Entrevista

Eduardo Jordá

«Tánger fue una mezcla de Andalucía, Marruecos, Inglaterra...»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 10 minutos
Eduardo Jordá (Sevilla, 2010) | © Paco Puentes
Eduardo Jordá (Sevilla, 2010) | © Paco Puentes

Viajero precoz y poeta tardío, este mallorquín afincado en Sevilla, acaba de publicar una antología de su obra en verso bajo el título Pero sucede, que sirve de compendio de sus obsesiones. Dice que el mejor piropo que le han echado fue el de “pareces un poeta extranjero”.

Lo cierto es que, hasta hace muy poco, Jordá (Palma, 1956) no había parado de moverse de un lado para otro, como demuestran sus libros de viajes Tánger (1993), Terra incognita (1997), Canciones gitanas (2001), Norte Grande (2002) y Lugares que no cambian (2004), sin olvidar un volumen dedicado a Palma de Mallorca, La ciudad perdida (2001). Es, además, autor de varias novelas y libros de relatos, que también parecen moverse siempre entre lo íntimo y lo exótico.

¿De qué forma imprime carácter ser mallorquín, o balear?
Bueno, balear en realidad es un concepto que no existe, o que es nuevo, autonómico. Nunca nadie que yo conozca ha dicho “soy balear”, y esa es la primera condición del isleño, que no se identifica con nada que vaya más allá de su isla. Ser balear implica una comunidad de islas que nos resulta demasiado compleja o lejana [sonríe]. Somos mallorquines, ibicencos o de Formentera, pero no baleares. Ser de Mallorca imagino que me ha influido en cierta mirada, cierta manera de enjuiciar las cosas. Vivir cerca del mar te hace ver las cosas con escepticismo, los barcos llegan y se van, siempre hay un movimiento que tierra adentro no se percibe, o que te llega de otro modo. Creo que la palabra sería escepticismo. No me gusta la palabra relativismo porque implica que no hay cosas que esté por encima de otras, y eso me parece inadmisible: la lealtad, la generosidad o la entrega son cosas que están por encima de otras. Escepticismo, eso sería.

¿Y diría que hay una cultura específicamente mallorquina?
Sí, pero cuando la ves resulta muy parecida a una cultura siciliana, tangerina o de Estambul. Hay en estos lugares dos novelas que son prácticamente idénticas, escritas por gente que nunca supo de la existencia del otro. Por ejemplo, El Gatopardo y Bearn. Es cierto que [Llorenç] Vilallonga tuvo noticias de la novela de Lampedusa y la tradujo al catalán, pero sólo a posteriori. Son novelas que parecen escritas en dos mansiones ruinosas de la misma calle de la misma ciudad. ¿Por qué? Porque Palermo es la ciudad más parecida a Mallorca que te puedes imaginar.

¿Y qué opina de que uno de sus mejores escritores, Baltasar Porcel, parezca ahora más catalán que mallorquín? ¿Cabe hablar de apropiación indebida?
Todas las apropiaciones son indebidas, pero en este caso depende mucho de las maniobras políticas de Porcel, que fue un hombre muy habilidoso.Pero eso no me interesa demasiado, lo que me gusta es su novelística, su forma de recrear Mallorca, de inventársela.

En sus Canciones gitanas, hablaba de Cataluña y España como un matrimonio, y dice que lo mejor de aquélla ha venido de su convivencia “áspera y enriquecedora” con ésta. ¿Sigue viéndolo así?
Ahora se quieren inventar un divorcio que es una especie de separación de bienes, ¿no?No sé muy bien lo que pretenden, y no sé si ellos saben muy bien lo que quieren. Creo que lo mejor de Cataluña se ha producido en esa situación de enfrentamiento pacífico con España, de superación de lo peor de España a través de la mejora continua de lo propio. Una Cataluña independiente la veo como Eslovenia, no creo que culturalmente aporte nada.

¿Por qué los mallorquines son menos reivindicativos que los catalanes?
Por el escepticismo del que te hablaba. Mallorca es muy escéptica, aunque haya nacionalistas y mucho amor a la tierra, y sentimiento de insularidad, de pertenencia a una isla y su patrimonio cultural. Pero no hay una reivindicación política, ni tradición catalanista. Cataluña es mediterránea, pero tiene una visión histórica muy distinta. También en este sentido, comparo mucho a Mallorca con Sicilia, donde no hay separatismo político.

Aunque ha manifestado muchas veces su amor por Mallorca, no escatima críticas a sus paisanos. ¿Es una relación de amor-odio?
No puede haber otra. Cuando conoces a la gente, sabes sus defectos y sus virtudes. Puedes callártelas o las puedes decir, y hay gente como Thomas Bernhard que sólo exalta los defectos de su pueblo… Yo prefiero hacer las dos cosas, es la única relación saludable con tu pueblo.

Dice de Mallorca, y también de Sicilia, que allí “una persona sensata no puede desear un gobierno local…”
Ah, por supuesto, basta conocer un poco la historia para saber que los gobiernos locales caen en manos de los personajes menos recomendables. Sicilia nunca ha sido mejor gobernada que desde Roma o desde Turín. Y el gobierno local siciliano ya sabemos en qué consiste. Pues algo así ha ocurrido en Mallorca.

¿En qué momento se sintió viajero?
En Mallorca hay dos tradiciones, la del insular que no se mueve de la isla, o la del insular que no para de viajar, incluso la del que se aleja y no regresa nunca. Ahora que vivo en tierra firme me muevo menos, pero en Mallorca era centrífugo.Mis abuelos, en cambio, prácticamente no se habían movido, el mundo que había más allá les daba mucho miedo. El isleño se mete en el caparazón, o abandona la isla y sólo vuelve para morir. Yo me moví, no sé muy bien por qué, por un sentimiento de inquietud, de desasosiego, buscando algo que no sabes muy bien qué es, pero te vas.

¿Y cómo llega a Marruecos?
A Tánger llegué por casualidad. Me llevaron un americano, Ralph Cardwell, y una japonesa, Mitsuko Yoshira, una pareja muy divertida de hippies que vivían en Mallorca. Ellos me introjeron en Tánger, me presentaron a Paul Bowles… Recuerdo que primero tuve una sensación muy caótica, desembarqué en coche sin conocer la ciudad, sin haber previsto un itinerario, buscando además un hotel en la Medina… una locura. Pero poco a poco fui conociendo la ciudad y guardo recuerdos muy agradables.

La describe como la patria de los que nunca tendrían patria, ¿seguía siendo la gran capital cosmopolita?
Todavía vivía algo de esa época, perduraba eso que realmente ocurrió en la década de los 40, 50, 60… Yo fui en los 80, digamos que viajé al crepúsculo de un tiempo perdido, pero tuve tiempo de conocer la última luz.

¿Por Bowles sentía veneración, o simple curiosidad?
No, curiosidad, yo no sabía casi nada de él. Lo conocí, lo traté, llegué a admirarlo mucho como escritor, y a sentir mucha gratitud por su persona.Era alguien muy frío, muy inteligente, tenía un credo nihilista de la vida que no comparto, pero era muy interesante. Y su escritura me interesa mucho: los cuentos son extraordinarios. Y la musicalidad de esa prosa, que era tan austera y desolada. De hecho, era músico antes que otra cosa.

Hay quien lamenta que el célebre Cielo protector de Bowles se desentienda en cierto modo del pueblo marroquí, que sea sólo una mirada americana hacia el desierto…
Pero escribió La casa de la araña, donde está muy presente la visión del marroquí. Aunque siempre tomaba el punto de vista del expatriado que recala en Marruecos, en ese libro sí está presente la visión del marroquí. Entonces él vivía una relación muy estrecha con Ahmed Jacobi, un pintor de Fez a través del cual aprendió la visión de los marroquíes sobre todo lo que estaba pasando en aquel momento, la lucha por la independencia…

¿Y qué españoles cree que lo han hecho mejor en ese sentido? ¿Ángel Vázquez, por ejemplo?
Con La vida perra de Juanita Narboni, Ángel Vázquez describió como nadie el Tánger internacional, que no era ni marroquí, ni español, ni gibraltareño, era un Tánger que sólo puede ser descrito como tangerino. Una mezcla de Andalucía, de Marruecos, de Inglaterra…Y también es una gran novela tangerina Déjala que caiga, de Paul Bowles.

También trató a Mohamed Chukri, ¿qué recuerda de él?
Chukri me parece un escritor admirable. Hay una anécdota maravillosa que me contó un amigo suyo: Chukri estaba amenazado de muerte por los islamistas, que no le perdonaban que viviera con mujeres sin estar casado, que bebiera… Y él dijo que quien quisiera matarlo sabía muy bien que de 11 a 1 estaría siempre tomándose su licor en el café Ritz, pero que tuvieran cuidado porque llevaba un cuchillo y no estaba dispuesto a irse solo. Esa actitud nunca la he visto en los escritores occidentales. Me encanta la muestra de valentía de Chukri, porque además estoy seguro de que no tenía ningún cuchillo.

¿Pero cómo era Chukri en la distancia corta?
Un encanto. Un señor muy elegante, que hablaba un castellano impecable, como poquísimas veces he oído. Le he oído recitar a Lorca y a Machado a las dos de la mañana de una manera maravillosa. Él tenía un programa de radio, ojalá quedara alguna grabación suya… Era una experiencia única. Qué voz, y qué pasión recitando. Era un hombre libre, y con eso está dicho todo.

Hay otra figura que usted conoce en aquella época, y que siempre me ha resultado muy curiosa: Rodrigo Rey Rosa, un guatemalteco trasplantado a Marruecos, que escribe una novela excelente como El cojo bueno
Era muy amigo de Bowles, y su historia es en efecto muy curiosa: él estudiaba cine y literatura en Nueva York, y un verano anunciaron que Paul Bowles daba un curso de escritura creativa en Tánger. Se apuntó a ese curso, conoció a Bowles…

… Y se quedó.
Y se quedó. De hecho, fue la persona que lo cuidó a Bowles, el último que estuvo con él, hasta tal punto que heredó la biblioteca, que ahora es de Miquel Barceló.Una historia que parece escrita por Paul Bowles, ¿no? [risas] Ahora Rodrigo escribe un libro extraordinario cada dos o tres años. Lo último fue una novela muy interesante, El material humano.

Para terminar, me intriga una reflexión que usted recogió en Marruecos: “A los cristianos nos falta fe en la vida…”
Sí, allí hay algo que produce muchos malos entendidos, pero… Cuando ves una vida tan dura como la de los marroquíes, aunque por suerte han mejorado:, ves esas situaciones tan adversas, esos sacrificios de ramadán, en fin, si no tienes un gran amor a la vida y una gran capacidad de resistencia, ¿cómo puedes soportar todo eso?

Es decir, que cuando dice “cristianos” se refiere a…
… a los occidentales, claro, al europeo acomodado, acostumbrado a la buena vida sin contratiempos ni sacrificio ni renuncia. Una sociedad que nos mima, pero también nos convirte en unas personas muy quejicas.

¿Se ha distanciado de Marruecos?
No, estuve hace dos años y noté un gran cambio a mejor. Además, descubrí que el destino de Andalucía está ligado al de Marruecos. Tenemos que cooperar en todo. Por suerte ya se hace, pero hay una reserva de capital humano allí que debemos aprovechar: profesionales, estudiantes, profesores, técnicos cualificados… Los marroquíes son gente muy preparada, muy capacitada. A veces los miramos por encima del hombro, pero nos tenemos que llevar muchas sorpresas.