Opinión

Una fantasía

Uri Avnery
Uri Avnery
· 12 minutos

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Admiro al profesor John Mearsheimer. Su lógica rigurosa. Su presentación lúcida. Su singular coraje moral.

Me sentí muy honrado de acogerle a él y a su colega, el profesor Stephen Walt, en Tel Aviv, después de que su libro sobre el lobby de Israel en Estados Unidos causara sensación.

Y no estoy de acuerdo con sus conclusiones.

Hace unos días, el profesor Mearsheimer dio una impresionante conferencia en Washington. Presentó un profundo análisis de las probabilidades de supervivencia a largo plazo de Israel. Todo israelí que se preocupe por el futuro de su Estado debería afrontar este análisis.

El profesor mismo resume sus conclusiones de la siguiente manera:

«En contra de los deseos de la administración de Obama y de la mayoría de los estadounidenses, incluyendo a muchos judíos americanos, Israel no va a permitir que los palestinos tengan un Estado propio viable en Gaza y Cisjordania. Lamentablemente, ahora la solución de los dos Estados es una fantasía. En cambio, esos territorios serán incorporados a un ‘Gran Israel’, que será un Estado de apartheid que guardará un enorme parecido con la Sudáfrica gobernada por los blancos. No obstante, un Estado de apartheid judío no es políticamente viable a largo plazo. Al final, se convertirá en un Estado democrático binacional, cuya política estará dominada por sus ciudadanos palestinos. En otras palabras, dejará de ser un Estado judío, lo que significará el fin del sueño sionista.»

Mearsheimer no oculta su opinión a favor de los dos Estados, pero cree que es una solución «muerta»

¿Por qué el profesor cree que la solución de los dos Estados se ha convertido en una fantasía? Porque, en su opinión, la mayoría de los israelíes no están dispuestos a hacer los ‘sacrificios’ necesarios para su puesta en práctica. Los 480.000 colonos de Cisjordania y Jerusalén Este tienen un poder inmenso. Muchos de ellos ofrecerán resistencia armada a cualquier solución. Binyamin Netanyahu no está dispuesto a aceptar un Estado palestino. La población israelí se ha pasado bruscamente a la derecha. No hay ningún partido eficaz en Israel a favor de la paz. No se ve a ningún líder destacado que sea capaz de evacuar a los colonos. Y lo más importante: «Las creencias básicas del sionismo son profundamente hostiles a la mera noción de un Estado palestino».

Ninguna salvación vendrá de Barack Obama. El inmensamente poderoso lobby pro-Israel aplastará cualquier intento del presidente estadounidense de ejercer presión sobre Israel. Obama ya ha capitulado ante Netanyahu, y continuará haciéndolo en el futuro.

El profesor no oculta su opinión de que la solución de los dos Estados es la mejor con diferencia. Pero cree que está «muerta». El Gran Israel, que gobierna todo el territorio entre el mar Mediterráneo y el río Jordán, ya existe. Es un Estado de apartheid que cada vez se consolidará más y será más brutal hasta que se venga abajo.

Éste es un pronóstico aterrador. También es muy lógico. Si los acontecimientos actuales siguen avanzando en línea recta, eso es exactamente lo que sucederá.

Pero yo no creo en líneas rectas. Hay muy pocas líneas rectas en la naturaleza, y no hay líneas rectas en la vida de las naciones y los Estados.

En los 86 años que llevo viviendo, han sucedido innumerables cosas imprevistas, y un sinfín de cosas que se esperaban no han ocurrido. El destino de las naciones se rige por factores inesperados. Es forjado por los seres humanos, que son criaturas impredecibles por naturaleza.

En los 86 años que llevo viviendo, han sucedido innumerables cosas imprevistas

¿Quién preveía en 1928 que Adolf Hitler llegaría al poder en Alemania? ¿Quién en 1941 preveía que el Ejército Rojo detendría a la invencible Wehrmacht? ¿Quién en 1939 preveía el Holocausto? ¿Quién en 1945 preveía la creación del Estado de Israel? ¿Quién en 1989 preveía el colapso de la Unión Soviética? ¿Quién preveía, el día antes de que ocurriera, la caída del muro de Berlín? ¿Quién preveía la revolución de Jomeini? ¿Quién preveía la elección de un presidente negro en Estados Unidos?

Por supuesto, uno no puede hacer planes teniendo en cuenta lo inesperado. Pero debería tenerse en cuenta. Es irracional descartar lo irracional.

No acepto la opinión del profesor de que «la mayoría de los israelíes se oponen a hacer los sacrificios que serían necesarios para crear un Estado palestino viable.» Como israelí que vive y lucha en Israel, estoy convencido de que la gran mayoría de los israelíes están dispuestos a aceptar las condiciones necesarias, que son bien conocidas por todos: un Estado palestino con su capital en Jerusalén Este, las fronteras de 1967 con un intercambio de tierras mínimo, una solución para el problema de los refugiados aceptable para ambas partes.

El verdadero problema es que la mayoría de los israelíes no creen que la paz sea posible. Decenas de años de propaganda les han convencido de que «no tenemos con quien negociar la paz». Los sucesos diarios (a ojos de los israelíes) han confirmado este punto de vista. Si se anula esta percepción, todo es posible.

En este sentido, el presidente Obama podría desempeñar un papel importante. Yo creo que ésa es su verdadera misión: demostrar que es posible. Que al otro lado hay alguien con quien negociar la paz. Que hay una garantía de seguridad para Israel. Y, sí, que la alternativa es aterradora.

¿Se pueden eliminar los asentamientos? ¿Habrá alguna vez un gobierno israelí que tenga las agallas de hacerlo? ¿Dónde está el líder que llevará a cabo esta tarea hercúlea?

El profesor tiene razón en que «no hay nadie con esta postura en el panorama político actual de Israel.» Y que «no hay un partido o movimiento considerable a favor de la paz.»

La historia muestra que los líderes excepcionales a menudo aparecen cuando se les necesita

Sin embargo, la historia muestra que los líderes excepcionales a menudo aparecen cuando se les necesita. Yo he visto en vida a un político fracasado y generalmente detestado llamado Winston Churchill convertirse en un héroe nacional. Y a un general reaccionario llamado Charles de Gaulle liberar a Argelia. Y a un gris funcionario comunista llamado Mijail Gorbachov desmantelar un enorme imperio sin derramar una gota de sangre. Y la elección de un tipo llamado Barack Obama.

También he visto a un cruel general llamado Ariel Sharon, el padre de los asentamientos, destruir una serie de asentamientos. Sus intenciones pueden ser discutibles, pero los hechos son irrefutables: desafió al movimiento de los colonos, que el profesor Mearsheimer describe en toda su cruda y amenazante realidad, y ganó fácilmente. Frente a la total oposición de los colonos y sus aliados, evacuó una veintena de asentamientos en la Franja de Gaza y Cisjordania. Ni una sola unidad militar se amotinó. Ni una sola persona resultó muerta o herida de gravedad.

Claro, hay una diferencia cuantitativa y cualitativa entre la ‘separación’ de Sharon y la tarea a la que nos enfrentamos. Pero es un gran error ver a los ‘colonos’ como una estructura monolítica. Se dividen en varios sectores diferentes; los habitantes de los barrios de Jerusalén Este no se parecen a los colonos de Cisjordania, los compradores de apartamentos baratos en Ariel y Maale Adumim no se parecen a los fanáticos de Yitzhar y Tapuach, los ortodoxos en Modi’in Illit e Immanuel no se parecen a la ‘Juventud de las Colinas’.

Los colonos no forman una estructura monolítica: los de Jerusalén Este no son como los de Cisjordania

Si se logra un acuerdo de paz, será necesario abordar el trabajo de evacuación con determinación, pero también con delicadeza. Para los habitantes de los barrios de Jerusalén Este debe encontrarse una solución en el marco del acuerdo sobre Jerusalén. Un buen número de colonos cerca de la Línea Verde se quedarán donde están, en el marco de un intercambio justo de territorio. Muchos de ellos volverán a casa, si saben que los apartamentos están listos y esperándoles en el área metropolitana de Tel Aviv. Para algunos de ellos puede haber una posibilidad de llegar a un acuerdo con el gobierno palestino. Al final, el núcleo duro de colonos mesiánicos no se rendirá fácilmente. Puede que utilicen las armas. Pero un líder fuerte superará la prueba, si la gran mayoría de la población israelí apoya el acuerdo de paz.

La solución de los dos Estados no es la mejor solución. Es la única solución.

La alternativa no es un Estado laico democrático binacional, porque tal Estado no podrá existir. Ninguno de los dos pueblos lo quiere.

Como tan correctamente sostiene el profesor, en ausencia de paz, Israel gobernará desde el mar hasta el río. La situación actual continuará y empeorará: con el Estado soberano de Israel aferrándose a los territorios ocupados.

Salvo un pequeño grupo de soñadores, que cabrían en una habitación de tamaño medio, no hay israelíes que sueñen con vivir en un estado binacional en el que los árabes constituyan la mayoría. Si tal estado llegara a existir, los judíos israelíes sencillamente emigrarían. Pero es mucho más plausible que ocurriera lo contrario: los palestinos emigrarían mucho antes.

La limpieza étnica no tiene que adoptar la forma de una expulsión dramática como en 1948. Puede llevarse a cabo en silencio, mediante un proceso sigiloso, cuando más y más palestinos se den simplemente por vencidos. Ése es el gran sueño de los colonos y sus aliados: hacer la vida de los palestinos tan miserable que cojan a sus familias y se vayan.

De cualquier manera, la vida en este país se convertirá en un infierno. No durante un año, sino durante decenas de años.

Ambas partes se volverán violentas. La idea de ‘la resistencia no-violenta’ palestina es una quimera. La esperanza del profesor de que en el supuesto Estado binacional los palestinos no tratarían a los judíos como los judíos les están tratando ahora a ellos ha sido desmentida por los propios judíos; la persecución que han sufrido a través de los tiempos no los ha vacunado contra el hecho de convertirse, ellos mismos, en perseguidores.

Hay una brecha en el análisis del profesor: no explica cómo se ‘desarrollará’ el violento Estado de apartheid israelí hasta constituirse en un Estado binacional ideal. En su opinión, eso sucederá “tarde o temprano”, después de «algunos años». ¿Cuántos? ¿Y cómo?

De acuerdo, habrá presiones. La opinión pública mundial se volverá contra Israel. Los judíos en la diáspora se distanciarán. Pero ¿cómo va todo esto a desembocar en un estado binacional?

Cualquier comparación con Sudáfrica es equívoca. No hay una verdadera similitud entre la situación que se impuso allí y la situación que existe o existirá en el futuro aquí. A excepción de algunos métodos de persecución, todas las circunstancias, en todos los campos, son muy diferentes.

El apartheid de Sudáfrica no fue derribado por la presión internacional sino por las huelgas masivas

(Por mencionar sólo una: El régimen de apartheid no fue finalmente derribado por la presión internacional sino por las masivas huelgas de los trabajadores negros, que paralizaban el país. Aquí en Israel, las autoridades de la ocupación hacen todo lo posible para impedir que los palestinos vengan a trabajar.)

Al final, es cuestión de lógica: si la presión internacional no logra convencer a los israelíes de que acepten la solución de los dos Estados, que no menoscaba su identidad nacional, ¿cómo va a obligarles a renunciar a todo lo que tienen, a su Estado, su identidad, su cultura, su economía, a todo lo que han construido con un esfuerzo enorme de 120 años?
¿No es mucho más plausible la hipótesis de que, mucho antes de que su Estado colapsara a causa de todas las presiones, los israelíes adoptarían la solución de los dos Estados?

Estoy totalmente de acuerdo con el profesor: el obstáculo principal en el camino hacia la paz es psicológico. Lo que se necesita es un profundo cambio en la percepción para que la población israelí pueda reconocer la realidad y aceptar la paz con todo lo que esto conlleva.

Ésa es la tarea principal que afronta el bando de la paz israelí: cambiar las percepciones básicas de la población. Estoy seguro de que esto es posible. Ya hemos recorrido un largo camino desde aquellos días de «¡Los palestinos no existen!» y «¡Jerusalén unida para toda la eternidad!». El análisis del profesor Mearsheimer bien podría contribuir a este proceso.

¿Un Estado de apartheid o un Estado binacional? Ninguno de los dos. Pero sí el Estado libre de Palestina y el Estado libre de Israel, uno junto al otro, en la patria común.