Reportaje

En la cuna del yihadismo turco

Lluís Miquel Hurtado
Lluís Miquel Hurtado
· 13 minutos
Fachada de la antigua 'Tetería Islámica' en Adiyaman (Oct. 2015) | © Lluis Miquel Hurtado
Fachada de la antigua ‘Tetería Islámica’ en Adiyaman (Oct. 2015) | © Lluis Miquel Hurtado

Adiyaman | Octubre 2015

En la fértil Mesopotamia brotó el ‘bicho’. Se cultivó en Adiyaman,  una tranquila capital de provincia del sureste de Turquía, a 90 kilómetros de la frontera siria en un antro al que llamaron “Tetería Islámica”. El dueño, Yunus Emre Alagöz, se suicidó, junto a otra ‘bomba humana’, el 10 de octubre en Ankara, matando a 102 personas, su hermano Abdurraman acabó en julio con 33 izquierdistas en Suruç, de igual forma. Un parroquiano habitual, Orhan Gönder, mató a cuatro personas en un mitin en Diyarbakir el pasado 5 de junio, colocando una bomba. «Lo odio, quiero que se muera», maldice hoy desquiciado Ercan Gönder, su primo.

Adiyaman es uno de esos remansos de paz de provincias donde nunca pasa nada, hasta que se rasga la superficie. Tras el peor ataque de la historia turca, la prensa reveló que de la lista policial de 21 personas sospechosas de haberse inmolado frente a la estación de tren de Ankara o de planificar atentados similares, 18 eran hijos de Adiyaman. Formaban parte de la red de Estado Islámico (ISIL o Daesh) en Turquía, y muchos se habían entrenado en Siria.

Orhan entró en la Tetería Islámica con 17 años y salió completamente distinto: ya sólo rezaba

Toda una célula local se había iniciado en la yihad en aquella tetería, donde los cautivó, hasta incitarlos a matar a los suyos, un misterioso predicador llamado Mustafa Dokumaci. Su red se ha dado a conocer a veces como ‘los documacilar’, término que también se puede traducir como «tejedores».

«¿Dokumaci? Aquí no lo conoce nadie, y eso que en Adiyaman nos conocemos todos», asegura Mehmet Tunç, regente de una tetería justo enfrente de la antigua Tetería Islámica. Al otro de la calle el local maldito permanece cerrado y no hay quien lo alquile. En su escaparate ya no asoman carteles con suras del Corán como entonces, cuando, en palabras de Tunç, «cinco o seis maleantes se reunían para leer el Corán”. Ocurría “sobre todo por las noches, pero yo apenas los vi», acota.

Otros vecinos, citados por medios locales, enfatizan que la tetería acogió a decenas de chicos diariamente durante los últimos meses.

El establecimiento hacía de biblioteca y de centro de rezo. Allí entró Orhan Gönder hace tres años, cuando tenía 17, y de allí salió completamente distinto. “Era un chico divertido, el menor de tres hermanos, y caía bien a todo el mundo, conversaba con todos, tenía una vida muy social y intelectual. Pero después de acabar sus estudios secundarios, se registró en un curso privado para prepararser al examen de universidad. Ahí conoció a alguien que le invitó a ‘conversaciones’”, detalla su primo. De ahí Orhan acabó en la tetería. Y cambió por completo.

“Jamás había discriminado a las mujeres. Tras pasar por la tetería exigió a su hermana ponerse velo»

“Jamás había discriminado a las mujeres», recuerda Ercan Gönder. «Tras pasar por la tetería exigió a su hermana cubrirse con un velo, se dejó un palmo de barba y ayunaba y rezaba constantemente. Dejó de usar teléfono, ver la tele, escuchar música. Un aislamiento total. Iba a sus ‘conversaciones’ a cualquier hora, a casa de dos hermanos que eran los organizadores”, recuerda el joven. La familia intentó protegerle: “Le seguíamos siempre, pero con la presión estaba a punto de suicidarse, iba a tirarse del tercer piso”.

Aquella situación límite llevó a Ercan a asaltar la Tetería Islámica.

“Tuvimos una pelea allí. Optamos por proteger a Orhan de aquella influencia, pero vimos que era imposible. En ese lugar les obligan a leer, les avisan de las posibles reacciones de sus familias, les preparan”, se queja Ercan. Y un día, su primo desapareció. «Lo denunciamos a la Policía, pero nos dijeron que como tenía 18 años era libre de hacer lo que quisiera». Le tocó a la propia familia Gönder recorrer 900 kilómetros de frontera, de cuartel en cuartel, para dejar su fotografía y avisar a los gendarmes turcos que lo detuviesen si intentaba cruzar a Siria.

Cuatro meses después, Orhan llamó a su madre por teléfono, pero llorando sin parar. Otros dos meses más tarde, recuerda su primo, llamó de nuevo e invitó a su madre que fuera a vivirse con él: “No combato, sólo trabajo, rezo y leo el Corán”.

Nurettin Kezici, uno de los mil imames trabajando en la provincia patrocinados por el Estado, llegó a pisar la Tetería Islámica pero jamás conoció a Dokumaci. «Dicen que era un empleado municipal», afirma. Conoce el problema de cerca. “Tengo un vecino cuyo hija se fue hace nueve meses a participar en el Estado Islámico (Daesh). Pero he sido uno de los testigos de ‘Tetería Islámica’, ha estado abierto durante meses con la bandera del Daesh. Aquel sitio estaba abierto 24 horas, iban muchos jovenes y luego muchos de ellos se han unido a Estado Islámico”, denuncia.

«No hay ningún sermón oficial que diga que Daesh está haciendo algo malo, contrario al islam”

“En la tetería interpretaban el Corán según su interés», prosigue. «Quien quiera que organizó esto sabía bien dónde estaba. Este es un lugar lleno de crédulos, propicio para engañar a la gente usando de vehículo la religión. La gente aquí, si hablas de islam, cree sin preguntar nada. Los terroristas aprovecharon el descontrol del gobierno sobre la actividad de los grupos religiosos: aquí no hay Estado”, critica.

“Soy un funcionario de Diyanet (equivalente a un Ministerio de Asuntos Religiosos) pero nunca he visto que hayan advertido a nadie. No hay ningún sermón que diga que Daesh está haciendo algo malo y no tiene nada que ver con el islam”, remacha el imam. “Trabajo en esto desde hace 25 años. Antes nosotros preparábamos los sermones, pero desde que gobierna el AKP (el partido islamista en el poder desde 2002), la Diyanet nos envía el texto y nosotros lo leemos”, señala.

Entre los seguidores del Estado Islámico en Turquía hay alevíes convertidos al salafismo

La mayoría de los vecinos de Adiyaman son de etnia kurda. La provincia es centro de peregrinaje de varias cofradías religiosas suníes, pero también acoge una importante población aleví, una corriente monoteísta heterodoxa considerada «infiel» por los suníes más estrictos y en la mira del Daesh. Quizás el 25-30 por ciento de la población es aleví, estima Behçet Yildirim, diputado del HDP, el partido izquierdista prokurdo, tercera fuerza del Parlamento. Pero curiosamente, entre los seguidores de Dokumaci hay varios alevíes, como Orhan Gönder. «Erróneamente, los alevíes no transmitimos nuestra fe a los hijos, que crecen con un vacío espiritual», cree su primo.

Según Ercan, Dokumaci supo ocupar ese vacío interior para unirlos a la yihad. «Los captadores conocen los puntos débiles de sus víctimas, como deseos de dinero, aventuras o religión», señala. Esto equipara el sistema de captación al europeo, ya que logra engatusar a personas ajenas al islam ortodoxo. Otra estrategia aplicada en Adiyaman, para fortalecer lazos con la ‘causa’, es captar a hermanos. Como los Alagöz, ambos ya muertos, o los gemelos Dündar, a los que se sigue buscando.

Fuentes oficiales turcas estiman que hay 900 turcos en el ‘califato’ del Estado Islámico, extendido por Siria e Iraq, además de 300 militantes del Frente Nusra, brazo de Al Qaeda en Siria. Un informe reciente del partido socialdemócrata CHP, el mayor de la oposición, arguye que hay entre 300 y 500 vecinos de Adiyaman en el Daesh, casi la mitad del total estimado. Por eso ni muchos habitantes aquí, ni la oposición, consiguen creerse que esta lacra pilló a las autoridades turcas por sorpresa.

adiyaman

 

¿Por qué Adiyaman? “Primero, por su estructura sociológica”, cree Yildirim. La región es conservadora, aunque en general alejada del salafismo que defiende el Daesh. “Hay algunas familias que apoyan a sus hijos captados pero son muy pocas. Hemos visto solo una que decía “No lloréis por mi hijo, ha sido mártir”, señala el diputado.

La segunda razón es geográfica: Adiyaman dista 90 kilómetros de la frontera siria, 80 de Sanliurfa y 100 de Gaziantep, dos ciudades que son la retaguardia de todo tipo de organizaciones armadas sirias, entre ellas las islamistas. “He llegado a presenciar en mezquitas de Adiyaman entierros de militantes del Frente Nusra», agrega Yildirim.

“Las familias lo denunciaron mil veces, señalaron la Tetería Islámica, una mezquita… y nada»

Lo confirma el imam Nurettin Kezici. “En las mezquitas en las que he trabajado yo veía funerales del Frente Nusra: pusieron una mesa en la mezquita para dar condolencias”, recuerda. Sin una mano estatal o institucional, estas cosas no pueden pasar”, cree. “Los que organizan todo eso, no sé si es el Estado, el Gobierno… pero son gente muy consciente de que al pueblo de Adiyaman se le engaña fácilmente con la religión. Si hay una injusticia contra ellos, no saldrían la calle a defenderse. Pero si dices que alguien ha insultado a la religión, pues miles de personas estarían en las calles; Adiyaman es así”, lamenta el imam.

Las autoridades cerraron los ojos. “Las familias lo denunciaron mil veces, señalaron lugares exactos: un mercado, la Tetería Islámica, un curso de Corán en la mezquita de Maraşlar… Hicimos una investigación, llevamos el tema al Parlamento, fuimos a hablar con el gobernador provincial. Nos desmintió, dijo que no ocurría nada”, se queja el diputado.

Yildirim cree que el Ejecutivo turco permitió el desarrollo de la célula yihadista para perjudicar a los kurdos liberales y a los alevíes, precisamente blanco de los tres ataques de los fieles de Dokumaci. “El Gobierno se hizo amigo de quienes son enemigos de los kurdos: Al Qaeda, Frente Nusra, Daesh, Ahrar Sham (otro grupo armado islamista en Siria), como antes se hizo amigo de Hizbullah”, analiza el diputado, recordando la secta kurda fundamentalista de los años 90 (sin relación con el partido libanés homónimo), infiltrada o respaldada por los servicios secretos turcos en su ‘guerra sucia’ contra la guerrilla kurda marxista, el PKK.

Ercan cree que el misterioso predicador Dokumaci no es ajeno a los servicios secretos turcos

Ercan Gönder va más allá: cree que tampoco Dokumaci es ajeno a los servicios secretos. No se explica de otra manera la pasividad del gobierno cuando, hace unos nueve meses, él y las familias de otros huidos al ‘califato’ se reunieron con el mismo primer ministro, Ahmet Davutoglu. «Nos prometió que ordenaría al MIT – los servicios secretos– buscar a los chicos». El servicio de atención del primer ministro nos respondió al poco tiempo tan escuetamente con un ‘están con el Daesh’ que entendimos que no iban a ayudar».

Además, la red de captación es increíblemente perfecta: “Están muy bien organizados. Siempre están juntos. No son gente normal. Eso no lo podría hacer un imam o un muftí cualquiera: son gente muy formada. Creemos que tenían una relación con el MIT”, aventura Gönder.

Las revelaciones publicadas por la prensa -y censuradas por orden judicial- después de la masacre de Ankara indignaron a las víctimas, para quienes los cuatro arrestos postreros vinculados al ataque saben a poco. El diario Hürriyet informó de que los identificados de Adiyaman llevaban desde septiembre de 2013 bajo escucha policial por su aparente actividad yihadista. Sin embargo, posteriormente, la investigación del MIT se suspendió sin trascender los motivos.

Al Gobierno no le gusta revolver el tema, creen en Adiyaman. “El Estado presiona a las familias: les dice que si hablan será peor. Pero algunos rompieron el tabú”, señala Yildirim. Lo confirma Ercan Gönder: “A mi me dijo la policia que no tengo que hablar. Pero yo no tengo miedo, pase lo que pase, no me importa. Y les decimos también a los demás que hablen para que estas cosas salgan a la luz”.

El primer ministro turco se defendió de las acusaciones de falta de contundencia con el Daesh alegando que no se puede detener a un delincuente antes de cometer un crimen. Un argumento extraño en Turquía, donde las detenciones y la prisión preventiva están a la orden del día para cualquier activista de la izquierda.

“La mayoría de los imames turcos no apoyan al Daesh. Pero sí apoyan el islam político»

También el imam Nurettin Kezici tiene sus dudas. “En los años noventa, Hizbullah era muy potente aquí con el apoyo del Estado. Ahora están Daesh y El Nusra, y hay muchas otras que funcionan bajo el nombre de cofradias; igual no usan armas pero son organizaciones de la misma índole. Ahora se habla del Estado Islámico, pero mucha gente de Adiyaman se fue al Frente Nusra también”.

“La mayoría de los imames no apoyan al Daesh”, acota Kezici. “Pero sí apoyan el islam político, y al Gobierno actual del AKP. Muchos tienen relaciones con alguna cofradía”. No ocurre sólo en Adiyaman, sino en muchas provincias del sureste. “En Batman (más al este), Hizbullah es más potente”. El imam utiliza el nombre del antiguo movimiento clandestino armado para referirse al movimiento islamista refundado en 2013 bajo el nombre de Hüda-Par, partido que obtuvo 90.000 votos en las elecciones locales de 2014.

Los partidarios del Hüda-Par han protagonizado enfrentamientos en las universidades con los simpatizantes de la izquierda kurda. Sus dirigentes se han distanciado oficialmente del yihadismo y el salafismo en general, pero Kezici no se fía. “Muchos de ellos se han ido a unirse al Daesh. Los engañan también”, cree.

Ercan sigue enfurecido. A diferencia de los suicidas de Ankara, Orhan Gönder no se inmoló cuando atentó el 5 de julio contra un mitin del partido izquierdista prokurdo HDP en Diyarbakir, dos dos días antes de las elecciones generales del 7 de junio. O eso cree la Fiscalía. Lo arrestaron un día después. La policía localizó a su familia. “Nos dijeron que era él quien puso la bomba en el mitin. Estábamos en shock. Luego, nos vimos con él en la cárcel. Dice que no lo hizo él. Mil veces lo dijo”.

Pero Ercan se muestra poco convencido de la inocencia de su primo. Sí de que esto no es toda la verdad. “Luego nos enteramos de que hay más personas metidos en esto: Orhan no estaba solo. Pero no lo explican. Lo muestran como si fuera solo él”. Lo que está claro para Ercan es que podría haber sido. “Dijo que estaba buscando el islam verdadero. En realidad lo usaron para crear un monstruo».

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