Entrevista

Javier Pérez Andújar

«Catalanes y españoles no somos tan distintos en lo peor»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 13 minutos
Entrevista al escritor Pérez Andújar.
Javier Pérez Andújar | © Paco Puentes

Sevilla | Septiembre 2014

Aunque se le conoce por títulos como Los príncipes valientes o Paseos con mi madre, Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965) debutó como escritor con un libro, Catalanes todos. Las 15 visitas de Franco a Cataluña, que acaba de ser reeditado por Tusquets, con el texto notablemente ampliado y un vodevil de regalo, La dimisión, sobre la renuncia de Adolfo Suárez a la presidencia del Gobierno. Ambas obras son deudoras, según reconoce el propio autor, del cine de Berlanga y Marco Ferreri, de Jardiel Poncela y Abbott y Costelo. Pero sobre todo son un intento de arrancar la máscara al catalanismo más recalcitrante, aunque solo sea para mostrar su desnuda y vulgar humanidad.

¿Cataluña es un asunto tan grave que solo se podía abordar desde la comedia?

Todo lo grave y lo trascendental hay que abordarlo desde la ironía, que etimológicamente es la distancia. Lo mismo sucede con la religión, no puedes hablar de ella subiéndote al altar, la ves mucho mejor desde lejos. Pero otra razón por la que he usado el humor es porque se está hablando desde un discurso de poder… Mira, ayer mismo Oriol Junqueras, que es jefe de la oposición pero vicepresidente del Gobierno de facto, llamó a la desobediencia civil. Pero claro, si es el poder el que hace ese llamamiento, ya no sabemos de qué desobediencia ni de qué civilidad estamos hablando. Solo el humor puede desmontar esos ardides.

Catalanes todos tiene algo de operación gatopardesca, ¿no?, de gente que conserva sus privilegios cogiendo el paso de los nuevos tiempos.

Sí, pero lo que quería contar es que no fue algo típicamente catalán, como la sardana, la barretina o los vinos del Priorato. Ocurrió en toda España. Se sabe, por ejemplo, que los primeros alcaldes de Convergencia fueron los últimos franquistas. El debate no es nuevo, reciclaron todo lo que se tenía. Y como lo último que se tenía era franquismo puro y duro, fue lo que se recicló. Pero pasó en todas partes igual.

Quizá la particularidad catalana es esa mala conciencia que se refleja muy bien en el libro. ¿El problema de Cataluña se resolvería en el diván?

«Lo tramposo es quizá otorgarle una sola voz a Cataluña, como una sola voz a España. Voces hay muchas, y van cambiando»

No sé si tendría que ir al psicoanalista. Lo tramposo es quizá otorgarle una sola voz a Cataluña, como una sola voz a España. Porque voces hay muchas, y van cambiando con el tiempo. Lo que llamamos conciencia colectiva es la conciencia de la clase dominante. Si esa clase luego tiene mala conciencia, logra imponerla y crear un clima que la refleje. Pero la cultura popular y la gente de la calle, aunque sea cliente de los mensajes del poder, tiene su propia manera de pensar.

Ha llamado la atención que señale claramente en su libro los apellidos de personajes afines al franquismo, que hoy siguen siendo notables en Cataluña. Incluso incluye el de Tusquets, que es el nombre de su editorial…

Es ser consecuente. El libro es una reedición del que escribí hace unos años, y entonces Tusquets no era mi casa editorial. Y como decidí no tachar nada y añadir todo, porque tachar es de cobardes, pues no lo toqué. De todos modos, el apellido de la editorial es en realidad heredado. La editora Beatriz de Moura estuvo casada con Óscar Tusquets, se separaron y se casó con López Lamadrid, que fue el verdadero editor de la casa. La editorial de Tusquets fue en realidad Lumen. Es todo un poco como el jardín de los senderos que se bifurcan.

Por otro lado, Esther Tusquets, la hermana de Óscar, nunca ocultó la filiación franquista de su familia, como cuenta en sus memorias Habíamos ganado la guerra.

«El revanchismo de los apellidos, de pasar lista, es de lo más cafre que hay en España»

Sí, Esther lo ha explicado por activa y por pasiva, y me parece en ese sentido un ejemplo de dignidad. El revanchismo de los apellidos, de pasar lista, es de lo más cafre que hay en España. Ni lo he pretendido, ni lo haré nunca. Si explicas una época, los pones, pero sin más trascendencia. Es como una guía telefónica antigua, estaban los que estaban y vivían donde vivían. Pero no es una caza de brujas ni mucho menos.

De la especulación inmobiliaria se ha hablado mucho tras la explosión de la burbuja, pero el asunto venía de muy largo, ¿no?

Hubo un momento en que el president Maragall recordó a Convergencia que tenía un problema con el 3 por ciento [en alusión a las comisiones por adjudicación de obras], y tuvo que retirar en el acto sus palabras. Es algo que ha tenido mucho que ver con la manera de financiar los partidos. En el fondo lo que quiero decir es que catalanes y españoles no somos tan distintos en lo peor. A veces desde algunos círculos se dice que somos mejores, más europeos, ya sabes, ese glamour con que se envuelve el discurso… Pero todo lo que puedas señalar de la España negra lo hemos hecho nosotros. El santurroneo, la beatería, los fusilamientos, todo pasó aquí. Fuimos tan franquistas y corruptos como cualquiera, edificamos donde no debíamos, todo…

¿Qué papel jugó el fútbol en el juego de poderes catalán?

El fútbol era una válvula de escape imaginaria. Era una ilusión, una forma de escapismo o de resistencia de pacotilla. La gente pensaba que resistía al franquismo siendo del Barça. Se decía que era una pasión integradora, porque todo el que venía de Andalucía, Extremadura o Marruecos se hacía con su camiseta. Pero tener a toda esa gente en barracas y pretender integrarla con el fútbol es una broma.

En su libro Franco aparece como simpatizante culé. ¿Es un vacile?

Lo cierto es que las sucesivas directivas del Barça fueron franquistas, aunque los socios pudieran no serlo. Se aprovecharon de los alcaldes franquistas para sus trapicheos y sus recalificaciones, y en este sentido me venía muy bien ese Franco culé, para pintarlos a ellos.

¿Es cierto que buena parte del nacionalismo catalán más encendido es hijo de la emigración?

Conozco casos, pero ahí creo que a veces somos injustos. A una persona hija de emigrantes o emigrante ella misma, que se haya criado aquí y quiera una Cataluña independiente, no tenemos derecho a juzgarla, o nos ponemos en el mismo plan excluyente que tanto criticamos. Tienen todo el derecho del mundo a pedir lo que quieran, lo que pasa es que no comparto sus sentimientos. El chantaje al final es que te excluyan del juego. Aparentemente el discurso dominante es integrador, pero si no estás con ellos, estás contra ellos, y pasas a no existir. O peor, te meten en otro grupo, españolista, facha, del que en absoluto quieres formar parte. Yo hablo de ideas y principios, no de sentimientos.

En un momento dado, habla del regreso de Tarradellas como un modo de frenar a la pujante izquierda de los 70. ¿Quién concibió esa maniobra?

«Tarradellas fue una operación de Suárez y los conservadores de la transición para impedir el avance del PSUC y PSC»

Eso es algo que le leí a Gregorio Morán hace tiempo, y luego lo he visto repetido en textos de otros muchos historiadores. Creo que es cierto, Tarradellas fue una operación de Suárez y de la corriente más conservadora de la transición para impedir el avance de PSUC y PSC. Prefirieron una Cataluña nacionalista a una Cataluña roja.

Y de aquellos polvos…

Los tiros en política siempre salen por la culata, no sé qué pasa. Mira a Estados Unidos, cada vez que monta un frente en un país, acaba volviéndose en su contra. Por eso no hay que pegar tiros, sino dejar que la gente haga. Mira ahora, en la Diada. Es injusto negar el derecho de voto de la gente. La gente quiere votar, no sabemos qué, pero se la desacredita diciendo que está manipulada, que es todo un montaje… Han creado este problema, han prometido cosas que no iban a cumplir a millones de personas, y la única manera de arreglarlo es que siga su curso natural, como el agua pide paso.

¿Cree entonces que finalmente habrá consulta?

Tienen que dar lo que han prometido, unas elecciones limpias. Es lo natural, pero lo van a evitar, porque son unos cobardes. Y van a crear una sensación de frustración en la gente.

En Catalanes todos hay una frase humorística pero estremecedora: “Querían justicia social, pero les vamos a dar pan con tomate”. ¿Eso era todo?

«Al prohibir las corridas, lo menos importante era el animal. Fue como meterse con un símbolo acabado, como pegarle a un viejo»

Pues parece que sí, ¿no? Eso es lo que pasa, en vez de pan y circo nos dan pan con tomate y circo. Y mientras, los gobiernos que tenemos cierran hospitales a porrillo, ambulatorios, de todos. No sé si el proceso soberanista ha sido una cortina de humo, pero lo que sé es que ha tenido dos manos: una para alentar los sentimientos independentistas, y la otra para ejercer la política ultraliberal a saco. Si las dos son del mismo cuerpo, entonces ya sabemos a qué tipo de país quieren llevarnos.

Hay quien dice que la universidad catalana es mayoritariamente separatista. ¿Le consta?

No sé, hace tiempo que no tengo contacto con la universidad, pero sí tengo la sensación de que la cultura está muy cerca del independentismo. Y también de que está muy subvencionada. Tal vez las dos cosas casen por el fondo.

Y la controvertida prohibición de los toros, ¿fue también una jugada política?

Creo que lo menos importante era el sentimiento de compasión por el animal. En realidad se fue directo a las corridas, obviando otros espectáculos catalanes en los que intervienen toros, o los laboratorios que hacen perfumes con animales. Se fue además a por una plaza que era bastante pintoresca, más para extranjeros que otra cosa, que se iba a caer por su propio peso. Fue un poco como meterse con un símbolo acabado, como pegarle a un viejo, ¿no? Pero detrás de estas cosas siempre hay movimientos de dinero. Al poder le importan un pito los toros, vete a saber si la movida era de recalificación de terrenos, de apoderarse de negocios…

Usted formó parte de la revista Ajoblanco, a la que se dedicó recientemente una exposición en Madrid. ¿Fue un foco de resistencia?

En realidad hay dos ajoblancos, el de los 70 y el de los 80. El primero lo leía de chaval, ahí seguía al primer Fernando Savater, a los teóricos anarquistas, a Enzensberger y toda esta gente. Con 12 o 13 años aprendí mucho, hacía fichas de todo. Y en los 80, fui a verlos y aprendí a trabajar con ellos. Me enseñaron dos veces, la teoría y la práctica. La primera etapa era underground puro, la segunda fue un poco más antisistema de diseño, algo más acomodado.

Ha tenido suerte de que el escándalo Pujol haya explotado después de la salida de su libro. De lo contrario, habría tenido que añadir dos o tres capítulos más.

¡No habría acabado nunca! Es apasionante. Con esa historia se puede escribir, no sé, un drama de Shakespeare. Algo como Julio César.

¿Y la gente allí, cómo lo ha vivido?

«El embajador de España en La Haya alega que Victus es un libro político. Es censura de la vieja escuela, franquista»

Con perplejidad no creo. No sé si vivían en la santa inocencia, o todo es una monumental hipocresía, pero lo que había detrás de Pujol no es que se intuyera, es que se había dicho; desde voces alejadas del poder, de acuerdo, pero se dijo. Y ahora me temo que no va a trascender nada, que esto que es un movimiento sísmico, que afecta a todo el sistema, va a quedar como el desliz de una persona. Y Andorra será ahora nuestro Valle de los Caídos.

La prohibición de presentar un libro de Sánchez Piñol en un instituto Cervantes, ¿demuestra que el nacionalismo español no hace sino alentar los nacionalismos periféricos?

Demuestra que todos los nacionalismos son malos. Fíjate lo que ha conseguido el embajador de España en La Haya, impedir una presentación, bajo el argumento de que Victus es un libro político. Y si un político no quiere que se hable de política, es que confía poco en su labor, ¿no? ¿Por qué no se puede presentar ese libro y hablar de política? Es censura de la vieja escuela, franquista. Y no digamos prohibirlo en el extranjero, en un lugar tan visible como Holanda. Ese hombre ha demostrado que el conflicto entre Cataluña y España es un conflicto no de naciones, sino derechismo. Un conflicto que crea la intolerancia. Si no dejas que la gente hable, opine, presente sus libros, te desacreditas. Mira el currículum de ese señor: antes estuvo en Mali, Bulgaria… venía entrenado, el tío.

Eso con independencia de que el libro de Sánchez Piñol le guste a usted más o menos…

«En Cataluña ha molestado más el artículo que escribí para El País que mi libro»

Me da lo mismo. Somos amigos, pero esto es como si se lo hacen a cualquier otro. Es un libro de un escritor, no hay nada más.

¿Qué reacciones ha provocado el suyo en Cataluña?

Ha molestado más el artículo que escribí para El País, que el libro. Éste sale en un marco muy determinado, mientras que un diario tiene otra circulación, y lo lees de otra manera si eres de una ideología u otra. Del libro no ha habido opiniones adversas, creo que ha caído en otras manos…

Además, le dieron el premio Ciutat de Barcelona. ¿No es para sospechar?

Una de las primeras cosas que hice después de recibirlo fue escribir un artículo polémico. Me dije: “¿Un premio? Hay que apretar el acelerador”. Pensé que un premio es como una tormenta de verano, te cae encima, te refresca, pero no es tu condición. Se agradecen, pero para que no te lo creas tienes que escapar.

Terminemos. ¿Qué plan tiene para esta Diada?

Trabajando. Saldré a tomar unas notas para contarlo.