Reportaje

La frágil vida del tamazigh

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 11 minutos
Letrero en árabe y tifinagh en una calle de Nador, Marruecos (2013)  |  © Alejandro Luque /M'Sur
Letrero en árabe y tifinagh en una calle de Nador, Marruecos (2013) | © Alejandro Luque /M’Sur

En Nador, desde hace poco tiempo, los rótulos de muchas calles pueden leerse en árabe, en francés y tifinagh, esos pequeños jeroglíficos que constituyen el alfabeto de los bereberes, de la lengua tamazigh. Sin embargo, las marquesinas de las farmacias y los toldos de los almacenes, las indicaciones de tráfico y las cartas de los restaurantes sólo pueden leerse en los dos primeros idiomas.

Antaño la explicación era sencilla: el tamazigh carecía de reconocimiento oficial. Y aunque el idioma ya lleva una década de reconocimiento por parte del Estado – con la reforma constitucional de 2010 fue incluso declarado parte de la identidad nacional – existe otra razón: aunque son muchos los hablantes, no hay tanta gente capaz de leerlo.

“La lengua ha seguido hablándose en las casas desde siempre, pero el alfabeto lo hemos olvidado”, explica Simohamed El Montaser, un joven periodista de la web local Nadorcity.com, que se publica en árabe aunque también divulga vídeos en rifeño con subtítulos arábigos. En realidad, no hay constancia de que el tifinagh, conservado hasta hoy entre los tuareg del sur de Argelia, se haya empleado alguna vez en Marruecos.
“Además, aunque supiéramos leerlo, no existen teclados en tifinagh. Entre nosotros nos escribimos mensajes por el móvil en amazigh, pero con caracteres latinos”, añade El Montaser.

Son todavía minoritarios los usuarios que leen y escriben el tifinagh

En efecto, aunque Microsoft integró el tifinagh en su Windows 8 en octubre del pasado año –según rumorean, con fuerte polémica e incluso la activa oposición de cierto millonario saudí–, son todavía minoritarios los usuarios que leen y escriben en dicha lengua. Hay quien, haciéndolo con fluidez, cree que el amazigh pertenece más a una región sentimental que al mundo práctico.

Es el caso de Hanan Rais, profesora de francés en Alhucemas, hija de rifeños de Aydir –la patria chica de Abdelkrim– y enamorada de la cultura hispana. “El tamazigh es algo que transmitimos de padres a hijos. Mi hermana, por ejemplo, vive en Bélgica y sus tres hijos hablan lógicamente francés, pero en casa aprenden tamazigh”, explica. “Sin embargo, creo que la enseñanza de esta lengua en las escuelas llega un poco tarde: el tifinagh es muy difícil y, además, como profesora creo que el árabe aporta muchos valores añadidos a los niños”.

Hanan no es la única que, sintiéndose orgullosa de la lengua de sus ancestros, reconoce cierta supremacía cultural y utilitaria del árabe. Entre otras cosas porque, si bien la tendencia ha ido cambiando, hasta tiempos recientes la imagen mediática del rifeño era la del campesino, el hombre tosco e iletrado. “Muchas palabras en tamazigh imponen dificultades en la expresión, mientras que el árabe a veces tiene una fuerza expresiva mayor”, admite Hayat Ennajmi, periodista de la cadena pública 8, el canal en lengua tamazigh con sede en Rabat.

El cine  se está revelando como un importante vehículo de transmisión de la lengua tamazigh

“Para trabajar aquí tienes que hablar bereber, seas del origen que seas”, comenta. Pero las cosas no son tan fáciles: el respeto a la diversidad lingüística impone espacios para los tres dialectos del amazigh: el tarifit, propio del Rif; el tamazight, del Medio Atlas, y el tashelhit, hablado en todo el sur de Marruecos. El idioma que se enseña en los colegios es una versión estándar que incorpora características de las tres variantes, pero en la radio hablan corresponsales y locutores con su acento local. No siempre es fácil de entender, pero uno se va acostumbrando, comentan algunos oyentes.

Durante varios años, Hayat ha sido la conductora del programa Tirezzaf, dedicado a la música en amazigh, con cantantes como Khalid Izri y Houssam Rif (en tarifit), Izenzaren, Ihya Boukdin y Fatima Tihihit (en tashelhit) o Mihamed Ruicha, Chrifa, Mimoum Rehoo y Meryam Anouz (en tamazight) que gozan de notable popularidad entre el público bereber de todo el país.

El cine, como es obvio, también se está revelando como un importante vehículo de transmisión. La productora Zaza provee a la Sociedad Nacional de Radio y Televisión de una treintena de títulos anuales que suelen ser rodados en árabe, pero en todo caso deben ser doblados o subtitulados.

Lo explica Saïd Laaroussi, quien también trabaja en el Canal 8 y dirige en la capital marroquí el Festival Internacional de Cine Femenino. “El cine ha permitido que el personaje rifeño ya no sea el que hacía reír, o el que daba pena, pero queda un largo camino por recorrer. En la televisión apenas llevamos tres años de emisiones, y a esa edad las personas no saben nada, están aprendiendo a caminar”, dice.

Yousra Tarik, natural de Nador, es una de las pocas actrices que se ha dado a conocer rodando en amazigh. Títulos como Mighis, de Jamal Belmagdoub, o Adiós Carmen –rodada en amazigh y español- le han permitido firmar un buen montón de autógrafos, pero sobre todo reconciliarse con su cultura. “Esta es mi lengua madre y estoy orgulloso de ella”, proclama. “Lo que más nos preocupa es que se le niegue valor académico, y que la gente joven la esté dejando de lado, porque se comunican más por móviles y ordenadores que hablando”.

“Trabajar en mi lengua natal me encanta, me identifica y me provoca grandes sentimientos»

En similares términos se manifiesta Hanane Nati, locutora de Chada FM, junto a Radio Plus las dos únicas emisoras en tashelhit. “Trabajar en mi lengua natal me encanta, me identifica y me provoca grandes sentimientos con mis orígenes. No puedo imaginar una vuelta atrás en este sentido”, comenta.

Se calcula que los hablantes de tamazigh superan los 10 millones sólo en Marruecos – quizás lleguen hasta los 15 millones, la mitad de la población – pero durante décadas era un código marginado. Hassan II, que según los habitantes del Rif detestaba a esta zona y sus habitantes, negó durante su reinado el pan y la sal a la identidad amazigh; su hijo Mohammed VI, en cambio, introdujo la oficialidad de la lengua en su reforma constitucional e incluyó el Rif entre sus lugares de vacaciones, lo que ha hecho que la zona se ponga de moda y se multipliquen las inversiones en sus principales ciudades.

No obstante, siguen elevándose voces críticas que denuncian el carácter meramente cosmético de estas reformas. “No hay que dejarse engañar, a los políticos no les interesa el tamazigh, es una lengua demasiado antigua y, sobre todo, conflictiva: consolida una identidad sobre la cual nadie quiere llamar la atención”, explica Zoubida Boughaba, impulsora de un grupo de facebook sobre cultura bereber y autora de la antología Cuentos populares del Rif (Miraguano Ediciones).

“Ahora hay mucha gente involucrada en sacar a la luz esta cultura, decir soy rifeño, aquí estoy, esta es mi cultura y quiero que prevalezca en el tiempo. Pero no se dan más pasos, es mucho ruido y pocas nueces”, explica esta mediadora intercultural de Cruz Roja, natural de Alhucemas y afincada en Granada. “Para mí el reto principal es, además de la transmisión, la evolución del amazigh. Nos sigue faltando mucho vocabulario, necesitamos recurrir a cada rato a comodines en español”, lamenta.

«Ahora hay mucha gente  que dice ‘soy rifeño, esta es mi cultura’, pero no se dan más pasos»

España no ha sido del todo ajena a la cuestión del tamazigh, hasta tal punto que en 2009 se incluyó por primera vez una partida de ayuda a esta lengua en los Presupuestos Generales del Estado. “No tenía la menor noticia de esto”, se sorprende Mohamed Bouzaggou, un escritor en amazigh nacido en Nador que ha publicado títulos como Jar U Jar (“Entre”) o Ticri xtaman tsarrawt (“La marcha al borde de la horca”), así como una obra de teatro, Waf (“Espantapájaros”). “Necesitamos institucionalizar la lengua, crear una academia que ayude a renovarla. De lo contrario, la ley que aprueba la oficialidad del tamazigh será como la de 1972 que reconoce el derecho de huelga: si no se desarrolla, ¿de qué sirve?”

En realidad ya existe una academia oficial: la Institución Real de la Cultura Amazigh (IRCAM), que se ocupa de estandarizar y – según declara en su web, revitalizar – el idioma tamazigh. Pero como suele ser habitual con los organismos oficiales, arrastra los pies y hay académicos comprometidos con la lengua que han acabado dimitiendo de su equipo por considerar que no llegaba a cumplir su cometido.

Bouzaggou hace hincapié en algunos aspectos que cuestionan la normalidad del tamazigh: por ejemplo, el hecho de que el seguimiento del Canal 8 nunca aparezca en los índices de audiencia. O que tras el cierre de las revistas Le Monde Amazigh y Tawiza, no haya prensa en lengua tamazigh en Marruecos. O que hasta hace unas semanas fuera imposible bautizar a una niña con nombres bereberes como Massilya, Silya, Nomedia o Tunaruz, y a un niño con nombres como Anir o Yuba. El reciente permiso de pasar de los nombres únicamente islámicos a los que se han mantenido, pese a todo, en la tradición oral, fue celebrado por muchos activistas como un gran paso adelante.

«Dicen que quien escribe en una lengua que no es suya, no dice la verdad”

Los detalles demuestran que el camino por recorrer es largo, pero a Bouzaggou nunca le han hecho desistir de escribir en el idioma de sus padres y sus abuelos: “El árabe ya tiene sus escritores, yo no puedo hablar de mi mundo sino en tamazigh. Dicen que quien escribe en una lengua que no es suya, no dice la verdad”, afirma.

El escritor es también productor de cine, y actualmente rueda con el joven Aksel Fauzi, rifeño residente en Chicago, un largometraje. Ambos coinciden en que la imposición del tifinagh responde a una estrategia calculada para que el tamazigh no progrese. “Ves esos signos y te echan para atrás”, dicen. Abogan por homologar los caracteres latinos “como hicieron los turcos”.

De hecho, la adopción del alfabeto tifinagh en 2003 por parte del IRCAM para redactar las cartillas escolares en tamazigh se encontró con enormes resistencias en el seno de la propia institución. Era fácil descartar el alfabeto árabe, muy poco apto para transcribir las vocales del idioma tamazigh, no relacionado con el tronco lingüístico semítico. Hay quien asegura que fueron precisamente los enemigos del tamazigh quienes votaron por utilizar el tifinagh, sólo utilizado entre los tuareg y entre algunos activistas argelinos: introducir un nuevo alfabeto desconocido en Marruecos ralentizaría la difusión de la lengua.

Los más fervientes defensores de la cultura amazigh defendían la aplicación del alfabeto latino, por universal y fácil de emplear en un entorno informático. Pero ante la oposición de los “proárabes”, se alcanzó el consenso de emplear el tifinagh, que al menos tenía un ventaja: mostraba claramente que la cultura amazigh no era un invento de la era colonial para debilitar a la identidad árabe – como aseguran algunos panarabistas – sino que desde hace milenios forma parte de la civilización de África del Norte.

De lo que no hay duda es de que el tamazigh seguirá avanzando en Marruecos: “La gente aquí no habla árabe, sino dariya, que gramaticalmente se basa en el tamazigh”, dice Fauzi. “La cultura bereber llega hasta Argelia, Túnez, Libia, Egipto, y hasta Canarias. Ha perdurado durante siglos y continuará, pero nuestro objetivo no es encerrarnos en ella, no hacer manifiestos, sino películas en tamazigh para que las entienda un español o se emocione un chino. Si de paso alguien se interesa por lo que hay detrás, nuestra misión se habrá cumplido con creces”.