Opinión

¿Golpe de estado? ¡Tonterías!

Uri Avnery
Uri Avnery
· 11 minutos

opinion

La existencia del Ejército en un auténtico Estado democrático presenta una paradoja.

Se supone que el Ejército debe obedecer al gobierno electo. Esta obediencia es incondicional.

Pero el Ejército (incluyendo al de tierra, mar y aire) es la única fuerza potente armada del país. Puede dar un golpe de Estado y hacerse con el poder en cualquier momento.

Sólo en los últimos meses, varios comandantes de Ejércitos han dado golpes de Estado en Egipto y en Tailandia, y quizás en otros lugares también.

Entonces, ¿qué es lo que impide que los comandantes de Ejércitos den golpes de Estado en todas partes? Pues simplemente los valores democráticos en los que se criaron.

En Israel, un golpe de Estado militar es impensable.

Un cínico podría decir: «¿Por qué iba a dar un golpe de Estado el Ejército? ¡Si ya gobierna Israel de todas formas!»

Éste es el lugar adecuado para reproducir esa antigua broma israelí: el jefe del Estado Mayor reúne a sus comandantes superiores y se dirige a ellos: ‘‘Camaradas, mañana a las seis de la mañana tomamos el control del gobierno’’. Por un momento hay silencio. Después, todos los asistentes estallan en histéricas carcajadas.

Un cínico podría interrumpir en este punto: ‘‘¿Por qué se iba a molestar el Ejército en dar un golpe de Estado? ¡Si ya gobierna Israel de todas formas!”

En las clases de educación cívica, aprendemos que Israel es una democracia. Oficialmente: un Estado judío y democrático. El Gobierno decide, el Ejército sigue órdenes.

Pero, como dijo el poeta: ‘‘Pues igual no es así, a saber”.

Incluso durante la crisis emocional de la retirada de la Franja de Gaza de 2005, el Ejército cumplió las órdenes del Gobierno

Es cierto, nunca ha habido un caso de desobediencia militar de alto nivel en Israel. Lo más cerca que estuvimos de esto fue aquel suceso en vísperas de la guerra de 1967, cuando el primer ministro Levy Eshkol vaciló a la hora de dar la orden de atacar, y varios generales impacientes amenazaron con dimitir. También un coronel dimitió como protesta contra el plan de atacar Beirut en la Guerra de Líbano de 1982.

Pero incluso durante la retirada de la Franja de Gaza en 2005, que fue un momento de crisis emocional suprema, en el que la opinión pública estaba profundamente dividida, no hubo un acto de negativa. El Ejército cumplió las órdenes del Gobierno.

Pero el papel que juega el Ejército en la política a nivel nacional es mucho más complejo.

Justo ahora, el Ejército está participando en el ritual de la lucha por los presupuestos que se produce cada año.

El Ejército dice que necesita mucho más de lo que el Ministerio de Finanzas afirma poder darle. Una cuestión de seguridad nacional, no, es una cuestión de supervivencia nacional. Se mencionan peligros terribles. Después de una amarga disputa, se llega a un acuerdo. Entonces, unos pocos meses después, el Ejército se presenta y pide unos cuantos miles de millones más. Un nuevo peligro se avecina en el horizonte. Más dinero, por favor.

Para mantener el Ejército joven y fresco, se jubila a los oficiales con un derecho a pensión a los 42 años

Los del Ministerio de Finanzas sostienen que un buen pedazo del presupuesto militar se gasta en pensiones. Para mantener al Ejército joven y fresco, se jubila a los oficiales con un derecho a pensión a la provecta edad de 42 años, y durante el resto de sus vidas reciben pensiones muy generosas. Esto no se aplica sólo a oficiales que participan en combate, que pasan mucho tiempo en campaña y desatienden a sus familias, sino que también se aplica a los que se encargan del papeleo, a los administrativos y al personal técnico, cuyo trabajo es fundamentalmente de carácter civil. Se rechazan con vehemencia las sugerencias tímidas de que se les pague menos de ahora en adelante.

Cuando un general vuelve a casa, el Ejército considera que es un deber de camaradería el proporcionarle un trabajo civil apropiado. El país está inundado de exgenerales y excoroneles que ocupan posiciones principales en política, en la administración pública, en empresas y servicios públicos propiedad del gobierno, etc. Los magnates los contratan con grandes sueldos gracias a las conexiones influyentes que tienen. Muchos de ellos han creado empresas relacionadas con el sector de la ‘‘seguridad’’ y se dedican a la importación y exportación mundial de armas y equipamiento militar.

Casi todos los días, estos ex salen en televisión y escriben en periódicos como expertos en asuntos políticos y militares, ejerciendo de esta forma una gran influencia en la opinión pública.

Unos pocos de ellos son ‘‘izquierdistas’’ y propagan perspectivas a favor de la paz. La gran mayoría postula opiniones que oscilan entre el ‘‘centro-derecha’’ y la derecha fascista.

¿Por qué?

El mismo cínico podría proponer una explicación bastante sencilla. La guerra es la razón de ser del Ejército.

La esencia de la profesión militar es hacer la guerra y prepararse para la guerra. Toda su existencia se basa en el ejercicio bélico.

Es natural que todo profesional anhele demostrar sus aptitudes. La guerra es una gran oportunidad

Es natural que todo profesional anhele la oportunidad de demostrar sus aptitudes profesionales. La paz proporciona esta oportunidad a los oficiales del Ejército en contadas ocasiones. La guerra es una gran oportunidad. La guerra conlleva atraer la atención, ascensos, progresión profesional de por vida.

(A los oficiales superiores les gusta declarar que odian la guerra más que nadie ‘‘porque han vivido los estragos que ésta trae consigo’’. Esto es pura palabrería).

Por supuesto, la ocupación militar es también un tipo de guerra. Es, citando a Clausewitz, una extensión de la política por otros medios.

No soy un cínico, y no tiendo a adoptar la perspectiva cínica, que es inevitablemente simple y superficial.

Estoy dispuesto a aceptar que la gran mayoría de las personas que desempeñan y desempeñaron una carrera militar son, al menos bajo su punto de vista, verdaderos idealistas. Cuando sus camaradas terminan su labor militar obligatoria y se embarcan en carreras civiles bien pagadas, los oficiales permanecen en el Ejército por un sentimiento de deber y patriotismo. Si creyeran en la paz, lo hubieran sacrificado todo por la paz.

¿Se podría haber derrocado a Hitler de otra forma que no fuera mediante la guerra? Está claro que no

Lo malo es que no creen en la paz.

El Ejército crea una perspectiva, una visión del mundo que es intrínseca a su propia naturaleza. Le dice al soldado desde el mismo primer día que hay un enemigo contra el cual debe estar preparado para luchar, y, si es necesario, sacrificar su vida por ello. El mundo está lleno de enemigos potenciales, malvados y crueles, que ponen en peligro a la patria. No hace falta ser judío y recordar el Holocausto para saber esto (aunque desde luego ayuda).

¿Se podría haber derrocado a Hitler, una vez en el poder, de otra forma que no fuera mediante la guerra? ¿Había otra forma de salvar el mundo?

Está claro que no. Por mucho que se le desprecie en tiempos de paz, en tiempos de necesidad es el general al que todo el mundo mira, y él es de quien se espera que salve la nación.

Esta convicción, repetida todos los días durante años y años, da forma a la mente militar. Lo seguirá haciendo hasta que la humanidad por fin consiga establecer una estructura mundial de gobierno que convierta la guerra en una cosa del pasado.

El ejército es el centro de la vida nacional de Israel. Es la institución más popular del país hoy en día

Todas estas perspectivas son incluso más extremas en Israel.

El Estado de Israel nació en medio de una guerra larga y brutal. Desde el primer día, su existencia dependió de la fuerza moral y material de su ejército. El ejército es el centro de la vida nacional, el elemento predilecto de sus ciudadanos judíos. Es con diferencia la institución más popular del Israel de hoy en día.

Esto me recuerda el Reich del káiser alemán, en el que se decía: ‘‘Der Soldate / ist der beste Mann im Staate’’ (‘‘el soldado es el mejor hombre del Estado’’). Quizás no fue una casualidad que el fundador del sionismo, Theodor Herzl, fuera un apasionado admirador del Reich del káiser.

En un diálogo que mantengo por internet con una amiga de Lahore, me impacta el parecido entre nuestros dos países. Paquistán e Israel nacieron al mismo tiempo, en antiguas colonias británicas, después de una dolorosa secesión en la que se derramó mucha sangre, en la que masas de gente pasaron a ser refugiados. Los dos Estados se basan en una ideología religioso-étnica, y viven en un conflicto constante con sus vecinos.

Los dos países son democracias: democracias gobernadas, entre bastidores, por sus Ejércitos y sus servicios de inteligencia.

Se supone que todo joven israelí debe servir en el Ejército. Los hombres sirven tres años; los años más formativos en la vida del varón humano, esos años de idealismo, cuando aún no tienen cargas familiares y están dispuestos a sacrificarse.

Casi un 40 % de la población no acude a filas: se exime tanto a los ciudadanos árabes como a los judíos ortodoxos

(En la práctica, casi un 40% no acude a filas en absoluto: se exime tanto a los ciudadanos árabes como a los judíos ortodoxos, aunque por razones distintas).

El Ejército es el crisol en el que se funden jóvenes nativos, inmigrantes de Rusia, Marruecos, Etiopía y muchos otros países. Durante 1.100 días y noches, el Ejército forja el denominador y la perspectiva común de estos jóvenes.

Ya llegan preparados al Ejército. El sistema de educación israelí es una fábrica de adoctrinamiento sionista, del jardín de infancia en adelante. Esos 15 años, coronados con tres años de servicio militar, producen una gran mayoría de mujeres y hombres etnocéntricos y cerrados de mente. Partiendo de ese punto, el oficial profesional del Ejército empieza su carrera, llegue lo lejos que llegue, portando con él su bagaje ideológico.

El sistema de educación israelí es una fábrica de adoctrinamiento sionista, coronado con los tres años de servicio militar

El hecho de dejar el Ejército a los 42 años y empezar una carrera civil no conlleva despojarse de esta estrechez de mente. Al contrario, los oficiales del Ejército siguen siendo oficiales del Ejército aunque vistan con ropa de civiles. Se podría decir que los oficiales, tanto los actuales como los del pasado, constituyen el único partido político real de este país.

Éste no es el mismo Ejército al que juré lealtad el día en que se creó. En aquel entonces, muchos oficiales eran miembros de kibutz, en los que se les había educado con valores socialistas y de solidaridad. Después de 57 años de ocupación, el Ejército se ha brutalizado, muchos oficiales son colonos, muchos llevan kipás tricotadas, símbolo de los religiosos-nacionalistas. Los partidos de extrema derecha hacen un esfuerzo consciente por infiltrarse en los cuerpos de oficiales y tienen éxito a gran escala.

Hace más de 200 años, el conde Mirabeau, un líder de la Revolución francesa, dijo esta conocida frase: ‘‘Prusia no es un Estado que cuenta con un Ejército, sino un Ejército que cuenta con un Estado’’.

Hoy en día se puede decir lo mismo de la Única Democracia de Oriente Medio.

Publicado en Gush Shalom | 14 Junio 2014 | Traducción del inglés: Victor Olivares