Reportaje

La moneda de la supervivencia

Irene Savio
Irene Savio
· 12 minutos
Napos,la moneda de la crisis en Nápoles |  ©  Irene Savio
Napos,la moneda de la crisis en Nápoles | © Irene Savio

«Nosotros, los napolitanos, somos muy fantasiosos. Es parte de nuestro kit de supervivencia», ironiza el comerciante Enrico Inferrera mientras pasea con gafas de espejo y traje de algodón azul por la calle Roma, a cien metros de la plaza Plebiscito.

En el corazón de la ciudad, la recién inaugurada estación de trenes de Nápoles exhibe la nueva gestión del alcalde Luigi de Magistris, pero no muy lejos de allí, las tiendas cerradas o en alquiler recuerdan que esta urbe, saqueada y maltratada por siglos, exhibe una de las peores tasas europeas de paro, el 31,3%, situándose el promedio de Italia en torno al 10.

«Es por eso que no es de sorprender que Nápoles vaya camino de convertirse en la primera ciudad de Europa en la que se usará una especie de moneda alternativa y complementaria al euro, el napo, que ha sido creada por un gobierno municipal», dice el concejal Marco Esposito. Es el creador de la iniciativa, que entró en vigencia este mes de forma experimental y luego, si todo sale bien, se implementará a pleno ritmo antes de Navidad.

El proyecto prevé que el ayuntamiento distribuya un total de 70 millones de euros en billetes numerados —para evitar falsificaciones— de 1, 2, 5 y 10 napos. Tendrán, en principio, validez hasta el 31 de diciembre de 2015 y se entregarán a napolitanos y turistas para que tengan una rebaja sobre el precio de cada compra de un 10% como máximo.

Si un producto sale a 10 euros, el cliente lo puede comprar por 9 euros y un napo

«Si un producto sale a 10 euros, el comprador lo podrá adquirir por 9 euros y un napo. El vendedor, a su vez, podrá gastar sus napos en otros comercios», detalla Inferrera, presidente de la sucursal napolitana de Asociación de Artesanos (Confartigianato) de Italia.

Cuando el proyecto entre en su fase operativa, los comerciantes deberán firmar un reglamento con una serie de reglas de uso, entre otras una que establece que, si quieren usar los napos, no podrán aumentar los precios de sus productos de un 10%, algo que anularía el descuento destinado a atraer al cliente.

Los dueños de negocios podrán gastar los napos de tres maneras: de inmediato, los podrán usar para dar la vuelta a clientes que no tienen napos o los podrán gastar en otros comercios. Y si aún les sobran, la idea es que los devuelvan en bloque al ayuntamiento de Nápoles en 2016, es decir, cuando caducan. La municipalidad, en cambio, les entregará mobiliario urbano para que embellezcan los barrios en los que están ubicadas sus tiendas.

El riesgo que algunos comerciantes hagan trampa, según reconoce un portavoz del Ayuntamiento, existe. Pero se trata de un peligro «muy bajo porque los tiempos no están como para engañar a los clientes, que están cada vez atentos a cada centésimo que gastan», cree. Añade que de cualquier modo, el sistema estará bajo la vigilancia de los representantes de los gremios y de la alcaldía, quienes se encargarán de verificar que el reglamiento se aplique y que elaborarán listas de comerciantes que usan correctamente los napos; estas listas se distribuirán también a clientes y turistas.

A estos últimos una cantidad de napos se les dará no bien pisen Nápoles, para que los gasten en tiendas y comercios de la ciudad, en lugar de hacerlo en otras de las ciudades cercanas. Y es que muchos viajeros que llegan a esta ciudad de Italia lo hacen con los cruceros y utilizan la metrópoli del sur únicamente como base para visitar algunos famosos destinos turísticos en la región, como puede ser Pompeya, pero sin gastar realmente dinero en la ciudad. Los napolitanos, en cambio, recibirán esta especie de moneda sólo si han sido «virtuosos», es decir si, por ejemplo, pagan regularmente sus impuestos o contribuyen a la difusión de la cultura mediante la compra de un periódico o de libros.

«Nosotros incluso estamos trabajando con la Agencia Tributaria para ver si es posible enviar los napos por carta, junto con la declaración de renta, a aquellos que pagan regularmente sus impuestos», aclara Esposito. Niega, además, que se trate de una iniciativa anti-euro: cada napo equivale a un euro pero sólo con el fin de calcular los precios, ya que los napos únicamente podrán ser intercambiados acompañados por euros.

«Estando como están las cosas, con un número siempre mayor de gente desempleada, de comercios que cierran por la crisis y con un consumo que ha caído entre el 30 y el 50%, creo que todos se beneficiarán y esto dinamizará nuestra economía», coincide Inferrera, al explicar que todos los gremios de comerciantes de Nápoles se han adherido al plan.

Y es que el principal objetivo de la iniciativa es precisamente fomentar el consumo local. Se trata de ayudar a las pequeñas y mediadas empresas napolitanas a que aumenten sus ingresos al hacer que tanto los residentes como los turistas compren en sus tiendas y no en las de otros sitios. La idea es llegar a que dos tercios de los napolitanos y la mitad de los comercios usen los napos y que ese 10% que los comerciantes están perdiendo esté compensado por un aumento de las ventas.

«Si funciona será de verdad algo positivo. Somos las que más estamos padeciendo la crisis mientras que las multinacionales y las grandes marcas ganan terreno», cuentan Cristiano y Monica Giornado, dueños de una tienda de artículos de vidrio en el rico barrio del Vomero. «Ojalá funcione, ojalá», dice Cristiano.

Dudas economistas

El proyecto es tan original como atrevido pero tiene una larga lista de predecesores. Ya en 1932, el alcalde del municipio austríaco de Wörgl, Michael Unterguggenberger, tuvo una idea similar para poner remedio a la pobreza surgida tras la crisis de 1929. En este caso, el dinero local se podía utilizar sin restricciones, pero contaba con una “garantía de gasto”: perdía valor un 1% de su valor cada mes – una idea basada en las teorías del economista alemán Silvio Gesell – lo que obligaba a gastarlo cuanto antes. El objetivo: dinamizar la economía, ya que ingresar dinero sin gastarlo no era rentable. El proyecto triunfó, pero al cabo de apenas un año, el Banco Central de Austria logró que el Gobierno del país lo prohibiera.

Y es que los economistas tradicionales no lo ven a estas iniciativas con buenos ojos. Algunos, porque rompen la conciencia social colectiva y hacen regresar a cuando Europa era un territorio integrado por ciudades-estado en lugar de naciones, y además debilita al Estado, al reducir los impuestos que éste recibe por la actividad económica de los ciudadanos. Otros creen que no es posible que proyectos así puedan contribuir a salir verdaderamente de una crisis económica del tamaño de la de hoy.

Los napos son una especie de subsidio para los comerciantes, cree un economista

«Esto es sólo un paliativo. Es como si uno tirase una gota de tinta en el mar. ¿Qué efectos tendría? Prácticamente ninguno», explica Edoardo Marcucci, profesor de Economía Aplicada y Economía del Desarrollo y director del Centro de Investigación sobre las Economías y las Instituciones de la Universidad de Roma3 de la capital italiana.

Según este especialista, de hecho, el sistema podría ser válido porque, como sostienen las leyes económicas, si uno disminuye el costo de un producto o de un servicio, aumenta la demanda. Pero esto en teoría. En la práctica, «el problema es que los napos no son una verdadera moneda y no pueden serlo, ya que esto supondría una violación del sistema monetario en vigor, con lo cual esto los rebaja a ser una especie de subsidio que el ayuntamiento de Nápoles le da a los comerciantes. En lugar de, por ejemplo, bajarles los impuestos, lo cual también podría incentivar el comercio», estime Marcucci.

«Además, nadie hace algo por nada. Y la demostración está en que el ayuntamiento ya les ha prometido a los comerciantes que, si se quedarán con napos en las manos sin poder gastarlos, ellos les financiarán una serie de obras. Esto, en términos económicos, se llama crédito», concluye el experto.

La de Nápoles no es la única experimento de un dinero alternativo en esta época de crisis, aunque aparentemente la primera en la que un ayuntamiento de una gran ciudad lance la iniciativa. Este respaldo institucional que explica que la moneda no se plantea en ningún momento utilizarse al margen del euro, ni siquiera a un nivel muy local, y no pueda emplearse para transacciones sujetas al control estatal, como el pago de salarios. Porque una moneda utilizada de forma independiente de la oficial, necesariamente traslada a la economía sumergida – en términos estrictos, ilegal – toda la actividad que fomente, ya que no generaría ningún tipo de impuestos o tasas sociales.

Precisamente así es como funciona otra iniciativa, ésta en Grecia: el TEM. A diferencia de la de Nápoles tiene una implantación estrictamente local. Nadie recibe al turista con esta moneda en la mano — además, sería imposible, dado que es virtual— ni tiene opción a utilizarla, porque se emplea sólo entre quienes se registran en esta nueva red monetaria.

La Grecia virtual

El hangar encierra un laberinto de hortalizas, electrodomésticos, frutas, vestidos, puertas, libros. En el interior, las olas del mar Egeo se diluyen entre las voces de hombres y mujeres que discuten apaciblemente. Venden y compran. Están en el trajín de día de mercado, en Volos, un puerto pesquero a 300 kilómetros al norte de Atenas. Pero hay un detalle que llama la atención: no se oyen cajas registradoras, ni tintineos de monedas.

“Aquí no usamos euros. Aquí sólo se vende y se cobra en TEM, una divisa virtual que permite el trueque”, explica la joven Alexandra Paraskeuas.

Los vendedores fijan el precio en TEM y, a cambio, reciben un comprobante con el monto del producto que van a ofertar. El comprobante va a un sistema informático, administrado por unas 20 secretarias que registran los TEMs para que la persona pueda comprar otras mercancías. “Cada TEM vale un euro. Yo en tres semanas acumulé casi 900, me fui a la peluquería y me hice una limpieza facial”, cuenta Emilia Giannarou, una ceramista de 47 años.

El proyecto nació hace dos años en Volos y aunque al principio no tuvo mucho éxito ahora, con la crisis como telón de fondo, se expande en toda Grecia. El número de miembros pasó de 50 a 300 y hoy se desarrollan experiencias similares en 20 ciudades griegas. Una de las bases del proyecto es la eliminación del gasto de intermediarios en la producción y de traslado.

En Volos circulan TEM, una moneda virtual que funciona entre muchos comercios adheridos

“Es un sistema que le permite a la gente obtener servicios y productos a los que ya no tenía acceso. Aquí el valor de las cosas depende directamente de la cantidad de trabajo realizado y de su utilidad en la comunidad en la que se vive”, detalla Christos, el joven ingeniero que puso a punto el sistema informático.

Al sistema, que funciona los siete días de la semana (aunque sólo hay mercado los sábados), se han comenzado a adherir también negocios tradicionales. En Volos, una carnicería, una panadería, un mecánico, una peluquería y otras tiendas le permiten a sus clientes pagar con TEMs.

Algunos miembros se unieron al programa porque ya no podían pagar el alquiler de su local y corrían el riesgo de acumular una gran cantidad de productos no vendidos. Otros porque, con los recortes salariales y los aumentos fiscales, ya no llegaban a fin de mes y también hubo quien, gracias a este sistema, abrió un negocio nuevo.

“Yo compré alimento para mis gallinas ponedoras. Una amiga, los tarros de vidrio que necesitaba para confeccionar mermeladas”, relata Alexandra, quien gana 400 euros al mes por más de ocho horas de trabajo al día, en una cafetería con la cual sólo tiene un acuerdo verbal.

“Básicamente es un sistema que le permite a la gente obtener servicios y productos a los que ya no tenían acceso. Aquí el valor de las cosas depende de la cantidad de trabajo realizado y de su utilidad en la comunidad”, explica Marita Houpis, una jubilada de 57 años que ha sido una de los seis fundadores de la iniciativa.

Por su parte, las autoridades colaboran aunque, como no hay dinero de por medio, no se pagan impuestos. Pero con un Estado que lleva más de un año en el filo de la bancarrota y ha recortado drásticamente todas las prestaciones sociales, parece difícil convencerse de que valga la pena seguir alimentando el sistema tradicional.

Tan escasa es la confianza en la estructura económica tradicional, que hasta su símbolo supremo, la tarjeta de crédito, ha perdido valor. La urgente necesidad de contar con dinero en líquido y el temor a que los bancos retrasen el pago descartan este dinero virtual oficial. Pocos negocios en Volos o la región —desde hoteles a agencias de viaje o compañías de transporte público— quieren aceptar un pago que no sea en metálico. La excusa es siempre la misma: “Se nos ha estropeado el sistema”. Tal vez no sólo el del lector de tarjetas.