Reportaje

Scarlett Johansson da alas al boicot

Carmen Rengel
Carmen Rengel
· 16 minutos
Asentamiento de Har Gilo cerca de Belén (2013) | © Ilya U. Topper / MSur
Asentamiento de Har Gilo cerca de Belén (2013) | © Ilya U. Topper / MSur

Tel Aviv | Febrero 2014

Scarlett Johansson acaba de dar un espaldarazo publicitario inesperado a la campaña BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones), con la que más de 200 entidades palestinas y propalestinas tratan de “asediar el asedio”, pelear contra la ocupación israelí y la discriminación de la población árabe. La actriz, declarada afiliada al Partido Demócrata norteamericano, ha echado por tierra todo el argumentario de sus adorados Barack Obama y Hillary Clinton –ese que dice que los asentamientos en territorio palestino son un obstáculo para la paz- para alinearse con su último patrón, la empresa israelí SodaStream, que en su factoría de Maale Adumim fabrica máquinas para elaborar refrescos caseros. En un suelo que no le pertenece.

Scarlett Johansson ha echado por tierra todo el argumentario de sus adorados Barack Obama y Hillary Clinton contra los asentamientos

Por el camino, Johansson ha dejado sus ocho años como embajadora de la ONG Oxfam, una de las organizaciones internacionales que más (y mejor) trabajan para defender los derechos de los palestinos. Mantiene, a cambio, el contrato publicitario varias veces millonario con la firma israelí, a la que defiende por “tender puentes” entre israelíes y palestinos por emplear a decenas de estos últimos. “La presión que ha sentido la ha obligado a elegir entre el dinero y la ética. Ha optado por el bando israelí, pero ya sólo el hecho de encontrarse ante esta disyuntiva y mostrar al mundo sus preferencias es una victoria del BDS”, resume el analista Daoud Kuttab, director de la Red de Medios Comunitarios.

La intérprete, una de las más idolatradas del mundo, se ha convertido de pronto en un icono de los defensores de Israel, que reivindican ahora su ascendencia judía –de la que nunca ha hecho gala- pero, a la vez, en un aviso vivo a navegantes para quien ose cruzarse en el camino del BDS. El precio, más allá de la censura o la mofa en las redes sociales, es un desgaste de imagen importante. El tiempo dirá sus efectos. De momento, medios como CNN o The New Yorker estiman que la carrera política de Scarlett, ambicionada desde tiempo atrás, podría verse bloqueada sine die. “Es un patinazo”, resume la revista.

Campaña exitosa

Johansson ha afrontado un debate personal, Sodastream versus Oxfam, pero sobre todo ha descorrido el velo del BDS, ha mostrado al mundo la maquinaria que pelea para que no quede impune el “dejar hacer” sobre las colonias de Jerusalén Este y Cisjordania, en las que Naciones Unidas calcula que residen ya cerca de 600.000 israelíes. “Ya hemos pasado de siglo. No se puede aceptar la idea de que está bien dar trabajo a los indígenas, que eso es de buenas personas y hay que apoyar a esas empresas, aunque casualmente se beneficien del suelo y demás recursos robados a quien se emplea. Ya no. Esa no es excusa para ahondar en la ocupación y perpetuarla”, dice, con la actriz como deseada interlocutora, uno de los impulsores del BDS, Omar Barghouti.

«Ya hemos pasado de siglo, no se puede aceptar la idea de que está bien dar trabajo a los indígenas», asegura el activisa Omar Barghouti

Este periodista y activista, autor del libro BDS. The global struggle for the Palestinian rights, explica que la suya es hoy “la mayor campaña de solidaridad con el pueblo palestino”, porque es la que mejores resultados está cosechando, en un tiempo muy breve, “nada que ver con los 20 o 30 años que tardaron en verse los frutos en la pelea contra el Apartheid sudafricano”, el modelo de desigualdad y también de lucha con el que tratan de comparar el problema palestino. Desde que la sociedad civil a la que aglutina el BDS comenzó a organizarse públicamente, en 2007, tres han sido sus áreas principales de actuación: la ocupación de territorio palestino por parte de Israel -reconocido como tal en sucesivas resoluciones de la ONU-, con ejemplos como el muro de separación -declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia en 2004-; el fin de la política de “racismo” contra los árabes -del que, denuncia, hay constancia en una veintena de leyes israelíes-, y el retorno de los cinco millones de refugiados palestinos desplazados en 1948. Para lograr este objetivo ambicioso recurren a un boicot que abarca la economía, la cultura y el sector académico israelí. Su idea es intentar que el mundo dé la espalda a quienes, en estos ámbitos, apoyan -directa o indirectamente, consciente o inconscientemente- la ocupación y sus violaciones.

El Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu ha comenzado a sentirse “inusualmente vulnerable” ante el BDS, abunda Barghouti en una entrevista con EFE. Sus intereses se están resintiendo semana a semana. Afirma que se ha producido un “salto cualitativo”, por el que la campaña ha pasado de ser un “intento” a un “logro”, dijo a BBC Radio, lo que ya preocupa seriamente a las autoridades. En 2011, con una repercusión internacional menor, el Parlamento de Israel aprobó una ley que sanciona a todo aquel que promueva el boicot dentro de sus fronteras. Desde 2014, la Knesset, además, mantiene reuniones ocasionales para analizar la evolución de la campaña. Y en el pasado mes, al menos en dos ocasiones, el gabinete de Netanyahu se ha visto obligado a incluir el asunto en el orden del día de sus consejos de ministros de los domingos.

El gobierno israelí está profundamente dividido sobre la necesidad o no de hacer frente a la campaña de boicot

El Ejecutivo, según han informado el diario Haaretz, está profundamente dividido. Por un lado, el Ministerio de Inteligencia defiende que es el momento de iniciar una contraofensiva frente al BDS para cortocircuitar sus avances. Por otro, el de Exteriores sostiene que no hay que prestar importancia a un movimiento “menor”, pues cuanto más se ponga el foco sobre él más daño hará. El rotativo israelí afirma que hay “incertidumbre” en el seno del Gobierno, porque los asesores del primer ministro reconocen que tienen insuficiente información sobre la campaña, sus organizadores, sus redes y su influencia, y porque a la falta de coordinación institucional interna se suma la escasez de fondos para hacerle frente, cuando el presupuesto nacional está menguando, incluso para el Ejército.

Más allá del activismo, la terminología de “boicot” se ha trasladado también al lenguaje político. El ejemplo más claro ha sido el del secretario de estado norteamericano, John Kerry, quien hace unos diez días, desde Munich (Alemania), habló del posible cerco a Israel si no avanza el proceso de paz, refiriéndose a más presiones económicas (mayor aislamiento y menos respaldo internacional) y de seguridad (violencia creciente en Cisjordania). Sus palabras fueron contestadas por Netanyahu. “Los intentos de boicot a Israel no conseguirán su objetivo”, dijo. Su ministra de Justicia y responsable de las negociaciones con los palestinos, Tzipi Livni, más prudente, advirtió a sus socios de Gobierno de que Kerry no estaba amenazando sino “describiendo” lo que puede ocurrir, teniendo en cuenta que la comunidad internacional comienza a mostrar un notable cansancio ante las “provocaciones” de Israel -son palabras de diplomáticos europeos en Jerusalén-, especialmente con la ampliación de asentamientos ilegales.

El mes pasado, los cinco mayores países de la UE citaron a los embajadores israelíes para reprocharles los nuevos asentamientos

El mes pasado, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y España –los cinco mayores países de la Unión Europea- citaron a los embajadores israelíes en sus capitales para reprocharles este crecimiento de la ocupación, otro signo de hartazgo. En julio, cuando se retomó el proceso de paz, Israel prometió 5.000 nuevas casas en colonias, que se van aprobando poco a poco en los últimos meses.

Palabras aparte, la preocupación para Israel se centra en la Unión Europea, además, porque en este año 2014 debe aplicarse su nueva política, que veta cualquier colaboración con personas o instituciones relacionadas con las colonias en suelo ocupado, una medida que afecta a acuerdos económicos, académicos y sobre todo científicos; en este último campo hay unos 700 millones de euros de inversión en investigación pendientes de los pasos que dé Bruselas, informa la oficina de la UE en Tel Aviv. En pocos días, de nuevo, una comisión debatirá la posibilidad de obligar a que en la Unión se etiqueten de forma diferenciada los productos que proceden de los asentamientos de los que llegan del resto de Israel, territorio legal, una de las peleas más intensas del BDS y que están siendo mejor asimiladas por sus simpatizantes occidentales.

En los dos últimos meses, Scarlett Johansson aparte, la campaña BDS ha cosechado cuatro importantes éxitos. Por un lado, la caja de ahorros y pensiones holandesa PGGM, una de las más importantes del país, ha decidido dejar de invertir “por motivos éticos” en los cinco bancos israelíes con los que colaboraba. La explicación que dan es que sus hasta ahora socios tienen sucursales en asentamientos de Cisjordania. Han vendido sus acciones, dicen, tras un “intenso debate” y sin presiones políticas de por medio, “con libertad”. En la misma línea, el Ministerio de Finanzas noruego ha excluido a dos firmas israelíes punteras, Danya Cebus e Israel Investments, de su fondo de pensiones -la rama que invierte en petróleo y gas, en concreto-, por recomendación de su Consejo de Ética, ante la “grave violación” que supone que trabajen en los asentamientos. También en el plano económico, el Danske Bank, el más grande de Dinamarca, ha decidido romper lazos con el Bank Hapoalim, uno de los más importantes de Israel, porque está financiando la ampliación de las colonias. Lo ha añadido a su lista negra porque su actividad “va contra el derecho internacional y la legislación humanitaria internacional”, destaca en un comunicado en su sitio web.

Varios bancos europeos han decidido dejar de colaborar con entidades israelíes que financian las nuevas colonias

El cuarto logro reciente se produjo en diciembre, lejos de la economía, cuando la Asociación de Estudios Americanos, una organización norteamericana con más de 5.000 socios, votó a favor de un boicot académico contra Israel. Es el organismo más grande que se suma en Estados Unidos a la campaña, siendo Washington el gobierno del mundo más cercano a Israel, lo cual da a entender una mayor sensibilidad incluso en entornos proclives a la amistad con Tel Aviv.

Desde que el comité de dirección del BDS comenzó a trabajar en firme hace ahora casi siete años, sus promotores calculan que han logrado bloquear contratos o iniciativas por un valor de “varias decenas de miles” de millones de euros, unos 7.000 en el último año. Israel no suele aportar cifras al respecto pero hay datos parciales que abundan en la idea de un efecto creciente. Por ejemplo, el Instituto de Exportación de Israel atestigua que el 10% de los 400 exportadores que tiene registrados han visto cancelado algún pedido desde la Operación Plomo Fundido contra Gaza (diciembre 2008-enero 2009).

Goteo de logros

Según las asociaciones palestinas, el goteo de “logros” ha sido importante en el último año y ha afectado a todos los ámbitos, desde firmas de cosmética que no han podido abrir tiendas en Europa (Ahava), a servicios de seguridad que pierden contratos en el Viejo Continente (G4S), pasando por armamentísticas (Elbit Systems e Israel Aeroespace Industries) que dejan de recibir invitaciones de ferias. Las firmas internacionales que prestan servicio en las colonias están también en la diana de los seguidores del BDS. Así, en España la presión se centra sobre NaanDanJain Ibérica, una empresa de riego localizado que tiene su matriz en Israel y que desempeña trabajos en las colonias. Su nombre ha salido incluso en una queja formal que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha hecho al Gobierno español. El ejemplo más destacado, no obstante, es el de la francesa Veolia, que da servicios de transporte, aguas y residuos a varias de estas villas, y que ha perdido contratos en el Reino Unido por valor de 5.400 millones de euros.

El boicot académico y cultural genera más debates y discrepancias que el económico

El boicot económico ha sido el más visible, pero el académico y el cultural son aún más sensibles, generan más debate, con más sutilezas. El presidente de la Asociación de Estudios Americanos, Curtis Mares, explicó en un comunicado oficial que su institución tomó la medida de aplicar este aislamiento académico contra Israel “por la violación [por su parte] del derecho internacional y por el impacto que la ocupación tiene para los académicos y estudiantes palestinos, que no pueden ni llegar a sus lugares de aprendizaje, que deben pasarse el día en checkpoints y controles y que apenas logran visas para viajar y mejorar su futuro”.

La decisión no es de obligado cumplimiento para los socios y no se impide, además, la colaboración a título individual con profesores o investigadores israelíes, lo que deja la puerta abierta a que el boicot se aplique a las instituciones, no a las personas, precisa el profesor californiano. Esta es una de las líneas que defienden los creadores del BDS: nunca, en estos casos, “asediar a personas”.

Pese a los matices, este boicot ha sido muy criticado por la Asociación de Universidades o la de Profesores de América (la primera agrupa a 62 campus y la segunda a más de 48,000 miembros en todo EEUU) y ha llevado al abandono de la asociación por parte de los rectores de los campus de Brandeis y Penn.

Según explica Manuel Trajtenberg, profesor de Economía en la Universidad de Tel Aviv, estamos ante una “afrenta” al “flujo libre de ideas, la tolerancia de opiniones y la convicción de que el marco académico y la discusión abierta y sin prejuicios es el vehículo apropiado para enfrentarse a problemas de todo tipo”. Considera que el boicot va contra la esencia de la práctica académica, “negando los fundamentos universales” de ese mundo, cuando es en las aulas donde “florece la crítica”, en todos los países.

«¿A los críticos nos van a boicotear?», dice el profesor Manuel Trajtenberg, que asesoró al gobierno sobre los indignados israelíes

“¿A nosotros nos van a boicotear? ¿A los críticos?”, se pregunta uno de los intelectuales más independientes del país, el hombre que presidió el grupo de sabios que debía asesorar al Gobierno ante las reclamaciones de los indignados, hace dos años largos. La reacción que se genera, advierte el profesor Trajtenberg, es la contraria: un cierre de filas para defender al estado. “Lamentablemente”, reconoce también, Israel está en las listas de países donde hay violaciones de derechos humanos, pero recuerda que hay “decenas” de estados que lo superan. Cita a Irán, China, Rusia o Arabia Saudí, contra los que no se aprueban campañas similares.

Este último boicot es total, no se limita sólo a lo que ocurre en las colonias, en la Universidad de Ariel, sino en todas las universidades israelíes. Por eso hasta el presidente palestino Mahmud Abbas ha abogado por que no se ejecute este castigo, no de esta forma. Desde Suráfrica –hasta donde acudió para homenajear al fallecido líder antiapartheid Nelson Mandela-, pidió que no se persiga a las instituciones asentadas en las fronteras de Israel de 1948, reconocidas internacionalmente.

Llamada de atención

El analista Ben Caspit, que ha publicado en Yedioth Ahronoth diversas tribunas al calor del escándalo Scarlett, entiende que estamos en una nueva fase, una “llamada de atención” que demuestra que el BDS ha dejado de ser una herramienta propia de la izquierda más contestataria, tradicionalmente proclive en Israel a defender los derechos de los palestinos. Ahora, afirma, está extendiéndose por sectores más templados, como un medio de “resistencia civil”. El embajador israelí en Washington, Michael Oren, ha llamado por su parte a buscar cortocircuitos a este avance crítico y pone como ejemplo una ley norteamericana de 1977 que convirtió en ilegal la cooperación de empresas nacionales con cualquier boicot a Israel.

Ya había precedentes importantes, que suman en la escalada, como el apoyo de la Federación de Estudiantes Belgas de Habla Francesa, con 100.000 miembros, o el Sindicato de Maestros de Irlanda, con casi 15.000, enumera Barghouti. También han recibido el apoyo de organizaciones sindicales –de Puertos a Telecomunicaciones- de Reino Unido, Irlanda, Francia, Bélgica, Canadá y Sudáfrica, entre otros. Recuerda, además, el hito que supuso que, en mayo, el físico Stephen Hawking no acudiese a dar una conferencia en Jerusalén, organizada por el presidente Simón Peres.

El boicot cultural es el que está más estancado en los últimos meses. Grupos pro palestinos tratan de evitar actuaciones de artistas internacionales en Israel, con un éxito oscilante. Neil Young es el último que acaba de confirmar su concierto de verano en Tel Aviv, pese a la campaña iniciada para que no acuda. El año pasado no lograron parar tampoco a Madonna, Alicia Keys o Juan Luis Guerra. En el pasado, tras contactos con el BDS, decidieron no venir Elvis Costello o el director de cine Jean Luc Godard.

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