Reportaje

Los desafíos de la OTAN

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 10 minutos

 

Pavlo Klimkin, ministro de Exteriores de Ucrania, en la reunión de la OTAN en Belek, Antalya (14 May 2015) |  © Ilya U. Topper/M'Sur
Pavlo Klimkin, ministro de Exteriores de Ucrania, en la reunión de la OTAN en Belek, Antalya (14 May 2015) | © Ilya U. Topper/M’Sur

Belek (Antalya) | Mayo 2015

Un convoy de una decena de vehículos negros con luces rojas y azules parpadeantes cruza a toda mecha una solitaria avenida en un apacible resort de vacaciones – hoteles de lujo, pinares con hoyos de golf, playas privadas – cerca de Antalya, Mediterráneo. Sigue una ambulancia. «Ahí va Davutoglu», dice un taxista.

En efecto, Ahmet Davutoglu, primer ministro de Turquía, se ha acercado para inaugurar la reunión de la OTAN que se celebra el 13 y 14 de mayo en Belek, la urbanización playera al este de Antalya. Hay veintiocho ministros – o sus secretarios – de los miembros de la Alianza Atlántica, y casi otros tantos de países socios: Ucrania, Afganistán y varios países de los alrededores, de Macedonia a Mongolia, Japón y Corea.

Al este está Ucrania o, mejor dicho, Rusia. Al sur, una pléyade yihadista: ISIL, Al Qaeda…

En la agenda: los desafíos de la OTAN. Y son dos. Al este y al sur. Así lo define el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, y lo repiten los demás. Al este está Ucrania o, mejor dicho, Rusia. El apoyo que Moscú sigue prestando, aseguran, a los rebeldes de la cuenca del Doñetsk. Al sur está una pléyade de «actores no estatales», el mal llamado Estado Islámico (ISIL), Al Qaeda y un largo etcétera de grupos armados, en palabras del secretario de Exteriores de España, Ignacio Ybáñez. Y sobre todo está Libia, que se ha convertido en el país emisor de buques cargados de refugiados que arriban a las costas europeas o se ahogan a medio camino.

¿Qué tiene que ver la OTAN con los movimientos migratorios? Esencialmente nada, aclara Stoltenberg tras dos jornadas de debates. «La operación en el Mediterráneo y alrededores es de la Unión Europea, no de la OTAN», Pero en la primera reunión del jueves también está Federico Mogherini, alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, para explicar a los reunidos sus propuestas respecto a los movimientos migratorios, las operaciones que se irán planificando en los próximos días.

Alguien ha hablado ya de atacar los buques que se hallen ante la costa libia y que podrían usarse para embarcar a refugiados. Stoltenberg no quiere entrar en detalles: será el próximo lunes, 18 de mayo, cuando los mismos ministros de Exteriores planteen en Bruselas la cuestión. Y lo que se decida dependerá también, subraya, de lo que se hable este fin de semana en Naciones Unidas sobre las bases legales para tales operaciones, sobre la opción de emitir un mandato. «Pero es una operación de la Unión Europea, que se centra sobre todo en migración y control de fronteras, es decir que es comunitaria», insiste.

Controlar a los migrantes que cruzan el Mediterráneo es cosa de la UE, no de la OTAN

«La OTAN no ha recibido ninguna solicitud de la UE» para integrar su programa antiterrorista, que lleva varios años funcionando, «en los esfuerzos respecto a los migrantes que cruzan el Mediterráneo», reitera el secretario general. «Dejemos que ellos decidan; se trata de migración. Si la UE entrega una solicitud a la OTAN, la evaluaremos, pero hasta ahora no hay solicitud de una asistencia específica, de usar nuestros recursos en su operación».

Lo cual no quiere decir, añade Stoltenberg, que la OTAN no tenga un rol futuro en el país norteafricano: «Estamos totalmente preparados para actividades de entrenamiento en Libia, cuando la situación de seguridad lo permita. Se trata de mejorar las capacidades de nuestros vecinos, de manera que se puedan ocupar de la seguridad. En el Mediterráneo lo hacemos: en Jordania, también en Afganistán, y ahora tenemos una solicitud de Iraq», recuerda.

«Estamos preparados para actividades de entrenamiento en Libia, cuando la seguridad lo permita»

No es precisamente crítico con el papel que la Alianza desempeñó en Libia en la guerra civil de 2011 y el derrocamiento de Muammar Gaddafi: Entonces, «la OTAN tenía un mandato muy claro de Naciones Unidas: se trataba de proteger a los civiles contra el régimen, y es lo que hicimos». Si después no tuvo éxito la estabilización del país «es la responsabilidad tanto de la comunidad internacional en su conjunto como de la propia Libia». Por ahora, lo único que se puede hacer es «respaldar los esfuerzos de Naciones Unidas para alcanzar una solución pacífica y conseguir un alto el fuego y un gobierno de unidad en Libia».

En esto está Bernardino León, enviado especial de Naciones Unidas, y mientras continúe con sus esfuerzos, no hay que interferir, opina también Ignacio Ybáñez, y menos intentar tratar con el Gobierno libio la cuestión de posibles operaciones militares en su costa contra las redes de tráfico de inmigrantes. ¿Con cuál gobierno? Hay dos en Libia. «La OTAN no está para reconocer gobiernos», se refugia Ybáñez en la equidistancia diplomática. Aunque, aclara, desde luego, España, como la mayoría de los países europeos, sólo considera legítimo el de Tobruk.

En todo caso, la hipotética operación no será para mañana: primero habría que unificar posturas en la UE, luego ver si un mandato de Naciones Unidas aporta una base legal, y en todo caso parece preferible que primero haya una reconciliación y un gobierno de unidad en Libia que pudiera dar su visto bueno; ahora una intervención sólo echaría aceite al fuego de la guerra civil, opina Ybáñez.

Frank-Walter Steinmeier, ministro de Exteriores alemán, va más allá en una reunión con la prensa germana. Con o sin OTAN, todo buque está obligado a socorrer a náufragos, aclara. «Hay que recordar que la prioridad debe ser impedir que la gente se ahogue». Pero «para resolver el problema de la migración debemos ir a la raíz, lo que significa normalizar la situación económica y social en los países de donde provienen» los refugiados, insiste. Una ayuda al desarrollo más enfocada.

«Mientras no consigamos poner un poco de orden en Libia será difícil abordar el problema de los migrantes»

«La UE debe implicarse más en este aspecto. No podremos afrontar este problema a medio o largo plazo si no somos capaces de estabilizar países como Libia, países que los traficantes de personas utilizan – o de los que abusan – para sus propios fines», insiste Steinmeier, que tilda a los traficantes de «crimen organizado». «No podemos engañarnos: mientras no consigamos poner un poco de orden en Libia será difícil abordar el problema de los migrantes».

Sobre Siria, Yemen o Iraq casi no se habla en la reunión. Al menos, a tenor de lo que comentan ministros y secretarios. ¿Establecer zonas de exclusión aérea o de seguridad en Siria? «En la coalición contra el Estado Islámico hay miembros de la OTAN, pero no la dirige la OTAN, no nos toca decidir ahí», dice Stoltenberg. Incluso Libia parece de segunda fila ante la cuestión que protagoniza las ruedas de prensa: Ucrania. Nadie se engaña: Rusia ha recuperado su papel de enemigo favorito de la Alianza Atlántica.

Hay noticias frescas: el ministro de Exteriores estadounidense, John Kerry, desayuna brevemente el miércoles con el grupo, poco antes de volar hacia Washington, y recién llegado de Sochi, donde se ha entrevista con el presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo Sergei Lavrov. ¿Qué le han contado? Las interpretaciones varían. Ignacio Ybáñez se muestra positivo: «Rusia ha rebajado mucho el tono», cree. Aparentemente, Moscú estaría dispuesto a respetar los Acuerdos de Minsk, firmados en septiembre pasado y que prevén un alto el fuego, el intercambio de prisioneros, la retirada de armamento. «Estamos esperanzados», concluye el diplomático español.

«Las vistas bonitas no pueden engañarnos: vivimos una situación muy preocupante en Ucrania»

Muy distinto es el tono, horas más tarde, del ministro de Exteriores ucraniano, Pavlo Klimkin: se queja de las continuas violaciones del alto el fuego y del continuo respaldo de Rusia a los rebeldes de la cuenca del Dóñetsk. Algo que también recalca Steinmeier, tras una típica referencia al ambiente idílico de Belek: «Las vistas bonitas y el cielo azul no pueden engañarnos: vivimos una situación muy preocupante. Aunque el alto el fuego se ha implementado en grandes zonas sigue habiendo dos puntos donde se producen violaciones diarias».

Así no hay manera de levantar las sanciones que la UE ha impuesto a Rusia, insiste. «He hablado con numerosos países y si bien no hay nadie que esté a favor de aumentar las sanciones, sí hay muchísimas voces que insisten en mantenerlas», concluye el ministro.

Pero no se queda ahí: La crisis ucraniana «es motivo para que Occidente se replantee su capacidad de respuesta a guerras», dice Steinmeier. El conflicto demuestra «que Occidente tiene poco que oponer a una guerra híbrida como la que ahora tiene lugar en Ucrania». Y tanto la OTAN como la Unión Europea, insiste «se plantean la necesidad de una nueva estrategia de seguridad en Europa».

«Contra la desinformación, nuestro mejor arma es la información»

Cuál será, sobre eso no se ha hablado en público. Stoltenberg sí ha esbozado la amenaza: una guerra híbrida, con un importante componente de «desinformación y radicalización». «Contra la desinformación, nuestro mejor arma es la información», asegura. Y celebra que Reino Unido creará un fondo fiduciario para estos menesteres. Lo que falta hoy es su exigencia más reiterada, la coletilla de casi todos sus discursos: que los miembros de la OTAN gasten al menos un 2 por ciento de su Producto Interior Bruto en asuntos militares. Una meta de la que la mayoría de los países europeos – salvo Grecia – está lejos. España no supera el 1%.

Pero al menos en este encuentro hay seguridad. Hay cordones de la policía a un kilómetro del inmenso complejo hotelero en el que se reúnen los ministros, perdido entre campos de golf a media hora andando de Belek, un ajedrez de calles que sólo parecen existir para el turismo alemán y ruso. Hay un tránsito incesable de vehículos con luces rojas y azules. Hay cientos de minibuses para transportar a altos cargos, equipos, periodistas de un lado a otro: la carretera está cerrada al tráfico privado. Hay un ejército de guardias que impiden a la prensa subir por aquella escalera, usar ese pasillo, asomarse a la terraza de al lado. Al menos en la tarea de aislar a los altos cargos del resto de la humanidad, la Alianza Atlántica ha demostrado su eficacia.

 

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