Reportaje

La ‘jet-set’ egipcia en medio de la revolución

Ángel Villarino
Ángel Villarino
· 8 minutos
Club privado en El Cairo (2011) |  © Ángel Villarino
Club privado en El Cairo (2011) | © Ángel Villarino

Hassan ya está a menos de diez metros del hoyo y necesita cambiar de palo. Con gestos de impaciencia llama a su ‘caddie’, un muchacho que acude corriendo, cargado de bultos, y tropieza en un montículo de hierba. En el barrio pudiente de Zamalek, a media hora andando las protestas de la plaza Tahrir, la ‘jet-set’ cairota se relaja en uno de los mejores centros recreativos de Oriente Medio.

La cuota para hacerse socio del club Gezira asciende a 150.000 libras egipcias (unos 17.000 euros), más otras 1.000 libras anuales de “mantenimiento”. Desde este exuberante oasis se ven con otro prisma los problemas de un país en el que el 40 por ciento de la población vive con menos de dos dólares al día.

En sus bonitos jardines se desenvuelve la vida social de un puñado de privilegiados, familias que habitan mansiones construidas con mármoles y granitos de Italia, maderas de Escandinavia, piscina olímpica, perreras para decenas de animales, cine privado y gimnasio.

“Aquí no viene gente rica, sino muy, muy rica. Muchos no quieren que se vaya Mubarak»

“Aquí no viene gente rica, sino muy, muy rica. Te rodea lo mejor de la sociedad. Por supuesto, muchos no quieren que se vaya Mubarak, pero otros se han dado cuenta de que es necesario que desaparezca para que el país prospere y se modernice”, explica detrás del humo de su puro Hussein El Habrouk, editor jefe del diario gubernamental Al Ahram, que se entretiene observando cuántos de quienes le rodean tienen en las manos su periódico y cuántos se informan con la competencia.

Son las dos de la tarde y en las abarrotadas mesas de la terraza decenas de hombres leen con semblante serio las noticias, mientras sus mujeres (muchas de ellas con ‘hiyab’) charlan o se ocupan de los niños. El presidente Hosni Mubarak lleva tres décadas sosteniendo su régimen sobre los pilares del Ejército y de una élite económica que ahora parece haber dejado de confiar plenamente en él.

“Coincido con que se tiene que ir, aunque el proceso de transición debería no alargarse para no arruinar la economía. La gente que ha empezado las revueltas son como nuestros hijos, jóvenes inteligentes y con estudios”, dice una exactriz de 63 años, antes de entallarse en un chándal rojo carmín. “A mi no me importa quién gobierne, mientras le pueda dar a mi familia una vida digna”, comenta un empresario del sector turístico, Ahmed, cuyos hijas de 13 y 14 años hablan inglés con acento americano. “Han estudiado en Estados Unidos”, admite su padre.

Alrededor suyo, cientos de adolescentes se divierten jugando al fútbol, al squash o al tenis, montando a caballo, o almorzando en el atestado Mc Donald’s y otros restaurantes de comida occidental.

Dentro de los muros del club, no hay ni rastro de las revueltas

Dentro de los muros del club, no hay ni rastro de las revueltas. La cajera de la oficina bancaria cambia dólares y euros sin pestañear, algo que todavía resulta complicado en una ciudad que vuelve poco a poco a la normalidad.

El único signo de lo que ha ocurrido en el país en los últimos días lo lleva en la cabeza Ahmed, uno de los porteros del Gezira. Su venda blanca cubre heridas de guerra. “Me golpearon con una piedra en la plaza. Fui a defender a Mubarak, nuestro líder. Fui a pelear por él, que es el benefactor”.

Cerca de las pistas de tenis, un joven ingeniero que dice simpatizar con los manifestantes se queja de que todos los sectores de la economía están controlados por nueve familias cercanas al ‘rais’. “Además tengo un problema personal con Mubarak. Cada vez que el presidente sale de casa lo hace con una escolta de 64 coches, incluida una de las ambulancias más caras del mundo, que parece una nave espacial. ¡A veces ni siquiera va en ninguno de esos autos, sino en helicóptero, pero bloque la calle y yo llego tarde al trabajo!”

Cálculos publicados la semana pasada por la prensa anglosajona estimaban el patrimonio personal de Mubarak entre los 40 y los 70 mil millones de dólares. “La corrupción ha llegado a niveles imposibles de soportar. El país no puede seguir así, esto es demasiado, por eso mucha gente de clase alta quiere que se marche, aunque estén algo preocupados por lo que pueda venir después”, resume El Habrouk.

Una de las pancartas más aplaudidas en la plaza Tahrir en los días previos a su caída contenía una simple operación matemática. Su autor había dividido la fortuna personal de Mubarak entre la población total de Egipto: 50.000 millones de euros entre 83 millones de personas. “Tocamos a 600 euros por cabeza, con eso vive una familia egipcia casi un año entero”, explicaba su autor.

Mubarak y Familia S.A.

El “Faraón” y su familia atesoran una de las mayores fortunas del mundo. Los cálculos difieren mucho según quien haga la suma de sus propiedades, acciones y fondos bancarios. Pero el patrimonio oscila, en cualquier caso, entre cifras mareantes: de los 15 a los 50.000 millones de euros. Hosni, su esposa Suzan, y sus hijos Gamal y Alaa se han enriquecido con tal descaro a lo largo de estos 30 años en el poder que sus corruptelas, aún silenciadas por la prensa, se han convertido en uno de los temas de conversación preferidos en las tertulias, alrededor de un té y una pipa narguile.

La montaña de dinero podría desmoronarse. El ‘rais’ y su familia perdieron el trono y, en los próximos meses, podrían ver cómo se esfuma también parte de su patrimonio. Suiza, país en el que se encontraría el grueso de sus ahorros, ya ha ordenado bloquear las cuentas. Mientras, en El Cairo se preparan varios expedientes para juzgarlos por corrupción.

Los Mubarak han diversificado su fortuna en miles de inversiones por todo el mundo

No será una tarea fácil, porque en estas últimas tres décadas, los Mubarak han tenido tiempo suficiente para diversificar su fortuna en miles de inversiones por todo el mundo. Disponen de pisos de lujo en Nueva York, mansiones en Beverly Hills y el Mar Rojo, una casa de seis plantas en el corazón de Londres y otros cientos de propiedades inmobiliarias en todas las latitudes del globo, del Golfo Pérsico a Madrid. También hay varios yates, flotas enteras de coches de lujo, helicópteros, joyas millonarias y excentricidades como la ambulancia más cara del mundo, que un vecino de Mubarak describe a M’Sur como “una nave espacial”.

Sobre el paradero del “Faraón” y su familia se especuló ampliamente desde su caída. Varias cadenas árabes los situaban ya en Emiratos Árabes Unidos, mientras que una periodista del rotativo británico The Guardian, aseguraba haberlos localizado en una de sus villas de descanso, en la localidad balnearia egipcia de Sharm El Sheik. Estén dónde estén, no parece que vayan a tener problemas financieros durante algún tiempo. La telaraña de intereses económicos es tan amplia y complicada que, según aseguran los expertos, harían falta años de investigaciones para localizar todo el dinero.

El presidente vendía empresas públicas a sus amigos a precio de saldo, llevándose porcentaje

Un par de libros de investigación han desgranado en los últimos años el ‘modus operandi’ de esta plutocracia familiar, confirmando muchos de los rumores que circulan por El Cairo. El ‘rais’, un militar con fama de austero que cuando llegó al poder en 1981 prometió luchar contra la corrupción, ha amasado su fortuna haciéndose con acciones preferenciales en las compañías más importantes del país, vendiendo empresas públicas a sus parientes y amigos a precio de saldo y, sobre todo, llevándose un tanto por ciento (entre el 5 y el 20) de buena parte de las inversiones, nacionales y extranjeras.

Esta última rama del “negocio” familiar corría a cargo de Gamal, a quien se apuntaba para la sucesión al “trono” hasta hace pocas semanas. Sus abusos han hecho enfadar incluso a viejos amigos de la familia, como el jeque árabe Sheikh Zayed Al Nhyan, a quien vendió una casa por 120 millones de euros. Un inmueble, que según se descubrió después, no costaba más de 15 millones. El resto del dinero fue la comisión del «intermediario»: Gamal.

El núcleo duro de la corrupción a gran escala se ha sostenido, preferentemente, sobre los parientes y amigos de familia de la «Primera Dama», de Suzan: familias como la Tasekh o la El Gamal, que han hecho millones a costa del pueblo. Un desvergonzado expolio que ha hecho enfermar la sociedad egipcia, a veces de manera literal. En 2006, el Gobierno adquirió a través de una de las empresas del ‘holding’ clientelar 370.000 vacunas caducadas. La estirpe Mubarak hacía caja mientras miles de niños se retorcían de dolor y vomitaban sangre en el hospital.