Entrevista

Ahmed Ben Yessef

«El arte sin libertad no es arte»

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 8 minutos
Ahmed Ben Yessef (Sevilla, 2004) | © Antonio Acedo
Ahmed Ben Yessef (Sevilla, 2004) | © Antonio Acedo

El Ateneo de Sevilla acogió en junio una exposición colectiva de pintores de Kenitra y la región Gharb Cherarde Bni H’Sen, una buena oportunidad para acercarse a la plástica marroquí, esa gran desconocida entre el público español.

Los nombres —Fatna Aida, Mohamed Akhatiou, Drissia Aouididen, Mustapha Ben Msika, Hamid Boukheraz, Ahmed Derkaoui, Abdennebi El Hannati, Mohammed Elqoch, Sami Ftouh, Mounir Hajouj, Mehdi Haidar Mohamed, Mehdi Ichar, Meriem Kettani y Omar Lamech: once hombres y tres mujeres— puede que aún digan poco al público español. Pero oficia como comisario Ahmed Ben Yessef (Tetuán, 1945), pintor, grabador, escultor y ceramista afincado en Sevilla desde hace ya casi cuatro décadas, tanto tiempo que se considera tan andaluz como marroquí.

“Yo nací artista, sentí la pintura en el mismo momento en que sentí la vida”, asegura este admirador de Rembrandt, Goya y Velázquez. “No he hecho otra cosa en mi vida que pintar, y pintar, y pintar. Pero antes pintaba con el corazón, y ahora empiezo con el corazón y termino con la razón”. Artista figurativo, asegura haber pintado cuadros inspirados en la primera conferencia de paz palestino-israelí de Madrid, en la guerra de Irak y la Marcha Verde, así como una carpeta sobre el Legado Andalusí en colaboración con Juan Goytosolo.

Pero también puede verse su trabajo en algunas obras conmemorativas del Sevilla C. F., el club de sus amores, y en los billetes de 100 dirhams que circulan por Marruecos.“Además de su valor plástico, la pintura es un documento de la época que nos ha tocado vivir. El artista es un notario”, agrega.

¿Por qué cuesta tanto identificar Marruecos con la pintura?
Siento decirlo, pero en España hay una deformación total sobre lo que se hace culturalmente en Marruecos. No acuso a nadie, simplemente ignoro la razón. En Holanda, Alemania o Francia, en cambio, se conoce todo. Y en Marruecos se saben desde la última poesía que se hace en España hasta la alineación de un equipo de Tercera División.

¿Qué hay de cierto en esa extendida idea de que el islam excluye la pintura figurativa?
Hay un cliché, en efecto, que considera que la figuración está prohibida en el islam. Pero tal cosa no existe en la realidad. El islam rechaza la representación de imágenes asociadas con Dios, para que nadie caiga en la idolatría. Pero Dios es bello, y ama la belleza. Por otra parte, en el islam es muy importante la intención: si buscas un propósito estético, es legítimo. Ya dijo el Profeta: ‘Aspirad a la cultura y la sabiduría desde la cuna hasta la tumba…’

De modo que usted, pintor figurativo, no se siente en absoluto transgresor…
Nunca he tenido el menor problema. Mi obra es de la que más se vende en Marruecos, y el país en este momento puede competir con cualquier otro en pintura contemporánea, no tenemos nada que envidiar. Hoy hay en Marruecos un mercado para el arte incluso mayor que en España, empezando por Su Majestad, que es un gran aficionado a la pintura.

¿Es el color el elemento común de los artistas marroquíes?
En Marruecos hay un amplio abanico de tendencias, hay abstractos, cubistas, fauvistas…, aunque es cierto que lo que domina es la abstracción. Pero el artista es fruto de su entorno, y allí hay mucha luz, mucho colorido, es un país sensual, muy plástico por sí mismo, y por eso ha atraído a infinidad de pintores, desde Matisse a Fortuny.

La cuestión es que la mayoría de ellos se dejaban absorber por la sugestión orientalista, y rara vez iban más allá…
Hay una gran cantidad de estereotipos acompañados de prejuicios, y es cierto que ya es hora de empezar a ver otras cosas, y de mirarnos a la cara. Hemos vivido demasiado tiempo de espaldas. El problema de los orientalistas es que no miraban a la realidad de un modo plástico, sino que buscaban sólo la tarjeta postal. Pero lo típico, lo exótico, empieza con la invasión napoleónica de Egipto. Y ésa es también la entrada del caballete en el mundo musulmán, que abre una nueva dimensión.

¿Qué impulso necesitaría hoy el arte en Marruecos?
El arte en general necesita de coordinadores, mecenas, ministros de Cultura que se preocupen un poco más por él, porque el artista tiene unos medios muy limitados. Su labor es crear, y la del Estado difundir y ayudar. Como cada vez hay menos mecenas, es el Estado quien debe ocupar ese papel. Tienen los medios, pero falta sensibilidad.

¿No teme que ese Estado acabe apoyando sólo el arte que le interesa desde un punto de vista, digamos, político?
Ha ocurrido toda la vida, no se puede luchar contra eso. Lo importante es que se hagan cosas. Yo soy una persona comprometida con la forma y el color, bastante tengo con eso como para comprometerme además con un partido político.

¿No se considera al menos monárquico?
Yo soy un pintor, son ellos los que me siguen. Quiero que sean los políticos los que me sigan, y no al revés. Sí, soy muy afortunado, jamás pensé que mi arte estaría plasmado en los billetes. Toda la vida, lo único que quise fue vivir de la pintura, nada más. Ése es mi sueño, y está realizado. Nunca he querido ser ni jefe ni empleado de nadie, porque el arte sin libertad no es arte. Mi único partido es el que juega el Sevilla cada domingo.

¿Qué pintores marroquíes no deberíamos perdernos?
Es una pregunta difícil de contestar, hay muchos… Yo he jugado un papel muy importante, no sólo en Marruecos, sino también en España…

Pero no es una isla, no vive aislado. ¿No podría darnos algunos nombres imprescindibles?
Bueno, se me ocurre Miki Migara, que era de Tetuán y estudió en Sevilla, como Chefaj. Anota el nombre de Fajar, tetuaní también. Y Tuhami, que era escultor, y Sarguini, que estudió en Madrid y llegó a ser director del Bellas Artes de Tetuán. Ah, y Aziz, grabador del Grupo 15…

¿Hacia dónde camina la plástica marroquí?
La pintura, como ya he dicho, está floreciendo, puede que viva su mejor momento. Se están construyendo dos museos de Bellas Artes, uno en Tetuán —la Junta de Andalucía está haciendo casi todo— y otro en Casablanca, aparte de uno privado que ya existía en Rabat. Es algo muy importante, porque ya se ha perdido la memoria de dos generaciones de pintores marroquíes, y eso es lo que los museos deben preservar.

¿Y el futuro del país? ¿Cree que algo se está moviendo, como parecen señalar todos los indicios?
Actualmente estoy involucrado en un cuadro, que he titulado La primavera árabe, o La primavera de la liberación de los dictadores en el mundo árabe. Desde que afortunadamente empezó esta intifada, hago bocetos y busco ideas sin parar. Celebro que esos movimientos nos liberen de una gran cantidad de dictadores impuestos y pagados por Estados Unidos y Occidente.

¿Incluye a Mohamed VI en esa nómina?
Por suerte, Marruecos es una democracia. No es perfecta, pero gracias a esos movimientos se va a perfeccionar. Ha habido un sano contagio. Esto es un movimiento que no tiene líderes, ni tendencias. Es gente con hambre de estómago y de libertad, además de una formación y un nivel cultural, y detrás no hay líderes, ni islamistas, ni cristianos. Tarde o temprano iba a suceder. En pleno siglo XXI no se puede entender a un jefe de Estado como pastor de rebaños. El sillón de algunos lo ha dejado su padre en herencia, ¿cómo es eso?

¿No teme que diciendo eso no vuelvan a encargarle el diseño de los billetes en su país?
Yo defiendo mis ideas, me da igual. Siempre he sido así, incluso cuando estaba tieso, así que imagínate ahora. La verdadera independencia es la económica, ¿no? Pues sin ella yo he hablado con la misma libertad. El arte sin libertad no es arte, y no puede ser oficial. Y si me apuras, debe ser una actividad laica, o mejor dicho, aconfesional. Y te digo más: la libertad no es un regalo de Navidad, no te la traen los Reyes Magos. Se gana, y cuesta sangre y lágrimas, y aún así a veces no se consigue. Pero hay que luchar por ella, desde el arte, desde la política, en todos los frentes.