Reportaje

Guerra de turbantes

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 8 minutos
Sede del Consejo Supremo Islámico de Bulgaria en Sofia (2010) |  © Ilya U. Topper
Sede del Consejo Supremo Islámico de Bulgaria en Sofia (2010) | © Ilya U. Topper

Sofia / Estambul | Mayo 2012

La tenaz lucha entre dos dirigentes islámicos rivales en Bulgaria por el puesto del poder ha puesto en evidencia la carrera de islamización en el país, fomentada desde Turquía.

“Yo defiendo los valores europeos en Bulgaria. Mustafa Hadzhi sólo favorece los intereses turcos” trona Nedim Gendzhev, muftí y jefe de medio millón de musulmanes búlgaros. O eso asegura él, apoyado en un fajo de sentencias judiciales que revocan su destitución, ocurrida en 1998.

«Este señor no representa a nadie; no tiene ni formación religiosa y además trabajó para los órganos de seguridad comunistas”, responde Hayri Emin, cercano colaborador del Mustafa Alish Hadzhi, elegido ―pero no registrado― en 2008.

La escena tiene lugar en enero de 2011, en dos edificios en el centro de Sofia, la capital de Bulgaria, separados apenas por unas cuantas calles. Ambos distan pocos centenares de metros de la sede central del Consejo Supremo Islámico de Bulgaria, un bonito edificio de varias plantas, sellado y vigilado permanentemente por la policía desde que las dos facciones pelean por él.

Hubo puñetazos entre los simpatizantes de ambos bandos en la puerta de la mezquita de Plovdiv

Lo de pelea hay que tomarlo en sentido literal: ha habido asaltos de simpatizantes de ambos bandos. En Plovdiv, la segunda ciudad del país, hubo puñetazos en la puerta de la mezquita, la más importante de Bulgaria. Cuando la lucha por la posesión del edificio se llevó a la calle, la policía intervino.

En juego está la jefatura del Consejo, único interlocutor oficial reconocido por el gobierno para representar a, al menos, medio millón de musulmanes, algo menos del 10% de la población. Y la mayor parte de la guerra había tenido lugar en los tribunales, en los que Nedim Gendzhev y Mustafa Alish Hadzhi se enfrentan desde 1997.

Una sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo le dio cierta razón a Gendzhev en 2004, y ahora decora el oscuro despacho de una modesta agencia de viajes en el centro de Sofia, donde el sexagenario Gendzhev recibe a delegados de Egipto y otros países árabes.

No mucho más vistoso ―un par de habitaciones en un primer piso sin señalar, con muebles desvencijados y una fotocopiadora en el pasillo― se presentaba a inicios 2011 el cuartel general del bando enemigo, formado por Hadzhi y sus jóvenes colaboradores. En febrero de ese año consiguió hacerse elegir por unanimidad por una ‘asamblea de emergencia’ con 1.120 delegados musulmanes búlgaros, el apoyo de 213.000 firmas y la presencia del embajador estadounidense, James Warlick.

Gendzhev no se dio por vencido, nombró el mismo día a Ali Bayraktarov en el puesto del muftí supremo de Bulgaria y apeló a los tribunales. Perdió: en abril, el Tribunal Supremo del país confirmó a Mustafa Alish Hadzhi en ese cargo.

Estados Unidos lleva años apostando por Hadzhi, al que considera «una voz creíble»

La larga guerra ha puesto de manifiesto no sólo la enemistad entre los dos hombres sino también muchos trapos sucios. La presencia de Warlick en la conferencia de Hadzhi no era una casualidad: Estados Unidos lleva apostando desde hace años por este dirigente. Lo confirma un cable de Wikileaks (SOFIA 001095) publicado hace pocas semanas por la web de periodismo de investigación búlgara Bivol y recogido por la agencia Novonite: Hadzhi es una “voz creíble, es moderado y no se le conoce ningún desacuerdo con la política estadounidense”, aseguró John Beyrle, entonces embajador en Bulgaria, en diciembre de 2010.

La opinión formaba parte de una búsqueda general para escoger candidatos “creíbles” entre las comunidades musulmanas del mundo, a todas luces para que sirvieran de contacto frecuente para Washington, según se deduce del texto del cable. Relata la biografía de Hadzhi: es pomak, es decir musulmán búlgaroparlante, a diferencia de la mayoría de los búlgaros islámicos, que hablan turco, pero es fluido en otros cuatro idiomas ―turco, inglés, árabe, ruso― y en 1997 obtuvo un diploma en Teología y Ley Islámica en Jordania. También menciona “rumores sin confirmar” según los que habría sido informante de los servicios secretos búlgaros en la época comunista.

El cable fue hecho público precisamente al día siguiente de que una comisión de investigación señalara que, aparte de 11 de los 15 obispos de la Iglesia de Bulgaria, también Gendzhev y Hadzhi habían trabajado para el aparato comunista.

En el fondo, muy poco separa a los dos rivales. Es más, en un punto coinciden: la suya es una simple pugna por el poder. “No tenemos visiones religiosas distintas” aseguran ambos. Lo que no quita que se acusen mutuamente de favorecer actividades integristas. “Gendzhev ha desviado más de 100.000 euros de la comunidad a sus cuentas privadas; tiene una fundación para la educación religiosa e invita a gente de Arabia Saudí y del Banco Islámico del Desarrollo”, advierte Hayri Emin.

El BID, siglas de ese banco, tiene su sede en la ciudad saudí de Yidda, y es fácil pensar que sirva de brazo económico del wahabismo, la interpretación extremamente rigurosa del islam, en el poder en Arabia y en pleno avance en toda Europa, pero sobre todo en los Balcanes.

Pero el viejo Gendzhev devuelve la andanada: “Los de Hadzhi deben más de medio millón de euros en facturas e impuestos, no pueden pagar los salarios de los imanes locales… y luego vienen sectas turcas, de Pakistán, incluso de Al Qaeda, y pagan 5.000 euros para que les permitan dar clases en Bulgaria”.

«Vienen sectas turcas y de Pakistán que pagan para que les permitan dar clases en Bulgaria»

Gendzhev menciona dos sectas: la de Metin Kaplan, un predicador turco-alemán ‘ultra’, hoy encarcelado, y la muy conservadora Suleimanci turca. “En Delchevo, los ‘suleimancis’ fundaron una escuela para imanes, recogían a niños de familias pobres y les hicieron un lavado de cerebro. Tras seis meses los mandan a Turquía… y en 2008, a dos los devolvieron muertos. Dicen que se suicidaron; la Fiscalía sigue investigando”, asegura el contrincante perdedor.

Emin se lava las manos. “Algunos imanes hacen cursos de verano para niños, pero nunca empleamos a extranjeros; todos los imanes deben ser búlgaros. Que vengan ‘kaplancis’ a dar cursos puede ocurrir a nivel local, pero nosotros no los contratamos ni ocurre con nuestra connivencia”, afirma.

Hay motivo para dudar de su palabra. En la web oficial del Consejo Supremo Islámico de Bulgaria, controlada a todas luces por el bando de Hadzhi, aparecían fotos de ‘cursos de verano coránicos’ de 2010, en las que las niñas van uniformadas de blanco cual monjas, un estilo sólo habitual en sectas fundamentalistas, radicalmente distinto a como visten las musulmanas búlgaras.

Las fotos hoy ya no se encuentran en la web, aunque también en la “Competición de conocimientos islámicos”, celebrada en septiembre pasado en Sofia, la norma de vestimenta parecía estricta y el cerrado pañuelo islamista era obligatorio, o al menos universalmente utilizado entre las chicas adolescentes, según se aprecia en las fotos oficiales.

En los ‘cursos de verano coránicos’ de 2010, las niñas iban uniformadas al estilo fundamentalista

Turquía no es ajena a la pelea por el poder musulmán en Bulgaria. Más bien aparece como una potencia protectora de la población islámica, en gran parte turcoparlante. Ankara financia tres colegios islámicos en Bulgaria gracias a un acuerdo oficial. Durante la guerra judicial entre Gendzhev y Hadzhi, el ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, debatió el asunto con su homólogo búlgaro, y Mustafa Hadzhi ―que asegura haberse doctorado en Estambul― se entrevistó con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, según Emin.

El actual jefe de los musulmanes cuenta, pues, con el respaldo de Washington y Ankara. Lo que no está claro es qué consecuencias tendrá esto para la población musulmana. Turquía es un país oficialmente laico, pero su autoridad religiosa oficial, la Diyanet, financia y promueve en Europa, sobre todo en Alemania, una visión estricta del islam que en Turquía provocaría protestas.

Aún más fundamentalista es el movimiento Milli Görüs, también muy fuerte en Alemania, fundado por el político turco Necmettin Erbakan, quien fue mentor del actual primer ministro. Y finalmente, parte de los dirigentes turcos actuales se confiesan seguidores de la escuela de Fethullah Gülen, residente en Estados Unidos, lo más parecido al Opus Dei en el mundo islámico. Las fotos de la “competición islámica” de Sofia hacen pensar que la carrera premia a quienes se muestren más piadosos y más veladas.

Nedim Gendzhev  (2010) |  © Ilya U. Topper
Nedim Gendzhev (2010) | © Ilya U. Topper
Mustafa Alish Hadzhi (2010) |  © Ilya U. Topper
Mustafa Alish Hadzhi (2010) | © Ilya U. Topper