Reportaje

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Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
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Mercado en Harar, Etiopía (2006) © Ilya U. Topper
Mercado en Harar, Etiopía (2006) © Ilya U. Topper

Cuarenta y seis muertos es el resultado oficial de las últimas revueltas en Etiopía. Además de cientos de autobuses quemados y muchos miles de detenidos. La calle da otras cifras: «Los rumores hablan de cien a doscientos muertos», afirma José H., un politólogo español que trabaja desde hace dos meses en la capital Adis Abeba para una organización española de cooperación al desarrollo.

«Es difícil verificarlo porque la prensa independiente ha sido silenciada durante estos días y sólo hay información de la televisión oficial y los periódicos gubernamentales, aparte de algunas radios que emitían de forma casi clandestina. Pero incluso en la zona donde vivimos la mayoría de los extranjeros se oían disparos: en el centro de la ciudad hubo auténticas batallas campales».

«Al día siguiente vi las barricadas, los neumáticos calcinados, autobuses quemados. El lunes día 7 hubo una huelga total, no circulaban taxis y los pocos autobuses que el Gobierno sacó a la calle fueron apedreados. El martes, algunas tiendas abrieron, pero es que el Gobierno amenazó con retirar la licencia a los establecimientos que siguieran cerrados. Eso aunque la Constitución recoge el derecho de huelga».

José tiene claro que la represión del Gobierno fue desmesurada. «Un periódico gubernamental ha publicado una lista de personas buscadas, muchas con fotografía, para que sean denunciadas y encarceladas. Hay una especie de caza al opositor. Un colaborador local de la Cruza Roja Internacional, que daba clases de derechos humanos a la Policía, fue detenido. Hubo también revueltas en otras ciudades: Desé, Gambela, Gonder. Corren muchos rumores difíciles de confirmar: dicen que la Policía tortura públicamente para asustar a la gente».

Gail Warden, jefa de prensa y portavoz de la Embajada etíope de Londres, niega que la insurrección haya prendido en más lugares. «Hubo noticias de disturbios, pero en realidad apenas se registraron incidentes. Todo ocurrió en Adis Abeba».

Elecciones bajo sospecha

En el origen de la revuelta están  las elecciones parlamentarias del 15 de mayo pasado, «los  comicios más plurales y auténticos en la Historia del país», según el informe de la misión de observadores oficiales de la Unión Europea, liderada por la eurodiputada Ana Gomes. Pero precisamente esta misión está en el origen del conflicto, según Warden.

La portavoz de la Embajada explica a La Clave que «antes de que se dieran los resultados oficiales de las elecciones, la delegación europea filtró un documento a algunos medios de comunicación en el que, basándose en el análisis de 500 colegios electorales, aseguró que la oposición había ganado las elecciones. Una hecho muy desafortunado, porque la oposición utilizó este dato para rechazar los resultados definitivos que dieron la mayoría al partido gobernante. La propia misión reconoció en su informe final que las elecciones habían sido limpias».

La Misión Europea de Observadores Electorales resalta «algunos elementos que limitaban el pleno ejercicio de expresión y voto libre, como amenazas e intimidaciones contra miembros de la oposición, incluidos casos aislados de asesinatos», pero subraya que todos los partidos tuvieron acceso a los medios de comunicación y da un voto de confianza al Consejo Electoral Nacional.

Boicot a los escaños

Gail Warden no entiende la actitud de la Coalición para la Unidad y la Democracia (CUD), el principal partido de la oposición. «Han ganado 109 escaños de los 547 que componen el Parlamento, frente a los escasos veinte que tenían antes. En Adis Abeba incluso han arrasado –con 23 de los 28 puestos en liza– y pueden nombrar al alcalde.  Pero se niegan a ocupar sus escaños». En la primera sesión del nuevo Parlamento, el 12 de octubre pasado, 140 diputados boicotearon la institución: los 109 de la CUD y gran parte de los diputados de las Fuerzas Democráticas Unidas Etíopes (UEDF). En total, los escaños adjudicados a partidos considerados ‘opositores’ suman 174; el Frente Revolucionario Democrático del Pueblo Etíope (EPRDF), al que pertenece el presidente Meles Zenawi, obtuvo la mayoría absoluta con 327 diputados. En el Parlamento hay representados 11 partidos o coaliciones.

Si el origen son las elecciones de mayo, ¿por qué salta la chispa ahora? «Ya saltó en junio —recuerda José H.—; entonces hubo una veintena de muertos. La represión policial terminó con las manifestaciones, pero el conflicto no se solucionó. Estuvo a punto de volver a estallar en septiembre, en la festividad de la Vera Cruz, pero no llegó a mayores y el Ramadán funcionó como tregua; apenas terminó, la oposición ha vuelto a las protestas. El Gobierno intenta darle a las revueltas un aspecto de conflicto étnico, pero se trata de un tema puramente político».

José H. reconoce, sin embargo, que la mayoría de los manifestantes pertenecen a la etnia amhara, mayoritaria en el país, y que en sus discursos se intuye cierto odio contra la minoría tigray, a la que acusan de monopolizar el poder político y de derivar los fondos estatales a las regiones habitadas por su gente.

En un punto están de acuerdo el cooperante español y la portavoz de la Embajada etíope: la religión no tiene nada que ver con las tensiones. «El ‘Id ul Fitr’, el fin del Ramadán, se celebró en buena armonía; no hay ningún enfrentamiento entre musulmanes y cristianos», recalca Gail Warden. José recuerda que «durante los primeros días, el Gobierno habló de un conflicto religioso», pero añade que no había base para esta visión, ya que no sólo los amhara sino también los tigray son en su mayoría cristianos ortodoxos. Etiopía se compone de un 45% de cristianos, un 35% de musulmanes, un 11% animistas y un conglomerado de otras confesiones, entre ellas la judía.

Hay acuerdo: la religión no tiene nada que ver con las tensiones

Warden es cautelosa frente a la definición de la CUD como ‘partido nacionalista amhara’. «Esta formación es mayoritariamente amhara, pero tiene más apoyos; eso sí, hace campaña con eslóganes anti-tigray y ha habido quemas de casas de personas tigray, hay muertes. Algunos periódicos irresponsables publican noticias que incitan al odio».

En Harar, una ciudad con mayoría musulmana en el sur del país, la población apoya al Gobierno de Meles Zenawi, ya que ha dado más autonomía a las regiones y ha abolido el estatus del amhárico como única lengua oficial, según confirma José. Pero sigue siendo el idioma más difundido y es el que utiliza la prensa gubernamental.

Conflicto con Eritrea

Las tensiones con Eritrea, en el norte, añaden complejidad a la situación. Eritrea se independizó en 2000, tras dos años de guerra civil y 100.000 muertos. En octubre, Meles Zenawi reforzó las tropas en la frontera, que sigue siendo disputada. Eritrea prohibió los vuelos de helicóptero de Naciones Unidas, teóricamente garante de la paz; Etiopía denunció la infiltración de milicianos eritreos en la zona limítrofe… Parecía faltar sólo una chispa para prender el fuego cuando empezaron las revueltas de Adis Abeba. José cree que la tensión le conviene a ambos bandos: «A la CUD porque debilita al Gobierno, y a éste porque desvía la atención de las reivindicaciones de la oposición».

La normalidad se recupera con cuentagotas. Gail Warden recuerda que la CUD no es un bloque homogéneo, sino compuesto por cuatro partidos, y que no todos sus miembros ven con buenos ojos el rumbo de colisión elegido por el anciano líder Hailu Shawul. Añade que a mediados de noviembre, 34 diputados de la oposición habían aceptado ocupar sus escaños. La huelga de una semana anunciada por la CUD sólo hizo mella el lunes 7 de noviembre y una semana después, la situación en el país era de tranquilidad. Eso sí, con la plana mayor de la oposición, muchos periodistas independientes y algunos directivos de ONGs locales en la cárcel.

«La impresión es que el Gobierno ha ido demasiado lejos. Ha sido mucho peor que en junio: entonces no tocaron a los políticos», afirma José. «Ahora se habla de juzgarlos por traición; pueden pedir 25 años de cárcel o la pena de muerte. Con esto podrían eliminar de golpe toda la oposición. Si fuera así, habría más revueltas». Zenawi dijo que los líderes políticos serían juzgados por traición, pero se pronunció contra la pena de muerte.

De la liberación de casi 2.500 detenidos, que tuvo lugar el 10 de noviembre según la agencia EFE, no se nota gran cosa. «Serán jóvenes detenidos por lanzar piedras; los líderes siguen en prisión», afirma José. EFE calcula que el total de presos podría alcanzar los 10.000. «Si el Gobierno y la oposición no se sientan a negociar pronto, en un par de meses todo volverá a estallar», cree José H. «En la calle ya hay gente que se pregunta si estamos al principio de una nueva guerra civil».