Reportaje

Guerra de telepredicadores

Darío Menor
Darío Menor
· 6 minutos
Parabólicas en El Cairo | Eva Chaves / © M'Sur
Parabólicas en El Cairo | Eva Chaves / © M’Sur

Cabellera al viento, hombros al aire, seducción en la mirada, algún escote profundo y álbumes titulados, por ejemplo, ‘Enséñame el amor’. Así son las estrellas de los videoclips que emite Rotana, la cadena por satélite más vista entre los jóvenes desde Dubai hasta Marruecos. Parte de la producción se realiza en Líbano, sinónimo de elegancia, belleza femenina y libertades para los árabes.

Pero a estos ídolos de la juventud les han salido serias competidoras: las telepredicadoras de la cadena saudí Iqraa. Pañuelo cerrado hasta la barbilla y charlas sobre la fe y la devoción son sus señas de identidad.

Como Douaa Amer, que presenta la emisión Paraíso. Difunde una manera de vivir el islam moderna —asegura— pero netamente más estricta que las interpretaciones tradicionales. Explica desde recetas de cocina hasta cómo elegir al marido o la forma correcta de vestir. Y ésta es con velo. “Porque es un deber que Dios impone a la mujer, una conducta que protege a la sociedad de la tentación” y para “recordar el islam cada segundo a la gente en la calle y divulgarlo”, en palabras de Amr Khaled, el colega masculino de Douaa y el rostro más famoso de Iqraa.

Amr Khaled, nacido en Alejandría hace 39 años, tiene maneras de estrella del pop: un desenfado juvenil y un discurso emotivo en el que no falta alguna lágrima. Ha desechado la barba que a otros telepredicadores musulmanes les otorga su aura de respetabilidad, pero salpica sus intervenciones con continuas referencias a la vida del profeta Mahoma y las batallas históricas del islam.

La voz de Amr Khaled llega a un enorme público, desde los arrabales de El Cairo hasta los Emiratos

Su programa, Sunna al hayat (Las normas de la vida), pide a su audiencia rezar al menos una vez al día —sabedor de que sólo una ínfima minoría de musulmanes ejecuta las cinco oraciones diarias—, leer a diario el Corán y, en el caso de las mujeres, cubrirse el cabello para que todos vean “que te has sacrificado por amor al islam”. Su voz llega a un enorme público, desde los arrabales de El Cairo hasta los palacios de los Emiratos e incluso a numerosos campamentos de refugiados palestinos, donde las antenas parabólicas coronan más de una choza.

Es difícil cifrar su influencia; la empresa matriz de Iqraa, ART Network, asegura que alcanza a diario a unos ocho millones de espectadores —dos tercios de ellos menores de 35 años— a través de sus diversos canales de cine, música y debates. La revista marroquí Tel Quel estima que, en Casablanca, un 60% de los que instalan una parabólica piden ajustarla para recibir Rotana y un 40% prefieren las cadenas religiosas.

Sin mujeres en pantalla

Iqraa no es la única. Al Risala, religosa también, es más moderada y hay quien ha visto aparecer mujeres sin hiyab en sus emisiones. Quien considere las ideas de Amr Khaled o Douaa demasiado moderadas puede sintonizar la cadena de pago saudí Al Majd TV, con tres canales dedicados al Corán, la vida del profeta y las ciencias islámicas, o la egipcia Al-Nas. En esta última, según Tel Quel, ni siquiera se permite que aparezcan mujeres en la pantalla y en la que abundan los ancianos jeques barbudos con tesis que la revista marroquí describe como “salafistas”, cercanos a la idea de la lucha armada para la difusión de islam.

¿Es lícito llevar un hiyab de colores?, ¿hacerse depilar las ingles por otra mujer?

También tiene enorme influencia Yusuf Qaradawi, el telepredicador más famoso de la cadena qatarí Al Jazeera. Al igual que Amr Khaled, combina sus prédicas con su labor en internet, donde posee el visitadísimo portal Islamonline.net. También nacido en Egipto, es el paradigma de los predicadores clásicos, con túnica larga y barba poblada. Aunque difunde un islam de corte saudí, hay quien le tacha de moderado porque admite el derecho de voto de las mujeres.

En Egipto, Qaradawi y Amr Khaled levantan pasiones. Su principal herramienta es aclarar lo que consideran dudas cotidianas de los musulmanes: ¿es lícito llevar un hiyab de colores?, ¿hacerse depilar las ingles por otra mujer?, ¿enseñar el cabello a un candidato a marido?, ¿omitir la oración en una nave espacial? La primera respuesta es positiva; las otras tres, negativas. Pero también puede recibir una fetua (dictamen religioso) quien no disponga de internet: basta con llamar por teléfono o enviar un mensajito de móvil a alguna de las cadenas religiosas que pueden mandar una respuesta, como Rotana envía videoclips, o seleccionar al agraciado para tratar su pregunta en la próxima emisión.

El poder de estas cadenas empieza a preocupar a algunos gobiernos, como el egipcio y sobre todo el marroquí, que observan con preocupación la creciente influencia de los predicadores. El régimen egipcio arrestó incluso a Amr Khaled, quien después se exilió a Inglaterra, donde sus prédicas, mucho más restrictivas que las tradiciones norteafricanas, son consideradas “moderadas” por las autoridades británicas, que le apadrinan como guía espiritual de las juventudes musulmanas en Inglaterra.

Marruecos contraataca

Marruecos ha lanzado un contraataque: tras crear una radio islámica, el Ministerio de Asuntos Religiosos ha puesto en marcha una televisión que se difundirá en las más de 40.000 mezquitas oficiales del país, que deben ser equipadas con televisores.

Rotana pertenece al príncipe saudí Walid bin Talal, al igual que la cadena islámica Al Risala

La meta del nuevo canal, llamado Televisión Mohamed VI del Sagrado Corán, es educar a los imanes, muchos de los cuales tienen una escasísima formación académica, y divulgar los valores nacionales y el respeto a la monarquía, siempre promoviendo un islam de corte marroquí —infinitamente más liberal que el saudí, cuyas interpretaciones son las más habituales en Europa—. Otra pata del proyecto es la formación de ‘murchidat’, mujeres teólogas que sólo se distinguen de sus colegas masculinos en que no pueden dirigir la oración del viernes.

El magnate egipcio Naguib Sawiris, dueño de un imperio de telecomunicaciones, acaba de anunciar el lanzamiento de un nuevo canal, a inicios de 2008, para “contrarrestar el creciente conseradurismo religioso” en Egipto y la generalización del hiyab en las calles y las pantallas egipcias. Un refuerzo para Rotana, la cadena de la depravación para los seguidores de Iqraa, aunque en El Cairo muchos adeptos de Khaled no se resisten a ojear las formas voluptuosas de las cantantes, cuyo atuendo condenan. Un síntoma de la contradictoria sociedad árabe: Rotana es propiedad del príncipe saudí Walid bin Talal, que también posee la cadena islámica Al Risala.