Reportaje

Censura 2.0

Daniel Iriarte
Daniel Iriarte
· 14 minutos
Disturbios durante la manifestación contra la censura en internet (Estambul, febrero de 2014) | © Ulaş Tosun
Disturbios durante la manifestación contra la censura en internet (Estambul, febrero de 2014) | © Ulaş Tosun

Estambul | Febrero de 2014 | Con Ilya U. Topper

«Hoy se trata de internet, pero en la raíz de todo esto está la creciente presión del gobierno, que se ha vuelto dictatorial», asegura Ersin, un estudiante, mientras a su alrededor cientos de personas corean consignas contra la censura. Protestan contra la aprobación en el Parlamento de una nueva legislación sobre internet que permite a las autoridades bloquear páginas web sin necesidad de una autorización judicial, entre otras medidas restrictivas. Los manifestantes tratan de llegar a la céntrica plaza de Taksim, pero la policía emplea cañones de agua y gases lacrimógenos para dispersarlos, desatando intensos enfrentamientos, que se saldan con decenas de detenidos.

La ley de internet no es sino el último gran paso en la carrera del gobierno por controlar los medios de comunicación, y que incluye todo tipo de presiones, coerción, regulaciones restrictivas e incluso el uso de los tribunales para silenciar a los elementos más críticos. “Tras las protestas antigubernamentales por el parque Gezi, la expulsión de periodistas extranjeros ha dejado de ser inconcebible”, explicaba a MSur el analista Gareth Jenkins, con más de dos décadas de experiencia en Turquía, hace apenas unos meses. Sus sospechas se confirmaron la semana pasada, cuando, por primera vez desde los años 90, el gobierno turco expulsó a un corresponsal acreditado en el país por cuestiones relacionadas con sus artículos. Se trata del azerí Mahir Zeylanov, que mantiene un conocido blog sobre seguridad y relaciones internacionales en el diario “Today’s Zaman”, uno de los principales medios en inglés del país.

Turquía ha expulsado esta semana a un corresponsal extranjero por primera vez desde los años 90

Zeylanov abandonó el país el pasado viernes por su propio pie “bajo amenaza de deportación” y ante la preocupación de sus familiares, después de que las autoridades le indicasen que no van a renovar su acreditación a petición del Ministerio del Interior. El motivo alegado es la publicación de “tuits contra altos funcionarios del estado”. Hace varias semanas, el reportero ya se enfrentó a una demanda judicial por parte del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, que le acusó de tuitear “insultos graves y juramentos en un intento de provocar odio y animosidad en la nación”.

Zeylanov, sin embargo, se defendió asegurando que solo había tuiteado dos artículos que hacían mención a la posible relación entre el empresario saudí Yasin Al Qadi -a quien tanto la UE como los EE.UU. impusieron sanciones a finales de los años 90 por su presunta financiación de actividades terroristas- y el propio Erdogan. En 2010, la UE sacó a Al Qadi de su lista de individuos relacionados con el terrorismo, si bien permanece en la del Departamento del Tesoro estadounidense. Por este motivo, tiene prohibido el acceso a Turquía por decisión expresa del gobierno turco, pero las fuerzas de seguridad bajo el mando de Erdogan le permitieron entrar de forma clandestina al país en al menos cuatro ocasiones, según informaron varios medios turcos.

Paradójicamente, Zeylanov se había destacado como acérrimo defensor del primer ministro durante la revuelta antigubernamental de Gezi del pasado junio. Pero el diario “Today’s Zaman” pertenece al movimiento Gülen, una cofradía religiosa destinada a la búsqueda de influencia política a través de un entramado de instituciones educativas y grupos empresariales y mediáticos, comparable al Opus Dei. El movimiento, antaño aliado de Erdogan, se ha convertido desde este invierno en un enemigo declarado del gobierno.

Periodistas no bienvenidos

Por tercer año consecutivo, Turquía es el país del mundo que más reporteros mantiene en prisión: 49, según el cómputo realizado en diciembre por el Comité Para la Protección de los Periodistas, si bien todos ellos son ciudadanos turcos. La tradicional hospitalidad hacia los informadores extranjeros se quebró durante las protestas de Gezi, y muchos de ellos sufrieron el hostigamiento y el maltrato policial. En algunos casos se llegó a expulsar a enviados especiales, como el ruso Arkady Babchenko, quien fue además apaleado por los agentes.

Turquía es de nuevo el país del mundo que más reporteros mantiene en prisión, un total de 49

Sin embargo, la deportación de Zeylanov es la primera de un corresponsal acreditado en el país desde que a la periodista de la agencia Reuters Aliza Marcus se le retirase el permiso de residencia en 1995 por sus artículos sobre la brutal campaña militar contra la guerrilla del PKK, que estaba provocando miles de desplazados internos. En octubre, el holandés Bram Vermeulen denunció que las autoridades turcas le habían notificado que no renovarían su acreditación en 2014, pero sin indicarle la razón. Finalmente, la presión de la Unión Europea logró que el gobierno diese marcha atrás, asegurando que todo había sido “un error administrativo”.

En Turquía, es notorio el control del gobierno sobre los medios de comunicación, que normalmente pertenecen a grandes grupos empresariales con participaciones en otros sectores económicos como la construcción y la minería, que dependen en gran medida de la buena voluntad de las autoridades. “Esto ha creado una situación en la que los medios se utilizan para promover los intereses financieros de los propietarios de los grupos financieros. Miembros de los medios y el propio gobierno describen a los jefes de las oficinas de los periódicos en Ankara como ‘lobistas’ para sus empresas”, explica un informe de Freedom House publicado el pasado lunes.

En esta situación, la influencia del gobierno sobre los medios es desproporcionada. Desde el inicio de la revuelta de Gezi, al menos 77 periodistas turcos han sido despedidos a petición gubernamental por haber publicado informaciones críticas. Y esta misma semana se ha difundido en internet una grabación, realizada el pasado verano, que deja en muy mal lugar al propio Erdogan: en ella, el primer ministro amenaza a un alto ejecutivo del canal de noticias Habertürk para que retire un rótulo desfavorable para su partido, el AKP. No es la primera de estas grabaciones comprometedoras filtradas en las últimas semanas. Se cree, de hecho, que la nueva ley de internet pretende, entre otras cosas, atajar la difusión de este tipo de filtraciones y otras informaciones que podrían perjudicar la imagen del partido.

“Alrededor de 30.000 páginas web están prohibidas ahora mismo en Turquía. No sabemos el número exacto”, afirman desde el Partido Pirata de Turquía. “Hay muchas páginas a las que no se ha podido acceder durante años porque el contenido es dañino para el gobierno”, asevera este grupo activista por la libertad de internet.

«Alrededor de 30.000 webs están ya prohibidas en Turquía», asegura un activista político

La nueva legislación otorga poderes especiales a la Autoridad de Telecomunicaciones, que ahora podrá censurar sitios web a discreción y sin supervisión de un tribunal. La ley es justificada por los partidarios del gobierno como medida para “proteger a la familia, a los niños y a los jóvenes de elementos en internet que animan a la drogadicción, al abuso sexual y al suicidio”. El Partido Justicia y Desarrollo (AKP) de Erdogan rechaza toda comparativa con los países que más censuran internet, como Corea del Norte, China, Siria o Turkmenistán. “Turquía no es China y nunca será como China en este aspecto”, declaró recientemente Hüseyin Çelik, portavoz del partido. “¿No estamos todos de acuerdo en que haya algunas leyes sobre las redes sociales y los medios en internet? Pueden existir regulaciones basadas en los estándares mundiales en el resto del mundo”, afirmó.

«Terroristas de internet»

Sus detractores, sin embargo, lo ven como un paso más en la deriva autoritaria de Erdogan, y como una nueva herramienta para censurar todo comentario negativo hacia su gestión. Algunas asociaciones de internautas están difundiendo ejemplos del tipo de censura que el gobierno tiene en mente. Recientemente, el vicepresidente del Partido Republicano (CHP), Umut Oran, fue conminado por la Autoridad de Telecomunicaciones a retirar un post de su blog donde hacía referencia a una intervención realizada por él mismo durante una sesión parlamentaria, en la que inquiría sobre un posible caso de corrupción en el entorno de Erdogan (una pregunta que, no obstante, permanece reseñada en la propia web del Parlamento). Con la nueva regulación, las autoridades podrán bloquear dicho post sin necesidad de rendir cuentas ante la opinión pública o los poderes judiciales.

“Esta ley está creando problemas que se van a convertir en crónicos en los próximos años, en el sistema judicial, por ejemplo, pero también en la mentalidad”, afirma Gürkan Ozturan, del Partido Pirata. “Han acuñado el término ‘terroristas de internet’, lo que hace que la gente vea a los infractores como terroristas”, indica.

Los críticos a la medida no son solo nacionales. El Comité para la Protección de los Periodistas, con base en Nueva York, es uno de los grupos más vocales en su oposición a la iniciativa. “Para el gobierno será mucho más sencillo bloquear las páginas web que ya veta, incluyendo sitios de prensa”, explica Geoffrey King, el experto en internet del CPJ. La nueva ley permitirá vetar directamente la URL o dirección de cada enlace, en lugar de impedir el acceso a todo el portal web que lo aloja.

“Se argumenta que este será un enfoque mucho más preciso a los contenidos inapropiados, pero en realidad es un intento de censura mucho menos transpartente”, afirma King. “Esto permitirá el bloqueo de cuentas individuales de Facebook o Twitter. Imagino que el razonamiento es que la gente se enfadará tanto si la censura es tan opaca”, asegura.

La ley pretende «proteger a la juventud de contenidos dañinos», afirma el gobierno

“Somos más libres en comparación con muchos otros países del mundo, y tenemos libertad de prensa”, afirmaba estos días el viceprimer ministro Bülent Arinç. “Ahora mismo, más de dos millones de personas se están beneficiando de una opción ofrecida a los padres que desean proteger a sus hijos de contenidos dañinos, como los contenidos para adultos y la violencia”, asegura.

Lo que Arinç no dice es que esos “contenidos para adultos”, como la pornografía, no son opcionales, sino que ya están totalmente prohibidos en Turquía. Otros miles de páginas censuradas incluyen las cercanas a la guerrilla nacionalista kurda del PKK (considerada terrorista por Ankara y la Unión Europea), e incluso algunas secciones de Wikipedia. También, cada vez más, páginas de corte político críticas con el gobierno. Sin embargo, hasta ahora era posible acceder a muchos de estos sitios cambiando el DNS del ordenador, o mediante proxies como vtunnel.com. Algo que será imposible tras la implementación de la nueva regulación. Además, la Autoridad de Telecomunicaciones, que sigue órdenes de la Presidencia, podrá censurar páginas sin necesidad de una autorización judicial.

«Ahora, hasta donde podamos interpretar este proceso de legislación poco transparente, se usarán restricciones basadas en las URL. Para ello, el Gobierno necesita herramientas de inspección profunda, un mecanismo más sofisticado que antes», explica a Msur Erkan Saka, profesor de telecomunicaciones de Estambul y doctorado en Tejas. «Creo que también podrán circumnavegarse, pero se creará una «internet paralela», en la que algunos ciudadanos con más conocimientos informáticos podrán acceder fácilmente a sitios a los que los demás no llegan», intuye.

«99 % de infractores»

“Todavía no hay suficiente gente afectada. Pero aunque muchos no ven nada malo en la ley, el noventa y nueve por ciento de los usuarios de internet en Turquía utiliza proxies o VPNs”, comenta Ozturan. “Si empiezan a arrestar a los infractores, van a necesitar campos de concentración para veinte millones de personas”, ironiza. “A nadie le importa porque piensan que ellos no están haciendo nada malo”, se lamenta su compañera Selin Kaledelen. “Hasta que no cierren Facebook, la gente no se va a echar a la calle a protestar”, dice.

“La nueva ley de internet asegurará la privacidad individual y los derechos individuales”, insiste el director de la Autoridad de Telecomunicaciones, Tayfun Acarer, quien asegura que la medida es esencialmente protectora, y está en línea con los estándares internacionales. Por ejemplo, aquellas personas cuya intimidad sea violada en una página podrán solicitar su eliminación de la red directamente ante este organismo, explica en una entrevista con el diario progubernamental “Sabah”.

Acarer pone el ejemplo de la difusión del video sexual que en 2010 mostró al entonces jefe de la oposición, Deniz Baykal, manteniendo una relación extramarital con una parlamentaria de su partido, y que acabó con su carrera política. La eliminación de dicho video de las webs de los medios turcos requirió de una orden judicial, pero para entonces ya había sido visto por cientos de miles de personas en todo el país.

Además, diversos medios extranjeros reprodujeron el video y, en algunos casos, se negaron a retirarlo, como hizo, por ejemplo, la web del diario español “El Mundo”. Las autoridades turcas decidieron entonces bloquear el acceso a dicha web. Si la nueva regulación hubiese estado ya operativa, habría sido posible censurar únicamente la página que reproducía el video, sin necesidad de vetar todo los demás contenidos del medio.

“No hay duda de que hay elementos dañinos en internet, como la pedofilia. Pero es más fácil neutralizarlos ahora. Cuanto más represivo se vuelve el entorno, mejor se esconden los criminales”, argumenta Ozturan.

Turquía ya ha acaparado titulares en el pasado por su difícil relación con internet. El portal de videos YouTube estuvo bloqueado durante más de dos años por un clip en el que se atacaba la figura del fundador de la moderna República de Turquía, Mustafá Kemal Atatürk, acusándole de homosexual, Además, las redes sociales fueron objeto de críticas por parte de las autoridades durante las protestas antigubernamentales del pasado junio. El propio primer ministro Erdogan calificó Facebook de “tecnología horrible”, y Twitter de “calamidad”.

«Para mí, las redes sociales son la peor amenaza para la sociedad», aseguró Erdogan durante la revuelta de este verano

“Para mí, las redes sociales son la peor amenaza para la sociedad”, aseguró entonces. Unas palabras especialmente polémicas dado el férreo control ejercido por el ejecutivo turco sobre los medios tradicionales durante la revuelta: mientras en Estambul y las principales ciudades del país se producían importantísimos disturbios, las principales cadenas de televisión emitían programas insulsos sobre cocina o naturaleza, incluyendo un documental sobre pingüinos que provocó, literalmente, miles de chistes y bromas políticas. Para muchos turcos, la única forma de enterarse de lo que estaba sucediendo era a través de la web.

“En mi opinión, el verdadero propósito de la ley es que la gente se lo piense dos veces antes de hacer algo. Se trata de crear una cultura del miedo, que lleve a la autocensura, que es peor que la censura”, dice Ozturan. Para Geoffrey King, el trasfondo, no obstante, va más allá de internet. “Turquía tiene un problema general de libertad de prensa. Esto simplemente expandirá el poder del gobierno para censurar y controlar internet”, sentencia.

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