Reportaje

La incógnita de los tártaros

Irene Savio
Irene Savio
· 10 minutos
Abduraman Egiz, delegado de Exteriores de la comunidad tártara de Crimea (Mar 2014) | © Irene Savio
Abduraman Egiz, delegado de Exteriores de la comunidad tártara de Crimea (Mar 2014) | © Irene Savio

Simferopol | Marzo 2014

¿Unos cascos azules para Crimea? Si fuera por los tártaros de la disputada península, sí. Al menos es lo que sugirió el carismático líder de esa comunidad étnica turcoparlante, Mustafa Dzhemilev, el martes pasado. El referéndum que en marzo aceleró el ingreso de Crimea en Rusia no ha convencido a los tártaros, una minoría en lo que históricamente ha sido su tierra. Ellos quieren seguir resistiendo a Moscú.

Son casi 300.000, alrededor del 13 por ciento de la población total de la península, que cuenta con 2 millones de habitantes. Pero durante el reférendum se volvieron invisibles. Nadie sabía dar cuenta de ellos. Tampoco las urnas, que dieron la victoria a la opción a favor de Rusia, con un 97 por ciento de síes. El colectivo tártaro, en conjunto opuesto a Moscú, boicoteó la cita, señalan algunos dirigentes: debe de formar parte de ese 20 por ciento del censo que se abstuvo. Pero los tártaros tampoco se mostraban por las calles. ¿Dónde estaban?

«Pues no sé dónde están. No me había hecho la pregunta», admite Nikita Yurenev, un joven crimeano que se define como ucraniano con ascendencia tanto rusa como polaca o bielorrusa. «Son gente bastante pacífica, quizá están manteniendo un perfil bajo», aventura.

«Si la situación se vuelve más tensa, nosotros seremos las primeras víctimas»

De hecho, tienen miedo, confirma Vilor Osmalov, miembro de la comunidad tártara. «Si la situación se vuelve más tensa, nosotros seremos las primeras víctimas de las represalias», teme. Es más, «ya hay gente que ha desaparecido», añade Ali Khamzin, diputado del Medzhlis, el órgano ejecutivo del Qurultai, la Asamblea tártara de Crimea, un organismo paralelo al de las instituciones crimeanas, fundado en 1991.

Khamzin se refería aparentemente a Reshat Ametov, un jornalero tártaro de 39 años, padre de tres hijos. Desapareció el 3 de marzo, después de participar en una manifestación a favor de Ucrania en la céntrica plaza de Lenin, en Simferópol, donde se ubica el edificio del Consejo de Ministros de la República Autónoma de Crimea. Según algunos testigos dijeron a la organización Human Rights Watch, se lo llevaron miembros de las llamadas milicias de autodefensa, grupos paramilitares a favor de la incorporación a Rusia, formados por residentes locales.

«Creemos que se lo llevaron porque es un activista conocido en nuestra comunidad y es muy impulsivo. Pero ojalá vuelva pronto a casa», espera un tártaro que prefiero no dar su nombre. «Su mujer es muy joven y sus niños muy pequeños. Pero tenemos que mantener la calma». Pese a que se denunció la desaparición a la policía, nada se supo hasta el 16 de marzo, cuando la policía halló un cadáver en un bosque en las inmediaciones de Belogorsk, en Crimea oriental. Los agentes certificaron una «muerte violenta». La mujer de Ametov pudo identificarle.

Tenso funeral

El entierro en el cementerio musulmán de Abdal, en las afueras de Simferópol, estuvo acompañado des lágrimas y chillidos de un grupo de ancianas tártaras. Apartadas de los varones y con la cabeza cubierta con un velo, las mujeres entonaban su letanía. Alrededor del cuerpo sin vida envuelto en un paño verde se reunía un millar de hombres, asistentes de un funeral que subrayaba sus temores más graves. Algunos llevaban armas.

«No sé si podremos controlar a los nuestros si la situación sigue así. La muerte de Ametov no presagia nada bueno», auguraba Abduraman Egiz, responsable de relaciones exteriores de la comunidad tártara. Y es que aparte de Ametov, ya enterrado, hay más casos de desaparición denunciados.

Hay denunciados varios casos de desapariciones. El cadáver de Reshat Ametov apareció el 16 de marzo

El hostigamiento a los tártaros parece ir en aumento, y ya ni se disimula. El próximo paso puede ser volver a expulsarlos de las tierras que recuperaron a partir de 1989, tras un exilio de 45 años, iniciado por Stalin y al que sólo puso fin el descalabro de la Unión Soviética.

Durante siglos, los tártaros de Crimea, convertidos al islam suní, habían dominado la península, a menudo en guerra con la población cristiana de las llanuras ucranianas. Durante el siglo XVI permanecieron bajo soberanía otomana, época en la que la cultura turca de Anatolia se fusionó con la del pueblo túrquico de Crimea, hasta el punto de que el idioma tártaro actual se distingue poco del turco oficial. En 1783, Catalina II de Rusia (1729-1796) incorporó la península a su imperio, repartió las tierras entre los nobles de la Corte y empezó con las expulsiones de tártaros.

Fue durante la II Guerra Mundial, cuando las tropas alemanas ocuparon Ucrania, cuando unos cuantos tártaros vieron una oportunidad de independencia y se aliaron con las tropas nazis. O eso aseguraba Stalin. En todo caso el castigo fue colectivo y radical: toda la comunidad fue trasladado a Uzbekistán en 1944. Muchos murieron por el camino.

Sólo en 1989, los tártaros pudieron volver a Crimea, ahora ya parte de Ucrania (la administración fue transferida de Moscú a Kiev en 1954), donde fundaron una Asamblea autónoma, el Qurultai. Pero hay indicios de que su nomadismo puede volver a empezar: el viceprimer ministro del autoproclamado Gobierno crimeano, Rustam Temirgaliev, ya ha recordado que algunas de las tierras en las que reside la comunidad tártara han sido ocupadas de forma ilegal.

«Queremos legalizar mediante convenios todas las parcelas que ocupan los tártaros crimeanos. Les pediremos que desalojen parte de las tierras. Las necesitamos para fines sociales», dijo Temirgaliev a la agencia rusa Ria Novosti. «Pero estamos dispuestos a ofrecer y legalizar otras parcelas para una actividad normal de los tártaros», añadió.

Los tártaros de Crimea tienen el apoyo de las autoridades turcas y mantiene contacto directo con Ankara

La tensión está servida, porque dirigentes como Mustafa Dzhemilev, desde su fundación en 1991 hasta el año pasado presidente del Medzhlis, no se limitan a pedir respeto a su comunidad, sino se muestran fieles a Ucrania. El septuaginario líder – también conocido como Mustafa Cemiloglu o Mustafa Abdülcemil Kirimoglu en la prensa turca – ha acusado a Rusia de tener una mentalidad del siglo XIX por querer recuperar «una tierra que alguna vez conquistó». Su sucesor, Refat Chubarov, le secunda. Fue el primero en denunciar la ocupación del Parlamento crimeano por hombres armados prorrusos y en pedir ayuda al mundo. «Es muy importante que ya en las primeras horas se vean pasos prácticos de la comunidad internacional. La situación avanza con bestial velocidad hacia el precipicio», advirtió entonces. Ali Khamzin promete que «pase lo que pase», el colectivo tártaro va seguir protestando «de forma pacífica» contra la anexión de Rusia. Señala la existencia de patrullas de jóvenes tártaros en las vecindades donde vive el colectivo. Eso sí: «No están armados», acota.

«Tenemos el apoyo de las autoridades turcas», agrega Khamzin. De hecho, en los primeros días de marzo, el ministro de Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, se reunió con Mustafa Dzhemilev durante su viaje a Ucrania, mientras que la Asociación de Tártaros de Crimea en Turquía condenó la ocupación del Parlamento como «un acto terrorista».

Una vez realizado el referéndum, Dzhemilev viajó a Ankara, donde fue recibido por el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, y nuevamente por Davutoglu, quien condenó como «inaceptables» los resultados de «un referéndum realizado en forma de ‘hechos consumados'». Eso sí, el ministro se limitó a llamar «a todos los bandos» a resolver la cuestión mediantes el diálogo, prometiendo que «el pueblo y el Estado turcos continuarán su apoyo a los tártaros de Crimea», y trabajarán «a favor del desarrollo económico y la igualdad de derechos civiles» de quienes su ministerio califícó de «congéneres étnicos».

La reunión dejó clara cierta actitud de ‘potencia protectora’ de Ankara hacia este colectivo. Tampoco es algo nuevo: ya en 2011, Davutoglu, junto al entonces ministro de Cultura Ertugrul Günay, asistió en Crimea al funeral – casi una ceremonia de Estado – del prestigioso escritor tártaro Cengiz Dagci, muerto en el exilio en Londres. Ankara hizo las gestiones necesarias para repatriar a la península ucraniana el ataúd del novelista quien, por cierto, utilizaba la ortografía estándar de Turquía, no la que se usa en Crimea.

Los locales aseguran que al menos cien familias tártaras se han marchado ya de Crimea por miedo

Pero aparte de buenas palabras, la influencia de Turquía – un país extremamente dependiente del gas natural importado de Rusia para cubrir sus necesidades energéticas – en Crimea parece escasa. Hay quien opta por huir de nuevo, como otros partidarios de Ucrania. Ya a inicios de marzo, la tártara Sevil Taneeva hizo las maletas, la suya y la de sus dos hijos, de 3 y 5 años, para viajar desde Simferópol hasta Lvov, en el noroeste del país, epicentro del nacionalismo ucraniano. No es la única: varias familias ya han sido acogidas allí en hoteles de la ciudad o en casa de locales. «Aunque no tenemos datos precisos, al menos unas 100 familias ya se han ido de la península y están en Ucrania», estimaba Vilor Osmalov en la primera semana de marzo.

Otros se quedan. E incluso se manifiestan. Shefina Ismailovra, jubilada, y Zenife Seydametova, traductora de inglés, junto a un centenar de otras mujeres tártaras, salieron en marzo a la calle en Bakhchisaray, la principal ciudad tártara de Crimea para protestar ante una estructura ocupada por los militares sin insignias, «los rusos». «Nuestras familias están en nuestras casas, pero nosotras hemos venido porque creemos que no dispararán contra mujeres», explica una participante. «Nosotros no tenemos armas», corrobora Zenife.

Shefina señala a los militares: «Son ellos los que están aquí de forma ilegal». La anciana ha nacido en esta tierra: había sido deportada a Uzbekistán en 1944 cuando tenía un año de edad. «Tengo miedo. Pero hemos vuelto y no nos iremos. Si vienen a por nosotros, nos quedaremos aquí y resistiremos hasta el final».

crimea

Las fechas

siglo XV: Janato tártaro.
siglo XVI: Soberanía otomana.
1783: Anexión de Crimea por el Imperio Ruso.
1853–1856: Guerra de Crimea.
1921: República Autónoma soviética (dentro de Rusia).
1944: Deportación de los tártaros de Crimea a Uzbekistán.
1954: Transferencia de la república autónoma a Ucrania.
1991: Colapso de la Unión Soviética. Crimea permanece en Ucrania.
1989: Regreso de los tártaros a Crimea.
2014: Crisis de Ucrania.
22 Feb: Derrocado el presidente ucraniano Víctor Yanukovich.
27 Feb: Grupos armados toman el Parlamento de Crimea.
11 Mar: Parlamento de Crimea y Consejo de Sevastopol se declaran unidos.
16 Mar: Referéndum. Gana el Sí a la adhesión a Rusia.
21 Mar: Moscú ratifica su aceptación de Crimea.