Opinión

1948: Así sucedió

Uri Avnery
Uri Avnery
· 9 minutos

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Después de mi último artículo, en el que mencioné que los árabes empezaron la guerra en 1948 tras la resolución del Plan de Partición de la ONU, recibí varios mensajes furiosos.

Los autores, quienes (supongo) nacieron después de los acontecimientos, acusan a los sionistas de empezar la guerra para así expulsar a la población árabe.

Dado que participé en los acontecimientos – yo tenía 24 años en aquel entonces – siento que es mi deber describir lo que realmente pasó lo más fielmente posible. (He escrito dos libros sobre ello, uno durante la guerra y otro inmediatamente después).

Para describir el ambiente del país justo antes de la guerra, permítanme que les cuente uno de los grandes momentos de mi vida.

A finales del verano, se celebró un festival anual de danzas populares en un anfiteatro natural en el monte Carmelo. Se reunieron alrededor de cuarenta mil jóvenes, hombres y mujeres; un número bastante alto teniendo en cuenta que nuestra población total era sólo de 635.000 aproximadamente.

¿Por qué la población árabe debía pagar el precio del Holocausto cometido por los europeos?

Por aquel entonces, una comisión de las Naciones Unidas (UNSCOP) estaba recorriendo el país para encontrar una solución al conflicto árabe-judío.

Estábamos viendo los grupos de baile – entre ellos uno de un pueblo árabe vecino, que bailaba la debka con tanto entusiasmo que eran incapaces de parar – cuando anunciaron por los altavoces que miembros de la comisión de la ONU venían a visitarnos.

Espontáneamente, todos los miles de hombres y mujeres jóvenes se levantaron y comenzaron de repente a cantar el himno nacional con tanto vigor que el eco resonó en las montañas de alrededor.

Fue la última vez que mi generación se reunió. En menos de un año, miles de los presentes estaban muertos.

Siguiendo la recomendación de esa comisión, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 29 de noviembre de 1947 la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío, con Jerusalén como una unidad separada bajo control internacional.

Aunque el territorio asignado al estado judío era pequeño, la población judía se dio cuenta de la inmensa importancia de la independencia. Fue justo tres años después del final del Holocausto.

Todo el mundo árabe se opuso a la resolución. Tal como ellos lo veían, ¿por qué la población árabe de Palestina debía pagar el precio del Holocausto cometido por los europeos?

El día después de la resolución, dispararon a un autobús judío. Ese fue el comienzo de la Fase 1 de la guerra.

Los británicos, nominalmente a cargo, trataron de involucrarse lo menos posible

Para entender los acontecimientos, hay que considerar la situación. Las dos poblaciones del país estaban estrechamente entrelazadas entre sí. En Jerusalén, Haifa y Yafa-Tel Aviv, distritos árabes y judíos estaban situados uno al lado del otro.

Cada pueblo judío estaba rodeado por pueblos árabes. Para subsistir necesitaban usar las carreteras, dominadas por las aldeas árabes. En ese momento, los tiroteos se desataron por todo el país. Los británicos estaban todavía nominalmente a cargo, pero trataron de involucrarse lo menos posible.

La organización clandestina paramilitar judía, llamada Haganah (“Defensa”), era la responsable de mantener las carreteras abiertas. El tráfico judío se desplazaba en convoyes, defendidos por miembros de la Haganah, hombres y mujeres. Las mujeres eran necesarias porque podían esconder las armas ilegales bajo sus ropas.

El bando árabe no tenía un mando centralizado. Los aldeanos empezaron los ataques; muchos de ellos tenían viejos fusiles en casa. Dado que algunos de estos fellahin eran bastante primitivos, se llevaron a cabo atrocidades. Nuestro bando lanzó represalias de la misma guisa. Como consecuencia, esto se convirtió en una lucha muy amarga.

La estrategia del bando judío era destruir a los pueblos árabes a lo largo de las carreteras

Un grupo de combatientes de la Haganah, formado por universitarios, quienes salieron a defender un bloque de asentamiento judío, fue emboscado y mataron hasta el último hombre. Vimos fotos de sus cabezas cortadas llevadas triunfalmente por las calles de la Jerusalén árabe.

La estrategia inevitable del bando judío era destruir a los pueblos árabes a lo largo de las carreteras. A los pueblos judíos los conminaron a resistir a cualquier precio, aunque algunos – muy pocos – de los más expuestos fueron evacuados.

En febrero de 1948, los británicos evacuaron el área de Tel Aviv, y éste se convirtió en el núcleo del Estado judío. Al mismo tiempo, también abandonaron algunas pequeñas zonas árabes.
A finales de marzo, ambas partes ya habían sufrido grandes bajas. La Fase 2 comenzó.

El 1 de abril llevaron a mi compañía al improvisado puerto de Tel Aviv para recibir un gran cargamento de armas del bloque soviético. Un año antes, en un movimiento sorpresa, el bloque soviético en la ONU había empezado a apoyar al lado sionista. Stalin, tan antisionista como el que más, probablemente había decidido que un Estado judío en Palestina era mejor que una base militar británico-estadounidense.

Nos pasamos un día quitando la grasa de los rifles, los cuales habían sido producidos por los checos para el ejército de Hitler pero que no llegaron a tiempo para la Segunda Guerra Mundial. Eso fue el comienzo de la Fase 2 de la guerra.

Los pueblos árabes que se encontraban en la carretera aislaron a los barrios judíos de Jerusalén. Nuestra primera gran operación de la guerra fue despejar la carretera.

Un trecho de carretera, de varios kilómetros de largo, pasaba por un desfiladero estrecho, con escarpadas colinas a ambos lados. Bab-al-Wad (palabra árabe para “La Puerta del Valle”) era el terror de todo soldado. Si nos hubiesen disparado desde arriba, hubiéramos tenido que salir, escalar las colinas bajo fuego enemigo y luchar arriba. No es una perspectiva muy agradable.
Se había reunido un enorme convoy de 135 camiones, y era nuestra tarea llevarlos a Jerusalén. A mi escuadra le asignaron un camión cargado de queso e intentamos escondernos entre las cajas.

Nuestro convoy fue el último que consiguió llegar a Jerusalén; el siguiente fue atacado

Afortunadamente, lo logramos sin ser atacados. Entramos a Jerusalén en el shabbat. Grandes grupos de judíos religiosos salieron de las sinagogas y nos recibieron con inmensa alegría. Se parecía a la entrada de De Gaulle en París. (Por cierto, un fotógrafo me hizo una foto allí).

Volvimos ilesos. Nuestro convoy fue el último que lo consiguió: el siguiente fue atacado y se dio la vuelta. Fracasaron varias costosas batallas cuyo fin era abrir la carretera, la cual estaba entonces bloqueada por una fuerza voluntaria árabe irregular de Siria. Perdimos un centenar de hombres.

La carretera permaneció cerrada durante décadas. Nuestro ejército encontró una ruta alternativa que llamábamos la carretera de Birmania, en alusión a una ruta británica desde la India a China durante la Segunda Guerra Mundial.

Para entonces era evidente que los ejércitos regulares de los países árabes vecinos estaban a punto de entrar en guerra. Esto cambió el carácter de la lucha por completo.

Como preparación para la batalla, el ejército israelí “limpió” extensos territorios de habitantes árabes para así no dejar concentraciones árabes detrás de nuestras líneas. Aún se podía justificar como una necesidad estratégica.

El 14 de mayo se fueron los últimos británicos que quedaban, y al siguiente día los ejércitos regulares de cinco Estados árabes – Egipto, Jordania, Siria, Iraq y Líbano, con ayuda de Arabia Saudí – entraron en la guerra. Eran tropas regulares, entrenadas y equipadas por sus anteriores gobernantes británicos y franceses, y poseían artillería y fuerza aérea, que a nosotros aún nos faltaba.

Presencié batallas en las que casi todos nuestros combatientes murieron o fueron heridos

En teoría, el bando árabe contaba con una gran superioridad en armamentos, experiencia y (no estoy seguro) números. Pero nosotros teníamos tres ventajas. Primero, sabíamos que estábamos luchando por nuestras vidas, literalmente, con la espalda contra la pared. Teníamos un comando unificado, mientras que los ejércitos árabes competían entre ellos. Y tercero: los árabes nos despreciaban profundamente. ¿Desde cuándo los judíos luchan? También, en términos tácticos, contábamos con las “líneas interiores”, pudiendo mover rápidamente fuerzas de un frente a otro.

En las siguientes semanas – Fase 3 – asistimos a la lucha más salvaje de toda la guerra, batallas que recordaban a la Primera Guerra Mundial. Presencié batallas en las que casi todos nuestros combatientes murieron o fueron heridos, y una última ametralladora solitaria siguió disparando. Había horas en las que todo parecía perdido.

Pero después, poco a poco, la fortuna de la guerra cambió. Al final de esta ronda estábamos vivos y luchando, haciéndoles frente.

La Fase 4 aún presenció algunas batallas campales, incluso un ataque con bayonetas. Pero nuestro bando olfateó la victoria. Fue entonces cuando la deportación masiva de la población de las ciudades y pueblos árabes se convirtió sin duda alguna en una política consciente gubernamental. En aquel momento, yo estaba gravemente herido y abandoné el frente.

Cuando todo el mundo estaba agotado en ambos lados, la guerra terminó con armisticios

Cuando todo el mundo estaba agotado en ambos lados, la guerra terminó con una serie de armisticios, los cuales definieron las fronteras reconocidas de Israel.

Dentro de estas fronteras quedaron muy pocos árabes. Pero un hecho casi olvidado es que no quedó ni un solo judío en las áreas conquistadas por el lado árabe. Afortunadamente para nosotros, estas áreas eran pocas y pequeñas comparadas con las grandes áreas que nosotros conquistamos. El término “limpieza étnica” todavía no se había inventado.

Éstos son los hechos. Cada uno que construya sobre ellos cualquier interpretación o ideología que le parezca.

Pero, por favor, no vengáis con “hechos alternativos” al estilo de Trump.

 

© Uri Avnery  | Publicado en Gush Shalom | 11 Feb 2017 | Traducción del inglés: Miriam Reinoso Sánchez

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