Reportaje

El río más mortífero de Europa

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 8 minutos
Lancha usada por inmigrantes para cruzar el río Evros (Turquía-Grecia) | © Ilya U. Topper/M'Sur
Lancha usada por inmigrantes para cruzar el río Evros (Turquía-Grecia) | © Ilya U. Topper/M’Sur

No tiene cascadas ni grandes crecidas, pero cada año se lleva por delante más de medio centenar de vidas. El río Evros, frontera entre Grecia y Turquía, se ha convertido en el cauce más peligroso de Europa.

“Unos 50 o 60 muertos anuales” estima Erdal Akgün, concejal del municipio de Edirne, en el lado turco. “Unos 25 ahogados en 2010”, contabiliza un inspector de la policía griega en Orestiada los encontrados en territorio helénico. “Algunos quedan atrapados en las islas del río y tenemos que rescatarlos”, añade.

En 2010, Grecia detuvo a 36.000 inmigrantes en esta frontera, y se calcula que unas 200-300 personas cruzaron a diario. Gran parte se entrega a la policía: saben que al pisar territorio griego difícilmente serán devueltos.

Cruzan 10-15 inmigrantes en lanchas hinchables diseñadas para 4 ocupantes

“Un drama humano”, asegura Vangelis Maraslis, ex alcalde de Vissa, un pueblo griego muy cercano al río. “Cruzan en barcas hinchables; se meten diez o quince personas y muchos no saben nadar”. Muestra las lanchas desinfladas de fabricación alemana que la gente del pueblo se lleva a casa cuando las encuentra abandonadas: prevén cuatro ocupantes.

No basta con vencer el agua. “Hace pocas semanas, tres se murieron de frío nada más poner pie en tierra” añade Christos Farmakidis, agricultor de Vissa. Un vecino suyo ha grabado imágenes de cadáveres en la orilla. Enseña el vídeo, tomado desde una barca de pesca, en el móvil: la silueta de un africano yace en el agua entre matorrales.“Avisé a la policía turca y se lo llevaron”, asegura.

En un cementerio de Edirne, varias tumbas dan un mudo testimonio del drama. Algunas no tienen señal alguna, dos recogen el nombre y la fecha aproximada de la muerte de dos iraníes; uno dispone incluso de una foto.

El río Evros marca casi la totalidad de los 206 kilómetros de frontera terrestre entre Grecia y Turquía. A un lado, el espacio Schengen, al otro, un país que linda con Irán, Siria, Irak… A lo largo de 12,5 kilómetros, la línea fronteriza ataja por los campos y es por aquí donde intenta cruzar la mayoría.

Tránsito organizado

Se trata de un tránsito organizado. Los inmigrantes clandestinos se albergan en pisos francos en Estambul y son trasladados con furgonetas hasta el pueblo de Karaagaç, una pedanía de Edirne. “Los guías los llevan cerca de la frontera y les señalan una casa o un árbol y les dicen que caminen hasta ahí y estarán en Grecia”, explica Gökhan Sözer, gobernador de Edirne.

«La gente se siente insegura con los inmigrantes, pero casi nunca son violentos»

“Hay patrullas turca los 24 horas, pero poco pueden hacer. No son terroristas ni delincuentes, no se puede abrir fuego contra ellos”, levanta los brazos. “Se les grita que se detengan, y si se detienen, bien, pero si salen corriendo, sólo se puede correr tras ellos, y es fácil que se escapen: no hay obstáculos físicos en la frontera”.

Cierto. Sólo ocho torretas de vigilancia indican los límites de la Unión Europea; en la lejanía pasa un todoterreno verde del Frontex, la policía europea de fronteras, desplegada aquí desde noviembre, y dos excavadoras. No hay valla.

La habrá pronto. Lo promete el ministro griego de Protección Ciudadana, Christos Papoutsis: “Esto es una bomba de relojería: vivimos una época de crisis y no podemos aceptar estas oleadas”. Según una reciente encuesta, 8 de cada 10 griegos piensan como él. Ayer, 500 miembros de la organización ultraderechista Chrysi Avgi  (Amanecer Dorado) se enfrentaron a la policía cuando ésta escoltaba una manifestación de inmigrantes en Atenas.

En Vissa no lo tienen tan claro, pese a quejarse de los hurtos que cometen los inmigrantes. “Entran en las casas, buscan comida, ropa… claro, lo necesitan. A veces también roban coches”, resume Maraslis. “La gente se siente insegura, aunque los inmigrantes casi nunca son violentos”. Sólo recuerda un caso en que un vecino fue golpeado por indocumentados que se hicieron con su vehículo.

En la conversación del café predomina el tono de compasión. “Hace dos meses, yo venía de Orestiada a través de una nevada; hacía cinco o seis grados bajo cero y me encontré con un grupo grande de africanos. Había incluso una mujer con un bebé en los brazos. Les dimos ropa y leche», narra Farmakidis. «Luego llamamos a la policía para que los llevara al centro de acogida”. Un paso habitual para los inmigrantes: tras unos meses en el centro de Filakio, las autoridades les dan un billete a Atenas. El próximo paso puede ser otro país europeo.

“Pagan 3.000-4.000 euros por viaje y están muy organizados, vienen con mapas, algunos incluso con GPS”, creen saber los agricultores. Muchos guardan en sus casas las frágiles lanchas hinchables con los que los inmigrantes se enfrentan a las tranquilas pero traicioneras aguas del Evros, y a veces naufragan entre islotes, brazos muertos y matorrales. Son de fabricación alemana —marca ‘Bestway Voyager 500’— y tienen capacidad para 225 kilos. Suelen transportar más del triple. «Vienen diez o quince en una barca», asegura Maraslis.

«Los griegos no vigilan, en las torretas no hay nadie; tendrían que patrullar a pie como los turcos»

La valla no suscita emociones. “Si se construye estaremos más tranquilos, pero el problema no se solucionará: habría que ayudarles en sus países” dice Farmakidis. Añade que la culpa es de Turquía que “les ayuda a cruzar para que el problema se traslade a Europa”.

En Turquía piensan lo contrario. “Los griegos no vigilan, en las torres no hay nadie. Tendrían que patrullar a pie, como los nuestros”, cree Yilmaz, campesino de Karaagaç. También está a favor de la valla, porque “ahora, los ‘árabes’ nos pisotean todos los cultivos, al correr campo a través; estropean los sembrados”. “También las acequias” interviene Sükrü. Pero no le convence la valla: “Nuestros abuelos podían pasar libremente a Grecia”.

También el alcalde local, Agah Korkan, compara el proyecto al “muro de la vergüenza” de Berlín y cree que no solucionará nada: “La gente hará agujeros”. “Nosotros queremos incrementar el comercio con el lado griego, los festivales, no construir muros” concluye.

Los campesinos niegan que alguien del pueblo se beneficie del tráfico humano. “Son gente de Estambul los que lo organizan todo”, aseguran. “Nadie de aquí haría algo así. Quizás algunos marginados de Edirne que sirven de guía”.

Grecia no puede devolver los inmigrantes a Turquía si no los detiene directamente en la frontera

Sözer cree que Turquía hace lo que puede. “En 2010 fueron detenidos 11.400 migrantes en este municipio, además de 500 traficantes”, enumera. Hay consultas sobre la readmisión de inmigrantes entre Grecia, Turquía y la Unión Europea. El acuerdo de 2001 es papel mojado. “Contempla dos casos de readmisión”, explica el gobernador. “El básico prevé que la policía griega entregue a la turca a los inmigrantes que haya capturado inmediatamente en la frontera. El problema es que siempre los detienen más tarde. El Frontex tampoco captura a nadie. Sólo usan cámaras y cuentan cuántos son”, asegura.

Para activar el segundo caso hace falta una comunicación entre los Ministerios de Exteriores de Grecia y Turquía y “los griegos tienen que especificar por qué isla o tramo de frontera han entrado los inmigrantes. No lo hacen porque tampoco lo saben: los inmigrantes les mienten”.

Sözer estima que Turquía sólo consigue deportar el 10% de los indocumentados: casi todos dicen que son palestinos, afganos o somalíes y es difícil comprobar su verdadera nacionalidad. A los no identificados se les retiene dos meses en uno de los dos centros de acogida hacinados de Edirne ―un tercero está en construcción― y luego se les lleva de vuelta a Estambul, donde se les libera.

Desde luego volverán a intentarlo. Aunque les pidan nuevamente 100 euros para señalarles la frontera. O 500 para subirse a una lancha neumática. O 1.500, todo incluido. Cuando la valla se construya, el número de detenidos se reducirá, pero con certeza aumentará la tasa de vidas que se cobra el río Evros.

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© Ilya U. Topper | Publicado parcialmente en: El Mundo · 23 Ene 2011

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