Reportaje

Por un puñado de euros

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 7 minutos
Fachada de un salón de juegos en Sofia (2010) |  © Ilya U. Topper
Fachada de un salón de juegos en Sofia (2010) | © Ilya U. Topper

Estambul | Noviembre 2011

“Insípidos” era el calificativo más amable que el periodista Ivan Dikov dedicó a los candidatos durante la carrera por la presidencia de Bulgaria. A todos. Capaces de “excitar a su audiencia sólo si ésta se toma un combinado de prozac, marihuana y viagra… o si son entusiastas de la compra de votos”.

El reportero de la agencia Novinite puso el dedo en la herida: las noticias sobre las elecciones presidenciales no se centraban tanto en el duelo entre el candidato conservador y el socialista, sino en las sospechas de que el dinero arreglaba todo. Y la polémica no se acabó el 30 de octubre, con la victoria de Rosen Plevneliev, candidato respaldado por el partido GERB, de centro-derecha y asociado al Partido Popular Europeo.

El político se impuso con un 52,52% de los votos a su rival, el socialista Ivaylo Kalfin, antiguo ministro de Exteriores. Pero el perdedor se negó a felicitar a su contrincante: “Todo el país ha visto el caos y cómo los diputados del GERB acarreaban ilegalmente sacas con las papeletas”, aseguró aún el sábado pasado, según Novinite, poniendo en duda la legitimidad del resultado.

Kalfin hizo referencia a un escándalo que sacudió el país tras la primera vuelta de las elecciones, en las que también se eligieron las corporaciones municipales: largas colas de los responsables de las mesas electorales, que esperaban la noche entera para entregar sus urnas en la sala del recuento. Muchos se resignaron a dormir encima de las sacas, otras se las llevaron a casa, algo prohibido. La presencia de un diputado conservador en la sala, no permitida según las reglas, añadió polémica.

El mismo sábado, no obstante, la Comisión Electoral confirmó la validez del resultado, pese a los “serios problemas”. Pero la oposición no se resigna: el domingo, tres ex alcaldes búlgaros anunciaron que pedirían la anulación y repetición de los comicios en sus ciudades, Plovdiv, Pleven y Smolyan. Los tres pertenecen a diferentes partidos, pero todos coincidieron en denunciar masivas campañas de compra de votos por parte del ganador, el GERB.

En Plovdiv, la segunda ciudad de Bulgaria, el conservador Ivan Totev ganó con un 50,84% de los votos…. una diferencia de poco más de 2.000 papeletas. Algunos medios de comunicación aseguraron que los vecinos del barrio gitano de Stolipinovo acudieron a las urnas al final de la jornada, y que admitieron que se les había pagado, según recoge Novinite.

No era una sorpresa. Pocos días antes de la primera vuelta, un sondeo de Transparency International, mostró que un 20% de la población búlgara al negocio de las papeletas. Todo el mundo tiene un precio, pero los votantes búlgaros ni siquiera venden muy caro su derecho democrático: un 12% de los encuestados se contentaría con una cifra entre 15 y 25 euros. Otro 6,8% pediría algo entre 50 y 75 euros. Y un último 1% está indeciso, pero a tenor de la directora local de Transparency, Katya Hristova, también acabaría pasando por el aro. ¿Tal vez sólo habría que subir la oferta?

En la carrera presidencial, la práctica probablemente influya poco. Pero en los comicios municipales se disparan los precios: “En las elecciones locales, en una zona costera con un ‘boom’ inmobiliario, un voto puede costar 150 y hasta 250 euros. En las generales, en los barrios pobres se adquiere por 15-20 euros”, explica el criminólogo Tihomir Bezlov, del Instituto CSD en Sofia. A menudo, los candidatos no pagan en efectivo sino que entregan comida o carburantes para la calefacción.

¿Sólo gitanos?

Un estereotipo habitual dice que la compra de votos se da sobre todo entre los gitanos y que muchos patriarcas dan consignas a todo el ‘clan’ a cambio de que la alcaldía les ceda luego propiedades inmobiliarias para su reventa. Un enorme negocio en las zonas donde políticos y constructoras buscan repartirse los ingresos. Pero el estudio de Transparency muestra que la práctica sobrepasa con mucho la comunidad romaní, que apenas alcanza un 4,7% de la población búlgara.

Por otra parte, el colectivo gitano es precisamente de la población con menos ingresos: gran parte vive en auténticos guetos, donde la mayoría de los niños no está escolarizada. Fakulteta, el barrio gitano de Sofia, recuerda más un poblado de chabolas africano o asiático que una ciudad europea.

Bezlov tiene clara la conclusión: “A menos ingresos en la población de un país, más corrupción”. El salario mensual medio en Bulgaria se cifra en 340 euros y hay un 11,7 por ciento de paro.

La pobreza no tuvo la culpa en Pleven, la séptima ciudad del país, donde el alcalde, Nayden Zelenogorski, del pequeño partido liberal BND, perdió la reelección por sólo 389 votos contra un candidato del GERB. El aún alcalde denunció ya antes de los comicios que alguien ajeno a su campaña había registrado una coalición con el nombre “Por Zelenogorski”, supuestamente para confundir y dividir el voto. Pese a que el candidato asegura que en toda Bulgaria sólo él lleva este apellido, la Comisión Electoral no vio motivo para excluir la lista.

El Partido Socialista anunció el 1 de noviembre su intención de recurrir los resultados en cinco ciudades, entre ellas la capital, Sofia, aunque el propio Kalfin ha concedido que la alcaldesa conservadora, Yordanka Fandakova, habría sido reelegida aun sin prácticas fraudulentas. También en Burgas, la tercera ciudad del país, el alcalde del GERB, Dimitar Nikolov, se confirmó en el cargo… con el 70% de las papeletas.

Pero la compra de votos tal vez ni siquiera sea la primera amenaza para la democracia búlgara. Igual de preocupante es la escasa participación: sólo un 48% de los votantes registrado acudió a las urnas en la segunda vuelta. Una falta de interés íntimamente ligada a las sospechas de fraude, según el estudio de Transparency International. El estudio muestra que un 40% de quienes estarían dispuestos a subastar su papeleta lo harían por el hastío que les produce la impunidad de las autoridades implicadas en la corrupción. Es algo que va a peor: en 2009, sólo el 6% de los ciudadanos ponía precio a su voto.

La llegada de Rosen Plevneliev ―tomará posesión del cargo el 22 de enero― acaba con la bicefalía del país: hasta ahora, el presidente socialista, Georgi Parvanov, ha funcionado como un contrapesa a muchas iniciativas del primer ministro, Boyko Borisov, miembro del GERB. Ahora, el presidente, probablemente tendrá un perfil menos llamativo, dadas las muy diferentes personalidades de los dos políticos.

Si Plevneliev, licenciado en Ciencias Naturales, conocedor de idiomas y miembro del Parlamento Europeo, tiene actitudes diplomáticas, nadie puede decir que Borisov sea un personaje insípido: fue instructor de policía y guardaespaldas del ex zar Simeón de Bulgaria, posee el cinturón negro en kárate y preside la federación búlgara de este deporte.