Opinión

Un río (poco) santo

Uri Avnery
Uri Avnery
· 10 minutos

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Bien: aquí tenemos de nuevo a John Kerry, que viene por enésima vez (¿alguien lleva la cuenta?) para hacer la paz entre nosotros y los palestinos.

Es un esfuerzo hermoso, merecedor de alabanzas. Desafortunadamente, está basado en una premisa falsa. A saber: que el gobierno israelí realmente quiere una paz basada en la solución de los Dos Estados.

Al no querer – o al no poder – ver esta sencilla verdad, Kerry busca un camino para rodearla. Intenta acercarse desde diferentes ángulos, con la esperanza de convencer a Binyamin Netanyahu. En su imaginación ya escucha como Netanyahu exclama:»¡Vaya! ¿cómo no se me había ocurrido?».

El esfuerzo negociador se basa en una premisa falsa: que el gobierno israelí quiere una paz basada en los Dos Estados

De manera que llega con otra idea: empecemos por resolver los problemas de seguridad de Israel y acabemos con sus preocupaciones.

No hablemos de momento de los «problemas fundamentales», dice. Examinemos lo que os preocupa y veamos qué se puede hacer. Me he traído a un auténtico general de combate, uno de verdad, con un un auténtico plan de seguridad de los buenos. ¡Míren, miren!

Esta postura se basa en la premisa falsa – nacida de la premisa general – de que las «preocupaciones de seguridad» que cita nuestro gobierno sean ciertas. Kerry expresa la convicción básica norteamericana que dos personas razonables que se sienten en una mesa y analizan un problema encontrarán una solución.

De manera que hay un plan. El general John Allen, antiguo comandante de la guerra en Afganistán, lo coloca en la mesa y explica sus ventajas. Se ocupa de numerosos puntos en debate. El asunto central es la insistencia del ejército israelí de que, sean las fronteras del Estado palestino las que sean, Israel debe seguir controlando el valle del Jordán durante mucho, muchísimo tiempo.

Dado que el valle del Jordán constituye más o menos el 20 por ciento de Cisjordania, que junto con la Franja de Gaza forma alrededor del 22 por ciento del antiguo país Palestina, esto bloquea todo desde el inicio.

Ahí radica el mayor valor de esta objeción, para nuestro gobierno.

El Jordán es uno de los ríos más famosos en la historia mundial, aunque en realidad no es más que una especie de riachuelo de unos 250 kilómetros de largo y una anchura de unas pocas decenas de metros. Nace en las colinas de Siria (también llamadas Altos del Golán) y acaba, sin pena ni gloria, en el Mar Muerto, que en realidad es un lago. No es que sea un gran río, la verdad.

¿Cómo llegó a tener la importancia estratégica que tiene hoy?

El resumen que sigue es un poco simplificado, pero no está muy lejos de lo que sucedió en realidad.

El plan estadounidense se basa en que Israel seguirá controlando el valle del Jordán

Justo después de la guerra de junio de 1967, cuando todo el territorio palestino había caído en manos de Israel, grupos de expertos en Agricultura salían a recorrer Cisjordania para ver cómo se podía explotar.

La mayor parte de Cisjordania la forman colinas pedregosas, muy pintorescas, pero poco aptas para métodos agrícolas modernos. Cada palmo de tierra cultivable ya lo estaban aprovechando los campesinos palestinos, que utilizaban terrazas y otros métodos antiguos. Nada que sirviera para establecer nuevos kibbutz. Excepto el valle del Jordán.

Este valle, parte del inmenso foso sirio-africano, es llano. Situado entre el río y las colinas de Palestina central, también tiene abundante agua. Para los ojos entrenados de un habitante de kibbutz, era ideal para la agricultura mecanizada. Además estaba poco poblado.

Casi todos los importantes dirigentes de Israel en esa época venían de un ámbito relacionado con la agricultura. El primer ministro, Levy Eshkol, había sido responsable durante muchos años de los trabajos de colonización judíos, antes de que se estableciera el Estado. El ministro de Defensa, Moshe Dayan, había nacido en un kibbutz y se crió en un moshav, una aldea formada por una cooperativa agrícola. El ministro de Trabajo, Yigal Allon, no era sólo un famoso general de la guerra de 1948, sino también el dirigente del mayor movimiento de kibbutz. Su mentor era Israel Galili, otro líder de los kibbutz, la eminencia gris de Golda Meir.

Fue Allon quien aportó el pretexto militar para mantener bajo control el valle del Jordán.

Diseñó un plan de seguridad para Israel después de la guerra de 1967. Su pilar central era la anexión del valle.

Conocido como el «Plan Allon», tenía mucha influencia sobre el ideario de Israel y lo sigue teniendo. El Gobierno nunca lo adoptó formalmente. Ni existe un mapa oficial del plan. Pero se ha debatido innúmeras veces.

El «Plan Allon» mantiene mucha influencia sobre el ideario de Israel, aún sin haber sido adoptado formalmente

El Plan Allon prevé que Israel se anexione todo el valle del Jordán, las orillas del Mar Muerto y la Franja de Gaza. Para no separar del todo el resto de Cisjordania del Reino Hachemí de Jordania (que también se llama así por el río), el Plan mantiene un pasillo entre ambos territorios, cerca de Jericó.

Se suponía generalmente que Allon tenía intención de devolver Cisjordania al reino. Pero en realidad no le importaba gran cosa. Cuando yo le acusé, desde la tribuna de la Knesset, de que impedía el establecimiento de un Estado palestino, me envió una nota que rezaba: «Yo estoy preparado para tener un Estado palestino en Cisjordania. ¿Por qué se me considera menos ‘paloma’ que a ti?»

Los cimientos militares del Plan Allon no eran de todo ridículos… en aquel momento.

Hay que recordar la situación en, digamos, 1968. El Reino de Jordania era oficialmente un «país enemigo», aunque siempre se mantuvo una alianza secreta con sus reyes. Iraq era un Estado fuerte y nuestros militares tenían gran respeto ante el ejército iraquí. Siria había sido vencida en la guerra de 1967, pero su ejército seguía estando intacto. Los respaldaba Arabia Saudí, con su enorme riqueza. (Quién habría imaginado siquiera que los saudíes iban a ser un día nuestros aliados frente a Irán?).

La pesadilla militar israelí era que todas estas fuerzas militares se reuniesen de pronto en territorio jordano para atacar Israel: cruzarían el río, se unirían a los palestinos en Cisjordania e invadirían la Israel internacionalmente reconocida. En un punto determinado, entre la ciuda cisjordana de Tulkarem y el Mar Mediterráneo, Israel tiene una anchura de sólo 14 (catorce) kilómetros.

Hoy, un escenario en el que todos los árabes se reúnan en Jordania para atacar Israel es ridículo

Eso era hace 55 años. Hoy día, este escenario es, de hecho, ridículo. La única amenaza militar posible a la que se enfrenta Israel llega desde Irán, y no incluye un ataque por tropas de tierra. Si llegan volando unos misiles iraníes, las tropas israelíes en el río Jordán serían meros espectadores. Sin tener nada que mirar. Porque a los misiles se les respondería mucho antes de que llegasen.

Si se necesitan estaciones de alerta, se pueden colocar en mi piso de Tel Aviv. Los cien kilómetros de aquí al Jordán no suponen diferencia alguna. Lo mismo vale para otras «preocupaciones de seguridad», como la idea de mantener posiciones de alerta en Cisjordania.

El general estadounidense escuchará cortésmente y se aguantará como pueda para no estallar en risas.

Hoy, el valle del Jordán está prácticamente libre de árabes. De vez en cuando, el Ejército maltrata a los pocos palestinos que quedan para convencerlos de que se vayan también.

Hay varios asentamientos judíos a lo largo del valle, colocados por el Partido Laborista cuando aún estaba en el poder. Los habitantes no utilizan la mano de obra de las aldeas palestinas cercanas, sino que emplean a trabajadores más baratos y más rentables de Tailandia. El clima, muy cálido – todo el valle está por debajo del nivel del mar – permite cultivar frutas tropicales.

La única ciudad palestina que queda es Jericó, un oasis verde, la ciudad a menor altura de la Tierra. Allí vive el negociador jefe palestino, Saeb Erekat (aunque su padre era en 1948 el dirigente de los combatientes palestinos de Abu Dis, ahora un barrio periférico en la Jerusalén Este anexionada). A veces, los participantes en las «negociaciones de paz» de Kerry se reúnen allí. Erekat, un tipo amable al que solía encontrarme en las manifestaciones, está en un punto de resignación que ya parece dimisión.

Jericó es la única ciudad palestina que queda en el Valle del Jordán, prácticamente libre de árabes

Supongamos por un momento que el general convence a Netanyahu de que su plan de seguridad es perfecto y resuelve todos nuestros problemas militares. ¿Qué diferencia supone?

Ninguna en absoluto.

Aparecerían de la nada otras «preocupaciones». Hay un almacén inagotable para ir sacándolos.

Lo mismo vale para la otra historia que estos días llena los diarios y las televisiones de Israel: la expulsión de los beduinos del Neguev.

Los beduinos han vivido en el desierto del Neguev y Sinaí desde tiempos inmemoriales. Las antiguas pinturas rupestres de Egipto ya muestran sus características barbas (similares a la que yo llevaba cuando volví de la guerra de 1948, tras combatir en el Neguev).

Durante los primeros años de Israel, se desplazó y expulsó a tribus enteras de beduinos. El pretexto suena extrañamente familiar: prevenir un ataque egipcio desde el sur.

El motivo real era, desde luego, echarlos de sus tierras y reemplazarlos con colonos judíos. A los frikis de la historia de Estados Unidos les recordará el tratamiento de los nativos norteamericanos. El Ejército (hablo de nuestro Ejército) llevó a cabo varias operaciones mayores, pero los beduinos se multiplan a una velocidad impresionante y ahora hay de nuevo un cuarto de millón.

Los mismos planes para entregar las tierras a los colonos judíos se aplican contra los beduinos del Neguev

Al ser beduinos viven con sus cabras dispersados por áreas grandes. El Gobierno intenta (de nuevo) echarlos. Los burócratas quieren «judaizar» el Neguev (al mismo tiempo que intentan «judaizar» Galilea. Pero también se oponen a la idea que un número de personas relativamente pequeño pueda ocupar extensiones tan grandes de tierra, incluso siendo tierra árida.

Los planificadores en Jerusalén y Tel Aviv diseñan todo tipo de trucos para concentrar a los beduinos en aldeas, lo que dista mucho de su tradicional manera de vivir. Sobre el papel, los planes parecen razonables. En realidad están diseñados para conseguir lo mismo que se hace en el valle del Jordán: arrebatar las tierras a los árabes y entregárselas a los colonos judíos.

Llámalo sionismo, nacionalismo o racismo: en ningún caso es una actitud que conduzca hacia la paz. Este debería ser la verdadera preocupación de John Kerry y John Allen.

Publicado en Gush Shalom | 7 Diciembre 2013 | Traducción del inglés: Ilya U. Topper