Opinión

Sus madres, sus padres

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

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Es el verano de 1941. Cinco jóvenes – tres chicos y dos chicas – se reúnen en un bar y pasan una tarde feliz, coqueteando entre ellos, emborrachándose, bailando canciones extranjeras prohibidas. Han crecido juntos en el mismo barrio de Berlín.

Son tiempos felices. La guerra que empezó Adolf Hitler un año y medio atrás ha progresado increíblemente bien. En este corto período Alemania ha conquistado Polonia, Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica y Francia. La Wehrmacht es invencible. El führer es un genio, ‘‘el estratega militar más grande de todos los tiempos’’.

Así empieza la película que se está proyectando estos días en nuestros cines: un documento histórico único. Transcurre a lo largo de cinco horas apasionantes, y permanece en los pensamientos y las emociones de los espectadores durante días y semanas.

¿Quiénes eran nuestros padres y nuestros abuelos? ¿Qué hicieron a lo largo de esa guerra terrible?

Es básicamente una película para alemanes hecha por alemanes. El título en alemán lo dice todo: ‘‘Nuestras madres, nuestros padres’’. Su propósito es responder a las preguntas que preocupan a muchos jóvenes alemanes de hoy en día: ¿Quiénes eran nuestros padres y nuestros abuelos? ¿Qué hicieron a lo largo de esa guerra terrible? ¿Qué sentían? ¿Cuál fue su papel en los crímenes horribles que los nazis cometieron?

Estas preguntas no se plantean explícitamente en la película. Pero todo espectador alemán está obligado a planteárselas. No hay respuestas claras. La película no indaga en profundidad. En lugar de eso, muestra un panorama general del pueblo alemán en el período de guerra, las diferentes capas de la sociedad, las diferentes clases de personas, desde los criminales de guerra, pasando por los testigos pasivos, hasta las víctimas.

El holocausto no es el centro de los acontecimientos, pero está ahí todo el tiempo, no como un acontecimiento aparte, sino hilado en el tejido de la realidad.

La película empieza en 1941, y por tanto no puede responder a la pregunta que, en mi opinión, es la más importante: ¿Cómo pudo una nación civilizada, probablemente la más culta del mundo, elegir un gobierno cuyo programa era descaradamente criminal?

Cierto, Hitler nunca fue elegido por mayoría absoluta en unas elecciones libres. Pero estuvo muy cerca de ello. Y encontró con facilidad aliados políticos que estaban dispuestos a ayudarlo a formar un gobierno.

Tenían diez años cuando los nazis llegaron al poder, y para ellos el ‘Reich’ es la única realidad conocida

Algunos decían por entonces que era un fenómeno exclusivamente alemán, la expresión de la mentalidad característica de los alemanes, formada a lo largo de siglos de historia. Esa teoría ya ha sido refutada a día de hoy. Pero si es así, ¿puede eso ocurrir en cualquier otro país? ¿Puede eso ocurrir en nuestro propio país? ¿Puede ocurrir hoy en día? ¿Cuáles son las circunstancias que lo hacen posible?

La película no responde estas preguntas. Deja las respuestas para el espectador.

Los jóvenes protagonistas de la película no se hacen estas preguntas. Tenían diez años cuando los nazis llegaron al poder, y para ellos ‘‘el Reich de los mil años’’ (como los nazis lo llamaban) es la única realidad conocida. Es el estado natural de las cosas. Ahí es donde empieza la trama.

Dos de los jóvenes
son soldados. Uno ya ha vivido la guerra y lleva una medalla al valor. A su hermano lo acaban de llamar a filas. El tercer joven es judío. Como las dos chicas, rebosan de euforia juvenil. Todo pinta bien.

¿La guerra? Bueno, no puede durar mucho más, ¿no? El propio führer ha prometido que en navidad se conseguirá la victoria final. Los cinco jóvenes se prometen volver a reunirse en navidad. Ninguno tiene el más mínimo presentimiento de las terribles experiencias que les están reservadas a cada uno de ellos.

Mientras veía esa escena, no pude evitar pensar en mi antigua clase del instituto. Unas pocas semanas después de la toma de poder de los nazis, entré como alumno de la primera clase del instituto en Hanover. Mis compañeros eran de la misma edad que los protagonistas de la película. Habrían sido llamados a filas en 1941, y al ser una escuela elitista, probablemente todos habrían sido oficiales.

A mitad del primer año en el instituto, mi familia me llevó a Palestina. Nunca volví a ver a ninguno de mis compañeros, excepto a uno (Rudolf Augstein, fundador de la revista Der Spiegel, con quien me encontré años después de la guerra y volvió a ser amigo mío). ¿Qué pasó con todos los demás? ¿Cuántos sobrevivieron a la guerra? ¿Cuántos quedaron lisiados? ¿Cuántos se habían convertido en criminales de guerra?

En el verano de 1941 eran probablemente tan felices como los jóvenes de la película, que esperan estar en casa en navidad.

A los dos hermanos los envían
al frente ruso, un infierno inconcebible. La película logra mostrar las realidades de la guerra, fácilmente reconocibles para cualquiera que haya sido soldado y haya entrado en combate. Solo que este combate fue cien veces peor, y la película lo muestra espléndidamente.

La película logra mostrar las realidades de la guerra,  reconocibles para cualquiera que haya sido soldado

El hermano mayor, un teniente, intenta proteger al más joven. El baño de sangre, que se extiende cuatro años más, día tras día, hora tras hora, cambia su personalidad. Se embrutecen. La muerte los rodea, presencian crímenes de guerra terribles, se les ordena disparar a prisioneros, ven como se asesinan a niños judíos. Al principio se siguen atreviendo a protestar débilmente, después se guardan las dudas para ellos mismos, y después participan de los crímenes de forma natural.

Una de las jóvenes se hace voluntaria en un hospital militar del frente, presencia la agonía de los heridos, denuncia a una compañera enfermera judía y siente remordimientos al instante, y al final la violan soldados soviéticos cerca de Berlín, como les ocurrió a casi todas las mujeres alemanas en los territorios conquistados por un ejército soviético sediento de venganza.

Seguramente los espectadores israelíes se interesarán más por el destino del chico judío, que participa en la feliz fiesta del principio. Su padre está orgulloso de ser alemán, y no puede imaginarse a los alemanes llevando a cabo las fechorías con las que Hitler amenaza. No sueña con abandonar su amada tierra natal. Pero advierte a su hijo sobre tener relaciones sexuales con su novia aria. ‘‘¡Va contra la ley!’’

El padre advierte a su hijo que tener relaciones sexuales con su novia aria ‘‘¡va contra la ley!’’

Cuando el hijo trata de huir al extranjero, ‘‘ayudado’’ por un traicionero oficial de la Gestapo, es capturado, enviado a los campos de exterminio, consigue escapar de camino a estos, se une a los partisanos polacos (que odian más a los judíos que a los nazis) y al final sobrevive.

Quizás el personaje más trágico es la segunda chica, una cantante frívola y despreocupada que se acuesta con un oficial superior de las SS para impulsar su carrera, la envían con su compañía a entretener a las tropas en el frente, ve lo que está pasando realmente, expresa su opinión sobre la guerra, la envían a prisión y la ejecutan en las últimas horas de la guerra.

Pero el destino de los protagonistas es solo el armazón de la película. Son más importantes los momentos simples, la vida diaria, el retrato de los diferentes caracteres de la sociedad alemana.

Por ejemplo, cuando un amigo visita el piso donde la familia judía había estado viviendo, la mujer rubia y aria a la que se le asignó el lugar se queja del estado del piso al que fueron a buscar a los judíos para enviarlos a la muerte: ‘‘¡Ni siquiera limpiaron antes de irse! Eso demuestra como son los judíos, ¡gente sucia!”

Todo el mundo vive con un miedo constante a ser denunciado. Es un miedo que se propaga, del que nadie puede escapar. Incluso en el frente, con la muerte mirándolos a la cara, los soldados silencian inmediatamente a un camarada que pronuncia una leve duda acerca de la victoria final. ‘‘¿Estás loco?’’

La atmósfera sofocante del consenso universal es incluso peor. Desde el oficial más alto a la sirvienta más baja, todo el mundo repite permanentemente los eslóganes de la propaganda del régimen. No escuchan otra cosa que no sea eso.

Es inmensamente importante entender esto. En el estado totalitario, fascista, comunista, o lo que sea, solo los espíritus libres, que son muy pocos, pueden resistir los interminables y repetidos eslóganes del gobierno. Todo lo demás suena irreal, anormal o a una locura. Cuando el ejército soviético ya estaba abriéndose camino por Polonia y acercándose a Berlín, la gente permanecía firme en su convicción de la victoria final. Después de todo, el führer lo dice, y el führer nunca se equivoca. La simple idea es ridícula.

Para un ciudadano bajo un régimen totalitario, la propaganda se convierte en realidad

Este elemento de la situación es lo que a mucha gente le cuesta captar. Un ciudadano bajo un régimen criminal y totalitario se convierte en un niño. La propaganda se convierte en realidad para él, la única realidad que conoce. Es aún más efectivo que el terror.

Esta es la respuesta para la pregunta que no podemos abstenernos de hacer una y otra vez: ¿Cómo fue posible el Holocausto? Fue planeado por unos pocos, pero fue puesto en marcha por cientos de miles de alemanes, desde el maquinista del tren hasta los oficiales que organizaban el papeleo. ¿Cómo pudieron hacerlo?

Pudieron, porque hacerlo era lo natural. Después de todo, los judíos estaban listos para destruir Alemania. Las hordas comunistas amenazaban la vida de todo ario verdadero. Alemania necesitaba más espacio vital. Eso había dicho el führer.

Por eso es esta película tan importante, no solo para los alemanes, sino para todos los pueblos, incluyendo el nuestro.

La gente que juega irresponsablemente con ideas ultranacionalistas, fascistas, racistas u otras igualmente antidemocráticas, no se da cuenta de que está jugando con fuego. Ni siquiera pueden imaginarse lo que significa vivir en un país que pisotea los derechos humanos, que desprecia a la democracia, que oprime a otro pueblo, que demoniza a las minorías. La película muestra lo que esto significa: el infierno.

La necesidad de producir esta película demuestra que los alemanes siguen traumatizados por su pasado

La película no oculta que los judíos fueron las víctimas principales del Reich nazi, y nada se acerca a su sufrimiento. Pero la segunda víctima fue el pueblo alemán, víctimas de sí mismos.

Mucha gente insiste en que después de este trauma, los judíos no se pueden comportar como un pueblo normal, y que por tanto no se puede juzgar a Israel con el mismo criterio que a los países normales. Están traumatizados.

Esto también es cierto para el pueblo alemán. La simple necesidad de producir esta película inusual demuestra que el fantasma nazi sigue acechando a los alemanes, que siguen traumatizados por su pasado.

Cuando Angela Merkel vino esta semana a visitar a Binyamin Netanyahu, el mundo entero se rio de la foto en la que el dedo de nuestro primer ministro dibuja involuntariamente un bigote en la cara de la canciller.

Pero la relación entre nuestros dos pueblos traumatizados está lejos de ser una broma.