Entrevista

Pilar del Río

«Saramago preguntaba: ¿Dónde están los ciudadanos?»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 9 minutos
Pilar del Río (Sevilla, 2011) | |  © Antonio Acedo/FLS
Pilar del Río (Sevilla, 2011) | | © Antonio Acedo/FLS

Sevilla | Mayo 2011

Cuando está punto de cumplirse un año de la defunción de José Saramago, su viuda, Pilar del Río (Sevilla, 1950), mantiene viva la llama del escritor a través de la Fundación que honra la memoria del Nobel portugués, y sigue difundiendo su mensaje allí donde va.

La última Feria del Libro de Sevilla, precisamente dedicada a Saramago, ha tenido en la periodista y traductora una de sus presencias más activas, coincidiendo con la llamada Spanish revolution, unas elecciones municipales que han dado mucho que hablar y el arranque de la campaña política en Portugal.

La pregunta es inevitable: con todo lo que está pasando en los últimos meses, mucha gente se pregunta, ¿qué habría dicho Saramago?
Yo no sólo me lo he preguntado también, sino que la llamada primavera árabe la he contado en mi página junto con fragmentos de Ensayo sobre la lucidez. Podría parecer un presagio, pero no lo es, porque Saramago no era un oráculo, un profeta ni un visionario. Era simplemente un hombre que pensaba. Y como veía el estado de salud del mundo, sabía que tendrían que pasar cosas así, inevitablemente. Más pronto o más tarde se iba a producir una crisis de estiramiento. ¿Era necesario que se produjera algo que él no llamaba crisis económica, sino moral, para que se produzca este despertar? Pues sí, y Saramago lo veía. Pero no puedo interpretar qué diría en estos momentos, no me lo permitiría a mí misma. Pero sí puedo recordar lo que ha dicho, lo que está en sus Cuadernos,y está Ensayo sobre la lucidez, con la gente saliendo en masa a votar; no como les pedían los sátrapas que gobernaban la ciudad imaginaria, sino como ellos querían.

¿Es azaroso que Portugal se haya empezado a movilizar antes que España, o se debe a que su situación económica está más apurada?
Los portugueses, en líneas generales, están peor que los españoles. No podemos decir que se han rebelado, lo que hubo fue una manifestación impresionante de 300.000 jóvenes en Lisboa y Oporto como respuesta a quienes les habían dicho que sólo se movían por intereses personales. Salieron a la calle a demostrar que les movían los intereses colectivos, y es verdad que lo hicieron con frases de José Saramago, y es verdad que el Fondo Monetario Internacional fue recibido en el aeropuerto de Lisboa con frases de Saramago… Insisto, era un pensador que nos sirve en un momento de crisis como nos sirve cuando tenemos angustias: leerlo consuela.

¿Son las democracias española y portuguesa tan deficientes como muchos piden, o sólo requieren de algunos retoques?
Saramago, dos años antes de la Expo 92, dio una conferencia en Sevilla que sería estupendo que alguien publicara, titulada La ilusión democrática. Ahí hablaba de la ilusión como anhelo, como esperanza, y también como engaño de los sentidos. Ahí decía: a ver si vamos a tener el edificio perfectamente integrado, el poder ejecutivo, el legislativo, el judicial, y nos va a faltar lo fundamental. Saramago no era tan simplificador como para decir “los partidos fallan”. Él decía: ¿dónde están los ciudadanos? Porque a ver si va a ocurrir que son los ciudadanos los que no asumen sus responsabilidades y dejan el ejercicio de la política en manos de los mismos, a los que luego culpan de no dejar paso. ¿Acaso has ido?

Eso, sin eximir a los políticos de su propia responsabilidad…
Saramago criticaba a los partidos aún siendo militante de uno, el Partido Comunista de Portugal. Pero insistía en que, si los partidos están mal, es porque la sociedad está mal. Una sociedad limpia no permite tener corruptos como representantes. La ciudadanía no exige lo que no comparte. Si un ciudadano puede robar unas horas al trabajo, o ir trampeando, lo hace. Y le parece perfectamente normal que vayan imputados, e incluso procesados, en las listas. En Canarias, hubo un caso de un condenado, inhabilitado para ejercicio de cargo público, que llegó a presentarse como “candidato cero”. ¡Y ganó! Hay una cosa que me produce cierta tranquilidad, y es que las listas de izquierda que han llevado imputados, han perdido votos. La valoración de la corrupción es distinta, pero si los partidos de ambos bandos supieran que los ciudadanos no van a votar a esas personas, las retirarían.

¿Es cierto que en Portugal está creciendo el entusiasmo iberista que Saramago defendía? ¿y en qué términos?
La Universidad de Salamanca hizo un muestreo amplio que dice que el 43 % de los portugueses quieren unirse a España en un Estado Federal, lo que plantea problemas, porque entre otras cosas nosotros tenemos una monarquía. Allí hay muchísima gente que envidia el salario mínimo español, la Seguridad Social, la cobertura sanitaria… Portugal es un país mucho más pobre, y además con los viajes y el intercambio de ideas se han dado cuenta de que las cosas que el poder contaba antes para enfrentar a unos y otros no son verdad. Las dictaduras generaron animadversión contra España en Portugal, e indiferencia de España hacia sus vecinos. Esto lo ha roto la gente viajando.

Sí España ha vivido de espaldas a la cultura portuguesa…
Y a la marroquí. Y a la francesa, si me apuras. Hemos vivido de espaldas a todo lo que no fuera lo nuestro, muy encerrados. La dictadura fue muy castradora, y lo sigue siendo. Aquí de universal no había nada. Ni la Iglesia Católica, que, no lo olvidemos, era nacional-católica. ¿Qué sabíamos de Italia, de Francia, de Marruecos…? Haz una encuesta, a ver a cuántos autores marroquíes conoce la gente.

Y de Portugal, Pessoa y Saramago… Aunque muchos lectores creen que Saramago es español.
En Portugal, sin embargo, ha habido siempre un gran conocimiento, sobre todo de la cultura francesa, y luego las élites son muy anglófilas. De España se ha sabido menos, pero últimamente rara es la editorial que no tiene un buen catálogo con autores españoles. Se traduce mucho más del español al portugués, que viceversa, también por tamaño…

Cuando Saramago recomendaba autores portugueses, ¿a quién defendía con más pasión?
Era mucho de la modernidad de los clásicos, decía que la novela moderna de Portugal la inventa Eça de Queirós, y es una delicia leer El crimen del padre Amaro o La Reliquia, o Los Maias. O Amor de perdición, de Camilo Castelo Branco. Y de los contemporáneos, hay un grupo en torno a los 40 años que son increíblemente buenos, entre los que están Gonzalo M. Tavares, José Luís Peixoto, Walter Ugo Mãe, JoãoTordo… A todos los prologó José, y tienen el premio Saramago. Y de su generación, pues Agustina Bessa-Luís, Cardoso Pires… Y sobre todo, a los poetas: decía que renunciaría con gusto al Nobel en beneficio de Sophia de Mello.

Se habla de la necesidad de reciclaje de la izquierda, ¿por dónde empezamos?
Parte del deterioro social se debe a los medios de comunicación, que durante mucho tiempo no han reflejado lo que pasaba, han inducido a que pasaran las cosas. Este estado de casi atonía moral en el que vivimos está provocado en parte por ellos. La banca, sí, y el poder financiero, y los partidos… Pero la complicidad y la responsabilidad está en los medios. No hemos hecho esa mirada diagonal, no hemos mirado qué había detrás de las costuras, sino que como empresas hemos generado una sociedad donde pudiéramos vender cuanto quisiéramos… De todos modos, espero mucho no de los medios, sino de los periodistas, por más que nos hayamos vuelto dóciles y sumisos. Espero que también se rebelen, que digan basta, que se nieguen a firmar según qué noticias y a vestir colores. Y si no pueden ejercer la profesión, que hagan los empresarios los periódicos con las notas de prensa que les envían. Muchos ya lo hacen.

¿Y los militantes de izquierda?
Primero, perder el miedo. Y luego, ser de izquierdas: creer en unos valores de igualdad, de fraternidad, de libertad… Y participar, no sólo criticar. Si no les gustan estos partidos, que los refunden, o que hagan otros. Levantarse por la mañana y actuar, decir ¿qué puedo hacer hoy? Nos soy maximalista, aunque pueda parecerlo. Pero, como decía Saramago, sabemos más de lo que pensamos, y podemos más de lo que creemos.

Ahora ha empezado la campaña portuguesa, ¿va a tomar partido?
Tengo una posición muy complicada, pero creo que voy a tomar partido, porque en momentos de crisis, sin perder de vista ni la ideología ni los principios, hay que ser posibilista. Y no me da igual que gobiernen unos, ni que gobiernen otros. Sé que ahora hay un sistema, pero dentro hay algunos indicios, posibilidades de corrección; y ésas me las aportan los socialdemócratas. ¿Es esa mi ideología? No. Pero creo que mi responsabilidad pasa por ahí. Pero no me voy a lanzar, en función de lo mejor, a conseguir lo peor. Apoyaré a los socialistas, no sé si públicamente, porque tampoco es mi voz la que despierta las conciencias.Pero sí me parece que en estos momentos tendría que haber un gobierno de salvación nacional.

¿Cómo se haría eso?
Como decía José siempre: vamos a guardarnos por un momento nuestros programas, y vamos a poner sobre la mesa la Declaración de los Derechos Humanos. De esa forma, seguro que nos entendemos. En Portugal no lo va a haber, pero me gustaría pensar en un gobierno de izquierdas, con Partido Socialista, Partido Comunista y bloque de izquierdas. Pero me temo que el Partido Socialista va a tener que gobernar con la derecha… extrema.