Reportaje

Umberto Eco disecciona el mal

Darío Menor
Darío Menor
· 6 minutos
Umberto Eco (Milán 2010)  | Aubrey (CC)
Umberto Eco (Milán 2010) | Aubrey (CC)

La historia se fabrica con hechos, fechas, personajes y documentos. Todos asumimos que éstos son en general verídicos: sin esa presunta autenticidad, el edificio de nuestra memoria colectiva estaría enfermo de aluminosis, amenazando con derrumbarse y dejar la conciencia de lo que somos sepultada entre los escombros. Las consecuencias que provocaría la falsedad son tan graves como atractivas para quien aspira a utilizar el poder en beneficio propio.

De todas las mentiras que se han hecho un hueco en nuestra historia la más grande es tal vez el texto de los Protocolos de los Sabios de Sión, un documento que denuncia la supuesta estrategia de los judíos para controlar el mundo y que ha servido de justificación moral para la persecución antisemita durante el siglo XX. Aunque se ha denunciado hasta la saciedad su falsedad, todavía hoy hay quien defiende su veracidad, sobre todo en los países árabes.

El escritor y semiólogo italiano Umberto Eco (Alessandria, Italia, 1932) siente fascinación por los Protocolos de los Sabios de Sión. Le inquietan tanto las penumbras que rodean a su redacción como las consecuencias que han provocado. Es tan grande su interés y curiosidad que ha acabado fantaseando sobre ellos en su última novela, El cementerio de Praga, ya publicada en Italia y de próxima aparición en España por la editorial Lumen.

La fama del libro se debe a la legión de seguidores de Eco y también a la polémica

El libro lleva poco más de dos semanas en la calle y ya se ha convertido en un éxito, con seis ediciones y 450.000 ejemplares vendidos. La gran aceptación que está teniendo entre los lectores italianos se debe a la numerosa legión de seguidores de Eco, a la calidad de la obra y, cómo no, también a la polémica que ha provocado.

Con detallismo y paciencia de amanuense, Eco realiza en El cementerio de Praga un concienzudo estudio anatómico del siglo XIX. Freud, Garibaldi, Dreyfus o Nievo componen el elenco de personajes de la novela. Todos son reales excepto uno, el más importante: Simone Simonini, un falsificador antisemita y misógino que estaría detrás de los Protocolos de los Sabios de Sión.

Eco caracteriza a Simonini con un odio tan profundo hacia los judíos que parte de la crítica considera que su libro puede confundir al lector, provocando un acercamiento al mal en lugar de su repudia.

Lector manchado

“Las continuas descripciones de la perfidia de los judíos hacen que nazca una sospecha de ambigüedad, por supuesto no pretendida por Eco pero que está presente en todas las páginas del libro. A fuerza de leer cosas desagradables sobre los judíos, el lector queda como manchado de este antisemitismo y es hasta posible que alguno piense que tal vez hay algo de verdad si todos los personajes presentan estas tendencias”. Lucetta Scaraffia, profesora de Historia Contemporánea en la Universidad La Sapienza de Roma, ha dedicado una de las críticas más duras a El cementerio de Praga desde las páginas de L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede. El artículo de la profesora Scaraffia, titulado “El voyeur del mal”, tacha además la novela de “aburrida, farragosa y de difícil lectura”.

Para L’Osservatore Romano la novela es “aburrida, farragosa y de difícil lectura”

El célebre profesor de la Universidad de Bolonia se defiende explicando que sólo ha escrito una novela en la que se retrata al mal, lo que no significa que éste se defienda. “¿Quién es el enemigo? El diferente. Pero mientras que los otros diferentes, como los cátaros, han desaparecido o han sido masacrados, la tradición judía, gracias a la fuerza de su cultura, ha resistido un poco en todos los sitios. Por eso el judío se ha convertido en el diferente por excelencia”, argumenta Eco.

La alarma lanzada por L’Osservatore Romano sobre los posibles daños colaterales de El cementerio de Praga es compartida por los judíos italianos. Riccardo Di Segni, rabino jefe de Roma, denunció en un encuentro con el escritor organizado por el semanario L’Espresso que “el mensaje de Eco es ambiguo”. El lector, en su opinión, acaba preguntándose realmente si los judíos pretenden gobernar el mundo. “El problema es que no se trata de un libro científico que analiza y explica estos fenómenos. Es una novela. Y además con una trama atractiva, que acaba convenciendo”.

Entre el resto de la cascada de críticas, tanto positivas como negativas, destaca la que ha hecho de la novela Zdenek Frybort, histórico traductor de Eco al checo.  Frybort considera al italiano más un “intelectual” que un novelista de primera. “Es un buen escritor, pero su italiano no tiene nada de genial”.

“El  libro, que será traducida al árabe, desmitifica los Protocolos de los Sabios de Sión»

Ofrece además el traductor una pista acerca de dónde pudo encontrar Eco inspiración para su libro. “A él siempre le ha fascinado mucho Praga. Hace años le regalé un libro del siglo XIX, una de las primeras guías para turistas, con mapa, nombre de las calles y monumentos. Le dije que ahí podría encontrar material interesante si quería escribir otra novela”.

El editor italiano de El cementerio de Praga no ha querido analizar las críticas, que tanto animan las ventas, y subraya en cambio que la nueva novela de Eco ayuda a combatir el odio contra los judíos. “Será traducida también en árabe, lo que supone un gran resultado cultural, dado que el libro desmitifica los Protocolos de los Sabios de Sión, que en muchas partes del mundo árabe se utilizan como el texto base del antisemitismo”.

Escritor, semiólogo, lince

Pocos pueden discutir que Umberto Eco es uno de los mayores intelectuales de hoy. Hay incluso quien lo calificaría de lince. Ahora puede hacerlo sin temor a equivocarse.  Desde la semana pasada el autor de El cementerio de Praga forma parte de la Academia de los Linces, la más antigua academia de ciencias del mundo y que sigue siendo hoy una de las ágoras donde se reúnen algunos de los mejores cerebros italianos y mundiales de todas las disciplinas.

Esta institución fundada en 1603 y que tuvo entre sus miembros iniciales a Galileo, tiene como objetivo la promoción de la ciencia “en sus más elevadas expresiones” dentro de la “unidad y universalidad de la cultura”. Con la inclusión de Eco entre sus miembros tendrán mucho más fácil conseguir sus fines: es el escritor e intelectual italiano con mayor repercusión social y mediática.