asquenazíes


Niños asquenazíes en un asentamiento israelí |  © I. U. Topper
Niños asquenazíes en un asentamiento israelí | © I. U. Topper

Los asquenazíes forman hoy el mayor colectivo étnico judío y el que más ha marcado la actual percepción de esta religión. Cuando se habla hoy de «los judíos», sobre todo en un contexto político, este término habitualmente se asocia al concepto del colectivo judío tal y como ha sido reflejado en los últimos dos siglos por el colectivo asquenazí.

Asquenazíes son, en su mayor parte, los judíos de Europa, exceptuando el sur de Italia y Grecia. También prácticamente todos los judíos de Norteamérica y la gran mayoría de los de Sudamérica pertenecen a este colectivo.

Hasta inicios del siglo XX, el grueso de la población asquenazí se concentraba en Alemania, Polonia, Lituania, Bielorrusia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Ucrania y gran parte del imperio ruso, al menos hasta los Urales. Se puede hablar hasta cierto punto de una comunidad étnica, ya que no sólo la religión cohesionaba estas comunidades sino también un idioma común, el yídish, un dialecto alemán utilizado sólo por los judíos asquenazíes.

En el siglo XVIII, el uso del yídish se fue reduciendo en las clases más acomodadas de las comunidades asquenazíes y sustituido por los idiomas del entorno local, sobre todo el alemán estándar, que se utilizaba como lengua culta y de comercio también en gran parte de Rusia y los Balcanes. Pero parte de la burguesía asquenazí también adoptó, junto a las costumbres y modo de vestir locales, el húngaro, polaco, ruso, rumano, búlgaro… El uso de yídish señalaba las clases bajas o los habitantes del ‘sthetl’ (ciudadela en yídish), es decir el gueto.

La reclusión en guetos marcó profundamente la conciencia colectiva asquenazí y reforzó la idea de formar una comunidad étnica propia, no sólo determinada por la religión, pese a que es difícil determinar unos rasgos físicos asquenazíes que se diferencien nítidamente de los habituales entre pueblos balcánicos, alemanes o bálticos. Sí se formaron hábitos gastronómicos, musicales y de vestimenta que diferenciaban estos grupos de su entorno.

Fue en el ámbito asquenazí donde nació el sionismo, la ideología que proclama la creación de un Estado propio para el «pueblo judío». Este proyecto fue desde el principio una iniciativa asquenazí. Las comunidades judías mizrajíes del Magreb y los países árabes nunca se habían considerado un pueblo diferenciado, sino una comunidad religiosa integrada en su entorno.

Israel, tras proclamar su independencia en 1948, redobló sus esfuerzos para atraer a judíos de toda procedencia al recién nacido estado, necesitado de mano de obra y de crecimiento demográfico. La llegada de importantes contingentes de mizrajíes y sefardíes supuso tensiones, ya que las diferencias entre éstos y los asquenazíes fundadores del estado, a menudo agnósticos, eran aproximadamente las mismas que existen entre un marroquí y un alemán. El colectivo asquenazí se mantuvo como clase dominante y copa hasta hoy la gran mayoría de los altos cargos gubernamentales y directivos. Hasta la fecha, todos los primeros ministros de Israel han sido asquenazíes.

judios-ramasDesde los primeros años del siglo XX, los inmigrantes sionistas en Palestina, prácticamente todos asquenazíes, sustituían sus lenguas maternas, en su mayoría yídish, por el hebreo, lo que supuso cierta ruptura con el legado cultural asquenazí europeo y forjó una nueva identidad israelí.

Rusos

La disolución de la Unión Soviética en 1991 resultó en una enorme oleada de emigración de judíos rusos. Hoy, la sexta parte de los judíos israelíes habla ruso como lengua materna.

Aunque teóricamente se trata de asquenazíes, se aprecia una clara diferencia entre los judíos europeos (también rusos) inmigrados durante generaciones anteriores y los llegados en la década de los noventa. Éstos últimos, llamados ‘rusos’ en Israel, forman un colectivo aparte, que se considera como tal en las campañas electorales y encuestas sociológicas. A diferencia de las colectivos llegados en la primera mitad de siglo XX tienen normalmente una escasa tradición religiosa ni conservan un legado cultural asociado al yídish.

En muchos casos se trata de familias que desde hace tiempo habían asimilado la religión cristiana ortodoxa y cuya emigración a Israel, caída la Unión Soviética, se debió más a factores económicos que religiosos o ideológicos.