Opinión

Asesinato bajo bandera falsa

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 8 minutos

Los hechos son nítidos. Murat Altun, 26 años, asesinó a Luigi Padovese, 63 años, obispo italiano y vicario apostólico en Turquía. Altun era chofer y empleado personal de Padovese desde hacía cuatro años. Acuchilló a su víctima hasta casi decapitarla y después se puso a gritar: “¡He matado al gran satanás! ¡Dios es grande!”

Los motivos son oscuros pero podemos ir descartando los más improbables. En primer lugar, el islam.

Si hay algo seguro es que el asesino no actuó por motivos religiosos. La propia escenificación del crimen excluye con toda seguridad que esté relacionado de alguna forma con la fe islámica.

La prensa habla de un “asesinato ritual islámico”. Este término es una parodia. No existen asesinatos rituales islámicos. No han existido en 1.400 años de historia. Existe la pena de muerte para ciertos delitos religiosos, pero ésta sólo puede ejecutarse después de un juicio público y únicamente contra musulmanes o quienes hayan sido musulmanes. El propio concepto de la ‘charia’ (jurisprudencia teológica islámica) excluye que pueda aplicarse a cristianos o judíos: éstos están sujetos a sus propios modelos de justicia.

La escenificación del crimen excluye que esté relacionado de alguna forma con la fe islámica

Según la teología islámica, cristianos, judíos y sabeos son ‘Gente del Libro’, es decir que se les considera creyentes guiados por Dios mediante la Tora y la Biblia, si bien desviados del camino recto. (Es absurdo llamarlos “infieles”; quien lo hace demuestra que no ha leído el Corán). Los cristianos son mencionados como más cercanos a los musulmanes “porque entre ellos hay monjes y sacerdotes, y no son soberbios” (sura 5, 82).

Siglos de tradición teológica islámica consideran a los religiosos cristianos personas especialmente respetables cuya vida debe ser preservada en todo caso, también durante una guerra. La idea de que un sacerdote cristiano pueda tildarse de ”satanás” es simplemente absurda para cualquier musulmán.

Por si Altun no hubiera dejado claro con su grito que ignora todo de la religión islámica, su explicación posterior lo ratifica: dijo que había experimentado una ”revelación”. Según la doctrina islámica, Mahoma (inicios del siglo VII) es la última persona que pudo recibir revelaciones de Dios, después de muchos otros profetas. Cualquiera que hoy afirme tener una revelación (‘wahy’ en árabe, ‘vahiy’ en turco) contradice este dogma supremo y no puede ser ya musulmán.

La idea de que un sacerdote cristiano pueda tildarse de ”satanás” es absurda para cualquier musulmán

Altun no conocía la religión islámica. Lo confirma alguien que lo trató personalmente: el obispo católico de Esmirna, Ruggero Franceschini. En una entrevista con la agencia católica Asia News lo deja claro: “Lo conocí durante al menos diez años. Yo fui quien lo llevó a trabajar con la Iglesia. Nunca se había expresado así. No era musulmán practicante. Era un joven con una cultura cristiana, sin ser cristiano”.

De ahí la conclusión lógica de Franceschini:

“La modalidad de este asesinato intenta manipular la opinión pública. Murat (…) fue utilizado como un instrumento en las manos de otros”. Y: “El uso de un ritual islámico sirve para distraer la atención: quiere sugerir que la pista sea religiosa y no política. Es más, al insistir en la pista religiosa, la de un conflicto entre islam y cristianismo, se puede atizar la opinión pública…”

Más claro no se puede decir. Este asesinato fue un ataque bajo bandera falsa, una táctica habitual en tiempos de guerra: se cometen crímenes que luego se achacan al enemigo. Nada nuevo. En este caso, el enemigo al que se le achaca el crimen es el “islam”. Queda por ver quién es el responsable.

Sabemos quien es el objetivo: la opinión pública de Europa. El obispo fue italiano y sólo Europa (aparte de Norteamérica) puede creer una fabricación tan burda, convenientemente preparada por supuestos vídeos de ‘Al Qaeda’ que escenifican asesinatos similares, con reminiscencias de sacrificios de animales (corte de garganta) bajo el mismo absurdo pretexto de inspirarse en el islam. Por increíble que parezca, funciona: ciertos medios de comunicación tergiversaron las palabras de Franceschini para hacerle decir que se trataba de un “asesinato ritual islámico” cuando había dicho todo lo contrario: que el islam era una pista falsa.

Ruggero Franceschini aventura una explicación: “Creo que este asesinato, que tiene un elemento explícito religioso, islámico, nos pone frente a algo que va más allá del gobierno [turco]; señala a grupos nostálgicos, tal vez anarquistas, que quieren desestabilizar el gobierno”.

Este asesinato fue un ataque bajo bandera falsa y el enemigo al que se le achaca el crimen es el “islam”

¿Con qué motivo? “Con certeza, entre los motivos de este asesinato cuidadosamente preparado está el deseo de algunos sectores de la sociedad turca de no unirse a Europa”, dice Franceschini.

¿Anarquistas que no quieren que Turquía entre en la Unión Europea? Puede ser. Pero un tipo extraño de anarquistas, bien infiltrados en las redes ocultas del Estado. Según el diario español El País, que cita al ‘vaticanista’ Filippo di Giacomo, al obispo le avisaron del peligro y por eso habría cancelado los dos billetes de avión ―el suyo y el de Altun― para Chipre, donde iba a reunirse con el papa Benedicto XVI.“»Unas horas antes de que Padovese fuera asesinado, el Gobierno turco le llamó para decirle que el chófer, que ellos mismos habían puesto a su servicio cuatro años atrás, se les había ido de las manos. Es decir, que había abrazado la causa fundamentalista», explica Di Giacomo”.

En estos casos nunca se sabe cuánto es verdad y cuanto intoxicación: el Vaticano calla, de momento. Pero si Di Giacomo dice la verdad, debemos concluir:

Murat Altun era un agente de los servicios secretos turcos. Algo no demasiado extraño: cualquier gobierno está interesado en tener bajo su control a la gente que trabaja con los representantes de una potencia extranjera (como es el Vaticano). Es casi de cajón que Altun formase parte de la red oficial de espionaje. Sólo así, por tenerlo bajo control, el gobierno turco pudo enterarse de su cambio de bando, cuando nadie en su entorno, ni su familia ni sus empleadores, notaban nada raro en su comportamiento.

¿Se había vuelto «fundamentalista”? Así traduce Di Giacomo la frase que tal vez fuera la original: “Se les había ido de las manos”. Pero Altun no se había vuelto islamista sino que se sirvió de un grito copiado del islam para colocar una bandera falsa a su acción. Cabe interpretar que había ocurrido algo muy habitual en el mundo del espionaje: había sido captado por un servicio secreto enfrentado al del gobierno de Turquía. Se había vuelto agente doble.

¿Quiénes eran sus nuevos amos? Tal vez un sector dentro del propio servicio secreto turco. No hay que olvidar que el gobierno de Turquía tiene un poder limitado, dado que muchos de los hilos los mueve el poderoso estamento militar, sobre todo en las esferas de los servicios secretos. La oscura red de ultranacionalistas, altos militares, mafiosos y empresarios se dio a conocer con el caso Ergenekon y se conoce como “Estado profundo”. Ha cometido numerosos asesinatos bajo bandera falsa en toda Turquía.

El asesino Altun «se le había ido de las manos» al gobierno: se había convertido en un agente doble

Es tentador asignarle a esta red la responsabilidad del crimen y es probable que al menos diera su consentimiento. Pero ¿tenía necesidad en este momento de cometer un asesinato de este calibre para prevenir la adhesión de Turquía a la Unión Europea? Desde 2007, las negociaciones están congeladas y no se prevé un cambio próximo que hubiera que abortar.

Pero algo sí cambia en Turquía: se está perfilando como un país con gran influencia geoestratégica en toda Asia Occidental: tan pronto mimando sus relaciones con Grecia como dándole un espaldarazo a Irán en su pugna por el derecho de enriquecer Uranio. Se está sacudiendo su imagen de ser únicamente el policía de Estados Unidos y el compañero de armas de Israel en el Mediterráneo Oriental.

La alianza de barcos turcos y griegos en la flotilla que intentaba romper el bloqueo de Gaza fue un innovador contrapunto a una enemistad de generaciones entre Estambul y Atenas. Y el asesinato de nueve miembros de la influyente ONG turca IHH en aguas internacionales por parte del ejército israelí, cuatro día antes del asesinato de Padovese, chocó la opinión pública europea y le granjeó simpatías a Turquía. La ola de solidaridad no fue frenada por los intentos de los medios israelíes de denigrar IHH como “organizacion terrorista” con “vínculos con Al Qaeda”.