Opinión

¿Quién se ríe?

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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«¡Un desastre!» le gritaron los miembros de su corte al rey de Hannover, «¡Siete profesores de renombre de la Universidad de Gotinga han publicado una declaración de protesta en vuestra contra!»

Eso fue hace 173 años. El rey había derogado la Constitución liberal promulgada por su predecesor.

«Y qué», respondió el rey: «Tartas, bailarines y profesores siempre podemos comprar.»

Esta historia me la contó Yeshayahu Leibowitz, que era profesor de media docena de disciplinas bien diferentes, desde la bioquímica a la filosofía de la ciencia. Sentía un profundo desprecio hacia muchos de sus colegas.

Me contó esta historia cuando estábamos hablando de un profesor en particular: Shlomo Avineri, que acababa de aceptar el puesto de director general del Ministerio de Asuntos Exteriores con el ministro Yigal Alon. Alon fue el autor del «Plan Alon», que estipulaba la anexión de grandes extensiones de territorio ocupado.

Esta semana, Avineri publicó un artículo bajo el título «¿Fascismo? ¡No me hagas reír!»

¿Qué le hacía reír? El argumento, para él ridículo, de que existen tendencias fascistas en Israel. Nos recordó que fascismo significa Gestapo, campos de concentración y genocidio. Cómo podíamos olvidar eso.

Lo que hacía reír a Avineri era el argumento de que existen tendencias fascistas en Israel

Avineri es un respetado profesor, experto en Hegel y en el sionismo. También es un valiente guerrero contra los «post sionistas» y otros malhechores que critican el sionismo clásico.

Supongo que si en 1923 alguien le hubiera dicho a su padre en la ciudad polaca de Bielsko que en la ciudad bávara de Munich un curioso personaje con un gracioso bigotillo iba a hablarle a la gente sobre sus planes de convertirse en dictador de Alemania e invadir Polonia, también habría exclamado: «¡No me hagas reír!»

En esos días fueron surgiendo en Alemania muchos pequeños grupos «völkisch» con peticiones similares: la anulación de la ciudadanía de los judíos, sacar a los judíos de sus barrios e introducir juramentos de lealtad al Reich como nación-estado del pueblo alemán (incluyendo a los austriacos, por supuesto.)

En ese momento se reían de esos grupos. ¿Cómo podría imaginar nadie que un país civilizado, la nación de Goethe, de Schiller y de Kant (y, de hecho, de Hegel) alzaría a esos locos al poder?

Durante algunos de los años que siguieron, muchos de los que se habían reído se encontraron en campos de concentración, donde tuvieron tiempo de sobra para meditar y decirse a sí mismos: si hubiéramos hecho algo para detener a los fascistas a tiempo en lugar de reírnos, esto no habría sucedido.

El día que Avineri luchaba para no reírse, se publicó otro artículo nada gracioso.

Informaba de que una delegación de «Miembros veteranos de Paz Ahora», encabezada por el director general Yariv Oppenheimer, se había reunido con el viceministro de Asuntos Exteriores Danny Ayalon.

El hecho de que esta reunión tenga lugar suscita algunas preguntas. Y su objetivo aún más.

Danny Ayalon captó la atención del mundo entero cuando convocó al embajador turco y lo sentó en un sofá bajo mientras les explicaba a los periodistas israelíes presentes que su intención era humillar a Turquía.

Una reunión entre Paz Ahora y la gente de Lieberman suscita muchas preguntas

Es difícil sondear la profundidad de la locura de este acto infantil y del hombre que lo llevó a cabo. La humillación pública de una nación orgullosa, que ocupa una posición clave en nuestra región, desencadenó una larga ristra de acontecimientos: la opinión pública turca se volvió contra Israel, un barco turco zarpó hacia Gaza y la violenta forma en que se interceptó causó una tormenta en todo el mundo, Turquía se está realineando junto a Irán y Siria, y la historia no ha terminado todavía. Es cierto, Ayalon no provocó todo esto él solo pero, sin duda, se merece su parte de gloria.

Entonces, ¿cómo se les metió entre ceja y ceja a estos «Miembros veteranos de Paz Ahora» reunirse, de entre todas las personas del mundo, con este hombre otorgándole así legitimidad?

Y no sólo a él. Se podría argumentar que Ayalon ya se ha convertido en el tonto del pueblo y que no hay forma de que recupere legitimidad alguna. Pero detrás de Ayalon se vislumbra al hombre que lo nombró: el ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman.

Lieberman es un símbolo internacional de racismo, un colono y defensor de los colonos, ayudante principal de los esfuerzos de Binyamin Netanyahu por obstaculizar la paz y eternizar la ocupación. En este mismo momento le está dando a Netanyahu una excusa para oponerse a la congelación de los asentamientos y arruinar las negociaciones de paz con los palestinos.

Decenas de ministros de Asuntos Exteriores se niegan a reunirse con Lieberman. Ningún líder árabe accede a darle la mano. Los egipcios le detestan, para los palestinos es el símbolo del mal. No puede aparecer en sociedad en círculos internacionales respetables.

Así que, por el amor de Dios, ¿qué hizo que los «Miembros veteranos de Paz Ahora” legitimaran a esta persona?

El tema de la reunión es aún más sorprendente. Como se informó, la gente de Paz Ahora propuso la «cooperación» con el Ministerio de Asuntos Exteriores. Le vendría a usted bien, le dijeron a su anfitrión, distribuir el material de Paz Ahora por todo el mundo para demostrar que Israel no es sólo un Estado de ocupación y asentamientos sino también de pacifistas. Eso mejoraría la imagen del Estado y ayudaría al Ministerio de Asuntos Exteriores a silenciar a los críticos.

En otras palabras: los «Miembros veteranos de Paz Ahora» están dispuestos a servir como tapadera para el gobierno de Netanyahu y para el Ministerio de Asuntos Exteriores de Lieberman. Les ofrecen una coartada.

Paz Ahora está dispuesta a servir como tapadera al gobierno de Netanyahu

El movimiento Paz Ahora goza de una reputación muy positiva en todo el mundo. La gente los recuerda de la gran manifestación de protesta tras la masacre de Sabra y Shatila. La impresión generalizada es que es el único movimiento pacifista en Israel. Los medios de comunicación internacionales le dedican gentilezas mientras que prácticamente ignoran al resto de las fuerzas israelíes por la paz.

Esto es lo que hace que esta reunión sea tan peligrosa. Mucha gente en todo el mundo se dice a sí misma: si Paz Ahora se reúne con la gente de Lieberman y les ofrece cooperación, no pueden ser tan malos.

Así, Paz Ahora sirve a Lieberman como Shimon Peres y Ehud Barak sirvieron a Netanyahu. Y como Shlomo Avineri, en su día, a Yigal Alón. El rey de Hannover sabía de lo que hablaba.

¿Cómo ha llegado Paz Ahora a este punto?

No estoy en contra del movimiento. Al contrario, agradezco mucho su lucha contra los asentamientos. Es cierto que no se unieron al boicot de los productos de los asentamientos que se inició hace 12 años pero están monitorizando las actividades de construcción en los asentamientos y llamando sobre ellos la atención del mundo. Ésta es una acción importante y muy loable.

Paz Ahora movilizaba a cientos de miles y ahora le cuesta mover a unos cientos

El problema es que al movimiento, que en su día podía llamar a cientos de miles a las calles, hoy en día le resulta difícil movilizar ni a unos pocos cientos.

Esto puede atribuirse a la caída general del movimiento de paz israelí desde 2000, cuando Ehud Barak declaró que «no tenemos ningún socio para la paz». Pero el caso de Paz Ahora merece un análisis especial.

El movimiento nació en 1978, cuando parecía que Menachem Begin estaba dando largas y no respondía de forma suficientemente positiva a la histórica iniciativa de paz de Anwar Sadat. Begin, abogado de profesión y carácter, regateó en cada pequeño detalle y hubo peligro de poder perder aquella oportunidad única. Las manifestaciones de la joven Paz Ahora ayudaron a encaminar a Begin en la dirección correcta.

El cénit del éxito de Paz Ahora fue la «manifestación de los 400.000 » tras la masacre de Sabra y Chatila durante la Primera Guerra de Líbano. Aunque el número es exagerado, fue una gran manifestación, única a su manera, que expresó un auténtico levantamiento de la opinión pública de Israel.

Pero este éxito tuvo un precio. En la víspera de la guerra, Shimon Peres y Yitzhak Rabin, los líderes del partido laborista, fueron a ver a Begin y lo instaron a iniciar la guerra. Y en Israel, he ahí que estos dos aparecieron como los principales oradores de la protesta de Paz Ahora. Fue un trato: Paz Ahora les dio a ambos un certificado kosher y el partido laborista llevó a sus entonces masas de adeptos a la plaza.

Me recordó al trato que Fausto hizo con Mefistófeles: a cambio de éxito en todos sus empeños, vendió su alma.

La estrategia de Paz Ahora no carecía por completo de lógica.

Las masas abandonaron a Paz Ahora que ahora está comprometida en la lucha contra la derecha

Esto lo explicó Tzali Reshef, que fue el verdadero líder del movimiento durante varias décadas. En 1992, cuando Rabin deportó a 415 activistas islámicos a la frontera con Líbano, se sostuvo en Tel Aviv un debate público sobre la respuesta apropiada. Yo propuse colocar tiendas de protesta frente a la oficina del primer ministro y permanecer allí hasta que a los deportados se les permitiera volver. Reshef rechazó mi propuesta alegando con franqueza: «Paz Ahora se dirige a un público muy amplio y no debemos hacer nada que los aleje de nosotros. Avnery puede permitirse el lujo de decir lo correcto, nosotros no.»

Nos dimos el gustazo de ese lujo, armamos las tiendas y nos quedamos allí día y noche con temperaturas bajo cero. (Fue justo en esas tiendas donde nació Gush Shalom.) A lo largo de los años, Paz Ahora adoptó gradualmente nuestras posturas pero siempre después de un retraso de meses o años. Por lo tanto, adoptaron de forma tardía la solución de los dos Estados, la necesidad de hablar con la OLP, el principio de las dos capitales de Jerusalén, etc.

Esta estrategia habría sido legítima e incluso habría estado justificada; si hubiese demostrado su eficacia . Pero en la vida real sucedió lo contrario: las masas abandonaron Paz Ahora y el movimiento ahora está, como todos nosotros, comprometido en una desesperada lucha en la retaguardia contra la creciente ola derechista.

A diferencia del profesor Avineri, yo no siento inclinación alguna a reírme.