Opinión

Un nuevo récord Guinness

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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No sé si el libro Guinness de los records tiene una sección especial para la desfachatez.

Si no la tiene, debería tenerla. Es la única competición en la que podríamos llevarnos a casa unas cuantas medallas de oro.

La primera sería seguramente para Binyamin Netanyahu.

Esta semana, justo antes de la primera ronda de negociaciones serias entre el gobierno israelí y las autoridades palestinas, Netanyahu ha hecho dos cosas interesantes: ha anunciado la planificación de nuevos proyectos urbanísticos de envergadura en los asentamientos y ha acusado a los palestinos de incurrir en graves provocaciones contra Israel.

Empecemos con los asentamientos. Como han explicado los diplomáticos israelíes a sus colegas norteamericanos y han repetido todos los medios de comunicación israelíes, al pobre Netanyahu no le quedaba otra. John Kerry le ha obligado a liberar 104 prisioneros palestinos como “medida para fortalecer la confianza”. Después de una concesión tan trascendental, tenía que pacificar a sus colegas extremistas del Likud y el gabinete ministerial. Lo mínimo eran mil nuevas viviendas en los territorios ocupados (incluido Jerusalén Este).

El acuerdo para liberar a los prisioneros palestinos ha desatado un verdadero aquelarre

El acuerdo para liberar a los prisioneros ha desatado un verdadero aquelarre. La sangre ha inundado todos los periódicos y programas de noticias, la sangre que mancha las manos de los asesinos palestinos. “Asesinos” ha sido el apelativo de uso obligado. Nada de “combatientes” o “activistas”, ni siquiera “terroristas”. Lisa y llanamente “asesinos”.

Todos los prisioneros que se pretende liberar fueron condenados antes de la firma de los tratados de Oslo, lo que significa que han estado en prisión al menos 20 años. La probabilidad de que participen en futuras actividades de carácter violento es mínima.

Algunos familiares de las víctimas han escenificado apasionadas protestas con manos ensangrentadas y banderas manchadas de sangre. Los medios de comunicación compiten entre ellos con fotos de madres llorando (a las televisiones les encantan las mujeres que lloran) blandiendo los retratos de sus hijos asesinados y las espeluznantes descripciones de los ataques en que murieron (algunos de los cuales fueron ciertamente espantosos).

Sin embargo, no hace tanto que Netanyahu accedió a liberar a más de mil prisioneros a cambio de un soldado israelí capturado. Esto significa que un solo soldado vale diez veces más que cualquier posibilidad de conseguir la paz.

La carta de Netanyahu a Kerry es de interés para otorgarle el récord Guinness a la desfachatez

Las puestas en libertad que se están llevando a cabo rayan en lo grotesco. Para evitar que se publicaran fotos en los periódicos del eufórico recibimiento que las familias daban a los prisioneros, la liberación de los primeros 26 presidiarios se realizó pasada la media noche, envuelta en un velo de misterio. Lo que me recuerda un pasaje de la Biblia en el que David llora la muerte de Saúl, asesinado luchando contra los filisteos: “En Gat no lo contéis, no lo pregonéis en las calles de Ascalón (dos ciudades filisteas); que no se alegren las muchachas filisteas, que no lo celebren las hijas de los incircuncisos” (Samuel II 1).

¿Contribuye todo esto a crear una atmósfera de paz justo antes de unas negociaciones? Esperen, aun hay más.

El día que se anunciaron los nuevos proyectos urbanísticos en los asentamientos, Netanyahu denunció vehementemente ante John Kerry las provocaciones de los palestinos contra Israel. La misiva puede ser de gran interés para los encargados de otorgar el récord Guinness a la desfachatez.

Según la carta de Netanyahu, el indicio más evidente de la perfidia de Mahmoud Abbas es un texto en el que un oscuro funcionario palestino exige un estado palestino “desde Rosh Hanikra hasta Eilat”. Rosh Hanikra (Ras Naqura en árabe) está en la frontera con el Líbano, así que este estado incluiría a todo Israel. Además, durante un partido de fútbol en Ramala, se oyeron gritos en contra de Israel.

Horrible, simplemente espantoso. Kerry debería saltar de su silla preso de furia. Si no fuera porque la mayoría de los dirigentes del Likud proclaman que la totalidad de la Palestina histórica pertenece a Israel y porque Naftali Bennett, uno de los pilares del gobierno de coalición de Netanyahu, acaba de anunciar que los palestinos “pueden ir olvidándose” de un estado palestino.

Por no mencionar a un tal Daniel Seaman, el exdirector del Ministerio de Aclaraciones (se llama así de verdad, no me lo he inventado). Los israelís no hacen propaganda, ¡válgame Dios! Seaman acaba de suceder a Netanyahu en la labor de dar “aclaraciones” en Internet. Esta semana colgó un mensaje en Facebook dirigido a Saeb Erekat, el jefe de la delegación palestina en las conversaciones de paz, diciéndole que se fuera a “tomar por…”. A la declaración teológica de la Iglesia de Escocia, que afirma que los judíos no tienen ninguna prerrogativa especial en sus pretensiones sobre Palestina, Seaman contestó: “Nos importa una [obscenidad] lo que digáis”.

Este genio de las relaciones públicas está ahora formando un grupo clandestino de estudiantes israelíes, a los que se les paga para que inunden las redes sociales con material “aclaratorio” procedente del gobierno.

Seaman, exdirector del Ministerio de Aclaraciones, mandó al jefe negociador palestino «a tomar por…»

Y, para aquellos a quien les guste el fútbol, en el estadio de Betar, asociado al Likud, resuenan en cada partido los gritos de “¡Muerte a los árabes!”.

¿Por quién doblan las campanas, entonces? Parece que no por la paz.

Uno de los problemas que tenemos es que nadie sabe lo que quiere realmente Netanyahu. Quizás ni siquiera lo sabe él mismo.

El primer ministro es en este momento la persona más aislada de Israel. No tiene amigos. No confía en nadie y nadie de su círculo confía en él.

Sus colegas en la directiva del Likud lo desprecian abiertamente, lo ven como un hombre sin principios, sin agallas, que se ha rendido a todas las presiones. Esta parece haber sido la opinión de su difunto padre, que una vez declaró que Binyamin podría ser un buen ministro de exteriores, pero no un buen primer ministro.

Netanyahu no tiene a nadie, no consulta con nadie, anuncia sus decisiones y eso es todo

En el gobierno está completamente solo. Los anteriores presidentes tenían un grupo de ministros leales a quien consultar. Golda Meir mantenía reuniones extraoficiales en la cocina con sus hombres de confianza. Netanyahu no tiene a nadie. No consulta con nadie. Anuncia sus decisiones y eso es todo.

En su anterior legislatura tenía al menos un grupo de confidentes, pero su mujer, Sarah, los ha ido expulsando uno a uno.

Así que, como un comentarista nos recordaba esta semana, este hombre solo, sin la ayuda de ningún grupo de asesores en los que pueda confiar, ningún experto o confidente, completamente a solas, está llamado a decidir el destino de Israel en los años venideros.

La situación no sería tan peligrosa si Netanyahu fuera un Charles de Gaulle. Por desgracia, no lo es.

De Gaulle fue una de las figuras más sobresalientes del siglo XX. Frio, distante, autoritario, visto con una intensa antipatía por el resto de los líderes mundiales, este general de extrema derecha tomó la histórica decisión de renunciar al enorme territorio de Argelia (cuatro veces más grande que la metrópoli francesa).

Hay que recordar que oficialmente Argelia no era una colonia, ni un territorio ocupado, sino parte de Francia propiamente hablando. Había estado bajo dominio francés durante más de cien años. Más de un millón de colonos lo consideraban su patria. Sin embargo, de Gaulle tomó él solo la decisión de renunciar a ella, poniendo su propia vida en grave peligro.

Desde entonces, los israelíes de izquierda se mueren por un “de Gaulle israelí” que les haga el trabajo, de acuerdo con el viejo proverbio hebreo “el trabajo de los honrados lo hacen otros”. Se entiende que los otros son aquellos que no son tan honrados.

Por supuesto, hay una diferencia importante. A de Gaulle lo apoyaban sus aliados conservadores, los magnates de la economía francesa. Estos austeros capitalistas veían como Alemania se estaba haciendo con la economía de Europa, una Europa en proceso de unión, mientras que Francia malgastaba sus recursos en una onerosa guerra colonial totalmente inútil en el norte de África. Quisieron deshacerse de ella lo antes posible y de Gaulle fue su hombre.

Netanyahu está tan cerca de los magnates israelíes como de Gaulle lo estaba de los franceses, pero a nuestros magnates no les importa nada la paz. Puede que esta actitud cambie si en algún momento la deslegitimación de Israel se convierte en una carga económica seria.

El gobierno usa el “proceso de paz” como cortina de humo para las excavadoras de los asentamientos

En este contexto, el boicot impuesto por la Unión Europea a los productos de los asentamientos quizás sea un adelanto de lo que puede suceder en el futuro.

Por cierto, la petición que Gush Shalom y yo hemos presentado en la Corte Suprema en contra de la nueva ley para penalizar los llamamientos a boicotear los asentamientos no se verá hasta febrero. Obviamente la Corte es reticente a tratar un tema tan molesto. Pero nos ha hecho un gran halago: “Avnery contra el Parlamento” será vista por nueve jueces supremos, casi la totalidad de los miembros de la Corte.

Entonces, este proceso de paz ¿es serio? ¿Qué quiere Netanyahu?

¿Quiere aparecer en los libros de historia como el “de Gaulle israelí”, el sensato líder sionista que puso fin a 120 años de conflicto?

¿O es solo otro tipo listo haciendo un movimiento táctico para evitar pelear con Estados Unidos y detener el proceso de deslegitimación al menos por un tiempo?

Según parece, de Gaulle puede relajarse en su cielo. No hay competidor a la vista.

No hay el más mínimo indicio de una orientación hacia la paz. Muy al contrario. Nuestro gobierno está usando el “proceso de paz” como una cortina de humo tras la cual las excavadoras de los asentamientos trabajan a tiempo completo.

El gobierno condena la resolución de la Unión Europea a favor del boicot porque “daña el proceso de paz”. Rechaza todas las exigencias de detener los asentamientos porque esto “obstruiría el proceso de paz”. Invertir cientos de millones en unos asentamientos, que de acuerdo con cualquier tratado de paz imaginable tendrían que ser evacuados, es según parece, favorable para la paz.

Así que ¿hay esperanzas? Es hora de citar otra vez el refranero yidis: “¡Si dios quiere, incluso un palo de escoba puede disparar!”