Crítica

El metaselfie

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 7 minutos
20 Septiembre 
Dirección: Kawthar Younisyounis-20septiembre

Género: Largometraje
Intérpretes: Kawthar Younis, Mokhtar Younis
Produccción: Kawthar Younis
Guión: Kawthar Younis
Duración: 89 minutos
Estreno: 2015
País: Egipto
Idioma: árabe egipcio (subt. inglés)
Título original:  A present from the past   ٢٠ سبتمبر


Una joven – muy joven – estudiante de cine
debe realizar un proyecto de carrera (no sé si fin de carrera: con 19 años, a Kawthar Younis aún le deben de quedar cosas por delante) y se le ocurre hacer algo que se le ocurre hoy día a casi todos los jóvenes escritores y desde siempre, a las viejas glorias faltas de ideas: hacer un filme sobre una estudiante de cine que debe realizar un proyecto de carrera…

Hay que reconocer que el proyecto que se le ocurre a la protagonista del filme, la propia Kawthar Younis, a la vez directora, es relativamente original, o al menos promete: un profesor egipcio de 75 años viaje a Roma para encontrar un amor de su juventud, una tal Patrizia, que no ha vuelto a ver en 33 años, y de cuya vida no sabe nada.

Para más comodidad, este profesor es su padre, Mokhtar Younis. Y dado que el padre no tiene la menor intención de hacer aquel viaje, Kawthar, que necesita la historia para su filme, lo tiene que convencer a través de una hábil serie de incentivos (dos billetes regalados, con fecha de su cumpleaños), peleas, enfados (no sé como directora, pero como actriz, la chica tiene futuro) y zalamerías. Funcionará: es capaz de meter a su padre en un avión y crear la historia de la vida real que quiere convertir en filme. O viceversa.

En este viceversa reside parte del interés de la película: documenta la vida real, pero con el objetivo de crear un filme está creando vida real, hace que se encuentren o desencuentren personas, crea – o destruye – vida. Es cierto que el gran Manu Trillo ya dio este paso en Quivir, al crear una realidad inspirada en el guión, pero de una forma paulatina, necesaria. Younis es más resuelta: crea de cero.

En esto, al menos, hay que dar un aprobado alto, un sobresaliente, a la estudiante Kawthar Younis: ha captado perfectamente el espíritu del tiempo y ha conseguido montarse un viaje a Roma, con visados conseguidos gracias a este mismo proyecto cinematográfico, con una película que no es más que un selfie prolongado. Eso se llama saber manejar Producción. Y márketing: el filme ha recibido críticas, en general positivas, en los mayores diarios de Egipto, y está en la lista de películas disponibles en los vuelos de Turkish Airlines. Un respeto.

Mokhtar se sabe portavoz de todo un fenómeno de seductores árabes que encandilan a europeas incautas

El padre está a la altura de su personaje, dentro de lo que se puede esperar de un señor que no está hablando para la cámara. Ofrecerá algunas reflexiones interesantes sobre el papel del seductor egipcio que se convierte en el amor inmortal de una estudiante italiana, su «príncipe árabe» (así dice haberse sentido con ella, así dice que ella lo vio), se vuelve a Egipto bajo promesas de amor eterno y luego deja de responderle las cartas para casarse con una egipcia como Dios manda y tener una familia tradicional como debe ser. Y ahora, 33 años después, volver para llevarle el anillo que le regaló, un anillo de aquel matrimonio que él rehuyó, está pidiendo perdón. No solo por su – ¿pequeña? – cobardía de faltar a la palabra y no avisar siquiera, sino en nombre de todos los egipcios. Se sabe portavoz de todo un fenómeno de seductores árabes que encandilan a europeas incautas.

El anillo, podemos pensar, es el McGuffin, y como tal lo construye la cineasta: está, no está, a ver si lo he perdido… También lo es la propia búsqueda de Patrizia, que 33 años después por supuesto ya no vive en la misma casa. El espectador quizás se sonría un poco: habría sido relativamente fácil hacer un trabajo de investigación previo en las redes sociales. Y de hecho, la joven Kawthar, hija de su tiempo, tarda solo unas horas en hacer ese trabajo después y retomar la búsqueda.

Llegados a este punto, uno se pregunta si Younis ha falseado un poco: ¿realmente ha renunciado a preparar el viaje en condiciones para jugarse la búsqueda con más ganas a cara y cruz? ¿Quienes son esas personas que aparecen ahora de refilón y que parecen jugar cierto papel de ayuda, si hasta ahora, padre e hija parecían andar solos y algo perdidos por el mundo? ¿Podemos seguir creyendo en la ficción de que todo se graba con cámara oculta?

Porque esa es la pretensión del filme, o al menos así se ha vendido: que nadie sabe que está siendo filmado, salvo la propia directora. Maticemos: ella misma explica a su padre, pasados los primeros diez o quince minutos, que está filmándolo, y que será un proyecto cinematográfico. Hay momentos en los que el concepto de la cámara oculta parece más bien un pretexto para no tener que preocuparse de planos, conjunto, armonía: aquí todo vale. El selfie puede ser borroso, a nadie le importa, siempre es un selfie. Eso de encuadrar, de crear una imagen, es del siglo pasado. Hoy nos basta con pensar que vemos la realidad.

Si esta versión moderna de Antígona fuese la esencia del filme, habría que considerarlo fallido

¿Es la realidad? Arriba dije que el protagonista, Mokhtar Younis, viaja para reencontrar a un amor de juventud. ¿Juventud? 75 – 33 = 42. Es decir que cuando el profesor encandiló a aquella italiana, no era un joven enamoradizo sino un hombre de bastante (si bien cuestionable) madurez. Y tardío soltero, muy tardío para un país donde los hombres se casan como promedio a los 27 años. Algo no me encaja en esta historia.

Quizás no importe, dirán algunos: la historia que cuenta la cineasta es en grandes tramos la de una relación entra una hija y su padre. Dos personajes que se quieren tanto que piden la habitación del hotel con una sola cama, pero que son capaces en el próximo momento de gritarse, insultarse y amenazarse con hacer el resto del viaje solos. Me han dicho que los egipcios son así, teatrales. Pero si esta versión moderna de Antígona fuese la esencia del filme, habría que considerarlo fallido: la relación entre padre e hija al final de la película no es distinta de la que vemos al principio. No hay un desarrollo de personajes. Se quieren igual.

Ninguna guionista podría haber imaginado un final así. ¿O sí?

De manera que no tenemos más remedio que fijarnos en el desenlace de la búsqueda. El que
Kawthar Younis ha creado en la pantalla, y quién sabe si fuera de ella.

– Exteriores, día. Un parque con un punto desolado, al lado de las vías del tren. Aparcamientos. Alguna moto. Duración de la escena (tiempo real): cuatro minutos.

No me lo creo. Es tan terriblemente falso, tan impostado, rebosa de una actuación tan artificial que probablemente será la parte más real de toda la historia. Porque ninguna guionista podría haber imaginado un final así. ¿O sí?

Me quedan dos opciones: o bien a Kawthar Younis se le ha ido de la mano la realidad, y Patrizia se ha tomado una tardía venganza, o tenemos aquí un gran talento para crear cine de terror emocional. Convertir la realidad en una mala película es de genios. O de niños.

 

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