Reportaje

Las debilidades de un pontificado

Darío Menor
Darío Menor
· 10 minutos
Benedicto XVI (Roma, 2007) | Tadeusz Górny (CC)
Benedicto XVI (Roma, 2007) | Tadeusz Górny (CC)

El primer semestre de 2009 ha sido el período más difícil en los cuatro años de pontificado de Benedicto XVI. La rehabilitación de los obispos seguidores de Lefebvre, las declaraciones sobre el uso del preservativo en África o sus discursos en Tierra Santa han protagonizado las polémicas en las que el Vaticano se ha visto inmerso en estos últimos meses. En su empeño por ser una voz comprometida en la Iglesia y analizar con equidad los acontecimientos internos y externos que marcan su paso, Vida Nueva ha querido conocer la opinión de los más importantes vaticanistas sobre este complicado semestre.

“Está siendo verdaderamente un año difícil”. Gian Franco Svidercoschi, quien fuera subdirector del L’Osservatore Romanoen tiempos de Juan Pablo II y célebre biógrafo suyo, reconoce, como varios de sus colegas, que el problema principal de la Iglesia, “y en particular de la Santa Sede”, es de comunicación, tanto dentro de sus distintos órganos como hacia afuera. “Hay una carencia de colegialidad. Falta coordinación entre los organismos de la Santa Sede y, sobre todo, entre las personas”, asegura.

Valentina Alazraki, corresponsal de Televisa en el Vaticano desde 1974, lo confirma: “Ciertos sectores de la Iglesia todavía no saben comunicar lo bueno que se hace en las diversas instituciones, y no hacen el debido esfuerzo para establecer una relación clara y abierta con los órganos de información”.

Mala comunicación

Alazraki señala las “diferencias” entre Benedicto XVI y su predecesor en sus relaciones con los medios de comunicación: “Juan Pablo II sabía cómo comunicar. Sus convicciones morales o doctrinales eran exactamente las mismas de Benedicto XVI, que no por nada fue su más estrecho y fiel colaborador en un dicasterio clave como el de Doctrina de la Fe, pero las expresaba de una forma diferente. Aun cuando decía verdades incómodas e impopulares, sabía cómo hacerlas aceptar. Juan Pablo II tenía medida a la prensa”.

Benedicto XVI mantiene una postura alejada de los medios y prefiere las preguntas pactadas

Benedicto XVI, sin embargo, mantiene una postura más alejada de los medios, lo que se comprueba incluso en los vuelos papales, donde no “recorre los pasillos”, como hacía el anterior Pontífice mientras su salud se lo permitió. “Ha optado por realizar conferencias de prensa con preguntas presentadas con anterioridad, cuyas contestaciones, por tanto, pueden ser preparadas”, relata Alazraki. “Tanto en la respuesta sobre el uso de los condones en África como en el discurso de Ratisbona se tuvo la impresión de que no medía la reacción de la prensa mundial, probablemente por no tener con ella una relación directa”.

Esta veterana periodista explica las polémicas surgidas en los últimos tiempos en los medios de comunicación también por la “falta de relación directa y constante entre el Papa y su portavoz”, el jesuita Federico Lombardi, a diferencia de lo que sucedía en la época de Wojtyla entre éste y Joaquín Navarro-Valls.

Andrea Tornielli, vaticanista del diario Il Giornale, exime a Lombardi de responsabilidad: “Quien comunica es sólo el último terminal de quien traslada (o no) las decisiones de la Secretaría de Estado”. En su opinión, existe “indudablemente un problema de gobierno en la Curia romana”, sobre todo en el dicasterio dirigido por el cardenal Bertone.

Tornielli coincide con Svidercoschi al citar el caso del obispo negacionista Williamson como ejemplo de falta de coordinación interna y de la mala comunicación al exterior. “El tema Williamson ha estado determinado por una impresionante infravaloración de sus declaraciones y por la falta de decisión para responder enseguida de forma adecuada”, considera el vaticanista de Il Giornale.

Svidercoschi no se explica por qué el Vaticano, pocos días después de las declaraciones negacionistas de Williamson, revocó la excomunión a los lefebvristas: “¿No ha habido un solo cardenal, un solo monseñor, que le haya sugerido al Pontífice que retrasara la publicación de la rehabilitación unos meses, para que la negación de la Shoá no se mezclara con el fin de la excomunión?”. ¿Cuánto pesa la personalidad de Benedicto XVI en el funcionamiento del Vaticano? ¿Funciona ahora la Curia peor que con Juan Pablo II? Y si no, ¿por qué en los últimos tiempos son más evidentes los problemas de coordinación?

Un Papa ’solista’

Luigi Accattoli, durante años vaticanista del Corriere della Sera, considera que estamos ante un Papa “solista”, cuya Curia no es “aquella especie de corte que tenían los pontífices precedentes, la cual condicionaba y obstaculizaba, pero también ayudaba a prever, predisponer y acompañar los actos papales”. Paloma Gómez Borrero, primera mujer corresponsal de TVE y hoy vaticanista de COPE, apunta que Benedicto XVI “ha delegado el Gobierno de la Iglesia” y éste no funciona con la perfección que debería. “No nos encontramos en una época como la del cardenal Casaroli“. Tornielli está de acuerdo en que hay una diferencia entre la Curia que rodea al actual Pontífice y la anterior: “Estas situaciones polémicas no eran tan evidentes, porque el ‘equipo de Gobierno’ entonces funcionaba mucho mejor que ahora”.

Sobre estos supuestos problemas en el ejercicio del poder de la Santa Sede, Alazraki desvela que existen voces que piden “un secretario personal al lado del Papa, del estilo de Capovilla, Macchi o Dziwisz, que realmente eran el brazo derecho de los diferentes pontífices y que, si bien actuaban como filtros, también lo hacían como intermediarios con el mundo exterior, lo cual agilizaba y mejoraba la comunicación entre el interior y el exterior del Palacio Apostólico”.

«El actual Pontífice es un Papa teólogo, que no ofrece anécdotas sino doctrina y teología pura»

Las situaciones de crisis de los últimos meses han encontrado un enorme eco en los medios de comunicación, muchos de los cuales parecen juzgar a Benedicto XVI con mayor severidad que a su predecesor. “Las polémicas encienden los reflectores —apunta Accattoli—. Los medios del mundo del bienestar sienten la sustancial indisponibilidad de esta sociedad para escuchar el mensaje cristiano. Por tanto, si pueden escarnecerlo, se sienten gratificados”.

Svidercoschi va un paso más allá y sostiene que la predisposición crítica de parte de la prensa “deriva de un cierto neoiluminismo que, especialmente en Europa, está caracterizando la política de distintos gobiernos y, sobre todo, la cultura dominante”. En su opinión, esta postura aparece con la muerte de Wojtyla, cuando estos neoiluministas asistieron “con miedo al consenso mundial que el catolicismo demostró” esos días. Decidieron “combatirlo de forma más agresiva y sistemática”, especialmente al conocer al nuevo Papa, que tiene la capacidad de “contestar a los adversarios de la Iglesia en el terreno de la razón”.

Gómez Borrero añade el “mayor grado de laicismo y nihilismo” de la sociedad de hoy: “Al actual Pontífice se le juzga con más dureza que a su antecesor. Molesta que sea un Papa teólogo que quiere poner las cosas en su lugar. Es, además, una persona que no ofrece anécdotas, sino doctrina y teología pura”.

Otros vaticanistas explican la brecha entre la prensa y el Vaticano por la creciente separación de los fieles hacia la Iglesia. “En los últimos años se ha acentuado la idea de una Iglesia más dura e intransigente, que parece utilizar como arma principal el veto y que se presenta más como juez que como madre comprensiva”, sostiene Alazraki.

En su análisis añade un nuevo elemento aparecido recientemente: las reprobaciones internas. “Las críticas vienen en ciertas ocasiones de la jerarquía católica, como en el caso de los obispos de Austria, que en febrero invitaron al propio Vaticano a mejorar sus habilidades como comunicador para que ‘el servicio del Papa a la humanidad no sea dañado’”.

“Se acentúa la idea de una Iglesia intransigente, que se presenta más juez que  madre”

Observado con lupa

Tornielli considera que existe un “prejuicio negativo” hacia Benedicto XVI, lo que condiciona las informaciones sobre sus hechos y palabras, pero no piensa que la prensa “hable sólo de la Iglesia cuando existen polémicas: no hay más que ver la cobertura del reciente viaje a Tierra Santa”.

La peregrinación apostólica, no obstante, tampoco estuvo libre de discusiones. Después del caso Williamson, los israelíes miraron con lupa el discurso del Papa en Yad Vashem. Debido a que habló de judíos “muertos” y no “asesinados”, no hizo referencia a su origen alemán ni se refirió al papel que la Iglesia jugó en la Shoá, Benedicto XVI se ganó las críticas de algunas autoridades religiosas judías. El empeño por maximizar las supuestas faltas y así eclipsar el contenido de su mensaje se contagió a algunos medios de comunicación.

Pese a estas críticas, los vaticanistas consultados coinciden al valorar la reciente peregrinación apostólica como un éxito. “Los buenos resultados de este viaje, como ocurrió con las visitas a los Estados Unidos o Francia, se explican también porque el Papa se siente más libre, se encuentra en su terreno preferido cuando está lejos de los problemas y de los condicionamientos de la Curia”, dice Svidercoschi. Gómez Borrero subraya la “importancia enorme” del viaje y sus “grandísimos discursos, que precedieron a lo que dijo Obama en El Cairo”. Su colega en Il Giornale admite el éxito, pero cree que estos episodios no resuelven “el problema de gobierno de la Curia”, que no ha sido solventado “ni creo ya que lo será”.

El Pontífice, en un gesto de humildad y autocrítica, se ocupó de algunos de estos problemas en la carta que mandó a los obispos de todo el mundo el pasado marzo para explicar el levantamiento de la excomunión a los lefebvristas. “Es uno de los eventos de su pontificado: el Papa baja del trono y habla de hombre a hombre”, apunta Accattoli. “Al igual que en las retractaciones anteriores, Benedicto XVI ha sabido reconocer sus errores y pedir disculpas. Creo, además, que la carta refleja su generosidad porque de alguna manera asumió toda la responsabilidad, aunque indirectamente indicó de dónde venían las fallas”, añade Alazraki.

Tornielli, por su parte, expresa lo que muchos en la Santa Sede han echado de menos: “Algunos de sus colaboradores que estaban relacionados en este asunto deberían haber hecho autocrítica en seguida y, así, dejar fuera al Pontífice”.

¿Puede un Papa escribir públicamente que en la Iglesia católica hay grupos que lo odian? —sigue Svidercoschi—. ¿Puede escribir que de ahora en adelante, para conocer las cosas, se deberá consultar Internet (como si la Santa Sede no tuviese sus hombres y canales por todo el mundo)?”.

Gómez Borrero ofrece una recomendación para evitar que se repitan casos como los vividos en los últimos seis meses: “En la Iglesia no se pueden esconder los asuntos. Se ha de ir con la frente muy alta, reconociendo las equivocaciones que se han producido. Muchos de los problemas nacen porque algunas personas tienen miedo a asumir responsabilidades, a tomar decisiones o al qué dirán. El miedo debería estar prohibido en la Iglesia; sólo se tiene que tener temor de Dios”.