Reportaje

La primavera de la paz

Ilya U. Topper
Ilya U. Topper
· 13 minutos
Bandera kurda |  ©  I. U. TopperLa pira del Newroz | © I. U. TopperRetrato de Öcalan | © I. U. TopperDescanso durante el Newroz | © I. U. TopperPirámide humana en el Newroz | © I. U. TopperDos chicas bailan el 'halai' | © I. U. Topper

Newroz piros be. Es un grito repetido por un millón de gargantas. Es la fiesta del Newroz, la primavera kurda. Banderas rojas, amarillas verdes. Música a todo volumen. La inmensa explanada en las afueras de Diyarbakir está hasta casi el horizonte repleta por una multitud densa, llegada desde todos los rincones del país. Para celebrar la fiesta anual, como es habitual desde que se legalizó a inicios del nuevo siglo. Pero también para oír el mensaje de paz.

Hoy, la estrella de la fiesta es Abdullah Öcalan, el fundador de la guerrilla kurda, el PKK, y su líder eterno, pese a llevar 14 años encarcelado. Hace pocos días, tres diputados del Partido Paz y Democracia (BDP), la formación prokurda del Parlamento, pudieron visitarlo en la celda de su prisión en Imralo, cerca de Estambul, donde cumple cadena perpetua desde 1999. La carta que confió a los parlamentarios se leerá hoy desde la tribuna de la fiesta.

Un millón de personas, quizás millón y medio, corean el grito mientras esperan: Biji Serok Apo («Viva el líder Apo», el nombre de guerra de Öcalan), una frase que ahora parece natural bajo miles de retratos del héroe, omnipresente con su poblado mostacho y su mirada pensativa, pero que hasta hace muy poco, tal vez hasta hoy mismo, ha sido capaz de llevar a la cárcel a quien la cantara en una manifestación.

Un millón de personas corean el grito «Biji Serok Apo» (‘Viva el líder Apo’, apodo de Öcalan)

En la tribuna se ha congregado la plana mayor del activismo kurdo: los cabezas del partido Gültan Kisanak y Selahattin Demirtas, el alcalde de Diyarbakir, Osman Baydemir, el diputado estambulí Sirri Süreyya Önder, que no es kurdo pero milita en las filas del BDP. Y hay invitados de Iraq, Siria, Irán, de lo que el presentador llama Kurdistán Sur, Kurdistán Oeste, Kurdistán Este.

El cartel de Apo cuelga incluso desde la tribuna. Quien fundó la guerrilla kurda, quien lanzó en 1984 la lucha armado, quien la dirigió con mano de hierro durante décadas desde su cómodo exilio en Damasco, primero, desde su celda en la isla de Imrali, a partir de 1999, también debe ser quien, 29 años más tarde, le ponga fin.

Ahí está la carta. Cinco folios que se leerán primero en kurdo, después en turco. Es una larga reflexión sobre la historia de Mesopotamia, sobre el papel de los kurdos en la fundación de Turquía, derribado el Imperio Otomano, sobre las “intervenciones imperialistas” que establecieron las fronteras modernas. Pero todo esto quedó atrás, asegura Öcalan: “Nunca luchamos contra una raza, religión, confesión o un grupo determinado, nunca lo haremos: nuestra lucha siempre era contra la opresión, la ignorancia, la injusticia. Y hoy despertamos a una nueva Turquía, un nuevo Oriente Medio, un nuevo futuro”.

«Hagamos callar las armas, dejemos hablar las opiniones y las políticas», pide Öcalan

Los aplausos arrasan el campo, la carta sigue:

“Una puerta se abre desde el proceso de la resistencia armada hacia el proceso de la política democrática. Hemos llegado a un punto en el que decimos: Hagamos callar las armas, dejemos hablar las opiniones y las políticas. La sangre gotea de esta tierra, sin importar que sea de origen turco, kurdo, laz o circasiano. Yo mismo, ante millones de personas como testigos, declaro que empieza una nueva era, las armas callan, la política está en auge. Es hora para que nuestras entidades armadas se retiren de la frontera”.

Ésta última frase es la que horas más tarde recorrerá el mundo en el tecleo de los teletipos. Es la única que va más allá de una arenga general, la única que marca un paso concreto hacia la paz. Tan poco conspicua que la versión distribuida por el BDP más tarde le añade palabras entre corchetes: Es hora de que el PKK se retire de las fronteras de Turquía, se aclara la frase. Es decir que Öcalan ha transmitido la orden de retirada a los comandantes de la guerrilla, que dirigen los combates en Turquía desde los Montes Qandil, en el noreste de Iraq. Es el fin de la guerra.

Así lo interpreta un millón de personas que aplauden en la explanada, levantan los dedos en señal de victoria y más tarde se cogerán de las manos, chicos, chicas, todos juntos, para formar los primeros círculos del halai, la tradicional danza kurda.

“Basta de guerra” y “es hora de dejar atrás los combates”, opinan todos. Otra cosa es lo mucho que queda por hacer. Para asumir que haya llegado la paz hace falta sentirse parte de Turquía, dice Ferhat, un estudiante de Historia de Diyarbakir, y eso llegará sólo cuando los kurdos puedan vivir libremente su cultura, sobre todo en lo que respecta al uso del idioma.

9.000 activistas, concejales y alcaldes kurdos han sido arrestados en los últimos cuatro años

Es cierto que hay avances. Hablar kurdo en la calle ya no es un acto casi clandestino, como en los noventa, hay una cadena de televisión estatal – TRT 6 – en esta lengua y desde septiembre pasado, los colegios del segundo ciclo de Primaria ofrecen el kurdo como asignatura optativa. Eso en teoría, porque aún casi no hay profesores. Y con una asignatura no vale, en esto coinciden todos los activistas kurdos: la escolarización plena en el idioma materno es condición irrenunciable.

Además, el kurdo debe poder usarse de forma normal en la burocracia, al menos en las regiones kurdas, exige Inan Kizilkaya, portavoz del BDP, al día siguiente en la oficina del partido en Diyarbakir. Es cierto que este año ha entrado en vigor una ley que permite al acusado utilizar ante el tribunal “el idioma que asegure dominar mejor”, pero los gastos del traductor corren de su cuenta. Hasta ahora, ni siquiera esto era posible: hablar en kurdo ante los jueces se castigaba como desacato.

Y acusados kurdos hay muchos. Más de 9.000 activistas, concejales y alcaldes del BDP han sido arrestados en los últimos cuatro años bajo acusación de «colaboración con el terrorismo», recuerda Kizilkaya. Ninguno es sospechoso de haber cometido actos violentos, únicamente de haber expresado opiniones que coinciden con los del PKK y, por ende, muestran simpatías con los “terroristas”. Liberarlos es lo primero que debe hacer el Gobierno, si realmente quiere avanzar, considera.

Öcalan debe ser puesto en libertad o al menos pasar a arresto domiciliario, pide el BDP

Además hay que bajar al menos hasta el 5% el umbral electoral, situado ahora en el 10%, insiste Kizilkaya. Es el nivel más alto del mundo, y es “un claro intento de impedir la participación política de los partidos kurdos», acusa Kizilkaya. El BDP nunca ha superado el 6% de los votos, y su presencia en el Parlamento – tiene 35 diputados – se debe a que sus candidatos se presentan como independientes por su circunscripción, lo que les exime de alcanzar el umbral.

Y finalmente, Abdullah Öcalan debe ser puesto en libertad o «al menos debe pasar a arresto domiciliario», añade el portavoz del BDP. De hecho, el eslogan bajo el que el BDP convocaba esta fiesta del Newroz era “Libertad para Öcalan, Estatuto kurdo”. Pero al igual que Kizilkaya no puede definir exactamente en qué consistiría este estatuto – más allá de los ejemplos citados – le cuesta detallar cómo el Gobierno pudiera decretar la libertad de alguien a quien hasta hace nada ha caracterizado de “terrorista sanguinario” y “asesino de bebés”.

“Para hacer avanzar el proceso de paz, Öcalan debe poder comunicarse directamente con los dirigentes de la guerrilla en Monte Qandil, no como ahora, cuando está enviando cartas a través de las contadas visitas de parlamentarios del BDP, que deben ser autorizadas cada vez por el Gobierno”, opina el político, miembro de la cúpula directiva del partido.

De hecho, la transmisión del mensaje de paz de Öcalan a la guerrilla fue un espectáculo mediático: la televisión seguía hasta la frontera a los parlamentarios del BDP que viajaron a Iraq para encontrarse con los guerrilleros, tal y como ya habían hecho diez días antes, en aquella ocasión para recoger a ocho personas – la mayoría militares – retenidas por el PKK en las montañas desde hacía meses. Su liberación, acorde a una petición de Öcalan, fue un gesto de buena voluntad que relanzó las esperanzas de paz.

También tras la lectura de la carta, el comandante militar del PKK, Murat Karayilan, acusó recibo. Según aseguraba al día siguiente el diario turco «Hürriyet», el dirigente dio orden por walkie-talkie a las unidades guerrilleras agazapadas en Turquía de que se mantuviesen “inactivas” en sus posiciones, aunque no ordenó aún la retirada. Los analistas estiman que el PKK puede contar con unos 5.000 combatientes, con algo más de la mitad acuartelados en los Montes Qandil y el resto en posición de combate en numerosas provincias del sureste de Turquía.

No hay peligro de escisiones dentro de la guerrilla, opina Naci Sapan, redactor jefe de Özgür Haber, un diario local de Diyarbakir. «Öcalan es un símbolo. El PKK no lo es, sus dirigentes son militantes, pero no tienen autoridad alguna sin la palabra de Öcalan. Él ha hablado, el pueblo lo escuchó y aplaudió en la fiesta. Si alguien de la guerrilla pretende ir en contra de este mensaje, no encontrará ningún apoyo popular», vaticina.

«Si alguien de la guerrilla pretende ir en contra del mensaje de paz no encontrará apoyo»

De hecho, el mismo día del Newroz, Karayilan destinó un mensaje propio a la población kurda de Siria, que fue leído en la ciudad de Qamishli y recogido por la agencia prokurda Firat. “Todos deben saber que la el PKK está dispuesto tanto a la guerra como a la paz. Sobre esta base insuflaremos vida de forma decidida a la nueva época iniciada por Apo”, rezaba el mensaje. Aunque no hizo referencia directa al abandono de las armas, la formulación se ha interpretado como una señal de respaldo a Öcalan y de su disposición a integrarse en un proceso político sin armas.

«El salto adelante que ha dado Apo abre la vía para una lucha igual de exitosa en Kurdistán Occidental», dijo Karayilan, en referencia a la región kurda de Siria, de la que Qamishli se considera la capital. Aunque la frase parece proclamar una expansión del PKK hacia el país vecino, lo que hasta hace pocos meses era la línea roja de Ankara y supuesto motivo de intervención militar, ahora tal vez tenga la connotación contraria: una guerrilla sumida en un proceso de paz con Ankara podría ser el peón ideal para asegurar la influencia de Turquía sobre la región norteña de Siria, similar a la que ya ejerce sobre el Kurdistán iraquí.

Erdogan lamentó que no se viera una sola bandera turca en la celebración del Newroz

Para todo esto habría que mejorar la comunicación entre los milicianos y quien sigue siendo su líder. ¿Pero no es un poco difícil de imaginar que un guerrillero exiliado en Iraq se traslade a la prisión de Imrali para hablar con su jefe? “Bueno, también podría viajar Öcalan a los Montes Qandil”, responde Kizilkaya con una sonrisa.

Por ahora es difícil, cree Naci Sapan, pero «dentro de dos o tres años», cuando la sociedad turca se haya acostumbrado a la convivencia pacífica, Öcalan sí podría salir de la cárcel, opina.

Sin embargo, las primeras reacciones del Gobierno sentaban más bien como duchas frías. Desde La Haya, el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, lamentó que no se viera una sola bandera turca en la celebración del Newroz, algo que según él era una «provocación». «La bandera turca siempre ha simbolizado la prohibición de nuestra cultura, nuestras fiestas; cuando sintamos que nos representa, no tendremos ningún problema en colgarla en el Newroz», responde Kizilkaya. Y Osman Baydemir dijo incluso a la prensa que prefería ver el lado positivo del comentario, hecho “seguramente con buena intención”, porque mostraba que el Newroz era “una preocupación compartida”.

Al margen de la falta de compás, de los pasos pendientes, de los mensajes ambiguos, hay algo que ha convertido este Newroz en algo absolutamente único, histórico, subraya Naci Sapan. Y es algo que no ha ocurrido.

«El año pasado, Diyarbakir se parecía a la plaza de Tahrir de El Cairo», recuerda el periodista, en alusión al enorme número de policías que se enfrentaban a jóvenes que lanzaban cócteles molotov. Era un ritual: cada año, tras acabar los bailes en la explanada, grupos de jóvenes – no se puede decir que los adultos hicieran gran cosa por disuadirlos – encendían hogueras en medio de algunas avenidas céntricas de la ciudad para saltarlas, desplegando pancartas de Öcalan. La policía, por supuesto, estaba presta, con chorros de agua y botes de gas lacrimógeno del fuerte, el que apenas deja respirar. Las abuelas lanzaban limones por la ventana para que los chavales que corrían por la calle pudieran apaciguar los efectos del gas. Las chicas quinceañeras, aún ataviadas para la fiesta con cintas rojas, amarillas y verdes, rompían adoquines para proveer de proyectiles a los más atrevidos. Era la guerra. Había detenidos, heridos, algún muerto. Era el Newroz.

Naci Sapan gira la pantalla del ordenador y muestra la fotografía que para él simboliza el Newroz 2013. En una esquina de una calle periférica de Diyarbakir, en la orilla del inmenso campo cubierto de banderas y pancartas que se adivina en el horizonte, hay cuatro o cinco policías, encargados de vigilar los accesos a la explanada. Están sentados alrededor de una mesita y beben té. No sucede nada. “Nada”, dice el periodista. “Esto es algo histórico”.

Puede que aún falte mucho para que llegue la paz, pero un joven que sale de un café deja caer al pasar la frase que hoy marca el Kurdistán turco: “La guerra ha terminado”.