Reportaje

Hizbulá bajo los focos

Ethel Bonet
Ethel Bonet
· 9 minutos
Cartel de Hizbulá cerca de Baalbek (Líbano). Abr 2005 | © Ilya U. Topper / M'Sur
Cartel de Hizbulá cerca de Baalbek (Líbano). Abr 2005 | © Ilya U. Topper / M’Sur

 

Beirut | Noviembre 2017 

Suburbios de Beirut. En los despachos de las oficinas de Hizbulá, en el barrio Dahiyeh, se respira un ambiente de paranoia. “Ahora mismo estamos bajo una gran presión internacional. No puedo decir nada más ”, responde escuetamente a la periodista una de las encargadas del centro de prensa del ‘movimiento de resistencia’ libanés.

La mujer no solo se refiere a la repentina dimisión del primer ministro de Líbano, el suní Saad Hariri, que hizo publica su renuncia en la capital de Arabia Saudí asegurando que hay un complot de Hizbulá e Irán para atentar contra su vida. Aludiendo a lo que nadie pone en duda: que Hizbulá, el partido chií surgido de la milicia creada en 1985, en plena guerra civil, y que sigue siendo a la vez grupo armado y bancada en el Parlamento, es ante todo un peón de Teherán.

Trump ha lanzando el guante a Hizbulá al hacer aprobar sanciones contra el partido

Líbano vuelve a estar en el ojo del huracán tras la caída del Gobierno, que ha durado exactamente un año y que se constituyó gracias a un pacto entre los dos hacedores de reyes -Irán y Arabia Saudí- para mantener unido el Líbano. Un acuerdo que contó con Hizbulá – con 13 escaños el tercer partido del hemiciclo – en el bando ganador y posibilitó la llegada a la presidencia de su aliado, el general cristiano Michel Aoun. Ahora, la retirada de Riad del pacto se suma a otras provocaciones recientes contra Hizbulá.

La Administración de Donald Trump también ha lanzando el guante al todopoderoso Partido de Dios, que forma parte de la lista de grupos terroristas de EEUU desde 1997. La Cámara Baja del Congreso aprobó recientemente un paquete de sanciones contra Hizbulá -de una dureza sin precedentes- que busca obstaculizar las vías de financiación de la milicia libanesa.

Además, el Departamento de Estado ha ofrecido una recompensa de 7 millones de dólares por la captura de Talal Hamiya, responsable de seguridad exterior del movimiento, y 5 millones por información sobre el paradero de Fuad Shukr, un asesor de Hasan Nasralá, el secretario general de la guerrilla. La hoja de búsqueda lo acusa de ser el cerebro del atentado en Beirut contra el cuartel de los Infantes de Marina de EEUU en 1983, que mató a más de 240 marines y que se atribuye al entorno de militantes del que dos años más tarde surgiría Hizbulá.

La mitad de Líbano teme que la milicia se meta en una con Arabia Saudí, Israel y EEUU

Desde su fundación en 1985, Hizbulá afirma ser un grupo únicamente dedicado a la defensa de Líbano contra cualquier invasor, especialmente Israel, y ha rechazado todo vínculo con atentados en otros países, que se le atribuyen a menudo. Pero todo cambió cuando la primavera siria se tornó en guerra civil. Ahora, la milicia está plenamente involucrada en el país vecino: sus temidos guerrilleros son las tropas de choque del bando de Bashar Asad.

Con Siria en el centro de un tenso juego geopolítico, Hizbulá, considerado como el grupo armado “más poderoso del mundo», es como una olla a presión que podría estallar en cualquier momento. Y las consecuencias pueden ser desastrosas. La mitad de la población de Líbano ve con desasosiego la situación, temiendo que la milicia, envalentonada por sus victorias en Siria, se meta en otra guerra a tres bandas: Arabia Saudí, Israel y Estados Unidos. La otra mitad está preparada para tomar las armas y defender a Nasralá y sus acólitos.

“Hizbulá está en todas partes”

El hermetismo del grupo se siente en cada esquina de Dahiyeh. Visitar los suburbios de Beirut sin una “invitación oficial” es casi imposible. Hizbulá tiene ojos en cada esquina y nadie se atreve a hablar con un forastero si no tiene el permiso del Partido de Dios. Los carteles con la fotografía del “sayyed” (señor) Nasralá, o de su número dos, Naim Qasem, adornan las fachadas de los comercios y cafeterías en los arrabales de la ciudad.

Hizbulá ostenta el “poder callejero”. Y en una sociedad tan dividida como la libanesa, éste es incluso mayor que el político. El Partido de Dios ha sabido ganarse el corazón y la mente de los más desfavorecidos proporcionando educación y asistencia médica y social en las zonas marginadas de mayoría chií donde no llegan los servicios sociales del Ejecutivo libanés. La comunidad chií apoya a Hizbulá porque “ha cumplido todo lo que ha prometido”, asegura Husein Itany, que trabaja en una tienda de móviles en Dahiyeh.

“Hizbulá está en todas partes. Somos un Estado dentro del Estado (libanés)”, declara un estudiante de la Universidad Internacional Libanesa (LIU) y residente de Dahiyeh. “Gracias a Hizbulá puedo estudiar una carrera”, explica otra joven chií de 19 años y estudiante de la LIU. Su padre murió durante la guerra del verano de 2006, en uno de los bombardeos de la aviación israelí sobre los suburbios de Beirut, cuya reconstrucción, en el caso del barrio de Dahiyeh, ha financiado la milicia con fondos de Qatar.

«Hizbulá se presenta como protector y garante del bienestar social, ganando lealtades»

El grupo armado ayuda económicamente a las viudas de aquella guerra con Israel, así como a las familias que han perdido uno o varios hijos en Siria, luchando a favor del régimen de Bashar Asad. La guerra de Siria ha supuesto un inmenso coste para las arcas de la milicia, pero es una inversión a largo plazo. “Comprar apoyos a través de la provisión de servicios sociales no es una mera transacción económica para ganar votos, sino que engendra un sentimiento de pertenencia a la comunidad. Hizbulá se presenta como protector y garante del bienestar social, ganando lealtades y consolidando el control sobre el territorio y las personas”, explica el analista Ali Rizak.

El arsenal de la milicia

Con la estrategia de proporcionar asistencia social, la milicia ha logrado nutrirse de combatientes. Solo en los cementerios de los suburbios de la capital libanesa hay cerca de dos millares de nuevas lapidas de jóvenes chiíes que han muerto en el campo de batalla en Siria desde 2012. Pero, a pesar de los ‘mártires’ que ha generado la guerra de Siria, más seguidores de la milicia están preparados para luchar hasta el final si se lo ordena el “sayyed” Nasralá. “Hizbulá ha aumentado el reclutamiento durante la guerra en Siria usando la misma filosofía de martirio que empleó en la lucha contra Israel”, señala el analista.

Los tentáculos de Hizbulá llegan a todos los rincones del país, incluso a los feudos del presidente del Líbano, Michel Aoun, cristiano y aliado de la milicia proiraní. Para muchos cristianos, Hizbulá es garante de la seguridad en Líbano, ya que ha logrado expulsar a los yihadistas de Daesh y del Frente Al Nusra (exfilial de Al Qaeda en Siria) de la frontera.

Se cree que Hizbulá posee aviones no tripulados, defensas aérea, blindados, tanques y misiles

Después de años de guerra en Siria, endurecido por la experiencia en la batalla, Hizbulá es una bestia completamente diferente a la que se enfrentó a Israel en 2006. “El grupo tiene la influencia política de un gobierno, el poder de fuego de un ejército y el enfoque estratégico de una organización terrorista. Es por eso que el grupo presenta una amenaza para el Estado libanés, Israel y otras poblaciones de la región”, sostiene un extenso informe del Grupo Militar de Alto Nivel (HLMG), una agrupación de altos cargos militares de varios países, la mayoría de la OTAN.

En estos últimos 11 años, la guerrilla proiraní “ha podido recuperarse militarmente, acumulando una gran reserva de armas, desarrollando y desplegando nuevos y más precisos y letales sistemas de defensa, y ganando experiencia de combate luchando por Irán y Bashar Asad en Siria”, señalan estos militares.

Israel cree que los efectivos de Hizbulá alcanzan los 25.000 combatientes a tiempo completo -5.000 de los cuales tras haber completado un entrenamiento avanzado- a lo que se suman al menos 20.000 militantes en unidades de reserva. Además, según el informe del HLMG, el grupo armado posee aviones no tripulados de ataque, sistemas de defensa aérea, vehículos blindados de transporte de tropas e incluso tanques. También se cree que dispone del misil tierra-mar Yakhont con el que puede amenazar a los buques de la Armada israelí.

El arsenal de Hizbulá suma «más misiles que muchos ejércitos europeos», sostiene el informe. El grupo posee entre 100.000 y 150.000 proyectiles, la mayoría de ellos de corto alcance, indica el análisis militar. En una futura guerra con Israel, que muchos consideran inminente, el grupo chií tendría la capacidad de disparar más de 1.000 misiles al día. Pero su mayor poder reside en se ha hecho imprescindible a ojos de la mitad de la población libanesa, no solo de los chiíes. Sin Hizbulá, hoy por hoy no hay gobierno en Líbano.

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