Desierto

por Jose del Rio Mons

Dominio de la abstracción

Según explica Juan-Eduardo Cirlot en su exquisito Diccionario de símbolos, el desierto era el emblema de la pureza para los profetas bíblicos, por contraposición a las religiones agrarias de la fecundidad vital. “Lugar propicio a la revelación divina” para los credos monoteístas, este paisaje se considera “dominio de la abstracción” fuera del campo vital y existencial, “abierto sólo a la trascendencia”.

Recuerda también Cirlot que la humedad ha sido desde antiguo símbolo de la corrupción moral, en tanto la sequedad calcinante sugiere la consunción del cuerpo para la salvación del alma, anhelo del ascetismo. Para los hebreos, ir al desierto suponía salir de Egipto, evadirse del oprobio. Borges, en cambio, reconoció en su naturaleza proteica y desmesurada el más perfecto de los laberintos.

José del Río (Santander, 1951), marino mercante de profesión, ha sucumbido paradójicamente –o no tanto– a los encantos del desierto. Además de trabajar en excelentes documentales como Isla de Lobos o Las cajas españolas, así como de ilustrar poemarios de Luis Alberto de Cuenca, Amalia Bautista o Julio Martínez Mesanza, entre otros, su faceta como fotógrafo ha estado muy vinculada al Magreb, especialmente Túnez, cuyas arenas no se cansa de hollar.

Los desiertos de Del Río, prácticamente desprovistos de elementos humanos, son el reino de las líneas pulcras, el lienzo sobre el cual ensaya el viento sus dibujos violentos y despliega la tierra una insospechada paleta de colores expresionistas. En efecto, más que a la fotografía documental, estos trabajos parecen más bien relacionados con la pintura, sobre todo en lo que ésta tiene de sugerencia y no de representación.

Algunas de las imágenes que componen la presente galería han visto la luz en el volumen Elogio del desierto (Ediciones de la Isla de Siltolá, 2009), junto a los versos del citado Martínez Mesanza. Una invitación a extraviarse por los anchos horizontes del placer estético.

 [Alejandro Luque]