Crítica

¿Paraíso o infierno?

Alejandro Luque
Alejandro Luque
· 3 minutos

Pietre

En el filme Stromboli (1950), Roberto Rosselini y una soberbia Ingrid Bergman lograron convertir un pequeño paraíso mediterráneo en un cruel infierno: infierno de opresión social, e infierno de lava y ceniza, con el volcán a pleno rendimiento. Casi a la vez, William Dieterle y la no menos atractiva Anna Magnani daban la réplica con Vulcano, y estas dos Eolias pasaban a hermanarse para siempre como confines indeseables, oscuros, pavorosos.

Hoy, cualquiera que visite las islas cederá a su luminoso encanto, pero también conocerá sus inconvenientes olfativos –el frecuente hedor a azufre– y algo menos evidente, un aire de misterio que atrae e inquieta a partes iguales. Ése es el tema central que el director Paolo Leone ha escogido para hacer su personal retrato de Strómboli en Pietre parlanti (Piedras que hablan), mostrando su costado menos amable y más turbador a través de la gente que llegó un día a la isla y decidió quedarse.

Todos los elementos seleccionados colaboran en ese efecto: el blanco y negro, los juegos de enfoques y desenfoques, los planos fijos sobre el imponente cono de la isla alternados con escenas invernales de sus calles y playas, encajan a la perfección con los relatos de los entrevistados, cada uno de los cuales habla del magnetismo que este espacio ejerció en algún momento sobre ellos, de la soledad y de la convivencia con ese monstruo dormido que periódicamente escupe fuego ladera abajo…

La belleza y el miedo se conjugan con ironía –esa cámara en mano acechando el volcán tras las cañas, como los malvados en las películas de terror– pero también con inteligencia, porque la suma de ambos conduce a la fascinación. Y, al mismo tiempo, la metáfora insular sirve para explorar otros aspectos de la condición humana (el aislamiento, la huida, la relación con el entorno, la rutina y el hastío…) que van siendo desgranados por vecinos excepcionalmente elocuentes.

No parece que esta cinta pueda disuadir a ningún potencial visitante de viajar a Strómboli, pero desde luego le brindará una perspectiva muy distinta a la que prometen las oficinas de turismo. Cabe advertir sólo de un peligro real: tengan cuidado, la isla engancha. Son muchos quienes llegan para pocos días y se quedan en ella para siempre.