Reportaje

Las dos Turquías ante las urnas

Lara Villalón
Lara Villalón
· 13 minutos
Elecciones Turquía 2018
Caseta electoral del partido izquierdista HDP en Büyükada, Estambul (Jun 2018) | © Ilya U. Topper / MSur


Estambul
 | Junio 2018 |

Delante del histórico bazar de las especias de Estambul hay una plazoleta llena de vendedores ambulantes. Estos días, además de panecillos, maíz y banderas turcas, también se venden promesas de cambio. “Creceremos juntos” grita un altavoz. “Caminemos hacia el sol”, responde otro. De repente una canción empieza a hacer sombra el resto de consignas y aparece el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.

Aunque el líder se ha personado a través de una pantalla, la gente reacciona como si estuviera allí y empieza a actuar de forma distinta. Ondean banderas con su cara, gritan su nombre emocionados y lanzan señales a la pantalla. Fatma, de 54 años y oriunda de un pueblo del Mar Negro, está convencida que Erdogan ganará las elecciones de este domingo. “Un país tan grande necesita a un líder fuerte. Erdogan ha hecho cosas muy buenas por Turquía. ¿Por qué deberíamos cambiar?”, comenta. Esta seguidora del presidente en cambio, admite que no conoce los cambios constitucionales que se aplicarán tras las elecciones, solo que traerán “estabilidad”.

“Un país tan grande necesita a un líder fuerte. Erdogan ha hecho cosas muy buenas por Turquía»

Tras las elecciones presidenciales y parlamentarias de este domingo, Turquía aplicará los cambios aprobado el año pasado en un referéndum constitucional. El país pasará a ser un sistema presidencialista, donde el jefe de Estado ostentará todo el poder ejecutivo. El nuevo presidente podrá nombrar a los ministros sin necesidad de aprobación del Parlamento y tendrá el poder de promulgar decretos vinculantes.

Erdogan fue el principal propulsor de esta iniciativa, con la promesa de una “nueva Turquía”. En el poder desde el año 2002, como primer ministro y luego como presidente, el líder turco se ganó el apoyo de las clases modestas con cambios económicos, una mejora de las condiciones sociales del país y una ideología conservadora y musulmana que conecta con gran parte de la sociedad. Ahora quiere dar un paso más y romper totalmente con los ideales laicos del fundador de la república, Mustafa Kemal Atatürk.

Según la mayoría de las encuestas, Erdogan renovará su presidencia. No obstante, algunos sondeos apuntan que el líder islamista pierde popularidad y podría necesitar una segunda vuelta, cuyo resultado no es del todo previsible.

Para fortalecer su mandato, su partido, el islamista AKP, concurre en las parlamentarias junto al nacionalista partido MHP. El AKP ya obtuvo el apoyo de este partido durante la campaña del referéndum constitucional, pero esta vez han formado toda una alianza electoral llamada Cumhur (Público). La legislación turca no contemplaba coaliciones, pero ambos partidos, que juntos tienen mayoría amplia en el Parlamento, elaboraron el año pasado un nuevo paquete legislativo para instaurarlas. Según la oposición, con el único motivo de salvar al MHP: después de la escisión sufrida el año pasado parece tener pocas posibilidades de superar la barrera electoral del 10% y mantenerse en el Parlamento.

La carrera por la presidencia empezó con una candidata a desafiar Erdogan: Meral Aksener

Esta escisión, formalizada en otoño pasado, es una de las claves para entender por qué Erdogan decidió adelantar un año y medio estos comicios. La carrera por la presidencia empezó con una clara candidata a desafiar Erdogan: Meral Aksener. Esta política, brevemente ministra de Interior en 1996-1997 y alto cargo del MHP durante años, se hizo en 2016 portavoz de quienes rechazaron el cambio de rumbo del partido y criticaron que de una fuerza de oposición había pasado a ser un resoaldo incondicional de Erdogan. Tras fracasar el intento de derribar al anciano jefe, Devlet Bahçeli, Aksener fundó un nuevo partido, bautizado IYI (Bueno), llevandose consigo a pocos diputados pero una muy importante parte de los votantes y las simpatías populares.

La líder promete una apertura democrática del país y apela a un electorado muy nacionalista y conservador. A finales de abril aún no estaba claro que Aksener se pudiera presentar a las elecciones porque según la Junta Electoral turca (YSK), no cumplía con los requisitos para registrar su partido. Sin embargo, en una acción inesperada, quince diputados del principal partido opositor, el laico CHP, renunciaron a su partido y se unieron al de Aksener para que pudiera llegar a 20 diputados en el Parlamento, cumpliendo así las condiciones para poder presentarse a las elecciones.

Aunque Aksener y el candidato del CHP, Muharrem Ince, se presentan por separado en las presidenciales, en los comicios parlamentarios han formado una coalición junto al pequeño partido islamista Saadet, la alianza Millet (Nación). Además se han comprometido a apoyarse mutuamente en el caso de que uno de los candidatos llegue a una segunda vuelta en las presidenciales frente a Erdogan. Los oponentes al AKP, aunque tienen ideologías muy dispares, han sabido dejar a un lado las diferencias para alcanzar un objetivo común, frenar a Erdogan.

También Ince, con unas ideas muy distintas a las de Erdogan pero con las mismas habilidades oratorias, ha hecho tambalear las encuesta electorales. Este antiguo profesor de física, desde hace tiempo un alto y ambicioso cargo del partido, designadopor el CHP en mayo como candidatado en lugar del jefe del partido, el respetado pero poco carismático Kemal Kiliçdaroglu, ha conseguido postularse como principal rival de Erdogan con una incansable campaña. A sus mítines acuden muchedumbres comparables a las del AKP cuando sale el presidente, lo cual espolea la esperanza de la oposición. Promete levantar el estado de emergencia, restablecer la neutralidad de las instituciones del Estado y la separación de poderes que, a su juicio, ha quedado abolida bajo el gobierno del AKP.

El candidato ha podido moldear un poco la imagen que tenía el partido CHP, de una formación elitista, laica y nacionalista, presentándose como un líder a quién también le preocupan las necesidades del electorado más devoto, así como el electorado kurdo. Ha visitado incluso al candidato de la izquierda, Selahattin Demirtas, que está encarcelado desde noviembre de 2016, junto a otros diez diputados de su partido, el HDP. Ha pedido su liberación para una campaña “justa” y ha prometido resolver la “cuestión kurda”.

Demirtas hace campaña desde la cárcel, en la que lleva año y medio esperando juicio

El HDP, tercer partido en escaños, es heredero de los movimientos kurdos del sureste de Anatolia, pero se ha convertido en los últimos años en una sólida opción para la izquierda de toda Turquía, en gran parte gracias al liderazgo de Selahattin Demirtas. Sus esfuerzos para mediar en el proceso de paz fallido entre el gobierno turco y la guerrilla PKK en 2014 lo han llevado a prisión bajo la acusación de “vínculos terroristas”. Desde allí ha hecho una inusual campaña electoral con publicaciones en redes sociales y entrevistas a través de sus abogados. La cobertura televisiva de su campaña ha sido nula, porque el partido de Erdogan no solo domina la televisión pública, sino que ejerce una fuerte influencia en el 90% de medios de comunicación del país.

Así, durante el mes de mayo, los dos principales canales de noticias, NTV y CNNTürk, dedicaron unas 70 horas de cobertura a la campaña de Erdogan, seguidas de unas 22 para Ince, 17 minutos para Aksener y ni siquiera unos segundos para Demirtas. Fue su partido quién tuvo que presionar a la Junta Electoral turca para obtener los 20 minutos de campaña reglamentarios que cada candidato tiene en la televisión pública TRT.

“Miles de personas han perdido su trabajo… Pueden dar una sorpresa en las urnas”

O.B. – prefiere no dar su nombre – cree que a pesar de que Erdogan tiene más cobertura de medios en la campaña y las encuestas lo apoyan, la intención real de voto podría ser distinta. El creciente autoritarismo del líder turco le podría pasar factura en las encuestas, opina este miembro de Tümbelsen, sindicato de empleados municipales y parte de KESK, una de las mayores centrales obreras del país, de orientación izquierdista. “Miles de personas han perdido su trabajo y aún no han encontrado otra forma de ingresos. Sus familiares se han visto afectados, otros han sido detenidos… Pueden dar una sorpresa en las urnas”, comenta.

El gobierno turco impuso el estado de emergencia tras el fallido golpe de julio de 2016; desde entonces, unas 107.000 personas han sido despedidas por decreto ministerial, 50.000 personas permanecen en prisión preventiva, se han cerrado más de 1.300 asociaciones y 180 medios de comunicación.

O.B. comenta que el sindicato está reorganizándose para poder atender a todos los afiliados despedidos, ofreciéndoles pequeños trabajos o una manutención simbólica. En algunas provincias del país, un tercio de los afiliados han sido despedidos, sin poder volver a acceder a un puesto público y sin derecho a seguridad social.

“Estas cifras no tienen en cuenta a las empresas privadas subcontratadas por el gobierno que también sufrieron muchos despidos, ni a toda la gente que ha perdido el trabajo por el cierre de asociaciones. Ni a las personas que tienen un sueldo menos en casa porque tienen un familiar detenido”, añade.

Estos ciudadanos fueron despedidos por su presunta relación con la cofradía del clérigo islamista Fethullah Gülen, a quién Ankara responsabiliza de la asonada. Otros fueron privados de su trabajo por supuestos vínculos con organizaciones que el gobierno considera terroristas, como la guerrilla kurda PKK o el grupo de ultraizquierda DHKP-C. El gobierno ofreció a estas personas en julio de 2017 la posibilidad de enviar unos documentos para solicitar la recuperación de su trabajo, aunque solo 100 de los 107.000 suspendidos han conseguido reincorporarse a su puesto, según el último informe de Amnistía Internacional.

“No quiero juzgar si estas personas tienen o no vínculos con estas organizaciones que el gobierno considera terroristas; lo que está claro es que muchas de estas personas votaron al AKP en las últimas elecciones”, comenta Hediye, una funcionaria despedida por decreto, que también cree que las purgas del gobierno pueden afectar al voto. Hediye aludía a la simpatía entre el gobernante AKP y la cofradía gülenista, que se mostraron apoyo mutuo hasta que ambos se enfrentaron en una lucha por el poder en 2013.

Una crisis económica en la sombra

Otro de los posibles motivos por los que Erdogan decidió adelantar un año y medio los comicios es el temor a una crisis económica. “El desempleo (10,6%) va en aumento y la inflación (12,2%) también. El sector de la construcción, que ha sido la principal fuente de crecimiento, se ha detenido. Las ventas de viviendas continúan disminuyendo a pesar de las tasas bajísimas que ofrecen algunos bancos turcos”, comenta Ahmet Öncü, profesor de economía de la universidad de Sabanci en Estambul.

«La devaluación de la lira afecta a la pequeña empresa y puede alejar a ciertos votantes del AKP»

El AKP impulsó la economía gracias a políticas de crédito fácil que estimularon el consumo a corto plazo y crearon muchos puestos de trabajo. Esta política ha dado como resultado un gran crecimiento (del 7,4% el año pasado); sin embargo, el país depende demasiado del consumo interno y de las importaciones, por lo que empieza a reflejar un grave problema de déficit. Además, la pérdida de valor de la lira turca, un 20% frente al euro en medio año, ha causado gran preocupación en la ciudadanía.

“No solo los trabajadores afrontan un futuro incierto debido al desempleo; además, la devaluación de la lira afecta a la pequeña y mediana empresa que está excesivamente endeudada. Esto puede alejar a ciertos votantes del AKP. Podemos esperar una sorpresa en las urnas”, comenta Öncü.

El voto kurdo

Durante la noche electoral todos los ojos estarán puestos en el sureste turco. De mayoría kurda, la región impulsó en 2015 la entrada en el Parlamento del partido prokurdo HDP, tras sobrepasar el umbral del 10% de los votos. El segundo partido más votado fue el AKP, aunque varios analistas creen que este apoyo podría cambiar. La detención de los líderes del HDP, además de centenares de afiliados del partido por “vínculos terroristas”, ha afectado a la percepción del gobierno en esta zona del país. Asimismo, los enfrentamientos entre la guerrilla PKK y las fuerzas de seguridad turcas, que rompieron el alto al fuego en julio de 2015, han afectado a miles de personas en la zona.

El candidato socialdemócrata ha animado a votar al izquierdista HDP para que supere el umbral electoral

Si el HDP se quedara por debajo del 10%, desaparecía del hemiciclo, lo que resultaría en una enorme mayoría de escaños para el AKP. Por ello, Muharrem Ince ha animado a parte de su electorado a votar al HDP. Este partido, por su parte, ha anunciado que anima a sus electores a votar a Ince si pasa a la segunda vuelta de las elecciones.

“El CHP es partícipe del problema kurdo, su nacionalismo excluyente también nos afecta. No me creo del todo las palabras de Ince, pero lo voy a votar porque quiero un cambio en este país”, comenta Yasemin, una afiliada a un partido de Diyarbakir cercano al HDP. “La gente del sureste no espera grandes cambios con estas elecciones, estamos ya muy cansados. Eso sí, nos estamos preparando para las locales del año que viene, para nosotros son más importantes”, añade. Yasemin aludía así a las 90 alcaldías del sureste del país gobernadas actualmente por fidecomisarios cercanos al AKP, después de despedir a los alcaldes de HDP por decreto ministerial.

Otro factor decisivo en estas elecciones es la participación de los jóvenes. Bekir Agirdir, director de la agencia de datos Konda, comentó recientemente en un programa de televisión que de los 57 millones de turcos llamados a las urnas, unos 19 millones son menores de 30 años. De éstos, la mitad no tiene una afiliación política clara. ¿Podrían haber perdido el interés en la política? se preguntaba Agirdir. ¿O será que esta campaña electoral supone un cambio?

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