Reportaje

Espías a la caza del desertor sirio

Lluís Miquel Hurtado
Lluís Miquel Hurtado
· 8 minutos
Un vigilante turco ante un campamento de refugiados sirios en Reyhanli (2011) | © Ilya U. Topper
Un vigilante turco ante un campamento de refugiados sirios en Reyhanli (2011) | © Ilya U. Topper

Desconocemos su nombre. Tuvo que irse de Damasco hace 20 años y ahora vive en un país europeo. Pero desde que pisó Estambul, con el objetivo de apoyar a los opositores sirios, sus sensaciones no eran agradables. Aquella noche tenía previsto dormir en casa de un amigo. Pero con una llamada a éste desmontó sus planes y confirmó los peores augurios: “Me persiguen dos pistoleros”.

Turquía es la base principal de la oposición siria. Desde aquel primer congreso en Antalya, hace justo un año, casi todas las reuniones, los encuentros y las declaraciones a la prensa han tenido lugar en Estambul. Parece un lugar más seguro que Jordania o Líbano, una ciudad con todas las comodidades y suficientemente cercana a los campamentos de refugiados de la provincia fronteriza de Hatay, desde donde se dirige la lucha armada contra el régimen de Bashar Asad. Pero el testimonio del opositor muestra que el brazo de Damasco llega hasta el Bósforo.

En la provincia de Hatay no faltan sicarios dispuestos a trabajar a favor de Asad

Mucho mayor es el riesgo, desde luego, en la propia Hatay. Más de 14.000 refugiados sirios, la mayoría del norte del país, viven en siete campamentos, uno, el de Apaydin, destinado exclusivamente a ex soldados y policías y mucho más vigilado que los demás. Es una medida de precaución imprescindible, aseguran las autoridades turcas: no se puede saber si algunos han participado en las atrocidades del régimen antes de desertar, y podrían sufrir actos de venganza de los demás refugiados.

Pero también están especialmente expuestos a la amenaza del régimen, decidido a castigar las deserciones. En la provincia de Hatay no faltan sicarios dispuestos a trabajar a favor de Asad. Esta semana, las autoridades turcas detuvieron a tres personas sospechosas de preparar el secuestro del coronel Riad Asaad, jefe del Ejército Sirio Libre que combate contra el régimen.

La noticia fue escueta y sólo daba las iniciales de un sirio, S.S. y de dos ciudadanos turcos, H.A. y S.B., que habrían sido trasladados al juzgado de Adana, pero tras declarar quedaron en libertad con cargos, mientras que su supuesto plan se considera abortado.

No era el primer caso. En febrero fue detenido, junto a otras 4 personas, un personaje sólo conocido como Ö. S., ex agente del servicio de espionaje turco, el MIT. Se le acusa de organizar el secuestro de dos altos cargos militares desertados de Siria: el teniente coronel Husein Harmush y el mayor Mustafa Kassum. Harmush fundó la Brigada de los Oficiales Libres, embrión del Ejército Libre actual, tras desertar de Siria en junio —denunció las atrocidades del régimen en un vídeo colgado en youtube— y refugiarse en Turquía. El 29 de agosto fue visto por última vez en persona.

A un espía turco se le juzga por organizar el secuestro de dos altos cargos militares de Siria, desertores

Según el periódico turco Radikal, las cámaras del campamento de Altinözü, en la provincia de Hatay, grabaron a Ö.S. acudiendo allí a bordo de un coche propiedad del MIT. La familia de Harmush asegura que el agente se presentó como Abu Mehmet y aseguraba trabajar para los organismos estatales turcos. El activista Omar Muqdad, exiliado en Turquía, afirma que el propio Harmoush le había informado poco antes de su desaparición de una cita con una agente de los servicios secretos turcos. Salió por la puerta del campamente, fuertemente vigilado, y no fue visto más.

El teniendo coronel volvió a aparecer en septiembre en la televisión estatal siria, desdiciéndose de todas sus acusaciones anteriores lanzados contra el régimen. “Nadie me ordenó a disparar a civiles ni vi a nadie dar esta orden a otros”, aseguró en la pantalla. Habría sido torturado y obligado a hacerlo: “Su forma de hablar, de moverse en la televisión no era nada normal. Está claro que hablaba bajo amenazas”, observa Hefiz Abdulrahman, opositor sirio exiliado en Hatay.

Este activista da por seguro que Harmoush fue secuestrado por agentes sirios en Turquía, mientras que Muqdad declaró a la cadena CNN que “los turcos le engañaron a Harmush y se lo entregaron a Siria”. La acusación provocó una reacción oficial del Ministerio de Exteriores turco: “En ningún caso se le devuelve a un ciudadano sirio a Siria, o a cualquier otro país, contra su voluntad”, rezaba la nota. “Subrayamos que las recientes afirmaciones en torno a Husein Harmoush no tienen base alguna”.

Omar Idlibi Said, un opositor sirio en Líbano, señala que Harmoush denuncia en la televisión siria oficial el “tráfico de armas y munición que los contrabandistas turcos realizan en la frontera para aprovisionar a los rebeldes”, en declaraciones a CNN. Si realmente Turquía hubiera acordado la entrega con Siria, a Harmoush no se le habría permitido tirar piedras contra Ankara, argumenta.

Así las cosas, parece que Ö.S. era un clásico agente doble: a sueldo del MIT turco pero leal a Siria. Es lo que cree Mensur Akgün, analista y director del centro de estudios políticos TESEV, para quien la actuación de Ö.S. es ajena a la cúpula del MIT. Lo curioso es que Ö. S. fue expulsado del cuerpo en otoño, pero no fue arrestado e inculpado hasta febrero, meses más tarde. “Esta es la corrupción trágica en las instituciones estatales turcas. La historia está llena de ejemplos como el del secuestro de Harmush y Kassum”, señala Elif Görgü, periodista turca.

La corrupción de las instituciones estatales turcas lleva  muchos casos como el secuestro de Harmush

Nada se ha dicho sobre el origen de Ö.S. o los recientemente detenidos H.A. y S. B., pero si son oriundos de Hatay, no sorprende que se presten a colaborar con Damasco. La mayor parte de la población de esta provincia habla árabe levantino y sigue la corriente alawí del islam, a la que también pertenece la familia Asad y otros clanes dominantes del régimen. Hay escasa diferencia entre la población de Antakya y la de Latakía, cien kilómetros más al sur.

De hecho, Hatay no formaba parte de Turquía hasta un referéndum en 1939, y en los mapas sirios, ni siquiera se reconoce esta provincia como territorio turco. Y aunque esta reclamación no haya enturbiado las relaciones turco-sirias en sus momentos de buena vecindad, las autoridades parecen decididas a manter su influencia: “Invitan a numerosos jóvenes de Hatay, todos araboparlantes, a estudiar en Damasco, les ofrecen becas y desde luego los captan para su causa. Una vez que vuelven aquí mantienen lazos y contactos con las redes oficiales sirias, y no es difícil que trabajen para ellos”, detalla Hefiz Abdulrahmán.

La población alauí de Hatay se siente alejado del islamismo oficial del AKP, el partido en el poder en Turquía

En añadidura, la población alauí se siente alejado del islamismo oficial del AKP, el partido en el poder en Turquía, y prefiere al socialdemócrata CHP, cuya postura es contraria a cualquier intervención en Siria y cuyos dirigentes incluso defienden las políticas de Bashar Asad en el conflicto. Muchos habitantes de Hatay no ven con buenos ojos la presencia de los opositores sirios, aunque una manifestación a favor de Asad, celebrada en junio pasado, tampoco consiguió reunir a más de un centenar de participantes, la mayoría llegados de fuera.

Pero el miedo de los refugiados persiste. “Hatay no es una provincia segura”, reitera Hefiz. “Es frecuente que personas a favor de Asad den palizas a los refugiados. En una ocasión vi como un simpatizante del presidente sirio acusaba a un opositor de traidor en medio de la calle. Entre gritos y golpes, aseguraba que aquel trabajaba para Estados Unidos con el objetivo de derrocar a su líder. Debes tomar numerosas precauciones, intentar no andar solo por lugares aislados. Por la noche no sales de casa. Quienes vivimos aquí tenemos miedo”.

La detención y liberación de los tres supuestos agentes decididos a ir a por Riad Asaad es apenas un episodio más. “Hay más casos que ahora tendrán la oportunidad de salir a la luz”, creía Hefiz tras la detención de Ö.S., pero poco se ha sabido: el silencio oficial es espeso. Sólo una cosa es segura, según el opositor que huyó de los agentes en Estambul: “Antakya es una ciudad plagada de agentes de Asad. Hay muchos casos de desapariciones aún no resueltas”.