Opinión

El sismografo libanés

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 6 minutos

Como un chorro de agua a presión cayó en Líbano el 2 de agosto pasado el discurso de Walid Jumblatt (o Yumblat), el veterano líder druso: era hora de separarse de la Alianza 14 de Marzo, declaró en un congreso especial de su partido.

Esta vez, la prensa europea no recogió el detalle. Suficientemente difícil es explicar al lector las diferencias entre la Alianza 14 de Marzo ―el bando formado por partidos cristianos falangistas, suníes y drusos y respaldado por Washington y París― y la Alianza 8 de Marzo ―compuesta por formaciones chiíes como Hizbulá y Amal y los cristianos laicos del general Michel Aoun, apoyada por Siria e Irán (y sin relación con el día de la Mujer Trabajadora)― como para detenerse en algún tránsfuga. Pero fue un detalle revelador.

Líbano es el sismógrafo de Oriente Próximo. El equilibrio inestable entre la docena de facciones que pugnan por un bocado de la tarta del poder local produce fuertes oscilaciones de todos los implicados en cuanto se registre en la zona un mínimo temblor político. A menudo, la tensión se descarga en tiroteos; así ocurrió con la batalla de Nahr el Bared en 2007, señal de que Washington había apostado demasiado fuerte por aupar al poder al bando suní-cristiano, con los medios que fuera.

¿Por qué abandona Jumblatt la Alianza 14-M justo después de ganar ésta las elecciones?

 

La riposta vino en 2008, cuando Hizbulá tomó el poder en Beirut ―durante dos días, no hizo falta más― y desarmó a las milicias suníes y drusas. El aviso quedaba ahí: el eje Irán-Siria-Hizbulá no se podía erosionar en su punta más débil.

En junio pasado, la Alianza 14 de Marzo ganó las elecciones con una clara ventaja en escaños (71 contra 57), exactamente el resultado de 2005. La instalación de Saad Hariri, hijo del asesinado ex primer ministro Rafic Hariri y una de las cabezas del bando suní-cristiano, pareció alejar Líbano de Siria e Irán y acercarlo a Europa y América.

Precisamente en este momento, Walid Jumblatt salta del barco y deja a la Alianza 14-M con sólo 60 escaños. No pone en peligro la formación de gobierno: Hariri será primer ministro (aunque habrá que recolocar algunas carteras ministeriales). ¿Por qué esta huida?

Por supuesto, el Partido Socialista del Progreso (PSP), formación de Jumblatt, no está bien situado junto a la Falange cristiana. Y por supuesto, los drusos fueron los mejores aliados de los palestinos durante la guerra civil libanesa (1975-1990) y enemigos acérrimos de la Falange (pero en la guerra civil, absolutamente todos los bandos fueron enemigos acérrimos de todos los demás, incluidos sus aliados de ayer y mañana).

Uno ya no es terrorista islámico sólo por recibir apoyo de un país laico como es Siria

Pero no serán los recuerdos del pasado los que guían hoy a Jumblatt, sino el olfato del futuro. Dos veces desde junio, el enviado de Barack Obama, George Mitchell, ha visitado Siria, repartiendo sonrisas. En marzo, la prensa reportaba que Londres iba a iniciar contactos con Hizbulá. Aunque el el 26 de julio, el ministerio de Exteriores británicos le quitó hierro al asunto, está claro que tras las bambalinas, algo se mueve. Y Londres siempre ha sido el mejor respaldo de Jumblatt, al igual que París tenía línea directa con los suníes y Washington, con los cristianos (y por supuesto, Teherán con Hizbulá y Siria con Amal, ambos chiíes).

En resumen: el eje del mal se está desintegrando en las pizarras de Washington. Uno ya no es terrorista islámico sólo por recibir apoyo de un Estado laico como Siria (como fue el caso hasta ayer: la lógica nunca fue el fuerte de Bush). Sin la lógica de la guerra total, no tiene sentido que Estados Unidos siga respaldando partidos como la Falange cristiana, con su historial de crímenes.

Las diatribas que Jumblatt lanzaba contra Siria sólo tienen sentido en un contexto político en el que el único medio de presión de Damasco en su conflicto con Israel era el control de Líbano para impedir una paz separada entre Beirut y Tel Aviv. Si Obama se perfila como garante de unas negociaciones sirio-israelíes que podrían terminar con la devolución del Golán a Siria ―la única condición para la paz―, Damasco puede convertirse en amigo de Beirut en lugar de seguir intentando ser su amo. Y en ese caso, Jumblatt estará mucho mejor situado en el campo musulmán-laico-sirio que en el bando falangista cristiano.

El lider druso dejó en el aire su futura posición política concreta. No se pasó con armas y bagajes al bando de Hizbulá. Es posible que se mantenga como una tercera fuerza en el Parlamento y buscaría contactos con las fuerzas menos religiosas de la Alianza 8-M: los chiíes laicos de Amal y los cristianos de Michel Aoun (otro que combatió hasta el último cartucho contra el ejército sirio en 1990, sólo para ser su aliado quince años más tarde).

Eso aislaría Hizbulá como el único partido religioso con lazos densos con Teherán y reforzaría la influencia siria en lugar de la iraní. Para un país que siempre quiso se la Suiza o la Costa del Sol de Oriente Próximo, desde luego una perspectiva más agradable. Tras las últimas fichas movidas por Obama, los intereses de Siria e Irán ―hasta ahora unidos por hallarse en el mismo punto de mira― ya no tienen que ser los mismos.

Ignoramos si los próximos meses van a dar razón a estas especulaciones. Pero una cosa es segura: Walid Jumblatt, veterano guerrillero ―cumplirá 60 años este viernes― y consumado navegante político entre todas las alianzas posibles, imagina un escenario de este tipo. Si no, no habría lanzado su barca a la corriente. Es una huida hacia delante.

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© Ilya U. Topper | Especial para MSur

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