Reportaje

Un rincón para las mujeres

Nuria Tesón
Nuria Tesón
· 9 minutos

 

Una mujer descansa en Tahrir, donde ha pasado la noche / Miguel Ángel Sánchez
Una mujer descansa en Tahrir, donde ha pasado la noche / Miguel Ángel Sánchez

“Era obvio para mí que era indispensable la representación femenina en el Parlamento. Debían no sólo ser representadas, sino participar en la elaboración de las leyes. Sería la única respuesta al problema de formular leyes que no hacían avanzar la causa de las mujeres. […] Las mujeres, como la mitad de la nación, tienen que estar representadas en el Parlamento y justamente protegidas. Por qué deberían sólo los hombres representar su nación. Las mujeres deberían tener igualdad para opinar sobre las leyes que las afectarán a ellas y a sus hijos”.

Estas palabras que no han perdido validez en cincuenta años aparecen recogidas en las memorias de Doria Shafik, una feminista que pasó, desde 1957, los últimos dieciocho años de su vida bajo arresto domiciliario por criticar cómo se había erosionado la democracia por culpa de las políticas de Nasser, antes de tirarse por la ventana en 1975.

Ahora igual que entonces es fundamental la participación de las mujeres en la elaboración de las leyes. Durante la revolución iniciada el 25 de enero de 2011, las mujeres participaron codo con codo en manifestaciones y protestas junto a sus compañeros varones. Sin embargo, ni una sola fue incluida en el comité que elaboró el texto constitucional que se aprobó el pasado marzo en referéndum. Por esa misma razón, como protesta contra la formación de una comisión constitucional en la que no había ninguna mujer, en 1954 un grupo de féminas con Shafik a la cabeza llevó a cabo una huelga de hambre.

Lograron que se reconociera el derecho a voto para las mujeres egipcias.

«Por qué deberían sólo los hombres representar su nación», se preguntó Doria Shafik

Una de las primeras medidas acometidas por la Junta Militar que gobierna Egipto tras la revuelta fue eliminar la cuota femenina que había establecido el Gobierno de Mubarak en las últimas (y fraudulentas), elecciones legislativas celebradas hace exactamente un año.Por el contrario, la nueva ley electoral exige sólo que haya una mujer en las listas y la composición de las mismas es un reflejo de la sociedad. Un ejemplo: el partido liberal Wafd que presenta 570 candidatos, lleva 87 mujeres en sus listas; apenas el 15%.Tampoco el gabinete interino de transición ha experimentado grandes mejoras. Entre los nuevos ministros sólo hay una mujer, Fayza Abu el Naga que, además, es uno de los pocos miembros del antiguo régimen que sigue ostentando un cargo.

“Cualquiera que vea hoy el Parlamento pensará que no hay mujeres en Egipto”. Este comentario difundido el pasado 23 de enero durante la celebración de la primera sesión del órgano legislativo egipcio a través de una red social por Samer Shehaui, activista del Instituto de El Cairo para estudios de derechos humanos (CIHRS en sus siglas en inglés), resume lo que opinan muchas de las mujeres en este país. En la Cámara baja que deberá elegir a la comisión que redacte la nueva Constitución y que definirá el marco legal del país en los albores de su democracia sólo hay 10 mujeres, menos del 2% de un hemiciclo con 508 escaños.

Una de las cuatro que se sentarán en la Cámara por parte de los islamistas del Partido Libertad y Justicia, brazo político de los Hermanos Musulmanes es Hoda Ganeya, una médico de 43 años, casada y con cuatro hijos. Ella y sus compañeras son casi el 50% de las féminas del Congreso, un peso proporcional al que tiene su partido en el órgano legislativo.

En el nuevo Parlamento egipcio sólo hay 10 mujeres. Menos del 2% del hemiciclo

En su opinión, la presencia femenina en el hemiciclo es representativa del país en el que vive (Egipto tiene 85 millones de habitantes de los cuales más de la mitad son mujeres), porque “no se trata de una cuestión de cantidad, sino de calidad”. Para Ganeya los diputados deben hacer política “para todos los ciudadanos y no sólo para los de su género”. “Mi hija está estudiando Medicina, somos profesoras, ingenieras… no estamos discriminadas”, argumenta.

Sanaa Said, miembro del grupo parlamentario del Bloque Egipcio, está de acuerdo en que el género no determinará que los derechos de las mujeres se defiendan mejor en el nuevo Parlamento pero por razones bien distintas: “Cuando hay una mayoría islamista, qué importa. Si tenemos mujeres, pero la mitad son del PLJ no podemos esperar mucho. Confío en los hombres que no son islamistas y creo que podremos trabajar juntos”. Esta contable del Banco de Desarrollo de 45 años, considera que la mujer “no sólo está discriminada sino que está marginalizada y excluida políticamente”. “La mujer fue un compañero activo y eficaz durante la revolución y también en las elecciones, donde acudimos en masa a votar. Es una vergüenza la representación que tenemos, no pueden dejarnos atrás”, lamenta El Saeed.

Pero lo cierto es que desde el fin de la revolución se quedaron en desventaja. No hubo ninguna mujer en la comisión que redactó el texto constitucional vigente y las mujeres que concurrieron a las elecciones lo hacían prácticamente al final de las listas de modo que sus posibilidades reales de hacerse con un escaño eran muy limitadas. “Es un insulto”, denuncia Said.

“El problema es la ley electoral”, apunta Esraa Abdel Fatah, fundadora del movimiento 6 de Abril y ahora miembro de Mujeres egipcias libres, una agrupación feminista, pero también una cuestión de “mentalidad y cultura”. “Si los partidos sólo tienen la obligación de llevar a una mujer en sus listas y es la última, y si como independientes nadie se plante si quiera votarlas, nunca tendrán las mismas oportunidades”, detalla la activista.

Mentalidad, cultura y legislación, tres factores en los que Abdel Fatah cree que una vez terminada la revolución tienen que seguir “dando batalla” “Debemos luchar para que se cambie la Ley en cuanto tengamos una nueva Constitución. Y antes de eso, para que en el comité que la redacte haya al menos un 20% de mujeres, sino, difícilmente se salvaguardarán estos derechos”, pone de relieve la activista, quien no cree que hacerlo vaya a ser tarea fácil, “especialmente por la mayoría islamista y de salafistas que podrían luchar en contra de los intereses de las mujeres”, apunta. Algo que no preocupa a la parlamentaria del PLJ, Ganeya: “Ahora hay otras prioridades y no creo que nadie vaya a intentar limitar los derechos de nadie”.

Una flor en el cartel

La doctora Madiha El Safty, profesora de sociología en la Universidad Americana en El Cairo, y miembro de la Alianza para las Mujeres Árabes considera una paradoja que algunos de los partidos que llevaban más mujeres en sus listas fueran los de corte islamista y cita el ejemplo de una candidata perteneciente al partido salafista Nur (La Luz), que apareció al inicio de la campaña en el cartel electoral junto a sus compañeros barbudos representada por una flor. “Es el mejor ejemplo de que se las considera un adorno y un método para conseguir votos en detrimento de otros políticos laicos”, considera.

La polémica, de la que se hicieron eco los diarios egipcios, llevó al partido a sustituir la flor por una foto del marido de la candidata. Una forma de “preservar su intimidad”, según sus compañeros, ya que ella al igual que la mayor parte de estas candidatas viste niqab, la prenda musulmana femenina que cubre todo el cuerpo menos los ojos.

“Esto no tiene ningún sentido, tanto más cuando sabemos que lo mismo entre los Hermanos Musulmanes que entre los salafistas más radicales no se cree que las mujeres sean aptas para gobernar. Es cierto que de cara a la galería han moderado su discurso, pero habrá que ver cómo es de sincero ese discurso”. Aunque El Safty considera preocupante para las mujeres el avance del islamismo, cree que es importante no olvidar que en los últimos seis o siete años ellas “se han ido incorporando poco a poco a los movimientos existentes y han ido tomando fuerza”. “Debemos tener esperanza. Hemos percibido que el discurso de las mujeres se ha vuelto más… agresivo. Debemos dar una oportunidad a la democracia para ver si responde a nuestras demandas”, confía.

Entre los islamistas más radicales no se cree que las mujeres sean aptas para gobernar

Magda Noweshim, parlamentaria del Wafd, no teme a los islamistas porque cree que los liberales podrán formar un bloque fuerte para contrarrestarles, sin embargo esta mujer de 55 años que lleva 25 en política cree que tendrán que luchar “para que no se les quiten derechos ya adquiridos”, como ya se hizo con la cuota femenina. “No podemos acabar con algo que está bien sólo porque lo hiciera Mubarak”, señala. Para Abdel Fatah, el único modo en que conseguirán esos logros será buscar alianzas entre los hombres de partidos liberales que creen en esos derechos”, algo en lo que ya trabaja Sanaa Said: “Cuento con que hombres y mujeres trabajaremos juntos por la igualdad. Cuento con ellos”, sentencia.