Opinión

El burro del mesías

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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“La solución de los dos estados ha muerto.” Los comentaristas han repetido tanto este mantra últimamente que debe de ser cierto.

Bueno, pues no lo es.

Recuerda a una repetida frase de Mark Twain: “Las noticias sobre mi muerte han sido bastante exageradas.”

Por el momento se ha convertido en una moda intelectual. Defender la solución de los dos estados significa que eres antiguo, pasado de moda, rancio, pesado, un fósil de una era pasada. Ondear la bandera de la solución de un solo estado significa que eres joven, progresista, “guay”.

En realidad, esto solo refleja cómo las ideas se mueven en círculos. Cuando declaramos a principios de 1949, justo después del final de la primera guerra árabe-israelí, que la única solución a esta nueva situación era el establecimiento de un estado palestino junto con Israel, la “solución de un solo estado” ya era vieja.

La idea de un “estado binacional” estaba de moda en los años 30. Sus principales defensores eran intelectuales bienintencionados, muchos de ellos lumbreras de la nueva Universidad Hebrea, como Judah Leon Magnes y Martin Buber. Estaban apoyados por el movimiento kibutz Hashomer Hatza’ir, que después se convertiría en el partido Mapam.

La solución llamada “Estado binacional”  murió, sin luto alguno, en la guerra de 1948

Nunca consiguió lanzarse. Los árabes creían que era una trampa judía. El binacionalismo estaba construido en el principio de paridad entre las dos poblaciones de Palestina: 50% judíos y 50% árabes. Dado que los judíos en aquella época eran muchos menos que la mitad de la población, las sospechas árabes eran razonables.

En el bando judío, la idea sonaba ridícula. La propia esencia del sionismo era tener un estado donde los judíos fueran dueños de su destino, preferiblemente en toda Palestina.

En aquella época nadie lo llamaba la “solución de un solo estado” porque ya había un solo estado: el estado de Palestina, gobernado por los británicos. La “solución” era llamada “el estado binacional” y murió, sin luto alguno, en la guerra de 1948.

¿Qué ha causado la milagrosa resurrección de esta idea?

No el nacimiento de un nuevo amor entre los dos pueblos. Tal fenómeno habría sido maravilloso, incluso milagroso. Si los israelíes y los palestinos hubieran descubierto sus valores comunes, sus raíces comunes tanto en historia como idioma, su amor común por este país… ¿no habría sido absolutamente espléndido?

Pero, en fin, la renovada “solución de un solo estado” no nació de otra inmaculada concepción. Su padre es la ocupación, su madre es la desesperación.

La ocupación ya ha creado un solo estado: un estado malvado de opresión y brutalidad

De hecho, la ocupación ya ha creado un solo estado: un estado malvado de opresión y brutalidad en el que la mitad de la población (o un poco menos de la mitad) priva a la otra mitad de casi todos sus derechos: humano, económicos y políticos. Los asentamientos judíos proliferan y cada día se conocen nuevas historias de desgracia.

La buena gente de ambos lados ha perdido la esperanza. Pero la desesperanza no los lleva a la acción. Solo fomenta la resignación.

Volvamos al punto de partida. “La solución de los dos estados ha muerto”. ¿Cómo ha sido? ¿Quién lo dice? ¿De acuerdo a qué criterios científicos se ha certificado su muerte?

Generalmente, se cita la propagación de los asentamientos como un signo de la muerte. En los años 80, el respetado historiador israelí Meron Benvenisti afirmó que la situación era “irreversible”. En aquella época apenas había cien mil colonos en los territorios ocupados (exceptuando Jerusalén Este que, por mutuo acuerdo, es un tema aparte). Ahora reivindican ser 300.000, pero ¿quién los está contando? ¿Cuántos colonos significan que la situación es irreversible? ¿Cien, trescientos, quinientos u ochocientos mil?

La historia es un invernadero de reversibilidad. Los imperios crecen y colapsan. Las culturas florecen y marchitan. Al igual que los patrones sociales y económicos. Tan solo la muerte es irreversible.

Se me ocurren una docena de maneras diferentes de solucionar el problema de los asentamientos, tanto se les puede evacuar por la fuerza como se pueden intercambiar territorios o se les puede ofrecer a los colonos la ciudadanía palestina. ¿Quién creía que los asentamientos en Sinaí Norte serían eliminados tan fácilmente? ¿Que la evacuación de los asentamientos en la Franja de Gaza se convertiría en una farsa nacional?

Al final, probablemente habrá una mezcla de varias maneras de acuerdo a las circunstancias.

Para algunos, Israel es un estado de apartheid, como la antigua Sudáfrica, y la solución debe ser igual

Todos los problemas hercúleos del conflicto pueden resolverse si hay voluntad. La voluntad de hacerlo es el verdadero problema.

A los partidarios de un solo estado les gusta basarse en la experiencia sudafricana. Para ellos, Israel es un estado de apartheid, como la antigua Sudáfrica, y por lo tanto la solución debe ser como en este país.

La situación en los territorios ocupados, y hasta cierto punto en Israel propiamente dicha, se parece de hecho al régimen de apartheid. Este ejemplo puede mencionarse con razón en un debate político. Pero en realidad no hay una semejanza tan profunda entre los dos países, si es que hay alguna.

David Ben-Gurion dio un consejo a los líderes sudafricanos hace tiempo: división. Concentrar la población blanca en el sur, en la región del Cabo, y ceder las otras partes del país a los negros. Ambos bandos en Sudáfrica rechazaron esta idea con furia, porque ambas partes creían en un único país unido.

Hablaban en gran parte las mismas lenguas, compartían la misma religión, estaban integrados en la misma economía. La pelea era sobre la relación dueño-esclavo, con una pequeña minoría mandando sobre una gigantesca mayoría.

Nada de esto ocurre en nuestro país. Aquí tenemos dos naciones diferentes, dos poblaciones de casi el mismo tamaño, dos lenguas, dos (o más bien tres) religiones, dos culturas, dos economías totalmente diferentes.

Quienes hablan de la “solución de un solo estado” son idealistas pero hacen mucho daño

Una propuesta falsa conlleva conclusiones falsas. Una de ellas es que Israel, como el apartheid en Sudáfrica, puede ser derrotado por un boicot internacional. Con respecto a Sudáfrica, esto es una ilusión imperialista condescendiente. El boicot, por moral e importante que fuera, no fue el factor decisivo. Fueron los propios africanos, ayudados por algunos compatriotas idealistas blancos, los que lo consiguieron con sus valientes huelgas y levantamientos.

Yo soy un optimista, y espero que al final los israelíes judíos y los árabes palestinos se conviertan en naciones hermanas, conviviendo en armonía. Pero para llegar a ese punto debe haber un periodo en el que dos estados contiguos vivan en paz, a ser posible, con fronteras abiertas.

La gente que habla ahora de la “solución de un solo estado” son idealistas. Pero hacen mucho daño, y no solo porque se quitan a ellos mismos y a los demás de la batalla por la única solución que es realista.

Si vamos a vivir juntos en un solo estado, no tiene sentido que nos peleemos por los asentamientos. Si Haifa y Ramalá estarán en el mismo país, ¿cuál es la diferencia entre un asentamiento cerca de Haifa y uno cerca de Ramalá? Sin embargo la pelea contra los asentamientos es totalmente esencial, es el principal campo de batalla en esta lucha por la paz.

De hecho, la solución de un solo estado es la meta común de la extrema derecha sionista y la extrema izquierda antisionista. Y dado que la derecha es incomparablemente más fuerte, es la izquierda la que está ayudando a la derecha y no al revés.

En teoría esto es como debería ser. Porque los partidarios de un solo estado creen que los de derecha están tan solo preparando el camino para su futuro paraíso. La derecha está uniendo el país y acabando con la posibilidad de crear un estado independiente de Palestina. Subyugarán a los palestinos a todos los horrores del apartheid y muchos otros, ya que los racistas sudafricanos no pretendían desplazar y reemplazar a los negros. Pero a su debido tiempo (quizás en apenas unas décadas, o medio siglo) el mundo obligará al Gran Israel a conceder a los palestinos plenos derechos, e Israel se convertirá en Palestina.

De acuerdo con la teoría ultraizquierdista, la derecha, que está creando ahora un solo estado racista, es en realidad el burro del mesías, el legendario animal en el que el mesías cabalgará hacia el triunfo.

Ven a la derecha, que está creando ahora un solo estado racista, como el burro del mesías

Es una bonita teoría, pero ¿cuál es la garantía de que esto ocurra realmente? Y antes de que llegue la última fase, ¿qué pasará con el pueblo palestino? ¿Quién obligará a los gobernantes del Gran Israel a que acepten el dictado de la opinión pública mundial?

Si ahora Israel rechaza inclinarse ante la opinión mundial y permitir que los palestinos tengan su propio estado en el 28% de la Palestina histórica, ¿por qué se inclinaría a la opinión mundial en el futuro y desmontarían por completo a Israel?

Hablando sobre un proceso que durará seguramente cincuenta años y más, ¿quién sabe lo que ocurrirá? ¿Qué cambios tendrán lugar en el mundo mientras tanto? ¿Qué guerras y otras catástrofes harán que los ojos del mundo se aparten del “asunto palestino”?

¿Realmente alguien se jugaría el destino de su nación en una teoría inverosímil como esta?

Suponiendo por un momento que la solución de un solo estado pudiera realmente suceder, ¿cómo funcionaría?

¿Los judíos israelíes y los árabes palestinos servirían en el mismo ejército, pagarían los mismos impuestos, obedecerían las mismas leyes, trabajarían juntos en los mismos partidos políticos? ¿Habría relaciones sociales entre ellos? ¿O el estado se hundiría en una guerra civil interminable?

Otros pueblos lo han tenido imposible para vivir juntos en un solo estado. Por ejemplo la Unión Soviética. Yugoslavia, Serbia, Checoslovaquia, Chipre, Sudán. Los escoceses quieren separarse del Reino Unido. También los vascos y los catalanes de España. Los franceses en Canadá y los flamencos en Bélgica están incómodos. Que yo sepa, en ningún lugar del mundo entero, dos pueblos distintos se han puesto de acuerdo para formar un Estado conjunto que haya durado más de algunas décadas.

No, la solución de los dos estados no ha muerto. No puede morir, porque es la única solución que hay.

La desesperación puede parecer útil y tentadora. Pero no es la solución.