte dedicada a la paz.

Sin embargo, merece la pena tomar nota de lo que tenía que decir. Sobre todo viniendo de alguien que creció en un hogar de derechas y que se ha pasado toda su carrera en los partidos de derechas.

Durante media hora, hablando con fluidez y sin recurrir a notas, Olmert repasó los temas centrales de las negociaciones con los palestinos.

En cuanto a lo que a fronteras se refiere, sostuvo Olmert, casi había acuerdo. La frontera se basaría en la Línea Verde (la anterior a 1967), con el intercambio de territorios que dejarían los grandes bloques de asentamientos en Israel.

En este asunto, al parecer, se ha llegado poco a poco a un consenso. Pero sólo en principio, ya que dos grandes rocas bloquean el camino hacia el acuerdo.

Los asentamientos de la frontera no deberían plantear demasiadas dificultades. El Bloque de Etzion, Modi’in Illit y Alfei Menashe se encuentran casi en la frontera, y se pueden cambiar por tierras israelíes.

Sin embargo, dos asentamientos que se encuentran en pleno territorio palestino —Ariel y Maale Adumim— plantean problemas muy diferentes. Ariel se encuentra a 20 kilómetros de la Línea Verde, cerca de la columna vertebral de Cisjordania (la carretera de Nablus a Jerusalén). Con la carretera que lo une a Israel propiamente dicho, Ariel parte en dos el territorio palestino.

La evacuación de los grandes asentamientos supondría un gran problema. Su existencia, uno mayor

Si Maale Adumim se uniera a Jerusalén por una extensión de territorio israelí, eso prácticamente cortaría Cisjordania en dos también. El tráfico entre Nablus y Hebrón tendría obligatoriamente que dar un gran rodeo.

La evacuación de estos dos grandes asentamientos supondría un gran problema. Su existencia continuada representaría uno aún más grande. Puede que se puedan encontrar soluciones creativas: permanecer allí bajo soberanía palestina o quedarse como pequeños enclaves en el interior del Estado palestino. Algunos piensan en conexiones como túneles, puentes o carreteras especiales, como la que unió una vez Berlín Occidental con Alemania Occidental.

La solución dependerá en gran medida de la naturaleza de la frontera entre Israel y Palestina. Si se trata de una frontera abierta, con libre circulación de personas, todo será más fácil. Igual que el tráfico circulará libremente entre Gaza y Hebrón por territorio israelí, podría circular de Ariel a Kfar Sava por territorio palestino. Sin embargo, no se sabe si los palestinos estarían de acuerdo.

Según Olmert, el problema de Jerusalén se puede resolver siguiendo la línea establecida por el presidente Bill Clinton: lo que es judío para Israel, lo que es árabe para Palestina.

Esto requeriría una mayor concesión por parte de los palestinos, ya que algunos barrios judíos se han construido como asentamientos al otro lado de la Línea Verde. A cambio de permitir que se unieran a Israel, los palestinos tendrían que recibir una compensación muy grande.

Pero lo principal es que Olmert por fin ha enterrado lo de «Jerusalén reunificada, la capital eterna de Israel». Ha puesto la división de Jerusalén de lleno sobre la mesa, sin subterfugios, como Barak en Camp David y sin los trucos creativos al estilo Beilin.

Pero el avance más importante en el discurso de Olmert fue la parte de los refugiados.

Olmert estuvo de acuerdo en que Israel debería reconocer su parte de culpa en la creación del problema, y propuso a Abbas un plan integral para el reasentamiento de los refugiados, incluido el regreso de algunas decenas de miles de personas a Israel.

Es imposible exagerar la importancia de este punto. El problema de los refugiados tiene profundas ramificaciones emocionales. Toca las raíces mismas del conflicto palestino-israelí. Hasta ahora, ningún gobierno israelí han reconocido nuestra responsabilidad y todos se han negado siempre a discutir el regreso de un solo refugiado (salvo unos miserables casos de ‘reuniones familiares’).

En mi opinión, el número propuesto por Olmert es menos importante que el que acepte permitir la vuelta de los refugiados. Como dice el chiste, después de que la respetable dama acordara acostarse con el caballero por un millón de dólares, «ahora que estamos de acuerdo en las bases, discutamos el precio.»

Si el tema de las negociaciones ya no es «si» los refugiados volverán sino «cuántos», sin duda llegaremos a un acuerdo. (Gush Shalom propuso 50.000 al año durante diez años. La Iniciativa de Ginebra propone una fórmula complicada que se reduce a la vuelta de algunas decenas de miles de personas.)

¿Por qué es eso importante? Con la popularidad de Olmert acercándose a cero, ¿importa realmente nada de lo que diga?

Olmert es un optimista y tiene mucha confianza en sí mismo. Cree que, de algún modo, va a librarse de sus problemas y a volver a la arena política. Realmente cree que puede volver a llegar a primer ministro.

Nadie niega que tenga un instinto político muy fuerte. Si una persona con tales ambiciones propone un acuerdo, significa que está convencido de que la gran mayoría acepta las condiciones.

Por eso propongo que echemos un buen vistazo a los dedos de Olmert.