Opinión

¡Hola, Joe!

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Buenos días, Joe. 
En casa, en Estados Unidos, tu nombre es fango. Pero aquí te sentirás de verdad como en casa.

En tu momento, lograste infectar de histeria a todos los ciudadanos de Estados Unidos. Detectaste un agente soviético debajo de cada cama. Agitaste una lista de espías soviéticos en el departamento de Estado (una lista que no se le había enseñado a nadie nunca). En un centenar de idiomas por todo el mundo, hebreo incluido, el nombre McCarthy, el macartismo, se ha convertido en una palabra familiar. Sí, dejaste bien tu marca.

Pero, después de todo, sólo fuiste un plagiario. Antes que tú, el Comité de Actividades Antiestadounidenses aterrorizó el país, destruyó carreras, indució a la gente al suicidio y empañó la reputación de Estados Unidos en todo el mundo democrático. «Investigó» a intelectuales y artistas y tachó a muchos de ellos de «antiestadounidenses».

Dudo que Faina Kirschenbaum haya oído hablar alguna vez de este comité. Ella no nació en Estados Unidos sino en la Unión Soviética estalinista y ésa es su patria espiritual. Su actitud hacia la democracia refleja estos orígenes.

El nombre McCarthy se ha convertido en una palabra familiar en todo el mundo

El significado de su nombre germánico es «cerezo». Pero los frutos de este árbol son venenosos.

Esta semana, la Knesset aprobó un proyecto de ley presentado por Kirschenbaum, una colona que es también directora general del partido de Avigdor Lieberman. El proyecto de ley pide que se nombre una Comisión Parlamentaria de Investigación para investigar si los fondos internacionales o los países extranjeros están financiando a organizaciones que «participan en la campaña para deslegitimar a los soldados de las fuerzas de defensa de Israel». Un proyecto de ley paralelo presentado por el miembro del Likud Danny Danon pide que la Comisión de Investigación investigue si los gobiernos extranjeros financian «actividades contra el Estado de Israel» israelíes.

Es fácil adivinar la imagen que dará semejante investigación en manos de un comité compuesto por políticos nombrados por una mayoría de derecha racista de la Knesset. El infame Comité de Actividades Antiestadounidenses parecerá claramente liberal en comparación.

Es muy interesante ver quién votó a favor y quién en contra. Entre los 41 que votaron a favor, no sólo estaban los fascistas de extrema derecha de costumbre, encabezados por el kahanista declarado Michael Ben-Ari, sino también el mayor representante ortodoxo, Jacob Litzman, el ex portavoz del ejército, Miri Regev y el ex Jefe del Estado Mayor, Moshe Ya’alon. Mención especial a Matan Vilnai, que casi llegó a ser Jefe del Estado Mayor, destacado miembro del Partido Laborista, actualmente viceministro de Defensa a cargo de los asentamientos.

Entre los 17 que votaron en contra estaban, por supuesto, los diputados árabes que estaban presentes y todos los miembros del Meretz. Una agradable sorpresa fue la que dieron Yitzhak Herzog, candidato a la presidencia del Partido Laborista, el ex miembro del Likud y actual miembro del Kadima Meir Sheetrit y el miembro del Likud Michael Eitan. Eitan es el último vestigio del movimiento revisionista de Vladimir Zeev Jabotinsky, que combinaba una agenda nacionalista extrema en asuntos exteriores con una actitud muy liberal en asuntos internos.

En total, 58 de los 120 miembros de la Knesset participaron en la votación. ¿Dónde estaban los otros 62? Estaban en la clandestinidad. Binyamin Netanyahu desapareció. Ehud Barak desapareció. Tzipi Livni desapareció. Incluso Eli Yishai desapareció. Es de suponer que todos ellos tienen un certificado médico para justificar su ausencia.

Hay votaciones cuya importancia es mayor aún que el propio asunto; votaciones que caracterizan a una época y se consideran, en retrospectiva, decisivos. Ésta bien puede haber sido una de esas votaciones.

Lo primero que destaca de esta ley es que no se aplica a todas y cada una de las asociaciones políticas en Israel.

Si una ley ecuánime así hubiera sido promulgada, yo le habría dado la bienvenida. Tengo mucha curiosidad sobre el origen del dinero que apoya a los colonos y otras organizaciones de extrema derecha.

Enormes sumas, decenas y cientos de millones, fluyen hacia estas entidades, mil veces más que las cantidades comparativamente lamentables que reciben las asociaciones pacifistas y por los derechos humanos. Algunos de los beneficiarios se dedican a la expulsión de los árabes de Jerusalén Este. Les ofrecen a los propietarios de viviendas palestinos precios astronómicos por sus inmuebles y les prometen nuevas identidades en Estados Unidos para que puedan vivir allí felices para siempre. Utilizan hombres de paja contratados, en su mayoría árabes. Los débiles sucumben a la tentación. Eso cuesta mucho dinero y uno de los donantes conocidos es un famoso multimillonario que hizo su fortuna como dueño de casinos. En Israel, por cierto, ser propietario de un casino es un delito grave.

Los financieros de la extrema derecha son algunos de los jefes de las sectas evangélicas

Se sabe que los financieros de la extrema derecha son algunos de los jefes de las sectas evangélicas, antisemitas natos, que creen que Jesús regresará a la Tierra cuando todos los judíos se concentren en Israel. Luego, los judíos serán o bien bautizados o aniquilados hasta el último hombre o mujer. Estos partidarios de la solución realmente definitiva son la fuente principal del dinero que financia muchas asociaciones de derecha.

Este dinero nutre a asociaciones abiertamente fascistas, así como a otras más discretas, que abogan por el despido de profesores de «izquierda» de las universidades, organizan redes de estudiantes-espía que delatan a sus profesores (otra forma de ganar dinero para pagar sus estudios). Algunas organizaciones monitorean los medios de comunicación para limpiarlos de personas sospechosas de delitos menores tales como la lucha por la paz. También hay un equipo enorme que peina todos los medios de televisión, radio y prensa de todo el mundo árabe y que proporciona piezas escogidas a nuestros «corresponsales de asuntos árabes» (casi todos ellos del servicio secreto del ejército y ex alumnos de Shin-Bet), como algo acerca de un predicador musulmán loco de Yemen o una declaración particularmente desagradable en un salón de El Cairo. Se les da estupendamente envenenar los pozos de la paz.

Si una comisión de investigación seria investiga la financiación de la extrema derecha, se descubrirá que gran parte proviene directamente del bolsillo de los contribuyentes estadounidenses. Ése es uno de los grandes escándalos: el gobierno de Estados Unidos está financiando muchos de los  asentamientos. Durante decenas de años, se ha hecho la vista gorda a las organizaciones estadounidenses que están proporcionando fondos a los asentamientos; asentamientos que son ilegales, incluso desde la política oficial del gobierno de Estados Unidos. En Estados Unidos se puede donar dinero libre de impuestos para fines humanitarios pero no para fines políticos. Casi todo el dinero que le llega a la extrema derecha de Israel tiene una marca oficial que indica que está destinado a fines humanitarios.

Y ¿qué pasa con los mafiosos rusos, que están íntimamente relacionados con la derecha israelí? ¿Qué pasa con los dictadores de los fragmentos de la antigua Unión Soviética? ¿De dónde saca Lieberman, cuyas relaciones con estos países son bien conocidos, su dinero? Los investigadores policiales han intentado durante años desentrañar este misterio sin resultados concretos hasta ahora.

Todo esto podría tener ocupados a varios comités de investigación en los próximos años, y los iniciadores de los proyectos de ley lo saben perfectamente bien. Se mantienen firmes: una investigación a las asociaciones de izquierda solamente; definitivamente no a las de derecha. (Algo así como la señora que gritó en una sala de cine oscura: «¡Quítame las manos de encima! ¡Tú no! ¡¡Tú!!»

Los promotores de los proyectos de ley no ocultaron la identidad de las asociaciones que quieren «investigar». La lista incluye a B’Tselem («En la imagen»), un equipo veterano que controla los acontecimientos en los territorios ocupados y al que trata con respeto incluso el ejército; Shovrim Shtika («Rompiendo el Silencio»), un grupo de ex soldados que recoge testimonios de soldados; Yesh Din («Existe una Ley»), que opera en materia de propiedad de tierras en los territorios ocupados, así como en la supervisión de los tribunales militares; Yesh Gvul (“Hay un límite»), que defiende a los soldados que se niegan a servir en los territorios ocupados; Machsom Watch («Vigilancia de Checkpoints»), una organización de mujeres voluntarias que supervisa lo que ocurre en las barricadas; «Médicos por los Derechos Humanos», que acaba de ser galardonado en Estocolmo con el Premio Nobel Alternativo por sus actividades al servicio de los enfermos en los territorios ocupados, la Asociación por los Derechos Humanos, el Nuevo Fondo Israelí, IR Arim («Ciudad de los Pueblos»), que lleva a cabo peleas legales contra la entrada de colonos en Jerusalén Este, y Shalom Achschav («Paz Ahora») por las importantes actividades de vigilancia de las construcciones en los asentamientos.

¿Quién lo ha nombrado para que hable de «nuestras tropas»?

(Por lo que a mí respecta, ésta es una lista muy insultante  ya que omite a Gush Shalom. Tal vez las asociaciones que se esconden tras los iniciadores del proyecto de ley saben que el Gush no recibe un centavo de ninguna fuente gubernamental extranjera.)

No hay nada malo en la recepción de fondos de fuentes internacionales gubernamentales que trabajan en el campo de los derechos humanos en todo el mundo. El grupo Rompiendo el Silencio no ocultó el hecho de que su último libro, una recopilación de los testimonios de 183 soldados, estaba financiado por la Unión Europea. Se jactaba de ello en la portada del libro.

Especialmente censurable es la pretensión de los racistas de estar actuando en nombre de los soldados. No hablan acerca de la deslegitimación de los colonos, ni de la derecha fascista, ni de las políticas racistas de nuestro gobierno; sólo acerca de la «deslegitimación de los soldados de las fuerzas de defensa de Israel».

Ésa es una táctica típica de todos los movimientos fascistas del mundo. Se envuelven en la bandera del patriotismo («el patriotismo es el último refugio del canalla») y dicen defender a «nuestras tropas».

Nuestras tropas proceden de todos los segmentos de la sociedad. Incluyen derechistas e izquierdistas, religiosos y laicos, colonos e informantes de Rompiendo el Silencio. ¿Quién ha nombrado a este vendedor ambulante de cerezas envenenadas para que hable de «nuestras tropas»? ¡Ay del ejército que necesite defensores como estos!

La carrera de Joe McCarthy fue interrumpida repentinamente. Se le enterró bajo una frase que hizo historia.

Joseph Nye Welch, un respetado abogado representante del ejército de Estados Unidos, que compareció ante el comité McCarthy, alucinó con sus tácticas y le gritó: «¿No tiene usted sentido de la decencia, señor, a estas alturas? ¿No le queda sentido de la decencia?»

La audiencia de la sala estalló en aplausos espontáneos. Estas pocas palabras electrizaron a la opinión pública estadounidense. De repente la tortilla se dio la vuelta. La era McCarthy terminó, la opinión pública recuperó la cordura y, desde entonces, el macartismo es sólo recordado como algo de lo que avergonzarse.

Ahora estoy a la espera de un ciudadano israelí decente que selle la cloaca abierta en la Knesset que amenaza con sumergir todo el país.

Don Binyamin Netanyahu, señor, ¿no le queda sentido alguno de la decencia?