Opinión

La historia de Kissinger

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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Estoy escribiendo esto (¡qué Dios me perdone!) en Yom Kippur.

Hace exactamente 43 años, en este preciso momento, empezaron a sonar las sirenas.

Estábamos sentados en el salón, mirando hacia una de las calles principales de Tel Aviv. La calle estaba en total silencio. No había coches. Ningún tipo de tráfico. Algunos chavales estaban montando en bicicleta, lo cual está permitido en Yom Kippur, el día más santo del judaísmo. Exactamente como ahora.

Mi esposa Rachel, nuestro invitado, el profesor Hans Kreitler, y yo estábamos teniendo una profunda conversación. El profesor, un reputado psicólogo, vivía cerca, por lo que podía venir andando.

Las calles, vacías unos minutos antes, empezaron a llenarse de coches, militares y civiles

Y entonces, una sirena rompió el silencio. Por un momento, pensamos que se trataba de un error, pero entonces, le siguieron una y otra. Nos acercamos a la ventana y vimos un alboroto. Las calles, que habían estado totalmente vacías unos minutos antes, empezaron a llenarse de coches, militares y civiles.

Y entonces, la radio, que había estado en silencio por Yom Kippur, se encendió.

Hace pocos días, me preguntaron si estaba preparado para hablar en la tele sobre el papel de Henry Kissinger en esta guerra. Yo acepté, pero en el último momento, el programa fue cancelado porque el canal tuvo que dedicar su tiempo a mostrar cómo los judíos pedían perdón a Dios en el Muro Occidental (alias el Muro de las Lamentaciones). En estos tiempos de Netanyahu, la prioridad, por supuesto, es Dios.

Así que, en lugar de hablar en televisión, tengo que escribir aquí mis ideas sobre esta cuestión.

Siempre me ha intrigado Henry Kissinger. Una vez, mi amiga Yael, la hija de Moshe Dayan, me llevó (sin que estuviese el gran hombre, por supuesto, ya que él era mi enemigo) donde tenía su gran colección de libros sin leer y me pidió que eligiera un libro de regalo. Escogí un libro de Kissinger y quedé muy impresionado con él.

Como Shimon Peres y yo, Kissinger nació en 1923. Era unos pocos meses mayor que nosotros dos. Su familia dejó la Alemania nazi cinco años más tarde que yo, y se fueron a EEUU, vía Reino Unido. Ambos tuvimos que empezar a trabajar muy jóvenes, pero él continuó con sus estudios y se hizo profesor, mientras que yo, pobrecito de mí, nunca terminé mi educación primaria.

Desgraciadamente, el Kissinger en el poder ignoraba la sabiduría del profesor Kissinger

Yo estaba sorprendido con el buen criterio de sus libros. Enfocaba la historia sin sentimientos y profundizaba sobre todo en el Congreso de Viena, después de la caída de Napoleón, en el cual un grupo de sabios estadistas sentaron las bases de una Europa estable y absolutista. Kissinger hacía hincapié en la importancia de la decisión de invitar al representante de la derrotada Francia (Talleyrand). Se dieron cuenta de que Francia debía ser parte del nuevo sistema. Para asegurar la paz, pensaron, nadie debía quedar fuera del nuevo sistema.

Desgraciadamente, el Kissinger en el poder ignoraba la sabiduría del profesor Kissinger. Y dejó a los palestinos fuera.

El tema sobre el que yo iba a hablar en televisión era la cuestión que tanto ha intrigado y atormentado a los historiadores israelíes desde aquel fatídico Yom Kippur: ¿Sabía Kissinger del inminente ataque egipcio-sirio? ¿No avisó a Israel, de forma deliberada, siguiendo sus propios planes malvados?

Después de la guerra, Israel estaba dividida por una cuestión: ¿Por qué nuestro Gobierno, liderado por la primera ministra Golda Meir y el ministro de Defensa, Moshe Dayan, ignoraron todos los indicios del ataque que se nos venía encima? ¿Por qué no avisaron a tiempo al Ejército en reserva? ¿Por qué no enviaron tanques a nuestras posiciones a lo largo del Canal de Suez?

Cuando atacaron los egipcios, el frente estaba débilmente defendido por tropas de segunda clase. La mayoría de los soldados fueron enviados a casa por las grandes vacaciones religiosas. El frente fue fácilmente derrotado.

La inteligencia israelí sabía, por supuesto, del movimiento masivo de las unidades egipcias hacia el canal, pero lo consideraron una maniobra vacía para asustar a Israel.

Para entender esto, uno debe recordar que después de la increíble victoria del Ejército israelí tan solo seis años antes, cuando aplastó las tropas de sus vecinos en seis días, nuestros militares tenían un menosprecio abismal hacia las Fuerzas Armadas egipcias. La idea de que ellas podían atreverse a llevar a cabo semejante operación trascendental parecía ridícula.

Sadat era considerado el menos inteligente, y por lo tanto, designado como adjunto de Nasser

Además de esto, el desprecio general por Anwar al Sadat, el hombre que había heredado el poder del legendario Gamal Abdel al Nasser unos años antes. Parte del grupo de “Oficiales libres” que, liderado por Nasser, había llevado a cabo la revolución de 1952 sin derramamiento de sangre en Egipto, Sadat era considerado el menos inteligente, y por lo tanto, designado a dedo como adjunto de Nasser.

En Egipto, un país de innumerables chistes, había una broma sobre esto también. Sadat tenía una visible mancha marrón en la frente. Según el chiste, cada vez que salía un tema en una reunión del Consejo de Oficiales Libres, y cada uno expresaba su punto de vista, Sadat se levantaba el último y empezaba a hablar. Naser le ponía el dedo en la frente y le decía: “Siéntate, Anwar, siéntate”.

En el periodo de los seis años de entreguerras, Sadat le transmitió muchas veces a Golda que él estaba preparado para las negociaciones de paz, basándose en la retirada israelí de la península ocupada del Sinaí. Golda lo rechazó con desprecio. (De hecho, el propio Nasser decidió sobre este paso justo antes de morir. Yo jugué un pequeño papel en la transmisión de esta información a nuestro Gobierno).

Volviendo a 1973: casi en el último momento, Israel fue alertada por un espía prestigioso, nada más y nada menos que el yerno de Naser. El mensaje daba la fecha exacta del inminente ataque, pero la hora errónea: en lugar del mediodía, estaba previsto para el atardecer. Una diferencia de algunas horas fatídicas. En Israel, se debatió después sobre si el hombre era un agente doble y había dado la hora falsa a propósito. Era ya muy tarde para preguntarle, había muerto en circunstancias misteriosas.

Cuando Golda informó a Kissinger sobre el inminente movimiento egipcio, él le aconsejó no llevar a cabo un ataque preventivo, lo que dejaría mal a Israel. Golda, confiando en Kissinger, obedeció en contra de las opiniones del jefe del Estado Mayor, David Elazar, apodado Dado.

Kissinger también tardó dos horas en informar a su propio jefe, el presidente Nixon.

Entonces, ¿cuál era el juego de Kissinger?

Dayan, que demostró ser el papanatas que era realmente, lamentó la “destrucción del Tercer Templo”

Para él, el principal objetivo de EEUU era expulsar a los soviéticos del mundo árabe, dejando a los estadounidenses la competencia exclusiva en la región.

En su mundo de “realpolitik”, este era el único objetivo que importaba. Todos los demás, incluidos nosotros, pobres israelíes, éramos tan solo peones en un gigante tablero de ajedrez.

Una guerra considerable pero controlada era para él la forma más práctica para hacer que todo el mundo en la región dependiera de Estados Unidos.

Cuando los ataques egipcio y sirio triunfaron inicialmente, Israel entró en pánico. Dayan, que en esta crisis demostró ser el papanatas que era realmente, lamentó la “destrucción del Tercer Templo” (añadiendo nuestro Estado a los dos templos judíos de la antigüedad que fueron destruidos por los asirios y los romanos, respectivamente). El comando del Ejército, bajo órdenes de Dado, mantuvo la calma y planeó sus contraataques con admirable precisión.

Pero se estaban quedando sin munición muy rápidamente y Golda recurrió con desesperación a Kissinger. Se puso en marcha un “puente aéreo” para los suministros, dando a Israel lo suficiente como para defenderse. Ni más ni menos.

La Unión Soviética no podía hacer nada para intervenir. Kissinger era el rey de la situación.

Con una notable resistencia (y las armas entregadas por Kissinger), el Ejército israelí dio la vuelta a la tortilla, haciendo retroceder a los sirios más allá de su punto de partida y acercándose a Damasco. En el frente del sur, las unidades israelíes cruzaron el canal de Suez y podrían haber iniciado una ofensiva hacia Cairo.

El avance israelí se detuvo por órdenes de Kissinger a 101 kilómetros del Cairo

Era una imagen bastante confusa: una brigada del Ejército egipcio estaba todavía al este del Canal, prácticamente cercado pero aún capaz de defenderse, mientras el Ejército israelí estaba a sus espaldas, al oeste del canal, también en una posición peligrosa, susceptible de ser apartado de su tierra natal. En total, una clásica “pelea con frentes invertidos”.

Si la guerra hubiese seguido su curso, el Ejército israelí habría alcanzado las puertas de Damasco y Cairo, y los Ejércitos egipcio e sirio habrían suplicado un alto el fuego con las condiciones israelíes.

Ahí fue cuando Kissinger entró en escena.

El avance israelí se detuvo por órdenes de Kissinger a 101 kilómetros del Cairo. Levantaron una tienda de campaña, mientras comenzaban las negociaciones para un alto el fuego permanente.

Egipto estaba representado por el oficial de alto rango Abd al Rani Gamassi, que pronto se ganó la simpatía de los periodistas israelíes. El representante israelí era Aharon Yariv, antiguo jefe de la inteligencia militar, un miembro del Gobierno y un general de la reserva.

A Yariv le reclamaron pronto para que volviese a su asiento en el gabinete. Fue restituido por un general del Ejército muy popular, Israel Tal, apodado Talik, quien resultó ser un amigo mío.

Talik estaba consagrado a la paz y fueron muchas las veces en las que le insté a dejar el Ejército y convertirse en líder del frente de paz israelí. Se negó porque su primordial pasión era crear la Merkava, un tanque original israelí que le daría a su tripulación la seguridad máxima.

Kissinger alcanzó su objetivo: los soviéticos perdieron el mundo árabe y lo ganó EEUU

Inmediatamente después de la guerra, yo quedaba regularmente con Talik para comer en un conocido restaurante. Los transeúntes pueden haberse preguntado sobre estos dos –el famoso general del tanque y el periodista universalmente odiado por todo el sistema- hablando juntos.

Talik me dijo, en secreto, por supuesto, sobre lo que pasó: un día, Gamassy se lo llevó aparte y le dijo que había recibido nuevas instrucciones: en lugar de hablar sobre el alto el fuego, podía negociar la paz egipcio-israelí.

Inmensamente feliz, Talik voló a Tel Aviv y reveló las noticias a Golda Meir. Pero a Golda no le importó. Le dijo a Talik que se dejara de cualquier negociación de paz. Cuando vio su consternación, ella le explicó que había prometido a Kissinger que cualquier conversación sobre la paz debía mantenerse bajo auspicios de EEUU.

Y así fue: se firmó un acuerdo para el alto el fuego y se convocó una conferencia de paz en Ginebra, oficialmente bajo auspicios conjuntos de EEUU y la Unión Soviética.

Yo fui a Ginebra para ver qué iba a pasar. Kissinger estaba allí para dictar los términos, pero Andrei Gromyko, su contraparte soviética, era un tipo duro. Después de unos cuantos discursos, la conferencia fue aplazada sin resultados. (Para mí era un evento importante, porque allí conocí a un periodista británico, Edward Mortimer, que me organizó una reunión con el representante en Londres de la OLP, Said Hamami. Así fue cómo surgió la primera reunión israelí-OLP. Pero esto es otra historia).

La guerra del Yom Kippur se cobró cientos de vidas, israelíes, egipcias y sirias. Kissinger alcanzó su objetivo. Los soviéticos perdieron el mundo árabe y lo ganó EEUU.

Hasta que llegó Vladimir Putin.

· © Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 14 Oct 2016 | Traducción del inglés: Imane Rachidi

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