El alma del mundo

por Miguel Ángel Sánchez
Esta joven egipcia pelea a diario contra el acoso y sueña con vivir en otro país.  | © MASGLos bawab, los porteros, conocen todos los secretos de la ciudad. | © MASGParticipó en las protestas y ha sido uno de los líderes opositores durante la transición. | © MASGLa muerte de su hijo torturado por la policía inspiró la revolución.  | © MASGCon su hijo de la mano, no se movió de Tahrir en 18 días. | © MASGDe todo Egipto llegaron hombres y mujeres para protestar contra Mubarak en Tahrir. | © MASGLas calles de El Cairo sirven de escenario a Hawi, el faquir. | © MASGLa voz del desierto es conservada por unos pocos supervivientes de la etnia gitana en Egipto. | © MASGSu virtuosismo logró que Sadam Hussein indultara a este iraquí condenado a muerte  | © MASGSalwa se atrevió a denunciar al Ejército por torturarla y someterla a un test de virginidad.  | © MASGEsta bloguera autora de The Egyptian Chronicles participó activamente en la revolución. | © MASGSolía decirse que ni un grano de arena se movía en el desierto sin que él lo supiera.  | © MASG

El alma del mundo

Los ochenta cuadros que forman El alma del mundo son un retrato de Egipto a través de sus habitantes. Personajes que habitan un escenario a veces inhóspito, se plantan ante la cámara y hablan de sí mismos y de la realidad que les rodea sin artificios. Es ese murmullo de sus propias almas el que da vida a la obra y el que logra que entre la luz y las sombras emerja la dignidad de un pueblo que lucha por cambiar su destino, y del que ellos son apenas una pequeña muestra.

[Nuria Tesón]

Miguel Ángel Sánchez

Artista y fotógrafo madrileño nacido en 1977. Desde 2009 vive en El Cairo donde abrió Studio Al Asbani, el lugar donde trabaja y prepara los proyectos que ha desarrollado en Egipto los últimos cuatro años, pero también un estudio itinerante con el que el fotógrafo lleva su espacio de trabajo a cualquier rincón del mundo: Asia, Oriente Próximo o el África negra. La Libia en guerra de Gadafi, el Ulu Pamir asediado por el PKK en el Kurdistán turco, la Franja de Gaza tras los bombardeos de Israel o el Líbano pos Hariri son algunos de los puertos en los que ha recalado Studio Al Asbani. Sánchez compagina su faceta como fotógrafo de estudio con la de fotorreportero y cameraman en zona de conflicto lo que le ha llevado en los últimos años a cubrir la guerra de Libia, la revolución egipcia y la operación Pilar Defensivo en Gaza, entre otros. Su trabajo ha sido publicado por medios nacionales como El País, e internacionales como The New York Times, Le Monde, New Yorker, Photo Raw, La Lettre de la photographie o Fox.

La madre de Khaled Said

El agua calla. Un murmullo de sangre que llama a sangre reverbera en lo más hondo de las catacumbas. El líquido estancado se diluye y cala, empapa la piel de barro, que había enmohecido hasta parecer bosque y no páramo, y la convierte en un bálsamo negro que acaba por cubrirlo todo.

El corazón bombea. Las olas se estrellan contra su boca. ¿Quién le dijo al mar que podía abandonar su orilla? El agua calla. Los ojos suplican. La noche no da tregua y la luna se ha tumbado a escuchar cómo los gritos abren el cielo. ¿Quién tendrá piedad de él? Dos morenas caen sobre su rostro hermoso que se va quedando lívido y frío y que ya no parece su rostro. Con los dientes trata de agarrar la vida que le arrancan a dentelladas, pero no encuentra mandíbula que los encaje y el bocado apenas roza el alma que se escapa. El agua calla. El futuro es una mancha de espuma que el mar borra de la arena. Olvida las lágrimas y el dolor. Las morenas bailan sobre el cuerpo de Khaled como si fuera una tumba de roca en el piélago. Entran por sus ojos, se agarran a su cuello, saltan sobre su pecho. El agua calla. Las piernas ya no sienten la tierra, todo es líquido. La sal le arruga las manos y las algas no le dejan respirar. El Faro de Alejandría ilumina para él un rincón desconocido del mundo. Tal vez sea Ítaca. Mientras, las morenas ríen y se enredan en sus cabellos. Y el agua calla.

Ella ya no le reconoce. Siente un grito de silencio en las entrañas que le anega el útero y le desgarra la garganta. Su cama es un nicho en el que se pudre un ramo de flores nuevas que cortaron a destiempo. No hay bálsamo que pueda aliviar la nada que devora su regazo, ni luto que guarde el dolor que otros tomaron como bandera para hacer una revolución. Le ha dado la espalda al mar. La carne que anhela carne se le ha vuelto blanda, pero los huesos aún pueden sentir el peso del que se forjó en sus costillas. Tiene el vientre lleno de arena empapada con su sangre. El agua calla. La risa de la luna le parece una campana tocando a muerto.

[Nuria Tesón]