Opinión

Provisional para siempre

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

«Tengo tres respuestas», le dijo el judío al rabino cuando su vecino le demandó por no devolver una jarra prestada. «En primer lugar, nunca le he tomado prestado una jarra. En segundo lugar, la jarra estaba rota. En tercer lugar, se la devolví hace mucho tiempo.» El Plan de Paz de Avigdor Lieberman muestra un tipo de lógica parecido. ¿Plan de Paz? ¿Lieberman? Oh, sí. Al contrario de todo lo que usted pensaba, Lieberman quiere la paz, de hecho anhela la paz. Tanto es así que ha pasado días y noches trabajando por su cuenta en un Plan de Paz completo.

Al contrario de lo que usted pensaba, Lieberman ha trabajado  en un Plan de Paz

Esta semana convocó a 170 diplomáticos de Israel de alto rango, la élite de nuestro servicio exterior, y les reveló sus pensamientos. Las opiniones del ministro de Asuntos Exteriores, por supuesto, son vinculantes para los diplomáticos, y a partir de ahora constituyen el hilo conductor de todas las misiones diplomáticas israelíes en todo el mundo. Pero ante todo, Lieberman ajustó cuentas con los turcos. Éstos exigen una disculpa de Israel por el asesinato de nueve activistas turcos en el barco que trataba de acabar con el bloqueo de Gaza. Los turcos también exigen que Israel pague indemnizaciones a las familias de las víctimas. Insisten en que los soldados israelíes atacaron ilegalmente la nave turca en alta mar y dispararon a los activistas desarmados. «Su descaro no tiene límites», tronó Lieberman. Todo el mundo sabe que los turcos atacaron a nuestros soldados que inocentemente descendían de su helicóptero y que se vieron obligados a disparar en defensa propia. Lieberman sabía, por supuesto, que Netanyahu andaba en negociaciones con los turcos para poner fin al conflicto. El ministro de Defensa, Ehud Barak, y los jefes del ejército estaban presionándole para restablecer las buenas relaciones con Ankara, y sobre todo con los militares turcos; relaciones, creen, que son de gran valor estratégico para Israel. Los turcos, por su parte, saben que Israel controla el Congreso de Estados Unidos, por lo que también creen que un acuerdo sería bueno para ellos. El emisario de Netanyahu estaba buscando una fórmula que fuera menos que una disculpa y satisficiera a Ankara de todas formas. Lieberman ha puesto fin a este apaciguamiento. Netanyahu no puede permitirse el lujo de parecer un pelele al lado de su ministro machote de Asuntos Exteriores. Así que declaró que nunca jamás se disculparía. Para Lieberman, eso fue una gran victoria. Netanyahu capituló. Barak fue humillado. Los turcos siguen siendo enemigos. ¿Qué más puede pedir un ministro de Asuntos Exteriores? Pero Lieberman no se duerme en los laureles ni un momento. En la misma reunión con los selectos 170 expuso su gran plan: el Plan B.

Netanyahu capituló. Barak fue humillado. Los turcos siguen siendo enemigos.

Un momento. Si éste es el Plan B, ¿cuál es el plan A? Netanyahu, por supuesto, no tiene ningún plan de paz. Su postura declarada es que los palestinos deben volver a las negociaciones directas sin condiciones previas, pero sólo después de reconocer oficialmente a Israel como «el Estado del pueblo judío» (o, en otras palabras, como un «Estado judío y democrático».) Está claro que no se puede esperar que los palestinos acepten una condición previa de este tipo. Entonces, ¿a qué «Plan A» se refiere Lieberman? No al de Netanyahu, sino al de Barack Obama. El presidente de Estados Unidos habla de dos Estados con una frontera en medio basándose en las líneas de 1967 y una capital palestina en Jerusalén Este. Ni de broma, dice Lieberman. Y, como el judío al que demandaron por lo de la jarra, también tiene sus tres razones: En primer lugar, no tenemos ningún socio para la paz. En segundo lugar, el gobierno israelí no puede hacer la paz. En tercer lugar, la paz no es buena para nosotros.

No tenemos ningún socio para la paz porque los palestinos no quieren la paz. Lieberman, inmigrante de Moldavia, conoce a los palestinos mucho mejor de lo que ellos se conocen a sí mismos. Por lo tanto, afirma categóricamente: «Incluso si ofrecemos a los palestinos Tel Aviv y una retirada a las fronteras de 1947, van a encontrar una razón para no firmar un tratado de paz» (las fronteras de 1947, fijadas por Naciones Unidas, dieron a Israel el 55% del país, mientras que las de 1949-1967 daban a Israel el 78%). Es cierto que esta cuestión podría resolverse fácilmente: Israel podría entrar en negociaciones y ofrecer un plan de paz dentro de los parámetros establecidos por el presidente Bill Clinton y aprobados por Barack Obama. Si los palestinos se niegan, no perdemos nada y ellos se avergonzarán ante el mundo entero. Lieberman, por lo que parece, no pasó por alto esa posibilidad, y por eso ha preparado un argumento alternativo: no podemos negociar con los palestinos porque no tienen un liderazgo legítimo.

Lieberman dice que no podemos negociar con los palestinos porque no tienen un liderazgo legítimo

¿Por qué no es legítimo? Así, Lieberman se revela como el demócrata de principios que es. El mandato de Mahmud Abbas ha finalizado. La Autoridad Palestina no ha convocado nuevas elecciones. ¿Puede uno exigir a Israel, modelo de democracia en el Oriente Medio, hacer la paz con un liderazgo que no ha sido legalmente elegido? Claramente, esto es impensable. Israel no va a traicionar sus principios sagrados. Un demócrata comprometido como Lieberman no puede estar ni estará de acuerdo con eso. Es cierto que la gran mayoría del pueblo palestino coincide en que Abbas debe llevar a cabo las negociaciones. Aunque Hamás ha declarado recientemente (no por primera vez) que si Abbas llega a un acuerdo de paz y si lo confirma el pueblo palestino en un referéndum, Hamás lo aceptaría aunque sea contrario a sus principios. Pero eso no le interesa a Lieberman. No se comprometerá a negociar con un gobierno cuyas credenciales democráticas están en duda. Esto no es tan importante porque, según Lieberman, Israel mismo no puede hacer la paz. En pocas palabras, «hay grandes diferencias de opinión dentro de la coalición». Como él dice: «No creo que sea posible encontrar un denominador común entre Eli Yishai y Ehud Barak, o entre Dan Meridor y yo, o incluso en el Likud entre Benny Begin y Michael Eitan (Meridor, Begin y Eitan son todos ministros sin cartera)… En las actuales circunstancias políticas, es imposible que presentemos un plan para una solución permanente porque la coalición simplemente no sobreviviría.» Para Lieberman, como para Netanyahu, la persistencia de la coalición actual es claramente más importante que alcanzar una «solución permanente». Es cierto que uno podría crear fácilmente una coalición alternativa basada en el Likud, el Kadima y los laboristas, pero para Lieberman ―y por lo visto también para Netanyahu― no vale la pena considerar esta posibilidad.

Ahora mismo es imposible una solución permanente porque la coalición no sobreviviría

La conclusión, según Lieberman: la paz no es posible, no ahora y no en las próximas décadas. Pero afortunadamente tiene una alternativa que es mucho mejor que un acuerdo de paz definitivo. Se llama «Acuerdo Provisional a Largo Plazo». Esta semana, Lieberman filtró sus fundamentos: «Un aumento significativo en la cooperación con la Autoridad Palestina en las áreas de seguridad y economía… El objetivo del plan es estabilizar aún más la situación en Cisjordania y aumentar la cooperación con la Autoridad Palestina en temas de seguridad para darles a los palestinos más responsabilidades en seguridad en lo que está ocurriendo sobre el terreno. » Por lo tanto, es posible después de todo cooperar con el régimen ilegítimo de Mahmud Abbas, si sigue colaborando con el ejército de Israel y el Shin Bet para impedir los ataques a Israel y a los asentamientos. Para este servicio, se le pagaría bien: «El Plan servirá para fortalecer la economía palestina de manera significativa, aumentando la libertad de movimiento entre las ciudades palestinas en Cisjordania y ofreciendo diversos incentivos económicos». Significado: en pago a los servicios de la Autoridad Palestina en temas de seguridad en Israel, Israel tendrá la amabilidad de permitir que los habitantes de Nablus vayan a Ramalá, y que los habitantes de Belén vayan a Hebrón. Los trabajadores palestinos continuarán construyendo los asentamientos, cuyo número aumentará notablemente, y la situación económica mejorará.

La ocupación continuará hasta que el estándar de vida palestino iguale al de Israel

El Plan también fija objetivos: el PIB palestino per capita deberá llegar a cerca de 200.000 dólares (más de diez veces su nivel actual). «Cuando la situación económica con la Autoridad Palestina sea similar a la de Israel, será más fácil renovar las negociaciones políticas y lograr una solución permanente.» En otras palabras: la ocupación continuará hasta que algo de lo siguiente ocurra: o bien que el estándar de vida palestino llegue al nivel de Israel o que llegue el Mesías, lo que ocurra primero. En cualquier caso, no hay ninguna indicación clara de que nada de eso vaya a pasar en las próximas décadas. ¿Este plan es de Lieberman solamente o de Netanyahu también? Cuando se le preguntó sobre el discurso de su ministro de Asuntos Exteriores, Netanyahu dio una respuesta evasiva. Cualquier ministro tiene derecho a decir lo que quiera, dijo, pero sólo cuenta la política oficial del gobierno. Bueno, en primer lugar, el ministro de Asuntos Exteriores no es cualquier ministro. Las reflexiones políticas del viceministro de Transporte (si acaso) puede no ser importante, pero el ministro de Asuntos Exteriores es el portavoz internacional del Estado, el representante del gobierno en el extranjero. Sin embargo, Netanyahu siguió diciendo que si las negociaciones se reanudaban y se daban contra un muro de ladrillo, es muy posible que no haya más remedio que llegar a un acuerdo provisional. En la práctica, es el propio Netanyahu el que mantiene las negociaciones, porque se niega a congelar los asentamientos y exige que los palestinos reconozcan Israel como «Estado judío». E incluso si las negociaciones se reanudaran, pronto se darían contra un muro debido a la actitud de nuestro gobierno hacia Jerusalén Este y las fronteras. Entonces, ¿qué queda? ¡Provisional para siempre!