Turquía rompe con su constitución militarista

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 12 minutos
Manifestación "No basta pero sí" por el referéndum constitucional (Estambul, 2010) | © Ilya U. Topper
Manifestación «No basta pero sí» por el referéndum constitucional (Estambul, 2010) | © Ilya U. Topper

Estambul | Septiembre 2010

Los sondeos se quedaron cortos: el ‘sí’ a la reforma constitucional de Turquía se impuso con un 58% de los votos en el referéndum de ayer. Todo un triunfo para los partidarios del primero ministro, Recep Tayyip Erdogan, y de su partido, el conservador-religioso AKP, en el poder desde hace 8 años.

“He votado sí: sufrimos mucho en los ochenta bajo la dictadura militar y me alegro de tener la oportunidad de cambiar la constitución que entonces nos impusieron”. Lo dice Zübeyde Matur, 68 años, vecina del conservador barrio de Fatih en Estambul, modesto velo islamista y sonrisa franca.

“He votado no: quiero una nueva Constitución, pero una enteramente nueva, una reforma que vaya más lejos y que se haga con la participación de todos, no sólo por una parte de la sociedad”, responde, a su lado, Cevriye Selma Baysal, de 61, con pelo corto y gafas.

Buket Altaç, estudiante, tiene otro motivo para rechazar la reforma de la Constitución propuesta por el Gobierno: “¿Ve todas estas mujeres con velo negro? ¡Esto parece Irán! Y tienen cada día más poder. Si se aprueba la reforma, no habrá ya quien ponga freno a los islamistas”.

Buket expresa un temor habitual en la sociedad turca: cree que la reforma, al dar mayor poder al Parlamento y al presidente en la selección de los jueces del Tribunal Constitucional y el Alto Consejo de Jueces y Fiscales, pondrá la Judicatura bajo tutela del Legislativo y dará vía libre al AKP. Fatmagül Matur, activista de la asociación Jóvenes Civiles y partidaria del ‘sí’, apunta que el modelo resultante será muy similar al de otros países europeos y simplemente evitará que los jueces se dediquen a anular el trabajo de un Gobierno democráticamente elegido.

Fatih ha votado sí en bloque. Desde pronto por la mañana hubo un animado trajín: los votantes del AKP se toman muy en serio su deber de apoyar la reforma. Diferente es el cuadro en Cihangir, un barrio de clase media laica, artistas e intelectuales. Aquí predomina el ‘No’. Ebru T., profesora y supervisora del colegio, le reprocha al Gobierno que haya juntado 26 enmiendas en un sólo paquete. “Quisiera tener la posibilidad de decidir sobre cada cuestión, no me parece bien dividir la población en dos bloques”.

También hay ciudadanos que se acercan a la mesa electoral, entregan su tarjeta de identidad y se vuelven a ir sin estampar el sello en ninguna parte de la papeleta. Evitan así la multa de alrededor de 11 euros que la Administración impone a quienes no votan, pero expresan su desacuerdo con ambos bandos.

Los estilos muy diferentes de los contrincantes en la campaña han dejado huella: el AKP no ha cargado las tintas partidistas ni tampoco las religiosas.Apenas distribuía folletos propios y delegaba todos los esfuerzos en diversas asociaciones de la sociedad civil, que se cuidaron mucho de identificarse con el partido en el poder y preferían centrarse en el contenido de la reforma. La campaña más difundida, bajo el lema “No basta pero sí”, no rehuía las críticas al Gobierno y sus cabezas visibles no eran ni imanes ni mujeres veladas sino jóvenes con la melena al viento que no rechazan una cerveza en un bar. El mejor antídoto para el miedo de la oposición a que la reforma significara vía libre para un islamismo rampante, al reducir la independencia de la Judicatura.

Perdedores

Todo un contraste con el intento de la oposición, liderada por el partido kemalista CHP, de presentar la reforma como un plebiscito a favor o en contra del AKP, sin entrar en los detalles de las 26 enmiendas. Una táctica que ahora se vuelve en contra de sus autores: el claro apoyo popular a la reforma cimenta el prestigio del equipo de gobierno y le da un excelente trampolín para las elecciones generales del próximo verano.

La primera víctima del referéndum será precisamente Kemal Kilicdaroglu, presidente del CHP. Tras la renuncia del veterano lider Deniz Baykal en mayo pasado, a causa de un turbio video de contenido sexual, Kilicdaroglu renovó el estilo del partido y aunó las esperanza de buena parte de la oposición turca, hasta el punto de superar en algunos sondeos a Erdogan. Ahora tendrá que asumir la responsabilidad de la derrota.

“El CHP no ha perdido a sus bases, pero tampoco ha podido ampliar sus apoyos”, juzga Baris Soydan, director del diario turco Sabah. “A eso se añade un pequeño escándalo: Kilicdaroglu, cabeza de la campaña del ‘no’, no llegó a votar porque estaba censado en Estambul pero vive en Ankara. Eso muestra la falta de organización dentro del partido”. Añade que la derrota impide a Kilicdaroglu imponerse al politburó y juzga posible que el Baykal incluso intentara retomar el poder.

“El único perdedor verdadero es el tercer partido del Parlamento: el nacionalista-derechista MHP: sus bases votaron en masa ‘sí’ a la reforma, pese a que los líderes habían hecho campaña por el ‘no’, añade Soydan. Un claro indicador de la división en la tercera fuerza política del país.

¿Judicatura bajo tutela?

Dos artículos de la reforma constitucional focalizaron la campaña por el ‘no’: los que definen la composición del Tribunal Constitucional y del Alto Consejo de Jueces y Fiscales (HSYK), la cúpula de la Judicatura.

¿Qué cambia exactamente? Hasta ahora, el Constitucional se compone de 11 jueces, nombrados por el presidente. Dos deben proceder del Tribunal Supremo, dos del Consejo de Estado, otros dos de sendos tribunales militares, dos del tribunal de cuentas y el Consejo Educativo y sólo los últimos tres son de libre elección. Dado que el HSYK decide sobre la composición de la mayoría de los cuerpos mencionados, la influencia del presidente es escasa. Y como los 5 jueces del HSYK deben ser nombrados de entre los miembros del Tribunal Supremo y Consejo del Estado, la pescadilla se muerde la cola… Según el diario turco Zaman, hoy, unos pocos clanes judiciales se perpetúan en el poder.

Con la reforma, el número de jueces del Constitucional sube a 17 y tres de ellos serán nombrados por el Parlamento. El HSYK tendrá 22 miembros, se amplían los cuerpos entre los que el presidente podrá escogerlos y un tercio será votado directamente por las asambleas de jueces y fiscales en todo el país (unos 13.000 colegiados).

La UE no ve en la enmienda un peligro para la separación de poderes. Eso sí, pidió que el ministro de Justicia y su secretaria no sigan formando parte del HSYK. La reforma los mantiene, pero al ampliarse el número de miembros, tendrán menos poder que antes.

Lo que dice Europa

“Un paso en la dirección correcta”. El comisario para la ampliación de la Unión Europea, Stefan Füle, repitió casi literalmente lo que ya dijo en julio respecto a la reforma de la Constitución turca de 1982: “Se ocupa de varias prioridades, largamente pospuestas, en los esfuerzos de Turquía para cumplir los criterios de integración en la Unión Europea”. Añadió que ésta no bastaba sino que hacían falta más pasos en materia de libertades de expresión y religiosas.

En la propia Turquía, no todos veían con buenos ojos el apoyo de Bruselas a una reforma que dividía la sociedad turca. Pocos días antes del referéndum, un grupo de 30 intelectuales envió una carta a altos cargos de la UE para quejarse de lo que juzgaban una injerencia. Pero Michael Leigh, director general de la Comisión para la Ampliación de la UE, se reafirmó: “La comisión ha revisado las enmiendas propuestas en profundidad, aplicando estándares europeos y prácticas comunes en los estados miembros de la UE. Nuestro análisis es equilibrado”.

De hecho, “de los 26 artículos, 24 no los discute nadie”, admitió incluso Onur Öymen, ex vicepresidente del partido opositor CHP e impulsor del ‘no’. “Son mejoras respecto al texto actual. Sólo rechazamos dos”, las referidas a la renovación de la Judicatura. También preocupa el artículo que permite a ciudadanos turcos acudir individualmente al Tribunal Constitucional, porque al alargar la vía judicial turca dificultará que recurran al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Era difícil estar en desacuerdo con las demás: se crea la figura del Defensor del Pueblo, se permite la discriminación positiva para cimentar la igualdad de las mujeres, se reconoce el derecho de los funcionarios a la negociación colectiva, se amplían los derechos de huelga ―exonerando a los sindicatos de los posibles daños causados en el lugar de trabajo―, se refuerza la protección de los datos del ciudadano, se anula la jurisdicción de los tribunales militares sobre personas civiles, se permite que los militares sean juzgados por jueces civiles si cometen delitos comunes…

Todo perfecto, concluyó a inicios de septiembre Michael Leigh. No vislumbraba el peligro, invocado por la oposición turca, de que la reforma permitiera convertir Turquía en un país islamista.

Tampoco lo cree Özgür Ögret, periodista del diario Hürriyet, alineado más bien con la oposición a Erdogan: “La meta de Turquía de convertirse en miembro de la Unión Europea es la mejor garantía para nosotros: nos avisarían de inmediato si nuestro país corre peligro de convertirse en un estado autoritario”, opina. “En esta reforma no creo que haya nada que nos pueda alejar de Europa o crear un conflicto con Bruselas”.

La piedra de toque más reivindicada por la oposición era que sólo el Tribunal Constitucional, claramente opuesto a la línea política del AKP, pudo impedir en 2008 una reforma legal, aprobada en el Parlamento, que habría permitido llevar el pañuelo religioso en las universidades turcas. ¿Hay peligro que ahora, el atuendo islamista conquiste las aulas? Tal vez, pero no será Europa la que se alarme: muchas turcas religiosas eligen estudiar en Alemania para no tener que quitarse el velo…

“Votar sí, para que las mujeres se vistan como monjas”. Esta frase de un cartel del partido opositor CHP resumió los miedos de buena parte de Turquía frente al referéndum. La comparación entre el velo islamista, cada vez más frecuente entre la clase media turca, y los hábitos cristianos ha traído tal revuelo que el CHP incluso intentó negar la autoría del cartel. Por una parte sentó mal en los sectores religiosos, por otra tiene poca base: en el paquete de las 26 enmiendas que se vota mañana no hay ninguna referencia a la religión y no se pone en tela de juicio la laicidad del Estado.

El boicot kurdo

Mujer kurda en una protesta en Estambul (2011) © Ilya U. Topper
Mujer kurda en una protesta en Estambul (2011) © Ilya U. Topper

Cambiar algo para que nada cambie. Ésta es la estrategia del Gobierno al proponer un paquete de 26 enmiendas a la Constitución turca, en opinión de Çigdem Kiliçgün, copresidenta del partido prokurdo BDP en Estambul. Su formación política, opción mayoritaria de la población kurda, pide el boicot al referéndum que se celebra hoy en Turquía. “Tanto los votos del ‘no’ como los del ‘sí’ protegen la actual Carta Magna, porque los cambios no afectan a la esencia”, explica Kiliçgün.

Tansel Parlak, un joven kurdo oriundo de Van, no está de acuerdo. Votará a favor. “No puedo negarme: esta reforma es parte de un proceso iniciado por el AKP ―el partido en el poder―, las organizaciones civiles y algunos diarios para destapar los asesinatos cometidos por organizaciones militares clandestinas. Ahora sabemos que jueces y fiscales tapaban sistemáticamente estos crímenes y exoneraban a los culpables. La reforma, sin ser la ideal, pondrá fin a esto: cambiará la estructura del órgano máximo de la Judicatura para hacerla más democrática”.

¿Qué haría falta para convencer a la población kurda? Hay unanimidad: cambiar el artículo 66 que define que un ciudadano de Turquía es “turco”. “No pedimos una referencia a los kurdos, basta con abrir la definición a todas las etnias del país”, apunta Kilicgün. “También, permitir el uso local de lenguas distintas al turco en la educación primaria”, sugiere Parlak.

El BDP tiene otra exigencia básica: reducir el actual umbral electoral del 10% de los votos a un 5% o, mejor, un 3%: raramente permite a más de tres partidos llegar al Parlamento. El BDP sólo consigue escaños a través de candidatos ‘independientes’.

Pese a la postura del BDP, muchos intelectuales kurdos, como el emblemático cantante Sivan Perwer, se han pronunciado a favor del ‘sí’. Kiliçgün no cree que eso cambie el panorama: “Desde hace ocho años, el AKP ha hecho promesas a los kurdos, pero no las ha cumplido: pocos se fían ya de este partido”.

Tiene razón, apunta Parlak: las declaraciones contradictorias del Gobierno para no perder votantes han causado “rabia”. “Quienes piden el boicot están enfadados con el sistema y consideran al AKP como parte de él”, resume. Kiliçgün tiene otro motivo: “Redactamos una propuesta de reforma y la enviamos al AKP. No la dieron a conocer y no la incluyeron en su paquete. Nos ignoraron”.

Orhan Kemal Cengiz, presidente de la asociación de derechos humanos Insan Haklari Gündemi, critica duramente el boicot: “Es una buena reforma y boicotearla es una vergüenza para el BDP”, asegura. Pero las urnas le dieron la razón al partido: La alta abstención en las zonas orientales del Kurdistán llegó al 90% en algunas ciudades, en consonancia con el porcentaje de votantes habituales de este partido prokurdo. En toda Turquía, la participación fue del 73%.

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© Ilya U. Topper [Parcialmente publicado en El Mundo]